Cadenas rompientes

Ser una mujer como yo hoy día es realmente complicado. Y más cuando no eres la típica chica al uso, de esas que le dan por salir y ligarse a veinte mil tíos al cabo de un mes. No soy así, realmente no puedo serlo. Algunos me han tildado de estrecha y otras cosas peores. El mundo está lleno de machistas y personas cortas de miras. No obstante, no creo que yo sea el ejemplo perfecto. Soy una mujer cercana al cuarto de siglo que se asemeja poco a lo que es común y corriente. Más, eso no es óbice para que algunas veces la vida te ponga en un lugar de lo más banal. Estoy segurísima, convencida, vamos, que la historia que voy a relatar le habrá pasado a mi adoradísimo Woody Allen, es una historia atemporal. Imagino en la Edad Media a un buen montón de personas que entre sus preocupaciones por no morirse de hambre, por sus cultivos, sus tierras y por no ser un objeto opresor del poderoso, contándole a su allegado sus affaires amorosos como si fueran de lo más extraordinario. No, lo digo desde ya, no es esto algo extraordinario, ni tan siquiera me siento orgullosa de esto. Si se lo contase a mis padres, probablemente mancillaría mi buen nombre.

Hace un año aproximadamente estaba en la Biblioteca estudiando con mucho ahínco para los exámenes. Sí, era pronto, estaba a punto de comenzar la Semana Santa, pero siempre he sido aplicada y dócil en mis estudios ya que me queda poco para acabar. Tengo algunas asignaturas atravesadas, pero me encanta la Biología. Después de mi querido Woody (Allen), los Beatles y la década de los 60 a los 80, creo que es de lo que más me apasiona. Ahí estaba yo, uno de esos últimos días de invierno y de repente lo vi a él. Era… No era muy atractivo, la verdad sea dicha. Pero hasta en eso he sido rara. Nunca me han gustado los típicos chicos guapetones (Brad Pitt, Ricky Martin, etc…). Ese chico tenía algo. ¿La mirada? ¿Los libros de Geomorfología química? Su aire displicente y misterioso para con el mundo? Aún no lo sé. Lo que más rabia me da al contar esto, es que yo no soy de esas mujeres que se enamoran como locas de la primera persona que pasa. Por eso esta historia es tan absurda para mí. El resto de la tarde no pude dejar de mirarlo, sus gestos, cómo pasaba las páginas, como se tocaba la tez. Tenía una barba de varios días, lo cual le daba un halo de chico malo que me dejó… rendida.

Creo que ninguna mujer en su sano juicio se hubiera fijado en él. Pero yo sí lo hice. El azar, y no ese ente que algunos llaman Dios, lo volvió a poner en mi camino en días posteriores. No sé por qué, pero comencé a verlo en todos lados. Ilusión o no, sueño o realidad, ahí estaba él. Nos conocimos un día… sino recuerdo mal fue en el mes de mayo. Fue tan casual. Creo que él se fijó en mí. No me considero nada excepcional, pero sé que soy lo suficientemente guapa como para abarcar un buen número de zalamerías, aunque ni las busco, in las pretendo. No soy la típica consentida que necesita que le doren la píldora o le bailen el agua. Él y yo físicamente no teníamos mucho que ver, pero conocerlo fue… sublime. Una sonrisa, una simple sonrisa compartida, una mirada al unísono y saltó la chispa. Obviamente una chica tan convencional como yo no iba a hacer nada. Nunca hubiera podido hacerlo, aunque lo deseaba con todas mis fuerzas. Deseaba que hiciera algo… y lo hizo. Ocurrió saliendo de la biblioteca. Hasta entonces mi vida surcaba terrenos abocados para las más tristes plantas xerófilas. Yo querría ser una de esas hidrófilas, henchidas de líquido elemento, y poder gozar realmente de la abundancia. Pero mi contumaz forma de ver las cosas en estos asuntos me había traído ciertamente resultados deficitarios desde el punto de vista sentimental. Pablo me saludó y me sonrió mientras bajamos en el ascensor. Yo me ruboricé cuan pueril quinceañera y el me miró con una cara maravillosa. ¡Qué sonrisa! ¿Cómo no me había podido percatar antes? Detrás de su aspecto desaliñado escondía cosas. Parecía que no me equivocaba. Comenzó a preguntarme qué estudiaba, qué hacia allí tan tarde. Tenía tal dominancia de la situación. Seguro que había conocido a un montón de chicas de la misma manera. Estaba aterrorizada, pero me atraía. No sé si era por su halo diferente al resto, sus andares, su aspecto interno o incluso sus ojos bondadosos… o puede que yo le añadiera virtudes que no tenía. Yo qué sé. Dios, me atraía mucho. Como si fuera un volcán, algo dentro de mi estalló. Esa no era yo. Yo no me encaprichaba de ningún chico tan fácilmente. Pero caí sin apenas comenzar a volar. Quise abrir una puerta. Era tan diferente a lo que había conocido hasta entonces. Me maravilló su facilidad para hablar con una tonta con pensamientos conservadores y añejos como yo. Hablamos apenas unos diez minutos de cosas insustanciales, pero el corazón me latía a mil por hora. Al final quedamos en un “ojala nos volvamos a ver por aquí”.

Y así fue. Y tanto que fue. Pablo y yo comenzamos a vernos cada día. No sabría explicar lo que sucedió. Yo, que siempre fui una chica cerrada y compleja para ser atacada, estaba siendo abordada por un chico que no entraba en mi estereotipo de hombre ideal. Pero al hablar con él descubrí que su interior era maravilloso. Oh Dios, era fantástico. Me enamoré como una tonta adolescente, lo reconozco. Ya había sido amor a primera vista, pero al hablar con él, fue incluso mejor. Nunca conocí a chico tan encantador como Pablo. No pasó demasiado tiempo antes de que nos viéramos tomando algo en alguna cafetería. Yo, obviamente quería ir poco a poco. Tampoco me seducía la idea de entablar una relación como todas. No, yo quería que fuera realmente especial. Más, eso no fue impedimento para que nuestro primer beso llegase apenas unos pocos meses después de conocernos. Fue lo más bonito que recuerdo que jamás me haya pasado. No creo que nunca lo olvide. Fue un 25 de agosto. Estábamos caminando por la Barceloneta y acabamos en la playa. Era luna llena. Comenzó a hablarme de constelaciones, de estrellas, del futuro. Me excité de una manera que no sabría explicarlo. Me ruboriza escribir esto, pero Pablo, mi querido y adorado Pablo me sedujo con su sapiencia. Nos sentamos a la orilla del mar. Nos miramos a los ojos, el se acercó a mi y nos besamos. Casi me desmayo. Fue el mejor beso del mundo. Perfecto. Creo que desde entonces comencé a vivir en un mundo de sueños increíbles. Eso no me podía estar pasando a mí. Nadie se enamora de mí. Los chicos normalmente van a lo que van, sexo, algo fácil y si te he visto, no me acuerdo. Y los chicos que son buenos, normalmente no me atraen. Así ha sido mi hastiada vida sentimental, una fuente inagotable de desencuentros.

Cuando se lo conté a mi mejor amiga, Ana, al principio no se lo creyó. Pero me vio con tal brillo en los ojos y con tal emoción, que acabó por adoptar mi fe. A Ana se lo cuento casi todo, es mi mayor confidente y en muchos aspectos, diametralmente opuesta a mí. Se alegró de lo de Pablo, aunque enseguida me azoró con asuntos de sexo, relaciones y demás. No, no era el momento. Además, aún tenía dudas. Siempre he sido dubitativa y aunque Pablo ha sido siempre un chico encantador ha habido algo en él que me ha echado para atrás. Aún así no puedo negarlo, estaba enamoradísima, como nunca en mi vida. Barcelona se convirtió en la mejor ciudad del mundo. Todo giraba en torno a él. Era perfecto y él me respetaba, algo que valoré muchísimo.

