Juro por John Lenon que tuve una conversación casi idéntica hace aproximadamente un año. No tengo mujer, ni hijos, vivo solo y la perspectiva de la soledad se proyecta más allá de donde abarcan mis ojos, pero esta situación que narro, medio cierta, medio inventada fue genial. Fue una de esos diálogos preciosos y he tenido la fortuna de recordarlo casi calcado a como sucedió. Obviamente tiene cosas inventadas por mí, pero el espíritu era el sueño de que algo como esto sucediera, y que si estos son los problemas que tiene una pareja, bienvenidos este y otros tantos como estos, pues son absolutamente entrañables.
-Que te digo que no.
-¿Por qué, tontito?
-¿Pero tú le has visto las pintas que tiene?
-¡Ah! ¿Qué pintas?
-Venga ya, te has fijado tan bien como yo.
-Eso no es excusa para que no tenga novio.
-¿Qué no es excusa? Es una razón de peso. Mi pequeña princesita no saldrá con un macarra de esos.
-¿Pequeña princesita? ¡Pero si tiene quince años!
-¿Pero tú de qué lado estás?
-De ninguno
-No, no, tú lo que quieres es que ese golfo pervierta a mi pequeña.
-¿Pero te estás escuchando?
-Sabías cuando nos casamos que mi hija iba a ser mía y de nadie más.
-Pero a ver, cariño, cálmate. Sabías que este momento iba a llegar más tarde o más temprano.
-Ya, yo lo esperaba… para dentro de quince años.
-¿Y te piensas que nuestra hija no va a salir con chicos hasta los treinta?
-No sería mala idea.
-Ay madre…Cariño, pero si no conoces al chico.
-Claro, se le vía tan buen chaval, con sus quince piercings, la barba de caballo hasta la barriga, los tatuajes del brazo… Vamos, una joya. Pero si cuando lo ví entrar pensé que nos iba a apalear. Te juro que me asusté.
-No te conozco. Tú no eres el hombre con el que me casé.
-¿Ahora vamos a discutir tú y yo por ese tipo?
-No cariño. A ver, tú no te fijas en el aspecto físico de las personas. Nunca lo has hecho, ¿por qué ahora sí?
-No cambies de tema, mi vida.
-Creo que estamos teniendo tres conversaciones al mismo tiempo. A ver. Te pongo un poco de Beatles para que te tranquilice, ¿vale?
-No me cameles con música porque no podrás evitar que prohíba a nuestra hija salir con ese… macarra de barrio.
Se levantó de la cama. Fue hacia la mini cadena de música y puso mi popurrí especial de canciones Beatle que tantas veces hemos puesto en el automóvil. Comenzó a sonar la irresistible “I’ll be back”. Volvió de puntillas a la cama y apoyó su cabeza sobre mi pecho. Yo la abracé y ella me habló con esa dulzura comprensiva y a veces irradiada de jocosidad para hacer entrar en razón al niño cabezota que habitaba sempiternamente en mí.
-A ver, ¿qué es lo que te preocupa?
-Sabes que si le pasa algo malo a Guerea me muero. No quiero que se haga mayor. Quiero que siga viniendo a nuestra habitación a ver la tele, a bailar con nosotros cuando suena la música, a contarle cuentos antes de dormirse, a impresionarla con mis historias. ¿Por qué tiene que crecer?
-Porque todos los hacemos.
-Tengo una idea.
-Ay Dios, a ver que se te ocurre ahora.
-No, si es cojonudo. Mira, qué te parece si nos preparamos y vamos a ver qué tal está.
-¿Cómo dices? Espero que no estés hablando en serio.
-Pues sí, hablo en serio.
-¡No vamos a espiar a nuestra hija!
-Vale, tienes razón, nos podría reconocer. Lo mejor es ponerle un detective priv…
-¡Que te he dicho que no vamos a espiar a nuestra hija! La hemos criado con confianza, con cordura y lo hemos hecho lo mejor posible. Tenemos que confiar en ella. Hasta el día de hoy nos lo ha contado todo. Bueno, me lo ha contado a mí.
-¿Qué quieres decir?
-Ay cariño mío. Eres muy impresionable cuando se trata de tu Guerea. Seguro que aún crees que ningún chico la ha besado.
-Pues no, enteradilla. Sé que un tal Adán la besó hace dos años. Y no me lo tomé a mal.
-Ya, pero no ha sido el único chico.
-Espera, espera… ¿Se ha besado en más de una ocasión?
-¡Uy!, varias veces... cari –dijo con una sonrisa pícara-.
-¡¡Qué!! ¿Me quieres decir que tenemos una hija promiscua? ¡Oh, no, mi Guerea se anda besando con todo el Instituto! ¡Vamos a buscarla, la voy a castigar hasta que se gradúe.
-Oh, ¡Qué tragedia! –dijo en tono sarcástico-. No puedes castigarla dos años hasta que acabe el Instituto.
-¿Dos años de qué? ¡Castigada hasta que se gradúe en la Universidad!
-Ja, ja, ja, ja, ja. Anda cariño, relájate. Nuestra hija va a tener relaciones con otros chicos como las tuvimos nosotros.
-¿Nosotros? Nosotros no tuvimos nada hasta bien avanzada la edad.
