Las palabras, un camino inesperado


Ha llegado a convertirse en una obsesión. Tan exangüe como los sentimientos que hace tiempo no cristalizan hacia nadie del otro sexo. Como una relación directa entre la falta de un enamoramiento con el que regar la vida con el arma poderosa de la palabra. Lo peor no es eso, lo peor es la sensación de futilidad que tengo de la escritura activa sobre mi mismo. Sin el amor no sé que soy. Me debato entre los gritos del destino y la espera ya tan paciente como inerte de alguien que rescate algo de mi corazón. Incluso es peor la postura pasiva de saber que el gran temor de mi vida se está cumpliendo, el de acabar sentimentalmente solo, sin que mi legado se lo lleve nadie. Volviendo a caminos pasados, atribulado por el pasado cuando algo va mal. En general las cosas no van mal, no siento ninguna atadura hacia nadie, pero sí que necesitaría tenerla para saber qué es más importante en la vida para mí, si el establecerme, quedarme o salir fuera a una vida llena de interrogantes. Lucho con gran encono para no quedarme pasivo con la inercia propia de quien no desea más que saber. ¿Será que ya no quiero saber más? ¿Será que ya he vivido todo lo que he podido sentimentalmente? En general lo dudo pero a veces sé que estoy muy pasado de vueltas, que no quiero abrirme por mi mismo más de lo que ya he estado abierto. No quisiera entrar en esa dinámica y no creo que entre de lleno a ser un granuja. Me cuesta una barbaridad poder expresarme con claridad. Me cuesta un mundo como nunca imaginé. Ello me entristece profundamente. Es como si la capacidad de manejar mis dedos a través de mi cerebro, como si la comunicación exquisita de antaño ya no existiera. Hablar sobre amor era lo mío, ahora ya no sé qué es o no. He llorado demasiado, he sufrido tanto como para desear mi propia muerte por tanto infortunio. Quizá si cerrara lo ojos… Si los cierro me entra sueño y me sumerjo en un mundo de imaginación. Quiero vivir en esos sueños en los que vuelvo a dormir en paz porque todo está bien, porque siento el calor dulce de alguien que me agasaja, que me mima, que levanta mi ego y que a cambio yo le entrego lo mejor de mi corazón que es la completa y absoluta devoción y admiración por ella misma. He conocido a un buen número de mujeres que en la teoría me han impresionado, pero que luego no han estado a la altura de las últimas personas que lograron hacer que mi corazón latiera como nunca. Ese cosquilleo, ese nervio, ese no saber qué hacer, qué decir…tan inolvidable como entrañable. Ahora que permanezco con ojos cerrados escribiendo o golpeando unas teclas todo va mejor. Este escrito desordenado  quiere o pretende expresar sólo un grito calmado, casi tímido y sin hacer ruido por alguien que haga de mí un ser importante. Yo sé que lo soy para mi mismo, me valoro, me quiero, puedo ser quien yo quiero ser, pero me gustaría poder compartir mi libertad con otras personas. Quiero seguir amando. Eso es lo que le pido al nuevo año, que de aquellos sucios lodos se produzca una limpieza y romper de una vez ya esa inercia que creo ineluctable. Quiero volver a sentir ese paroxismo maravilloso de querer alcanzar otros universos cabalgando encima de la luz de la estrella del firmamento que jamás, nunca jamás se apagará. Es el último deseo de mi vida, llegar a donde nadie ya cree que llegue, a ese infinito utópico, contradictorio. A mirar hacia atrás no sólo con orgullo, sino con la certeza de que todo salió como yo había deseado. Quiero que las canciones de amor vuelvan a tener sentido, que nunca jamás vuelva a sentirme solo en mi soledad, que nunca jamás vuelva a sentirme incomprendido, frío, lacerado por los acontecimientos. Más, a veces pienso que es tan difícil que alguien toque la tecla adecuada, que me es más sencillo tener ensoñaciones conmigo mismo acompañado de mi “yo”, que de alguien que ejerza el arduo trabajo de encajar las piezas de un macropuzzle como soy yo. Olvidar celos, dolor, olvidar el pasado antes de esa mujer, que su cuerpo y el mío se fundan cada noche, que no sea mucho o demasiado poco, que sea el justo equilibrio de lo profundamente perfecto de la imperfección de dos personas que se saben independientes pero en el fondo tan dependientes como del aprendizaje de la vida misma. Estas divagaciones son las que echaba de menos. Es como volver a escribir la carta a los Reyes, como cuando tenía doce años y pedía que llegase el amor correspondido. Quiero dejar de asesinar primaveras, de ser masculino singular del verbo ombrófilo. Pido que la temperatura, que su calor rompa en mil pedazos la coraza de este ser nihilista e inocua ya a un sentimiento pasional. Quiero dejar de ser un palimpsesto sentimental, borrar todo, volver a ser inocente, creer en imposibles. Eso es lo que quiero, dejar de estar solo, y no estar por estar, sino por querer estar acompañado. He llegado a la conclusión después de treinta años, que es más difícil encontrar tu media naranja y no perder el jugo de la misma y quedarte sin mitad, que una licenciatura, que ejercer de periodista, que viajar a lo loco y sin dinero, que atravesar los largos valles marroquíes, las altas montañas del Atlas. Porque el amor no es algo baladí, en mi caso se trata de una carrera de fondo, es una ingeniería tan escrupulosa en su acción como en su reacción. Ya he suspendido demasiados septiembres, me queda sólo una asignatura pendiente. Creo haber aprendido lo suficiente como para ser ingeniero de las relaciones amorosas, para llegar a convertir un arte como es el amor al prójimo en algo de enjundia, que conjugue la imperfección necesaria con un engranaje perfecto, que la quimera sea tan real como el suelo que piso. Sé lo que quiero, sé mis defectos, mis pecados. Soy fruto maduro de mis vivencias. Ahora quiero crecer desde esta madurez hasta un estado de paz prolongada, duradera y tan cierta y llena de vida como el mismo sol. Quiero por fin brillar con luz propia, y ser capaz, sobre todo ser muy capaz de que mi amor incondicional signifique para esa mujer lo mismo que ella para mí. Quiero creer que es posible. Quiero creer.