Las historias de amor tienen una componente absurda que con el tiempo te das cuenta de la sinrazón del principio y fin. Creo que mi adorado Woody Allen lo desarrolló muy bien con “Annie Hall”. Cómo una relación puede acabar en nada por nada realmente. No es que Pablo y yo acabásemos, pero por cosas que suceden, comencé a desencantarme. Puede que sea algo pueril en esto de los sentimientos, pero la cosa se enfrió bastante. Ya no me iba a buscar a la salida de las clases. Sus llamadas eran cada vez más contadas. Noté desencanto y me contagió. Me acomodé a las circunstancias. No puedo decir que dejara de sentir cosas por él, porque no fue así. Lo quería, a mi manera, pero lo quería. La historia se podría perder por decenas de recovecos sin importancia pero quiero ser concisa e ir al grano.

 

No, Ismael no sólo era guapo, era un buen chico. Se acercaba más a lo que era yo por dentro. No me parecía que fuera era el típico chico que se iba con cualquiera a las primeras de cambio. Eso me volvió loca. ¿Cuántas veces encuentras un chico así? Pasaron las semanas, nos conocimos mejor aprovechando mis desencuentros con Pablo, y yo me veía entre dos aguas. Una mañana mientras desayunábamos en una cafetería antes de entrar a clases, allá por el mes de abril, Ismael me confesó que sentía cosas por mí. Halagó mi brillante belleza, mi sutileza y me dijo unas cosas que me sonrojaron. Le creí. Le creí porque me miró fijamente a los ojos, porque con su cara de chico hermoso, perfecto, era imposible que no estuviera diciendo la verdad. Yo accedí a abrirle una ventanita de mi corazón, pero conforme pasaban los días y las semanas, esa ventana se convirtió en puerta y al final le dejé pasar por el zaguán hasta el salón de la casa de mi corazón que tiritaba con su inocencia y su belleza. No sé si algún día volveré a sentir que un chico alto, guapo, inteligente, sano y formal, sienta cosas tan puras como dijo sentir él por mí. Comenzamos a soñar con ir al Pacífico, a hacer proyectos biológicos, investigaciones escondidas en deseos de noches interminables de besos. Sentía que había pasión. Tenía miedo, nunca sentí esas cosas.

Mientras Pablo… Le tuve que contar la verdad. Le dije que me sentía atraída por Ismael y fue entonces cuando reaccionó después de muchos meses. Se arrodilló ante mí. Me dijo que me amaba como nunca jamás había amado a nadie, que sin mí, estaría perdido. Me encogió el corazón. Comencé a llorar como una magdalena. Aún lo hago al pensarlo. Pero en mi corazón sólo existía Ismael, aunque algo me decía que con quien debía estar era con Pablo. Quedamos en que nos daríamos un tiempo, quedaríamos como amigos, creo que le clave una daga ardiente en su mismo corazón. Me dijo que hiciera lo que hiciera, me esperaría si fuera posible toda la vida. No conocía la pasión escondida de Pablo hasta ese momento. Hice mutis y lo dejé allí, en las Ramblas, roto de dolor mientras me dirigía a ver a Ismael, al que le iba a presentar a mi amiga Ana.

Quedamos en un céntrico bar. Recobré la compostura como para que nadie se percatara de que había dejado a Pablo ahogado en lágrimas. La vida tiene entonces una componente cruel y a veces es necesario una litúrgica previa para poder asimilar hechos fatuos, hechos que son capaces de cercenarte por completo cada extremidad de tu cuerpo. Ese mayo primaveral fue el principio del fin, o el final del comienzo. Ana e Ismael se estaban besando apasionadamente en una esquina que estaba cerca de la cafetería. Se besaron, el la agarró muy fuerte por la cintura, la abrazó con todas sus fuerzas. Luego cada uno se fue por su lado, imagino que para llegar por separado a la cafetería donde habíamos quedado.

Supe poco tiempo después que Ismael conocía a mi amiga Ana, aunque debido al dolor y mi incapacidad para asumir los hechos, no quise saber de dónde y desde cuándo. Hablé con Ismael y me dijo que en verdad se sentía atraído por mi amiga Ana, mi seductora amiga. Yo era demasiado recatada, demasiado anticuada, él necesitaba una mayor aspiración. Me sentí engañada, cruelmente engañada, pero… no he podido dejar de sentir que lo amo, que me encantaría ser yo la mujer que cogiera entre sus brazos, querría perderme con él por las calles de mi adorada Barcelona. Supe también que para mi amiga Ana, Ismael no era más que un ligue, un “folla-amigo”, según ella, algo que dolió aún más si cabe. Grosso modo, la historia en resumen es esta.

Actualmente Pablo me busca porque alberga esperanzas de que mi corazón regrese a cobijar el suyo nada más. Siento cosas por él, porque me abrió un mundo interior vasto que no sabía que existía, pero no puedo evitar dejar de soñar con las noches de pasión con Ismael, quien está perdido por los huesos de Ana, quien cada fin de semana se va con uno diferente sin que Ismael sepa nada.

Es un tren de sentimientos, de desencuentros, una cadena absurda. Sufro por mi querido Pablo, que andará por esos bares despechado y bebiendo sin control esperando por mí y aún tratando de entenderme. Sufro por el mal traído juego de Ismael. Quiero odiarlo por haberme seducido con sus artes de chico guapo, pasional y soñador, pero no puedo. Lo deseo. Pero sufrirá mucho cuando sepa la clase de mujer que es Ana. Conozco a Ismael, y sé que acabará perdido y dolido.

Supongo que estas cosas ocurrirían en París en 1753, o en Madrid en 1872, en Sevilla en 1940, o en la Barcelona de hace treinta años. No es una historia excepcional, pero me duele porque necesito… amar y ser amada, sin empaques, sin engaños, sin desencuentros, sin historias entrelazadas y sin más complicaciones que la que el tiempo nos ponga. Mientras, aquí seguiré, tratando de sacar de mi corazón a Ismael y tratando de reconducir la situación con el bueno de Pablo, que no dudo de que sea realmente el hombre que más me conviene porque su amor con el tiempo ha acabado por ser el más hermoso y sincero pese a los altibajos.

Cojo la puerta y me voy

Se acabó. Ya no hay más rutina, ya no más “Todo saldrá bien”. Voy a coger mi mochila, me la cargaré a la espalda y me voy a marchar por la puerta y no volveré a entrar hasta que me de la gana. Y voy a sacar el niño, el ser más libre que habita en mí. Voy a abrazar a todo aquel que me de la gana sin importar si quiere o no. Voy a regalar sonrisas, no voy a parar. Voy a volar caminando por la calle con los brazos abiertos para atrapar el viento. Voy a gritar hasta que me quede sin voz. Voy a fundirme en el cielo. Voy a llorar de emoción. Voy a descontrolarme, a sacar esa euforia que llevo dentro. Voy a poner todas mis fuerzas en decir al aire: ¿Qué no quieres? ¡¡Tú te lo pierdes!! ó “Te quiero y siempre te querré” o “Nunca me olvidaré de lo feliz que me haces”, ó “Sobrino mío, eres la cosa más bonita del mundo”. Voy a soñar que tengo todo lo que pedí hoy como cada día y con lo que suelo soñar cada hora. Voy a coger el coche y me voy a ir hasta las montañas más altas, voy a “beber hasta perder el control”, voy a desequilibrar la balanza para enamorarme de mí mismo, para amar al universo, al mundo, a las personas. La gota de la felicidad colmará el vaso y estallaré. Me acordaré de todos los que no están para compartir con ellos en mi imaginación, estaré con todos los que no pueden coger una mochila a sus espaldas y volar al primer lugar que nos nazca. Voy a echarles de menos no con tristeza, sino con dicha por tener a personas en mi corazón. Porque no haya nada mejor que amar. Hoy no quiero preocuparme de quien me rechaza, de quien me odia, de quien me ama o de quien tiene dudas. Hoy mando yo y digo que os amo sin importar condición. Hoy no me voy a preocupar de nada, sólo de sentirme feliz, feliz y feliz. Voy más allá y voy a ser hasta tópico y “chorradista”: ¡¡TE QUIERO MAMÁ, no me esperes despierta!!”, jajajajaja. Me apetece ser imberbe, descarado, me apetece hacerlo y lo haré. Es mi tiempo, me toca. Seré egoísta y me llevaré un poco de todos vosotros, si no os importa. Me marcho pero volveré, sólo voy a escandalizar un poco al mundo, a reírme porque sí, a sacar a paseo mi gorra y dar saltos… sin razón. Ahora sí, quiero ser pueril, olvidarme de la cordura más loca. Me marcho a “locurear” y voy a ser feliz porque mi estado natural es la aventura, el viaje y el conocimiento… Voy a encontrarme a mi mismo, a tener una charla amistosa y decirle: “Tranquilo muchachote, lo has hecho estupendamente”. Me encanta sentirme así. BEGO VOY A ESTAR MÁS CERQUITA DE TÍIII, “pss, pss, que viene, que viene”, jajajajajaja. Bueno, ahora sí, me voy que el avión me espera. Esto nada, en un ratito estoy de regreso. Besos… “I’ll be back”, lo juro por John Lennon. Esta canción se la dedico al invierno pasado. Qué puñetero fue el muy jodido. Adiós y con Dios.

