Ella no me buscó, yo no la encontré (1 de 3)

Fue un sueño, tal vez un trozo de infierno, no sé lo que realmente sucedió, pero lo que pasó, realmente no pasó, puede que no debería haber pasado. Ella pasó por aquí como quien pasa sin avisar. Al decir verdad, yo estaba desconfiado de que realmente fuera estar aquí. Pero estuvo, fiel a su palabra. Mis sentimientos estaban a flor de piel porque sentía que yo sí, en verdad, había logrado llegar a un punto avanzado pero primitivo de mis emociones. En cambio ella vaciló y cambió de idea. El desencuentro fue mayúsculo. El tiempo vago y con escaso sentido, la llevaron a mi casa cierto día de 2005.

 

Cuando surgió la idea de quedarse en mi casa una noche, hablar, cenar, escuchar música y hasta bailar, me pareció demasiado perfecto. No me lo creí. No sólo por estar de una manera romántica, que no lo esperaba, sino por el mero hecho de estar con ella. Estaba ansioso por volver a observar sus ojos frente a frente. Me parecía algo tan utópico que no lo llegué a pensar. Quedamos en la plaza mágica donde nos conocimos, donde nos vimos por primera vez en un otoño demasiado gris en nuestras vidas. Ahí estaba ella, con el pelo recogido y sonriente. Le di dos besos y caminamos sin rumbo.

 

En vez de hacer algo planificado, decidí llevarla de improviso a ver una obra de teatro de un grupo aficionado que actuaba esa tarde. De camino comenzamos a hablar de música y ella tarareaba algunas de los Beatles y de algún cantante francés que yo desconocía por completo. El cante no era su fuerte. No pude reprimir reírme a lo bajo, más, ella se percató y me riñó con ternura, pero mi cara era un chiste tal, que ella tampoco pudo evitar reírse primero de mí, y al final de ella misma.

 

La conversación antes de entrar al salón de actos de la obra que íbamos a ver comenzó a girar en torno a mi trabajo. Ya sentados nos reímos una barbaridad con historias mías y de mis compañeros de profesión. Todos esos cuentos la hicieron reír aún más. Lograr que riera fue un triunfo personal pero efímero. Quería lograr otros tipos de sonrisas, no aquellas tan buscadas. Quería encontrar su sonrisa en un momento de debilidad y eso allí no podía suceder, y no quería forzarla con mis palabras. Cuando acabó la obra, caminamos hacia mi casa sin hablar apenas. La imagen de ella a mi lado cantando en voz baja se me antojaba casi idílica. Sólo faltaba que cogiera mi brazo, que se sintiera atraída por mí. Yo estaba deseando que lo hiciera, pero sabía que no sucedería, quería pensarlo así para no lanzarme a un hueco sin fondo.

 

Al llegar a casa nos sentamos en el sofá. No era la primera vez que estaba allí, pero sí que era la primera ocasión en la que estaríamos completamente solos. Comenzamos a hablar, contándonos miles de cosas, pensamientos de lo más profundos que hicieron que ella esbozara una sonrisa desde sus mismos ojos azules. En parte lo había conseguido, pero sobre todo estar cerca de ella, tan cerca que podía olerla, sentir su calor. En esos instantes, que para mi sucedieron como apenas unos segundos, creía estar en una nube… (Continuará)

1 comentario:

  1. Bueno, mientras me pongo con lo del suceso del hotel aquí van dos canciones, te gusten o no porque quiero contribuír a que encuentres mas canciones "tuyas".
    5 de Enero - la última vez
    5 de Enero - un poco de paz

    ResponderEliminar