Pero digamos la verdad de todo. Veamos con luz sincera lo que ocurre. Aún estoy loco por la última mujer. Ella cambió todo, absolutamente todo. Podría contar todo pero es sencillo. Quiero poder olvidar, quiero poder ser de nuevo independiente. Y ni su desaparición ha logrado soslayar nada, todo lo contrario. Allá, en el fondo sé que lo que deseo es poner punto y final a esa etapa. Y buscando de todas las maneras posibles no he sido capaz. Es indeleble. Ella me enseñó tanto que después de ella, todo parece inocuo para mi corazón. Y creo que ese es el motivo de que no escriba, porque quizás, no lo sé, todo giraría en torno a ella. Y la amo tanto como para no escribir nada, absolutamente nada. Pero aquí hago un alto en ese silencio. Ella me robó las madrugadas… se metió en mi piel, en mi sangre, yo le robaba las mañanas, que despertara conmigo… me sentía como si estuviera amando con una total y absoluta beldad, libertad como nunca. Todo pasado se borró con ella aunque subyacía las rémoras, ella lo hizo bien para borrarlo. Ahora ella, que fue borrador, es lo que quiero borrar. ¡¡¡Y no lo consigo!! Y después de tanto tiempo, de tanto, tanto tiempo, vuelvo a derramar lágrimas recordándola sin querer. Desgraciadamente la amo. Por eso hay fechas que nunca olvidaré. Por eso tengo miedo a volver a leer algo de ella, sus escritos, sus cartas, sus mensajes. Tengo miedo porque aunque haya desaparecido, sigue estando muy presente. Aún no he superado esas madrugadas en las que era imposible dormir sin escuchar su voz. Aún no logro olvidar su voz, su sonrisa, sus jadeos. No he olvidado nada, ni lo malo.