Dedicando un día feliz

Hoy es el tercer día que ando sencillamente feliz. Y por eso quiero compartir mi felicidad con todos los que de una u otra manera entran aquí, al menos hoy. Ojala pudiera regalar mi fantástico estado de ánimo. Pocas cosas hay que se me den mejor que regalar optimismo. Con esta canción, con el solecito arrebatador y la brisa que sopla donde estoy, quiero dedicar esta canción que me “encontré” en mi reproductor de música. Se la quiero dedicar a varias personas sin nombrar, que espero que se den por aludidas. A esa personita ociosa que me confesó que me “espiaba”, a ella le digo: No pasa nada, es un honor que lo hagas y que me sigas demostrando cosas. Tengo suerte de contar contigo. Se lo dedico a una fecha, la de ayer, veintitantos de abril, fue el día en el que escuché una de las voces más hermosas que he escuchado en toda mi vida. Aún recuerdo esa noche en La Laguna, saliendo a escondidas del teatro, de ver una obra infame (algunas de las historias más bonitas comienzan antes, durante o después de una noche de teatro). Tuve una de las cenas más felices de toda mi vida, y fue por culpa de ella. Su voz me meció a partir de entonces cada día. Esta canción, para esa fecha, esa voz, y esa mujer que me “espía” (en plan bien). Pero también se la dedico a esa personita fantástica que lleva con problemas en su casa durante algunas semanas, que no ha podido dormir por esas obras en casita. También se lo dedico a esas personas que tienen problemas sentimentales, a los que se ríen de todo, a los que no se ríen con nada. A quien logro hacer sonreír sólo con mi tono de voz cada vez que hablamos por teléfono. A ese “socio” mío que es feliz en su vida con su adorada “mujercita”, bueno, en este caso se la dedico a ambos. También se la dedico a quien mañana tiene un examen y está preocupada porque no sabe cómo le saldrá. Se la dedico a quien tiene trabajos que hacer y está agobiada hasta el cuello. A quien sale del trabajo al mediodía y llega a la tarde ya muy cansado. Se lo dedico a quien anoche lloró y hoy está hecha polvo. A quien se ríe y goza de su vida.Incluso se la dedico a quien detesta mi exacerbado optimismo de algunas ocasiones: Toma, toma y toma, pa’ ti. Se la dedico en general a todo el mundo que tenga un mal día, a quien tiene buen día y puede compartir las bonanzas de la vida. Espero que al menos hoy, algunos, como yo, sepan lo que es la verdadera felicidad aunque sea durante los pocos minutos que dura este texto y esta canción. Os regalo hoy mis palabras más llenas de dicha que nunca, sin ninguna razón concreta. ¿Acaso hace falta un motivo para querer saltar y sonreír? Pues yo digo que no. Feliz día.

Me niego a crecer

Me niego a crecer. Puedo tener signos evidentes de que me hago mayor, pero siento que aún tengo 18, o 15, o incluso 10 años. Por eso aún me encuentro viendo dibujos animados de mi infancia e incluso en algunos momentos como en la salida de campo del pasado viernes, cantando las melodías de Heidi y otros dibujos.

¿Alguien se resiste a reír mientras alguien camina por el monte, corretea y recuerda a la dulce Heidi, o se acuerda del Chavo del Ocho (cada uno tuvo sus exponentes infantiles)?. Yo no pude resistirme a reírme de mi mismo a carcajada limpia mientras correteaba por Anaga el pasado viernes. Me sentí feliz recordando la etapa de despreocupaciones. Y aunque pudiera, no quiero resistirme a seguir sintiéndome un niño, sacando lo mejor de los recuerdos de mi infancia.

Pero más allá de todo eso, a lo que me resisto es a enterrar al niño que llevo dentro y que en su momento no pudo salir. Ahora no importa montar en columpios, cantar estas canciones, ver dibujos animados o reír con ilusión a carcajada limpia. ¿Es eso ser pueril?

Pues yo creo que no siempre y cuando sepas que hay momentos y momentos. A mí me gustaba mucho Los autos locos, el escuadrón diabólico, Chicho Terremoto, Los Caballeros del Zodiaco, El chavo del ocho, Capitán Cavernícola, Snorkles, Heidi, Ranma, He-man y otros muchos, muchísimos más. La lista sería eterna. Hace años mi amigo Isra y yo hicimos una especie de “competencia” de canciones infantiles de dibujos animados… no ganó nadie porque la prueba máxima, la de cantar el opening de Heidi en japonés no lo sabía ninguno de los dos. Lo mejor es que por lo menos tuve a alguien con quien compartir mis ilusiones de pequeñito y que no sentirme raro o excluido por ello. En un mundo tan crítico, tener un toque infantil o de inocencia, creo que es una virtud de la cual no deberíamos desprendernos. Unos me llamarán friky, otros niñato, extraño o raro… yo creo que soy un niño atrapado en un cuerpo de adulto y que no deseo ni quiero seguir creciendo. Sólo es eso, nada más.

DNI Guerea

Hoy estuve en el DNI de mi hija imaginaria.

En esa plaza que tan poco sentido y tanta historia tiene.

Sentí el calorcito tenue del invierno amamante.

Miré como el tiempo finito se deslizaba sobre mi bolígrafo

 

Pedí a las nubes un juego de azar

que en la próxima esquina estuvieras tú

Dibujé rascacielos subterráneos,

desordené el orden del caos

Quise cerrar los ojos

y verte en aquel banco al lado de la fuente

 

Pero mi hija me ignoró, no apareciste

Quise buscarte y hacerle trampas al destino

Quise callar mi corazón y negar lo evidente

Quise desdoblarme y volver a ser estío

 

Más, las letras hoy no te dibujaron

Te soñé en cada milímetro de mi cerebro

Pero la realidad te borró

Mil canciones imposibles: Pancho Céspedes - ¿Qué hago contigo?

Tapa: Cubana y llena de humo

Etapa: Por doquier

Estrato…De cantautor

Estaba en uno de esos recintos donde esos seres se sienta y toman cosas líquidas cuando descubrí este orondo y simpático cantante. Si no recuerdo mal estaba en la gran mancha de Júpiter. Viajaba lenta, muy lentamente recorriendo esa anaranjada mancha. Perdido y con un rumbo más bien torpe. Pero no sólo fue allí, fue también en Fobos o Europa. Acompañó mucho, no lo neguemos, pues quién alguna vez no ha visto a uno de esos seres humanos y no ha tenido a bien decirle de forma simpática o hastiado esa pregunta retórica que nadie, nunca jamás sabe contestar. Porque a fin de cuentas todo proviene someramente de ese automático pero tierno aparato preso de los huesos del pecho.

Mi disco rayado: ¡No toques esa canción!

