Me niego a crecer. Puedo tener signos evidentes de que me hago mayor, pero siento que aún tengo 18, o 15, o incluso 10 años. Por eso aún me encuentro viendo dibujos animados de mi infancia e incluso en algunos momentos como en la salida de campo del pasado viernes, cantando las melodías de Heidi y otros dibujos.
¿Alguien se resiste a reír mientras alguien camina por el monte, corretea y recuerda a la dulce Heidi, o se acuerda del Chavo del Ocho (cada uno tuvo sus exponentes infantiles)?. Yo no pude resistirme a reírme de mi mismo a carcajada limpia mientras correteaba por Anaga el pasado viernes. Me sentí feliz recordando la etapa de despreocupaciones. Y aunque pudiera, no quiero resistirme a seguir sintiéndome un niño, sacando lo mejor de los recuerdos de mi infancia.
Pero más allá de todo eso, a lo que me resisto es a enterrar al niño que llevo dentro y que en su momento no pudo salir. Ahora no importa montar en columpios, cantar estas canciones, ver dibujos animados o reír con ilusión a carcajada limpia. ¿Es eso ser pueril?
Pues yo creo que no siempre y cuando sepas que hay momentos y momentos. A mí me gustaba mucho Los autos locos, el escuadrón diabólico, Chicho Terremoto, Los Caballeros del Zodiaco, El chavo del ocho, Capitán Cavernícola, Snorkles, Heidi, Ranma, He-man y otros muchos, muchísimos más. La lista sería eterna. Hace años mi amigo Isra y yo hicimos una especie de “competencia” de canciones infantiles de dibujos animados… no ganó nadie porque la prueba máxima, la de cantar el opening de Heidi en japonés no lo sabía ninguno de los dos. Lo mejor es que por lo menos tuve a alguien con quien compartir mis ilusiones de pequeñito y que no sentirme raro o excluido por ello. En un mundo tan crítico, tener un toque infantil o de inocencia, creo que es una virtud de la cual no deberíamos desprendernos. Unos me llamarán friky, otros niñato, extraño o raro… yo creo que soy un niño atrapado en un cuerpo de adulto y que no deseo ni quiero seguir creciendo. Sólo es eso, nada más.
Aunque pasen los años y vayamos madurando y cumpliendo años, JAMÁS debemos renunciar al niño que llevamos dentro. Hay que saber cuando ser maduro y cuando sacar esa parte "infantil" que aun nos queda ;)
ResponderEliminarGracias por tus palabras. A más edad, más complejo se hace todo, pero yo añoro la sencillez del niño... se trata de no perderlo pero a veces es casi imposible. Los adultos nos empeñamos en complicarlo todo cada vez más.
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