Hablemos claro. En realidad mi camino sólo pretende salir de mi mismo, dejar de ser reo de mis propios sentimientos. Este cuerpo, este corazón tiene billones de parches, está fraccionado en tantas partes que sólo deseo encontrarla de nuevo, empezar de cero. Pero, ¿de qué valen mis deseos, mis pensamientos? Todos me conducen a una visión errática. Ella nunca quiso comenzar de cero, ella nunca olvidó, ella… Ella está tatuada, está en mí. Es duro escribir la verdad. Es duro reconocer lo que nadie te pregunta, lo que no quieres ni mencionar. Pero he logrado convivir, sobrevivir a todo ello y hacer como si no pasara nada. Más… no nos engañemos, todo está ahí, a la espera de salir de este limbo de ninguna parte, en la que ni me aman, ni puedo amar, sino sentir lo que sentía. Ella era morir para vivir. Ella era una sombra para poder ver la luz, ella era el sol de medianoche. Quizá por eso quiera emigrar. Sí, quiero destrozar mi cuerpo y mi mente por no haber sido capaz de amar mejor, amar bien a la pieza hecha para mí. Sé que muchos dirán –incluso ella- que si no acabamos juntos es porque no tenía que ser mi mujer. Pero en mi cabeza, en mi corazón, en todos los aspectos ella era la mujer perfecta, con todos sus pecados, sus imperfecciones. Era ella. Y nadie se le parece, ni se le acerca. No necesito la perfección. Necesito un amor como el que ella me dio. El mejor de todos. Loco y cuerdo, reo y libre.

No pensaba llegar a este punto. No tenía pensado nada, sólo escribir, y las palabras me han llevado por este camino. No ha sido buena idea hacer esto. No quiero volver a sentir este dolor. ¡¡No quiero!! No deseo volver a volverme loco, a tener las ansias de buscarla, de cometer y decir las cosas que dije entonces. No lo deseo, no quiero, pero en realidad, ese sería parte de mí, de mi locura oculta.

Ella ha sido la causante de todo lo que soy yo ahora mismo. Cuando logré amarla de verdad, como ella merecía, ya fue tarde, me quedé con su sonrisa, sus palabras, sus suspiros, aquella última noche, juntos en la cama. Hay miles de recuerdos, millones de palabras como nunca.

Y extirpo aquí las palabras que me llevaron a un camino del que era desconocedor. Ya sé por qué cuesta escribir, sabiendo que ella fue la última musa de todas mis historias. 


Un poema y una canción "indirectas"

No me sueltes (Pedro Salinas)

Muchas veces me has dicho: "No me sueltes."
Yo nunca te lo digo
Pero lo estoy pensando: y tú lo oyes.
Y desde que una tarde nos perdimos
Junto a un arroyo, porque tú querías
Ser tú, sola, y yo solo,
No nos soltamos nunca de la mano.

No te me sueltes nunca en estos cuentos,
del podrá, del podría, del pudiera
ser tan maravillosos
que cuando yo termino de decírtelos,
nos duele la mirada
de tanto querer verlos en el aire.
Cuando hablo de imposibles
Apriétame la mano más que nunca.
Nada más triste que soltarse
Como niños de cuento, en cualquier bosque
Cuando se estaba al borde de las hadas
para buscar aparte ese tesoro
que sólo a una pareja se revela.
No hay un amor ni un cuento
que no tengan buen fin. Y si parece
que acaban mal es porque no sabemos
contar, amar hasta el final dichoso.
Para unas manos juntas que buscan, todo es víspera.

No te me sueltes en las calles céntricas.
Recuerda aquella tarde, estando a orillas
de un gran río metálico de ruedas,
desatado hacia el mar de los quehaceres,
en que por desprenderte
de mí te viste sola en un islote
de desolado asfalto,
cogida entre las ondas incesantes
de automóviles raudos. Hasta que otro
Neptuno manejando una luz verde
paró el torrente y yo volví a encontrar
tu mano y te arrastré hacia nuestra tierra.
Desde entonces andamos
por las grandes ciudades tan unidos
que las gentes al vernos
se miran con tristeza,
sus manos sueltas y se paran un momento
para llorar junto a un escaparate
donde nadie les vea,
más que los maniquíes confidentes,
el error de estar enamorados.

No te sueltes tampoco
donde tanto te gusta, en las praderas:
allí el viento te tienta
a ser otra vez viento y escaparte
para volver después de dar la vuelta
a cinco o seis montañas. Tengo miedo.
Yo sé que muchas brisas,
jóvenes como tú, como tú tiernas,
seguras de sí mismas,
dijeron que iban a jugar un rato
con una hojas verdes: y no han vuelto.
Nunca más se ha sabido de su suerte
sino esta soledad y esta quietud
que detrás se dijeron, por soltarse.
Los mitos, en el campo, siempre acechan.