SAM_0744 Érase una vez en un domingo muy, muy lejano, alguien sin nada que contar. Y esta canción que no dejó de sonar en un lugar tan vacío como solitario. Llegó la primavera, como siempre con domingos eternos. El viernes por fin descubrí que no, no eran diques, eran las venas de la tierra, por donde fluye la sangre. Sangre que falta. Carencia de pasión. A este domingo le falta sangre, pasión, y Aretha me la ha insuflado. Gracias (por si entra) a quien me recordó que existía esta canción, a quien busca su sitio, aunque creo que sabe perfectamente dónde está. Maravillosa canción. Para no dejarse de enamorar nunca jamás. Tócala siempre, que no pare de sonar nunca, nunca jamás… y me haga sentir esto tan fantástico que ojala nunca se marchitara.

 

Y ya que estamos, de propina, una que hace unos pocos días también comenzó a sonar en mi cabeza durante varias horas de esta mujer que es una diosa de la música, que me pone los pelos de punta.

Mil canciones imposibles: Laura Pausini - Volveré junto a ti

Tapa: Siempre la misma

Etapa. Nunca pasa de moda

Estrato… De balada pop

La ‘atemporalidad’ marca esta canción. ¿En qué planeta sucedió? ¿Fue en Urano? ¿En Venus? ¿En Marte? Probablemente haya hecho un recorrido por todo el Sistema Solar y en cada parada donde se me gripaba el motor esta canción estaba de fondo para tratar de ayudarme a arreglarlo, o al menos a tener más fuerzas para continuar con la reparación mientras continuaba mi tránsito de sapiencia y aprendizaje de Príncipe a Rey. Demasiadas cosas envuelven a esta canción como para enmarcarla en un género concreto. Cuando has tenido más vidas que un felino te encuentras con el resultado de que esas canciones forman parte de momentos concretos. Siempre coinciden con desiertos, con montañas tan altas que el oxígeno (cuando has optado por ese gas), no alcanzas a respirarlo. En condiciones difíciles, vaya, no tanto extremas, pero sí complejas. Es posible incluso que el líquido elemento que mana de uno mismo sea visible en pequeñas grandes dosis, pero no necesariamente, ha dependido del planeta y de la circunstancia, y, evidentemente, del grado de griposidad del vehículo donde viajaba.

Mi disco rayado: Y…

Y… En ninguna parte estaba

Y… Nadie estaba cuando llegué

Y… Llegué a esforzarme más

Y… Más, mis fuerzas las restaste

Y… Salí con vida de la infamia

Y… Pasaron los años

Y… Nunca te encontré

Y… Mira que te busqué

Y… Recordé que sólo era ilusión

Y… Acabé solo mañana y noche

Y… Escribí esto sin sentido

Y… Esta canción no inspiró nada

Pero levanté la cabeza con orgullo.

Un día duro – 3ª Parte (y última)

…Con los últimos rayos del sol llegamos a casa. Dejamos las bicicletas y entramos al interior con Paco. Le conté a Daiana las aventuras de mi perro en el día de hoy y, como era de esperar, no pudo enfadarse con él. Nadie podía enfadarse con mi perro gatuno. Nunca he visto a un perro tan mimoso, tan cercano a un gato. Si no fuera lo que fuera, y me contasen lo que hace, pensaría que es un gato. Paco es un nexo de unión extraño en la relación con Daiana, nunca de conflicto. Daría para un capítulo entero hablar de nuestro adorado Paco.

Cenamos y puse algo de música de fondo para comenzar a limpiar un poco la casa antes de irnos a la cama. Entre medias un poco de payaseo. Nuestro hogar era tan dichoso... Teníamos problemas de dinero, casi nunca llegábamos a final de mes, no nos podíamos permitir grandes lujos, pero en esa casa, en nuestras vidas, se respiraba amor. Sobre las diez de la noche me planté en la puerta de la cocina. Daiana estaba barriendo el piso sin percatarse de que llevaba ya casi un minuto observándola. Aún recuerdo lo mucho que me costó conquistar a esa bella mujer. Me hacía sentir tan afortunado.... Nadie logra entender lo que les digo. Me da igual que tenga una pierna más corta que otra, me da igual sus kilitos de más, incluso me da igual sus cambios de humor y algunas cosas más. Nuestra historia está jalonada de otras cientos de pequeñas historias que, lejos de separarnos, nos unieron cada vez más. De repente, cuando se acercaba a mí de espalda, di un salto y me pegue tras de ella. Con una maniobra muy digna, la cogí entre mis brazos. Dio un tímido grito, casi imperceptible, y comenzó a sonreír.

-Déjame en el suelo, que aún no he acabado –me exigió con dulzura-.

-Ponte el casco y ármate, porque esta noche vamos a ver quién gana la batalla...

-Mmm, al final te has rendido a mis encantos –me dijo mientras intentaba acercarse a mi cara para besarnos-.

-¿A qué encantos te refieres? –sostuve con una broma muy seria-

-Llevo quince minutos meneando el culito a ver si te sientes por aludido.

-No lo había visto, no…

-Noo, claro que no, jajajaja

Subimos hasta la habitación, sólo con la luz del pasillo encendida, y los dos hambrientos de pasión, henchidos de amor, comenzamos a intervenir en el terreno abonado sólo para unos pocos, los amantes que cada noche se desvestían para volver a descubrir la tierra prometida. Y al amanecer, despertamos abrazados… como cada mañana. Y a las siete en punto ahí estaba Paco encima de nuestra cama por si se nos había olvidado dormirnos y soñar que cada día volvíamos a ser felices.

Mi disco rayado

Caía la tarde y el frescor típico del entretiempo comenzaba a aparecer. Las nubes nublaron todo resquicio de razonamiento. Se me bajó la persiana y en ese instante, o durante este hecho, sonó esta canción. Y desde ese momento, hasta que me acosté, no se me fue de la cabeza, y con ella, me dormí.

Un día duro – 2ª Parte

…Pi-pí, Pi-pí. Otro sms: “No voy a tener piedad de ti”. Sonrío al leerlo. Llego al depósito de coches. Tengo que pagar la multa. Me duele la cartera, 150 €. Está claro, tampoco llegaré a fin de mes. ¿De qué me privaré esta vez? Eso me pasa por aparcar en la parada de autobuses y no dejar detenerse a un apilamiento de diez vehículos. Menos mal que no estuve presente. Me han dicho que la escena fue de órdago. Bien merecida está la multa. No puedo argumentar nada en mi defensa. Soy un desastre. Un urbanícola despistado que no se ciñe a las reglas como las paradas de autobuses. Lo sé, no es excusa. ¡Me han quitado cuatro puntos del carnet por reincidencia! ¡¡Lo que me faltaba!! Sólo me quedan dos puntos del dichoso carnet. Como esto siga así, me veo yendo cada día al trabajo en bici. Seguro que a Daiana le gusta esa idea. Pago la multa y me regreso a casa. No es mala idea lo de la bicicleta. Le mando un sms a Daiana: “Te voy a buscar en una sorpresa…”. Subo hasta el primer piso y desato a Paco. Lo llevo al jardín y cierro la puerta. Cojo una mochila con un neumático y algunos de esos artilugios para arreglar ruedas. Monto mi bicicleta color plata y me voy a buscar a Daiana. Me desvío un poco de mi camino. Paseo por el parque Isabel la Católica. Conducir la bici sin manos te da una sensación de libertad sublime que había olvidado. Pero nunca lo hagas con los ojos cerrados. Me percato demasiado tarde de que estoy a punto de chocar contra uno de los bancos. Freno. Las ruedas derrapan pero la rueda delantera se clava con el apoya brazos del banco. Salgo ligeramente disparado hacia delante, doy una extraña vuelta y acabo de nuevo en el suelo. Qué día más desastroso. El móvil se me cae y se desarma por completo. Ya lo arreglaré más tarde. Dolorido y burlado por los niños, decido abandonar el parque. Esta vez sí, voy camino de la plaza de Europa, muy cerca de donde está ella. Poco tiempo después la encuentro. Esta sentada en uno de los bancos que está al final de la avenida de la Constitución. Se le iluminaron los ojos al verme llegar en bicicleta, una de sus pasiones y que ha intentado introducir en mi vida sin demasiado éxito.