-Habla por ti guapo.
-Pues sí, y no me arrepiento de haber esperado, porque estaba muy enamorado y cuando se está enamorado, el sexo no es tan importante.
-No vamos a hablar de tu experiencia sentimental porque si Dios quiere nuestra Guerea no va a ser un desastre como su padre.
-¡¡Ah!! ¿Ahora me llamas desastre? Te recuerdo que te conquisté con sólo una mirada.
-Ya… claro, claro.
-Con este cuerpo, estas caderas bailando cadentemente – dije mientras me levanté de la cama y comienzo a bailar cómicamente “Love me do”-.
-Ja, ja, ja, ja, ja. Oh, sí, sabes perfectamente cómo conquistarme… - me dijo con risas llenas de amor. Volví a la cama y le di un beso apasionado. Ella quiso atraparme en sus deseos, pero yo corté y seguí a lo mío-.
-No quiero que Guerea tenga sexo con chicos, no quiero que la besen. Quiero que siga siendo mi niña….
-Mi amor. Tenemos la mejor hija del mundo. Es responsable, inteligente, guapa y es normal que los chicos se fijen en ella. Pero has de tomarte mejor estas cosas. Ella sabe de tus reacciones, por eso tiene miedo a decirte algunas cosas. Teme a que no la dejes salir, a decepcionarte. Si quieres que tu hija confíe en ti, has de tomarte las cosas mejor, con normalidad.
-Pero…
-Sabes que tengo razón.
-Es mi Guerea… Si hasta antes de ayer le estaba cambiando los pañales… y hoy está en el “Rock and Hills” con ese greñudo. ¡Con un rebelde! ¿Qué habré hecho tan mal para que se haya fijado en ese melenas!
-Oh, Dios, cuando te pones cabezota no hay quien te haga razonar.
-Sabías cuando te casaste conmigo que lo que quiero lo cuido como si fuera mi mayor tesoro.
-Sí, y eso es lo que me enamoró de ti, lo bien que cuidas de las personas que quieres –me susurró con una ternura exquisita-.
-Mi vida, me va a costar muchísimo hacerme a la idea de que mi Guerea se hace mayor.
-Tienes que sentirte orgulloso de ella. No desconfíes de su buen criterio. Si ha salido con ese chico y nos lo ha presentado y traído a casa es porque la hace sentir especial y porque es una buena persona. ¿No te acuerdas de tu forma de vestir cuando tenías veinte años?
-Era diferente, uno estaba perdido en la vida, no sabía por donde tirar, era lo normal, lo típico…ups… ¡Hostias!
-Ya lo entendiste, ¿no?
-Sí – sostuve mientras agachaba la cabeza con resignación-. Ven aquí mi Reina. –La abracé con todas mis fuerzas. Volvió a apoyar su cabeza sobre mi pecho y le besé la frente mientras de fondo se dibujaba “The fool on the hill”-. Soy muy tonto, ¿verdad?
-Eres un buen padre. Te preocupas por tu hija, es normal todo esto. Y eres un gran marido. Guerea y yo lo sabemos, por eso te entendemos… Y sí, eres un poco tonto –dijo con una sonrisa burlona para calmar posibles tensiones-.
-Os quiero muchísimo… pero no tendrá nada de sexo ni con ese, ni con nadie hasta que cumpla treinta años.
-No empieces otra vez…-¿Qué prefieres? ¿Qué nos oculte que tenga relaciones y lo haga en cualquier lugar por ahí tirada? ¿O prefieres que nos lo diga y ayudarla a que no tenga miedo a estas cosas?
-¡¿Pero pretendes convertir su habitación en un picadero privado?! ¡Tú no me estás diciendo esto!
-Ay madre… No amor, no digo eso. Digo que si le prohibimos taxativamente estas cosas, ella lo hará por su cuenta. Debes de ser más abierto en esas cosas. Tienes que crecer y ver a tu hija como una adulta responsable.
-Mi niña… quince añitos… Tan inocente.
-¿Inocente? Te recuerdo que ella sabe más del sexo que tú a su edad.
-No me lo recuerdes… menudo trauma.
-Entonces, ¿qué?
-No sé si quiero saber que mi hija tiene relaciones sexuales.
-Bueno, me tendrá a mí, y cuando su padre esté preparado, te lo contará.
-Peinaré canas cuando logre asumirlo.
-Para entonces ya serás un lindo abuelito.
-Sé que a ti todo esto te causa gracia, verme así, tan… tan…
-¿Tan preocupado por tu hija? ¿Queriéndola tanto?… Pues no, no me hace gracia. Me enamora más si cabe que seas así –me dijo mientras me miraba con esos ojos que cada noche me llevaban a la locura-.
-Te quiero.
-Y yo, tontito mío.
Permanecimos acurrucados en la cama, abrazados mientras seguía sonando su regalo para mi calma espiritual. Mientras la madrugada nos cogía iba recordando toda la niñez de mi Guerea, sonando Los Secretos, Beatles y un buen montón de música que adornaron la vida más maravillosa que jamás imaginé tener. Con las dos mujeres más importantes de mi vida queriéndome y haciéndome sentir el hombre más afortunado de la faz de la Tierra.
No hay comentarios:
Publicar un comentario