Yo nunca estoy seguro
de lo que tu apariencia me insinúa:
que eres simple mortal, de pura carne.
Cuando libras tu cuerpo de las sedas
un recuerdo de ninfa o diosa altiva
convierte nuestro abrazo en una fábula.
Y así, en el campo, un día,
si te suelto la mano, volver puedes
a tu mito y dejarme a mí llorando
al pie de un arbol:
soñando brazos y mirando ramas
en que a pesar de todos los inviernos
el recuerdo certero reconoce
un latido de sangre que me amaba.

No te me escapes nunca en los salones
adonde sueles ir algunas noches
vestida de unos rasos antiguos
que llenan todo el ámbito de músicas
y hacen llorar a espejos y bujías.
No te sueltes
cuando se inclinen sobre ti y te inviten
a aceptar el regalo de las fábricas
repiten por millares.
Piensa en la gran dulzura destilada
por un alma tan sólo para otra.
Y sin mover la mano
para poner azúcar en el té,
di: "Yo no tomo azúcar", sonriendo.
Porque aunque estés sin mí por esas fiestas
el cálido recuerdo de una mano
está siempre estrechandote a lo lejos;
y soltarlo porque es una pura memoria,
es más traición que abandonar un tacto.
También así se pierden o se salvan
cosas muy parecidas a la vida.

Y sobre todo no te sueltes nunca
cuando estemos durmiendo, sobre un lecho.
Comprendo bien por qué se alza tu brazo
trémulo, palpitante, vertical,
en el aire, a las tres de la mañana,
del fono de tu sueño.
Las camas son imensas, por lo blancas.
Y nadie sabe su extensión sin límite
más que el que tiene miedo
a que ya no le quieran, por la noche.
Las camas tienen níveas vertientes
-sólo parecen sábanas de hilo-
por donde los trineos del capricho
nos roban las promesas más seguras.
En su impoluto campo,
es siempre primavera
para toda semilla de futuro.
Y como un sueño pasa
de un ser a otro por los brazos,
abrazándose como el amor,
y desemboca allí en las palmas de las manos,
si tú te sueltas de la mano mía
perderás lo mejor que hemos ganado:
el don de soñar juntos, hechos cántico.
Y yo no quiero, no, perderte nunca
sobre esa casta anchura suavísima
donde el amor entero se nos cumple,
sin más tacto
que aquel en una mano
entregada a otra mano,
aunque estemos dormidos,
hacer sentir las sangres de dos seres
como una sola sangre:
la que da vida al corazón de un sueño.

Por eso te pido que vayamos
por este mundo con las manos juntas.

Habla esa deidad


"Nos hicieron creer que el "gran amor" solo sucede una vez, generalmente antes de los 30 años. No nos contaron que el amor no es accionado ni llega en un momento determinado.

Nos hicieron creer que cada uno de nosotros es la mitad de una naranja, y que la vida sólo tiene sentido cuando encontramos la otra mitad. No nos contaron que ya nacemos enteros, que nadie en la vida merece cargar en las espaldas, la responsabilidad de completar lo que nos falta.

Nos hicieron creer en una fórmula llamada "dos en uno": dos personas pensando igual, actuando igual, que era eso lo que funcionaba. No nos contaron que eso tiene nombre: anulación. Que sólo siendo individuos con personalidad propia, podremos tener una relación saludable.

‎"Nos hicieron creer que sólo hay una fórmula para ser feliz, la misma para todos, y los que escapan de ella están condenados a la marginalidad. No nos contaron que estas fórmulas son equivocadas, frustran a las personas, son alienantes, y que podemos intentar otras alternativas.