-Ya entiendo por qué tardaste tanto. ¿Y esa sorpresa de la bici a qué se la debemos?

-A una tarde un poco dura.

-Me gusta lo duro.

-No empieces…

-Vaale.

-Acerca de lo del coche… han sido 150 €. Nos quedan sólo cincuenta euros para la última semana del mes.

-¡Jolines! Esta vez es culpa tuya. Admito que no debía haberme gastado 300 € en aquel capricho, pero tus continuos despistes nos cuestan más a la larga.

-Daiana, no compares.

-Claro que sí. ¿Es que te olvidaste de la multa por exceso de velocidad? ¿O la otra multa por ruido excesivo a las dos de la madrugada en aquel sábado loco en casa con tus amigos? Y eso por no contar tus otros caprichitos…

-Venga ya, si mi único capricho eres tú, boba.

-No, no. Ahora no me vengas con esas.

-En los sms me declarabas la guerra. Tal vez acepte y baje la bandera de la paz.

-Esta noche te voy a matar – me dijo con voz trémula mientras se acercaba a mí con todas las intenciones del mundo-.

Retrocedí, ella sonrió y me dio un beso apasionado. Sus brazos me tocaron el culo con pasión y yo la fui apartando poco a poco. Las muestras de amor tan apasionadas en mitad de la calle no eran mi fuerte. Visiblemente molesta, poniendo morritos al más puro estilo Paco, le dije que me dejara reparar su bicicleta. Tras una austera reparación, le dije que el mejor regalo para recompensar la espera era un paseo los dos juntos en bicicleta. Alabó mi romántica iniciativa y volvimos a casa dando un rodeo consentido. Hicimos eses por la vía, nos cogíamos de la mano mientras nos mirábamos a ritmo de paseo. Nos gastamos bromas, cientos de bromas, reproches jocosos que avivaban una llama sempiternamente encendida. Pese a una tarde que había sido un ejemplo de entropía más pura en un día bastante normal, no sentía pena ni malhumor… (continuará)

Año 1969 – Adamo canta al amor de ayer y hoy, “Como siempre”

Vale, he tenido grandes dificultades para elegir la primera canción que pongo de este cantante por el que siento absoluta debilidad y devoción. Al final he escogida esta con la que cierro el día. En la última Semana Santa, con África de fondo y con mucho tiempo para escribir y escribir, para revivir música, buscar y encontrar, reencontré esta canción. Hablar de este señor es hablar de palabras mayores en las canciones de siempre. Salvatore Adamo para algunos sólo será recordado por una canción (que no será la de hoy), pero tiene más, muchísimo más. Como otros cantantes de la época, ha cantado en varios idiomas diferentes, ha sido ídolo en España, Latinoamérica, Francia, Italia y su fama llegó hasta el continente asiático, llegando a grabar canciones en japonés, pero también en hebreo. Vamos, que fue todo un políglota musical. Yo también lo conocí por una canción en especial, aquellas con la que todos nos enamoramos hasta de la vecina del quinto que tenía treinta años más que nosotros. No pude escuchar todo lo que hubiera querido de él en su momento, la verdad es que ni tan siquiera sabía quién era hasta que tuve uso de razón, y cuando tuve conocimiento una de las primeras cosas que hice fue comprarme un CD de él. Y en ese disco estaba esta canción de hoy. Un ritmo meloso muy característico de esos amores castos, puros de antaño. Un amor idílico y perfecto –bajo mi particular punto de vista-, aviva la llama del chico más conservador que tengo dentro. Cuando reencontré esta canción en Semana Santa, los pelos se me pusieron de punta, comencé a imaginarme que la bailaba con alguien en una tarde de verano en la playa en uno de esos momentos únicos y que quizá jamás viva. Pero no pude evitar sentirme dichoso en mis sueños despiertos con los ojos cerrados trasladándome más de cuarenta años atrás… Y esto lo provocó “Como siempre”, Adamo.

Año 1968 – Henry Stephen se obsesiona con los limones

Soy un auténtico ignorante en esto de la música, me di cuenta esta semana. Hace tiempo me maté buscando el año de esta canción que expongo. Yo, tonto de mí, siempre pensé que era de Palito Ortega, pero ha sido esta misma semana cuando descubrí por fin la canción que escuché hace ya más de 20 años. Y resulta que le pertenece a un tal Henry Stephen, del que por casualidad sé que nació en Venezuela y que fue famoso, ahora que yo, ni idea, pero al escuchar su voz sí, reconocí que fue esa la canción que oí. Pero ojo, que según he visto, en su origen, esa canción le perteneció a otro tipo, pero es que fue realmente Henry Stephen quien logró hacerla famosa. Una vez contado la génesis y mis pesquisas, tengo que decir que esta canción me la han estigmatizado mis compañeros de facultad porque allá por Primero y Segundo de carrera la cantaba junto con mi amigo Isra, y claro, como no pierdo oportunidad para cantar cuando puedo, pues hace poco mi amigo Néstor hizo una caricatura de todos nosotros y a mí me ponía cantando supuestamente “Mi limón, mi limonero”. Como casi todas las canciones que pondré en esta sección, esta también la escuché en casa de mi abuela con unos seis o siete añitos, y fue, probablemente una de las que más repetidamente escuché, e igualmente he de reconocer que es una de las más frikys de mi gusto musical. A mí me hace reír porque es como cuando sacas tu lado payaso, pues esta canción anima e inspira ese lado tan absurdo que tengo dentro de mí.

Año 1965 – Christophe y su anhelada Aline

Tendría tal vez… 15 o 16 años. En la televisión ponían un programa presentado por Francis Lorenzo en el que las personas iban para que le cantasen canciones que no escuchaban desde hacía décadas. Las parejas se dedicaban la canción que había marcado su romance. Ese programa hoy tendría poco sentido porque bastaría con bajársela de Internet. Pero entonces no era así. Hace doce años Internet estaba aún por desarrollarse, y más para los de 40 o 50 años que eran los que acudían a ese programa. Allí se dio a conocer un jovencísimo David Civera, que versionaba canciones de una manera sublime (lástima en lo que se convirtió después). Y recuerdo a Civera por la versión en castellano de Aline, de Christophe. No me descubrieron muchas canciones, la verdad sea dicha, pues en casa de mi abuela se rayaron las cintas de casettes escuchando esas canciones. El caso es que esta canción la estuve persiguiendo durante varios años. Yo tampoco tenía Internet a mi alcance y esa canción me enamoró. Me acompañó en algunos amoríos, en sueños románticos y demás cosas. La única manera que tenía de escucharla era por VHS. Siempre tenía una cinta preparada para grabar alguna canción que comenzara a enamorarme. Pero sólo la podía escuchar por la tele y nada más. Cuando cumplí 18 años, mi primera novia en serio me hizo el regalo del CD de Christope con su éxitazo Aline. No olvidaré a esa chica porque entre otras cosas, también me regaló un CD doble de tangos de Carlos Gardel… ¡Ché pibe, bárbaro! Pero al caso. Esta canción me acompañó rumbo de Asturias, como muchas otras y al cabo de los años se convirtió en un síntoma de un pasado dulce, maravilloso, de proyecciones de futuros mejores y románticos cuando más falta hacía. Su letra es algo triste, melancólica, pero Christophe le da un sentimiento inmejorable.

Año 1987 – Matt Monroe rememora esos días felices (1968)

Me es difícil elegir qué canción vieja quiero rescatar, son tantas… y tengo abandonada esta sección. Esta canción es un amor, es una pasada. Es originaria de “The Limelighters”. Durante mucho tiempo pensé que era de Monroe, luego pensé que era de Mary Hopkin, del año 1968. Pero la que me llegó al corazoncito fue la de Matt Monroe. Es una canción, bufff, bellísima. Es inexplicable lo que me hace sentir y es curioso, porque los momentos vividos bajo esta canción están difuminados por la distancia del tiempo y del espacio.

