Perdí el norte – 1ª Parte

A la mierda con todo, pensé en un momento dado. Dejé mi trabajo de esclavo de sol a sol en aquel diminuto habitáculo lleno de papeles. Dejé la ciudad que me vio nacer y crecer. Dejé el bullicio insoportable de esa asfixiante ciudad. Dejé de buscar e insistir a esa mujer que nunca me supo querer ni compartir conmigo lo que yo pretendía. No la esperé más. No esperé por nada. Saqué todos mis ahorros del banco, ahorros de toda una vida, por cierto. Me compré el vehículo de mis sueños, una Wolfswagen California de finales de los 70. La había visto hacía unos meses en uno de esos concesionarios de tercera mano adonde sólo entran los más desesperados, como yo. Cogí una de las carreteras jamie secundarias que ascendían hasta la sierra, uno de esos despeñaderos que nadie coge un martes en pleno mes de mayo. ¿Quién hará esas cosas? Nadie. Y no había nadie en aquella carretera. Dejé atrás una vida llena de esperas, llena de cosas que nunca supe encontrar, y eso que lo busqué con ahínco. Importante, sí señor, música, alimentos, un saco de dormir y poco más. Quería llegar tan alto como pudiera. Ver el sol de medianoche en Laponia, Kaliningrado, los verdes prados florecientes de la incógnita Lituania, y hasta cierto sueño loco de escalar los Urales. Visitar la verde Alemania, los montes y montañas de la Bohemia Eslovaquia y, claro está, no podía dejar de visitar los Alpes de nuevo, donde una vez bajé en calzoncillos en pleno invierno por una de las laderas. El resfriado no me lo quitó nadie, pero era joven y loco, y para eso están esas edades. No es que quisiera hacer lo mismo, pero me conformaba con cerrar los ojos, recordar y reírme sin estar preso de nadie que cercenara mis impulsos e ilusiones.

 

Me quedaba por delante cientos de miles de kilómetros de carreteras secundarias, muchas en mal estado. Pueblos que ni tan siquiera salían en el mapa y cientos de vivencias sin prisa, pero sin pausa. A la mierda con todo pensaba una y otra vez con una sonrisa jactanciosa y hasta loca. Abrí la ventana, puse la música a todo dar –que no era mucho porque la California tenía sus muchos años- y chillé con todas mis fuerzas mientras tomaba una curva a menos diez kilómetros por hora. Iba tan lento, pero tan lento, que algún ciclista me adelantó. No tenía prisa, ninguna, absolutamente ninguna. Quería respirar el aire fresco y seco del interior peninsular en aquella época. Los pelos, de punta mientras cantaba mis canciones favoritas y otras que iba descubriendo en los descansos en los que ponía la radio para enterarme de lo que se cocía por el mundo.

Al entrar en la provincia de Ciudad Real encontré a dos japonesas haciendo auto stop. La imagen de aquellas jóvenes de aproximadamente treinta años me dejó pasmado. No había nadie en aquel paraje. Paré y les pregunté a dónde iban. molinos-en-tomelloso-ciudad-real-espana Con un español más que cuestionable, creí entenderles que querían coger un tren que les llevase hasta Madrid. Madre mía, estaban a cientos de kilómetros de la estación más cercana. Se habían perdido de una manera increíble. Me reí a carcajada limpia en un gesto que ellas interpretaron como una burla o falta de respeto. Pasaron entonces de mi e hicieron ademán de seguir caminando. Les detuve enseguida. Me disculpé y les dije que no tenía problemas por llevarlas. Al principio se negaron. La verdad es que no me extraña, tuvieron mucho valor, toda vez que tenía todo el aspecto de ser un loco con unas gafas de sol de lo más hortera y un atuendo que no decía mucho en mi favor. Al final, no sin alguna insistencia por mi parte, Mikoda y Hanako se montaron en mi furgoneta… (continuará)

2 comentarios:

  1. Hola Gea, me alegro de que te haya gustado mi blog, a través de tu comentario llegué aquí y de momento hasta lo que he leido me gusta mucho. Estaba esperando a leer mas entradas y comentar en orden... pero me has cautivado con tu viaje en furtgoneta...y no pude competir contra mi impaciencia...sigo leyendote por aqui...

    Un besito

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  2. Vaya Blind-y, no sé qué decir la verdad. Gracias, supongo. Me ruborizo con facilidad ante los halagos, pero me gustan. Espero que lo que encuentres te guste y bueno, tú, como todos, son bienvenidos en mi humilde rinconcito.

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