Un día duro – 2ª Parte

…Pi-pí, Pi-pí. Otro sms: “No voy a tener piedad de ti”. Sonrío al leerlo. Llego al depósito de coches. Tengo que pagar la multa. Me duele la cartera, 150 €. Está claro, tampoco llegaré a fin de mes. ¿De qué me privaré esta vez? Eso me pasa por aparcar en la parada de autobuses y no dejar detenerse a un apilamiento de diez vehículos. Menos mal que no estuve presente. Me han dicho que la escena fue de órdago. Bien merecida está la multa. No puedo argumentar nada en mi defensa. Soy un desastre. Un urbanícola despistado que no se ciñe a las reglas como las paradas de autobuses. Lo sé, no es excusa. ¡Me han quitado cuatro puntos del carnet por reincidencia! ¡¡Lo que me faltaba!! Sólo me quedan dos puntos del dichoso carnet. Como esto siga así, me veo yendo cada día al trabajo en bici. Seguro que a Daiana le gusta esa idea. Pago la multa y me regreso a casa. No es mala idea lo de la bicicleta. Le mando un sms a Daiana: “Te voy a buscar en una sorpresa…”. Subo hasta el primer piso y desato a Paco. Lo llevo al jardín y cierro la puerta. Cojo una mochila con un neumático y algunos de esos artilugios para arreglar ruedas. Monto mi bicicleta color plata y me voy a buscar a Daiana. Me desvío un poco de mi camino. Paseo por el parque Isabel la Católica. Conducir la bici sin manos te da una sensación de libertad sublime que había olvidado. Pero nunca lo hagas con los ojos cerrados. Me percato demasiado tarde de que estoy a punto de chocar contra uno de los bancos. Freno. Las ruedas derrapan pero la rueda delantera se clava con el apoya brazos del banco. Salgo ligeramente disparado hacia delante, doy una extraña vuelta y acabo de nuevo en el suelo. Qué día más desastroso. El móvil se me cae y se desarma por completo. Ya lo arreglaré más tarde. Dolorido y burlado por los niños, decido abandonar el parque. Esta vez sí, voy camino de la plaza de Europa, muy cerca de donde está ella. Poco tiempo después la encuentro. Esta sentada en uno de los bancos que está al final de la avenida de la Constitución. Se le iluminaron los ojos al verme llegar en bicicleta, una de sus pasiones y que ha intentado introducir en mi vida sin demasiado éxito.

-Ya entiendo por qué tardaste tanto. ¿Y esa sorpresa de la bici a qué se la debemos?

-A una tarde un poco dura.

-Me gusta lo duro.

-No empieces…

-Vaale.

-Acerca de lo del coche… han sido 150 €. Nos quedan sólo cincuenta euros para la última semana del mes.

-¡Jolines! Esta vez es culpa tuya. Admito que no debía haberme gastado 300 € en aquel capricho, pero tus continuos despistes nos cuestan más a la larga.

-Daiana, no compares.

-Claro que sí. ¿Es que te olvidaste de la multa por exceso de velocidad? ¿O la otra multa por ruido excesivo a las dos de la madrugada en aquel sábado loco en casa con tus amigos? Y eso por no contar tus otros caprichitos…

-Venga ya, si mi único capricho eres tú, boba.

-No, no. Ahora no me vengas con esas.

-En los sms me declarabas la guerra. Tal vez acepte y baje la bandera de la paz.

-Esta noche te voy a matar – me dijo con voz trémula mientras se acercaba a mí con todas las intenciones del mundo-.

Retrocedí, ella sonrió y me dio un beso apasionado. Sus brazos me tocaron el culo con pasión y yo la fui apartando poco a poco. Las muestras de amor tan apasionadas en mitad de la calle no eran mi fuerte. Visiblemente molesta, poniendo morritos al más puro estilo Paco, le dije que me dejara reparar su bicicleta. Tras una austera reparación, le dije que el mejor regalo para recompensar la espera era un paseo los dos juntos en bicicleta. Alabó mi romántica iniciativa y volvimos a casa dando un rodeo consentido. Hicimos eses por la vía, nos cogíamos de la mano mientras nos mirábamos a ritmo de paseo. Nos gastamos bromas, cientos de bromas, reproches jocosos que avivaban una llama sempiternamente encendida. Pese a una tarde que había sido un ejemplo de entropía más pura en un día bastante normal, no sentía pena ni malhumor… (continuará)

No hay comentarios:

Publicar un comentario