¿En dónde me enamoré de esta canción? ¿Dónde estaba? Puede que perdido en uno de esos veranos absolutamente locos de mi adolescencia, puede que en una de esas noches absurdas llenas de abandono. Puede incluso que me cogiera viajando en tren hacia Madrid en mis veinte años. No lo sé, es una lástima, pero eso no quita para que sea una canción entrañable, adorable, a la que no me puedo resistir, y que si alguien alguna vez me dedicase (como cualquier otra), sellaría indeleblemente su estancia en mi ya muy grande colección de canciones importantes.

Un día duro – 1ª Parte

Llegué a casa temprano. Mi perro, Paco, tenía un mal día y se dedicó a morder mi silla favorita. La mecedora de mi habitación estaba meada y con un gran excremento suyo. Qué mal acaba el día. Recibo una llamada, es Daiana, me dice que mi coche se lo lleva la grúa y que a su bicicleta se le ha pinchado una rueda. ¿Por dónde se supone que he de comenzar? Cogí a Paco, lo puse en el balcón del primer piso:

-¡¡Castigado ahí!! ¿Es que no te he enseñado a ser bueno? Hombre Paco, que voy presumiendo de mascota. ¿Eres capaz de mirar el reloj y despertarme todos los días a las siete de la mañana y no eres capaz de recordar dónde has de hacer tus necesidades?

Paco sacaba la lengua, jadeando y mirándome con su cara de no haber roto un plato. Bajé mi tono de voz, le acaricié la cabeza mientras él se acercaba mimoso. Siempre fue un perro muy gatuno.

-Cuando regrese, te suelto y tendremos una seria charla tú y yo… Y esta vez Daiana no te va a salvar por poner morritos. Tus morritos funcionaban con dos meses, ya no… Quédate ahí y cuida de que el jardín no crezca más de lo normal.

Limpié la mecedora y la puse a airear para que perdiese el mal olor. Del sillón ya me encargaría después. Al salir de casa me encuentro con un señor que tropieza conmigo. Caigo y él ni se inmuta, como si fuera una brizna de paja. Me levanto y voy rumbo al depósito de coches. Caminando está lejos, a una media hora, pero así puedo permitirme el lujo de relajarme un poco. Me pongo los cascos escuchando mi mp3. Suena un popurrí entre relajado y zalamero. De repente, recibo un sms. Pi-pí, pi-pí, es Daiana: “Hoy no te vas a escapar”. Le contesto: “No pienso capitular tan fácilmente”. Se masca la tensión. Pi-pí, pi-pí. Otro sms, de nuevo es ella: “Te espero al final de la avenida de la Constitución, en la esquina que une con Schulz”. En mi recorrido suena Nena Daconte, Conchita, Beatles, Yordano, Revólver, James Blunt, La Fuga, Jason Mraz, Sabina, Serrat, Mayall… Una buena colección. Miro a las personas que pasan por la calle camino de las afueras de la ciudad. Me desvío y cojo por la avenida que da a la playa de San Lorenzo. La primavera ha llegado al norte y eso se nota. Observo a las parejas, los señores mayores, los jóvenes y me introduzco en sus cabezas. ¿Qué pensarán? Con finos hilos de voz capto alguna conversación insustancial. Observo que las personas sonríen. ¿Por qué? ¿Habrán tenido sexo la noche anterior? ¿Habrán conseguido enamorarse y estarán tramando un plan para lanzarse a la conquista? El paseo marítimo es toda una vida. Podría contar cientos y cientos de pequeños detalles. Por la mañana el agua llega hasta la escalerona, pero por la tarde hay un espacio de por lo menos 20 o 50 metros de arena para todo aquel osado que se atreva a retar al frío litoral… (continuará)

Mi disco rayado: Antílopez – Una vez visto

Son de un pequeño pueblo de Huelva con un nombre que a mí siempre me ha gustado y que conozco desde que tenía 15 años. Sí, ¡oh que casualidad! Un geógrafo amante de los topónimos curiosos, psss. Y este lo es porque está en tierra pero se llama Isla Cristina –vamos, no es una isla-. Me gusta ese topónimo. Pues bien, este grupo es de allí. Y no, no lo conozco desde que tenía 15 años, sino desde hace unos pocos días. Mi fuente inagotable de descubrimientos musicales es así de agradecido, y ya van unos cuantos. El caso es que este grupo lo ha tenido realmente difícil para darse a conocer, y lo de conocerse es un decir, porque sólo tienen un disco y ha sido con mucho esfuerzo, porque ganaron un concurso y le financiaron la producción del mismo. Pero han sido teloneros de Pereza (que ya tu ves, no he escuchado ni la mitad que este grupo en tan poco tiempo). Y la canción que expongo aquí es una de esas que te cautivan poco a poco, casi a escondidas. Pues sí, ooootra vez me enamoré. Tiene una letra sublime y un ritmo maravilloso. Me parece la mejor canción del disco. Un trabajo que, por lo demás, no sólo recomiendo que escuchen, sino que disfruten. Aquí al lado, a su derecha, en la actualizada lista de reproducción tienen varias de sus canciones. Espero les guste un 10% de lo que me han cautivado estos showmans. La letra la he copiado yo mismo porque al menos en el tiempo que he tenido, no he encontrado nada acerca de sus canciones (letras, años, composición, etc…).

 

Ah, se me olvidaba. Y esta canción se la dedico a una misteriosa CHICA que tal vez no entre aquí, que tal vez no se de por aludida. Porque no tiene por qué. Antes era muy asidua, ahora, desgraciadamente, ya no Pero es una persona que me hizo mucho bien. Se la dedico porque ella, como esta canción, me ha dado fuerzas para hacer muchas cosas, y en última instancia para hacer lo debía haber hecho (o escrito) no hace mucho (y ya tocaba hacerlo). Para lo bueno y lo malo, pese a todo lo ocurrido, pues va para ella.

 

“Una vez visto que hay mentiras que son verdades.

Que hay imprevistos que se desbordan de sus caudales.

Una vez vistos todos los besos en los portales.

Una vez visto que no hay consuelo a estas edades.

 

Una vez visto que ahora el maltrato es cualquier cosa.

Una vez visto que la más bella ya no es la rosa.

Una vez visto que me has borrado de toda estampa.

Una vez visto que aunque diluvie no siempre escampa.

 

Después de tantas, y tantísimas promesas ya ni tu boca de fresas engañan al paladar.

Será el destino o está visto y comprobado que a este amor tan delicado sólo le queda rezar, ooooh…

 

Una vez visto que ya no hay héroes para estos cuentos.

Que hay frase hechas que se recetan como ungüento.

Una vez visto que ya no hay flechas para Cupido.

Una vez visto que aunque te vayas nunca te has ido

 

Después de tantas, y tantísimas promesas ya ni tu boca de fresas engañan al paladar.

Será el destino o está visto y comprobado que a este amor tan delicado sólo le queda rezar, ooooh…

 

Una vez visto que no importa lo que opine de él, que lo que haga o lo que diga ya no está tan bien, que no me conviene jugar más contigo al amor. Pero lo siento a cada tarde el alquiler de este corazón por más que grites o te irrites no tendrás razón. Y no tientes al diablo que él no suele perder.

 

Será el destino, o está visto y comprobado que a este amor tan delicado sólo le queda rezar, ooooh…”

Conviérteme en solifluxión

Una nube pasa por el cielo. Cubre el sol que tanto te quema. Crees por un instante que algo pasará que hará que tu vida no sea un sempiterno desierto. Los desiertos son así, interminables. Más, a veces hay oasis que te permiten tener una creencia irracional e infundada de que al final de ese terrible estrés hídrico, tendrás tanta agua, que lograrás sobrevivir un día más, muchos días más… miles de días más. Puedes verte rodeado sin saber cómo, por un gran bosque, frondoso, maravilloso. Poco tiempo después crees que quizá es posible que ese ínfimo paraíso se pueda convertir en todo un Elíseo.