Ah!, tampoco nos dijeron que nadie nos iba a decir todo esto...... cada uno lo va a tener que descubrir solo. Y ahí, cuando estés muy enamorado de tí, vas a poder ser muy feliz y te vas a enamorar de alguien.Vivimos en un mundo donde nos escondemos para hacer el amor…aunque la violencia, se practica a plena luz del día"

John Lennon

Carta abierta


Es increíble. Ya tanto tiempo y tan poco que parece que se ha ido enseguida. Desde que te comencé a conocer de verdad y comenzaste a darme cosas que nadie te daba comprendí que lo complicado y lo simple pueden ser matrimonios perfectos. Podrías ser una personita vacía. Sé que hay cosas que no recuerdas. Cosas como que tu madre te enseñó a leer y a escribir cuando sólo tenías cuatro años, allí, en casa, no en el colegio. Igual recuerdas gratos momentos, porque ya hay tiempo para los malos. Yo sé que tú no lo sabrás, pero desde que abriste los brazos y abrazaste el mundo con amplexos infinitos e invisibles al ojo normal cuan universo, el mundo es otra cosa. Luchas cada día de forma inherente por ser todo lo que nadie cree que serás y sólo tú quieres ser: tu mismo. Sería sencillo decirte esas dos palabras pero aprendiste que complicar y hacer el camino más largo no es la mejor solución para demostrar los sentimientos. ¿Recuerdas cuando te perdiste por primera vez en el monte? ¿O dormir en un semi-ataúd en aquel tren camino a La Coruña? Cuando Asturias era el único lugar del mundo que podía calmar tus penas. El mismo día que descubriste que tu vínculo astur no era sino fruto de un sentimiento hacia una persona. El descubrimiento de que al estar lejos sabías perfectamente a quién recordarías. El día que supiste que eras un alma libre, que buscabas aprobación de los demás ayudándoles para que ellos perdonasen los que muchos no hicieron en tu dura adolescencia. Pero no vamos a hablar de malas cosas.

Has vivido no menos de cinco vidas en una sola. Cada una con una circunstancia. Al hablar muchas veces lo haces como si fueras octogenario, como si hubieras vivido todo. Es imposible que lo hayas vivido todo. Cuando me contaste y pude sentir, igual que tú, la pobreza e inocencia de los niños del Atlas. La vivencia de Marruecos. Esos viajes intrapeninsulares a golpe de tren. Las eternas caminatas que no tenían fin por caminos que no llegarían a ningún lugar.

Cuántas veces me habrás dicho que la música lo era todo para ti. Que sentías lo que sentías por esa ciencia que a punto estás de acabar. Soy la única persona que conoce todos los resquicios de ti mismo. La única persona que puede decirte algo, con la que puedes enfadarte pero siempre, siempre, siempre vuelves porque nos hacemos falta como la cabeza al corazón.

El mundo no sería mundo. Descubrir un 0,1% de él ha sido tu aportación. Lo importante es que estás ahí que sigues pensando por ti mismo, reconociendo tus éxitos y tus fracasos. Siendo lo más ecuánime que puedes, todo lo que te puedes permitir con tus muchos falllos. Eres capaz de soñar cosas imposibles. Hacer el día menos pensado la cosa más absurda. Tirar por la borda todo.

Lo pasarás mal porque eres así, pero el día que disfrutes, con tu energía lograrás contagiar de tu bien a todos los que te rodean porque cuando tu sol se ilumina todos captan tu calor. Sólo necesitas que otrora aquel volcán, hoy logre mutar correctamente en ese sol que llevas dentro y te empeñas en eclipsar.

Más, esto es sólo para decirte que es maravilloso que puedas estar en el mundo hoy, igual que ayer, que puedas sentir lo que sientes, que puedas seguir siendo un niño grande, o un adulto pueril, que aún recuerdes lo que te gusta montar en los columpios, la noria o los coches locos. Que el baile hace sacar lo mejor de ti cuando está en las óptimas condiciones. Ese octogenario está lleno de juventud, de una ilusión escondida. Esta semana, importante semana no será sino la demostración empírica que tu soledad no soslaya el hecho de que para mí, el mundo es mejor porque tú estás ahí. 

Pasó un ángel


Hay una canción muy gráfica que se titula “No me fío”. Es esa la situación general en la que desde hace tiempo me encontraba-encuentro (depende de el tiempo en el que hable) que es la de no fiarme de las mujeres. De tener el corazón cerrado, acorazado, cercado por las ruinas en las que se ha convertido. Demasiadas desventuras, demasiadas cosas para un corazón débil que ha tenido que fortalecerse y hacerse rudo, bajar las dosis de endeblez y acabar siendo silvestre y callejero. Voy a hablar de dos cosas, una incalificable, indefinida y otra es una canción.