Durante un tiempo indeterminado vives con la firme creencia de que a partir de entonces, habrás salido del Sáhara, y entrarás en el paraíso natural y no precisamente en cualquiera. Es allí donde los sueños se hacen realidad, donde la verdad en si misma es un sueño. Vives cada día metido dentro de ese fantástico sentimiento fruto del aporte hídrico del líquido elemento que tanto te hace falta. Y todo por una ‘simple’ expresión artística de lo más vana, sin más profundidad que las que quepan en un papel blanco e intangible. Anhelas vivir para siempre en ese estado catatónico. Que cielo y tierra sea un solo elemento como ocurrió desde el preciso momento en que vislumbraste lo que parecía un sencillo oasis, y al final descubriste que era el paraíso de los paraísos.

Tu estado duro, resistente, rebelde, ‘acarreoso’ deja de resistir avatares. Gracias a esa maravilla artística, te conviertes en solifluxión. Caes ladera abajo dejando tal beldad en el paisaje, que parece que nunca estarías en ese estado. Deseas ser un eterno esker, cogido del brazo de manera tan imperceptible que sólo puede ser visto desde las alturas en toda su esencia. Deseas que las protuberancias en forma de pingos se cuenten por miles como las experiencias que cielo y tierra atravesarán a lo largo de ese esker.

Un día cualquiera, sin saber por qué vuelves a caminar por el mismo desierto por el que anduviste. Con el mismo sol de fondo. Los días tórridos eternos, las noches efímeras y sin sentido. No hay arte expresivo. No hay agua. Vuelves a contemplar con gran resignación, como tus eternas horas vuelven a ser un gran Erg. Piensas si lo vivido ha sido real, o sólo fue un impulso de la naturaleza. Sólo son visiones. Ese destierro te lleva en arroyada hasta el permafrost. O quizá sea sólo el contraste imposible y loco de los riples marks con un bosque paradisíaco. Es todo utopía desde la angustia del fondo abisal hasta la última capa atmosférica. Es sólo fruto de los altibajos de la misma madre naturaleza. Ella todo lo sabe. Aún estás en donde anduviste. Más, es el cielo el que te transforma y sigue haciéndolo bajo el signo del sol de medianoche, una aurora boreal, bellezas nunca vistas. Conoces nuevos caminos para acceder a través de otras puertas, a mundos dentro de otros mundos dentro de una ciencia incalificable como es la de ese bendito cielo.

Las historias no se escriben con los elementos que vemos diariamente, sino con la materia de nuestra imaginación, la que llevamos de un lado para otro. Caminaba al son que marcaba las divagantes nubes que por momentos me mecían. Luego, en la Tercera planta de mi segunda casa ví como sobre la montaña se depositaban sombras amamantes. Éstas cubrían parcialmente la protuberancia inmensamente bella que admiro dibujando formas que sólo nuestra cabeza podría acertar a describir. Y en ese momento, justo en ese momento fue donde vi todo lo que he escrito y pensé en que yo mañana, quiero convertirme en tierra pero… Si yo soy tierra, ¿Qué será el cielo? ¿Qué la nube? ¿Qué el agua y la sombra? ¿Cuándo me volveré a convertir en solifluxión?

Esperaré grano a grano, remontando el vacío para hacer un campo de barjanas para que el arte expresado alimente un suelo yermo. Para que la magia de tu beldad infinita haga aflorar en mi el mismo color que el del mundo más perfecto que jamás acerté a reconocer. Sí, esa geografía, la que ven mis ojos, la que llevo dentro, eres tú.

Mi disco rayado: Quique González – De haberlo sabido

Y al caer la noche, por Internet, por uno de esos blogs anónimos por los que tal vez nunca jamás vuelvas a saber, encontré esta canción con una letra sublime. Me enamoré de su melodía y de su letra.

 

“De haberlo sabido

no hubiera dado todo en un principio

no hubiera sido la noche en tu espalda

ni congelándote de frío.

 

De haberlo sabido

me hubiera ido sin decirte nada

no hubiera sido tan duro contigo

no hubiera habido corazón en la garganta

 

Peor que el olvido

fue frenar las ganas de verte otra vez

peor que el olvido

fue volverte a ver…volverte a ver.

 

Me sobran Motivos

pero me faltas tú sobre la cama

y ahora que las calles están llenas de bandidos

cuando necesito de tu madrugada

 

Cuando ya te has ido

cuando me parte en dos de una tajada

no hubiera dudado en quedarme contigo

de haber sabido que no me esperabas

 

Peor que el olvido

fue frenar las ganas de verte otra vez

peor que el olvido fue volverte a ver”.

Mi disco rayado: 100 % Còllegues - Mazel

Un día te levantas y necesitas música diferente, otra cosa que no hayas oído nunca. No pasa nada y necesitas realmente que algo te acaricie y te acompañe en el devenir de un día rutinario. Entonces echas manos de tu cajita de música y encuentras, por casualidad algo como esto. Pasan horas, horas y horas y ves que sólo necesitas escuchar una y otra vez esta melodía que se ha colado por tus venas para acompañarte en un día, por lo demás, demasiado normal y que desembocó en algo cruel. Fusión africano-francesa multiracial y cultural para los oídos más exquisitos.

El espejo

Aquel lugar me era familiar, me sonaba de algo. Mis diez años contemplaban con asombro que los árboles ya no eran tan altos como antes, que su verdor había cambiado. Giraba sobre mi mismo y al mirar al suelo había más distancia. “¡Qué vértigo!”, pensé. Me fui a un columpio y no sé por qué, no cabía en él. ¿Acaso el mundo había menguado? Me importó poco, la verdad. Me incrusté en el columpio como pude y comencé a mecerme con la ayuda de mis pies y sentía como el artefacto se movía más de lo habitual. Caray, ¿Era posible que tanto hubiera engordado? Cerré los ojos y sonreía con el placer del vaivén. De repente, me cansé. Salí del columpio y me dirigí a comprarme un helado de cucurucho de vainilla. El heladero era casi tan enano como yo, me reí de él y me miró de arriba abajo con estupor. Pero yo sólo quería un helado.

 

Caminaba lamiendo mi cucurucho y me crucé con unos niños diminutos. Me asusté. Era un grupo de unos cinco o seis y todos parecían más pequeños de lo normal. No le di importancia. Veía a personas con un aparato extraño en sus orejas que sujetaban con la mano. Otros tenían otros artefactos introducidos en sus orejas que colgaban de unos hilos negros. Las ropas y peinados que llevaban algunos era de lo más extraña. ¿Cómo es que hace quince minutos no me había percatado de semejante cosas? Algo ocurría, más, no le di mayor importancia. Me fui a la plaza del parque donde solían estar mis amigos para jugar al fútbol. Quería ponerme de portero, como siempre. Cuando llegué, volví a ver a los niños más menguados de lo normal. Entre el vértigo de mis andares y lo menguado de los niños me sentía un poco como Gulliver. Le pregunté a aquellos niños que si podía ponerme entre las dos palmeras del parque que hacían las veces de portería, pero me rechazaron porque “eres muy grande, te las pararías todas”. ¿Yo grande? Pero si sólo tenía diez años. No entendía nada. Aquel mundo era raro y comencé a llorar. Los niños me miraban curiosos. Cabizbajo me fui.

 

Llegué a lo que parecía ser la calle donde vivía. Pero estaba tan cambiado. Era como si de repente estuviera en el futuro. Reconocí mi calle por el edificio de enfrente, pero todo estaba diferente. El gran aparcamiento había desaparecido y en su lugar había una especie de plaza. El asfalto era más nuevo, había otros edificios remozados. Atemorizado y triste fui camino de mi casa. Piqué en la puerta. Nadie salió. Volví a llamar y una señora me abrió.

-¿Qué quiere?

-¿Está mamá?

-¿Mamá?

-Sí, mis padres viven aquí.

-Lo siento, señor, está equivocado. No le conozco de nada.

Miré detrás de mí pero no vi ningún señor. Me fui sollozante. De repente, me topé con un hombre triste, casi lloroso. Me era familiar. Me acerqué a él y cuando estaba cerca, me di un golpe en la cabeza. Cuando me repuse volví a mirar y ví que ese señor estaba haciendo los mismos gestos que yo. Cuando fui a tocarlo con la mano descubrí que era… ¡Un espejo!

¡¡NO DEJES QUE SE MUERA. NO LA MATES!!

Apelo a la conciencia de todas esas personas que tiene creencias en algo más allá de lo terrenal, más allá de lo superfluo. Apelo al idealismo intrínseco y más utópico que hay en cada uno de nosotros, no sólo del estudiante, sino de todos en general. No pensaba escribir ni una sola palabra nueva en estos días, pero se me hace necesario para dar un serio golpe sobre la mesa y pedir una acción que provoque una reacción. No deseo que estas palabras sean huecas. ¡Necesito apoyo! Se está muriendo, la están matando por todos lados, le están inoculando un veneno mortal que acabará con ella en menos de un lustro. Se trata de mi ciencia, la Geografía. Están acabando con ella y con los pocos reductos que quedaban de ella. Y lo están haciendo todos desde cualquier lado.

 

Hubo alguien que dijo hace muy poco que se arrepentía de hacer entrado a hacer esta carrera, algo que compartió otra persona, ambos, muy apreciados por mí. Y cuando esas dos personas tan cercanas en todos los aspectos, incluso en opiniones alzan la voz para decir palabras tan funestas, es que ya queda poca vida.

 

La Geografía se muere. Los profesores son el cáncer que acaban con cualquier atisbo, los alumnos, peleles que fallecen de inanición por falta de ilusión. ¡No puede ser! No la matemos entre los que debemos ser el futuro de nuestra ciencia. Si esto se quiere ver como un discurso sectario, es posible, pero es necesario ver los defectos, localizarlos, y curarlos. Hay una clara falta de ilusión, hastío y hasta rabia por no poder sacar la carrera de Geografía. Ay, si Humboldt, Ratzel o Réclus levantasen la cabeza… se darían de bruces al ver semejante panorama.

 

La Geografía es la ciencia del paisaje por antonomasia, una ciencia que bebe de miles de fuentes para hacer la más completa. La ciencia que describe el paisaje en un espacio antropizados o natural. Debemos ser críticos constructivamente para avanzar. Podemos ser los neo geógrafos, o crear la corriente geográfica crítica. ¿Qué está fallando? ¿Por qué falla? ¿Qué soluciones podemos poner? ¡No bajemos los brazos!. Esto me recuerda demasiado a la imagen del libro “África llora” de Pérez Reverte en el que los niños iban cayendo al barro poco a poco y el primero de la fila, sin argumentos sólidos ni razonados, les alentaba. Era ilusión, sólo una esperanza nada fundada de que saldría bien, aunque supiera que tendría todas las de perder. Así me siento. Intento levantar los ánimos de los míos para que la sociedad, la globalización, el funcionariado asentado en sus cómodas poltronas en forma de profesores, maten lo poco que queda. No quiero que se muera la ilusión. No quiero dejar de escuchar ideas del género humano, de su tradición, de su actuación sobre el medio, de la misma naturaleza, de la evolución de cualquier paisaje, no quiero dejar que los que más valoro se pierdan en sus vidas porque unos cuantos estúpidos les encarcelen.

 

Hay que salvarle la vida a la Geografía. Podemos hacerlo, olvidemos a los profesores, olvidemos el futuro que nos espera y asumamos lo que podemos hacer por la Geografía, sin esperar que nuestro nombre pase a la posteridad, tan sólo para que esta no muera aunque académicamente hoy se le ponga el apellido de “y Ordenación del Territorio”. Ese es otro virus que la está matando. La ordenación del territorio es como enseñar en criminología a realizar el crimen perfecto sin que te pillen. Nos enseñan cómo uno mismo se corrompe con un título universitario bajo el brazo. Nos ponen ante nuestros ojos las artimañas que se utilizan para devaluar la opinión ciudadana a la mínima expresión. Es un asco, es una mierda, es putrefacto, pero LA GEOGRAFÍA ES ALGO MÁS. Sí, ¡¡Maldita sea!! Reaccionemos. Seamos revolucionarios geográficos, vayamos a las barricadas y combatamos con la palabra para construir de nuevo la ciencia que nos ha visto nacer. No seremos los elegidos, pero al menos no quedaremos callados ni impasibles ante semejante crimen. Me niego a que otra persona me vuelva a decir: “Esto es una mierda”, “acabaremos en el paro”, “me equivoqué de carrera”. Hace falta sangre, hace falta ilusión, hace falta argumentos desde la crítica. Es como si nos estuvieran matando las ilusiones a base de la inanición ideológica. Cojamos lo esencial, lo sublime y mandemos a la soberana porquería a aquellos jactanciosos que se creen grandes catedráticos por ellos mismos. Seamos irreverentes, seamos actuales, seamos los que fuimos hace dos años y no la mates.

 

Porque matas a la geografía cuando dices que te arrepientes. La matas cuando te dejas sorber el coco por esos malditos personajes sacados de la era de la los dinosaurios. Matas a la ciencia cuando bajas los brazos y no participas. Matas a la Geografía cuando obvias lo que te ha dado. La matas cuando no luchas. La matas cuando miras a otro lado mientras fenece. Levántate y lucha para escribir, para hablar, para crear cosas nuevas alejadas de las bellas palabras. Haz la geografía a tu manera y no la mates, no dejes que esos seres absurdos la maten. Lucha por un objetivo propio, utilizar la geografía para tus fines personales siempre y cuando sean bondadosos, pero no digas con vergüenza que estudias Geografía. ¿Qué suspendes? Levanta la cabeza porque has hecho todo lo que has podido. ¿Qué no te vas a licenciar nunca? No hace falta para ser geógrafo de corazón, hay periodistas sin título, puede haber geógrafos sin serlos, geógrafos de corazón. Esto no puede acabar así. La Geografía no puede morir en Bolonia. Nunca un topónimo geográfico le hizo tanto daño a la ciencia que lo estudia.

 

Grito por esta ciencia compleja pero maravillosa si se sabe ver bien. ¡No la matemos! Hoy le queda un año menos de vida gracias a todos esos seres que se dan por vencidos, los que han aceptado no luchar contra el sistema académico que han dejado a nuestra ciencia como la última de todas. Mientras me queden fuerzas, mientras pueda seguir luchando, aunque me caiga, no dejaré de sembrar valores a favor de la Geografía sin dar la espalda a la crítica más dura para escapar de este crimen.

La geografía es vida, es música, es cultura, es amor, es revolución, es paisajes, nubes, historia, es crítica mordaz, es cooperación, solidaridad, es filosofía, es matemáticas, es biología, es geología, es urbanismo… La Geografía es todo lo que nadie ve o conoce. Le están poniendo el epitafio con las palabras más cultas y pedantes del mundo, pero no se engañen, ES UN CRIMEN. Es una matanza lo que están haciendo. Y yo quiero romper todas las lanzas del mundo a favor de mi ciencia.

 

Seré, casi con toda seguridad, “El último geógrafo”, el último licenciado (si llego a graduarme algún día), pero no me cabe duda de que seré el último. Soy el geógrafo total, soy Geografía, amo esta ciencia con todas mis fuerzas y por eso lucharé mientras pueda por ser geógrafo y vivir con la cabeza alta y la crítica a aquellos que sin hacer nada, la han dejado morir con un crimen tan vil y asqueroso, que me da rabia (esos profesores, alumnos y hasta políticos que lo han permitido). No dejen que se muera. Por favor, ella nunca lo haría.

 

Son palabras vehementes, desde el paroxismo más extremos. Quiero gritar, llorar y emocionarme sin pensar que morirá, que ya no queda rastro de ilusión. Por favor, ayúdenla. Una canción que me da fuerzas para alentarme en estos tiempos de grave crisis. La Geografía nos puede ayudar a ser mejores personas. No la mates, vuela alto y con la cabeza bien alta.