Lo incalificable o indefinido es algo que puse hace tiempo en mi Facebook, algo así como “En mi diccionario hay muchas definiciones que sobran, pero hay canciones que nunca faltan en momentos oportunos". Hay situaciones en las que uno puede ser efímeramente feliz. Al decir efímero me puedo referir a un período de tiempo de días, horas, incluso semanas. Esa felicidad es algo banal, porque en realidad no es felicidad, es una sensación de tranquilidad, una sensación inefable. Estás a gusto comiéndote tu fruta favorita, con las cosas más básicas y mundanas, eres capaz de dibujar el viento, capaz de ver la esencia de algo tan frío e inerte como es el metal. Sé que todos alguna vez se han sentido así. Pero yo cuando me sentí así creo que estaba en una nube a la que me quería subir. Era necesario subir. Recuerdo que iba en un coche de copiloto, estaba la radio, y sonó la canción “Angels” de Robbie Williams. No es cualquier canción para mí, si tuviera que decir el por qué es importante tendría que contar una larga, larguísima historia que no ha lugar en este momento. Pero me recuerda a gratos, a inmejorables momentos, canción que no escucho sino cuando estoy predispuesto para sentir cosas que no tiene definición. Sí, ya sé lo que pensará alguno. ¿Amor? Y cito textualmente algo que escribí en mi blog musical y que pueden leer en este enlace y que decía en una parte lo siguiente:”¿Por qué poner nombres a cosas que van más allá de los parámetros antrópicos que estas mismas palabras pretenden adjetivar algo que sólo se siente al observar una estrella? Es morir en el fondo de todo y despertar en algún sitio nuevo. Es inefable tener tanto como para no poder explicarlo. No, no es amor, es haber encontrado algo tan abrumador que sobrepasa todo lo común, lo corriente, lo bano, supera lo descriptible, supera muchas cosas. Esa noche en la que tengo más de lo normal la creé yo, la creaste tú, los dos”. ¿Una mujer? ¿Por qué? No me fío de ellas, ni de sus palabras, de sus contradicciones, de nada que no sea una serie de actos de devuelvan lo que he dado a espuertas. Vacío de confianza, impera esa ley por más criticable que sea.

No miento, sentí esas sensaciones durante una semana en la que volví a ver a mi gente de teatro, en la que volví a respirar el aire universitario, en la que me volví a sentir útil, en la que el tiempo por fin cobraba sentido, cuando podía elegir si ir al teatro, a un concierto, a fumar un puro tomándome un Legendario, cuando después de muchos meses volví a escribir una crónica periodística, cuando alguien me llamó para hacer una caminata por el monte improvisada o para tomar una copa, cuando volví a sentir calma familiar. Entonces algo estaba pasando. Algo que ni tan siquiera en aquel momento pude entenderlo, como casi nada he logrado entender de este año, obviando a base de duermevelas para que el tiempo pasase y me diese respuestas.

Se hizo el silencio, pasó un Ángel.

El amor


No puedo ocultar que el amor es mi tema favorito para escribir. Hace un tiempo vi una película llamada “El coleccionista” del año 1965. Trata de un hombre enamorado de una mujer que lo niega. Él la rapta y la mantiene prisionera, pero la respeta, la trata muy bien. Sin embargo ella, como es lógico y normal, se resiste a estar prisionera en aquella casa que él mismo compró para estar junto a ella. Ese “amor”, si se pudiera llamar así, creo poder entenderlo. Él nunca se aprovechó de ella, nunca abusó, siempre fue claro y conciso con ella pese a lo enfermo de su locura. Ella no confía en él, cree que está loco por retenerla. Su amor es de lo más básico. Él es un hombre simple, ella una dama inteligente y con carácter. Él sólo quiere tenerla como dice “para mirarte todos los días”. Un amor platónico, como tener una obra de arte colgada en su pared. Ella se da cuenta de que es prisionera de él y él sufre al verla sufrir a ella, aunque es pasivo y tranquilo en realidad oculta una exacerbada inseguridad por si mismo. Es un hombre incapaz de mostrar una emoción más que la frialdad. Incluso cuando ella intenta utilizar sus “armas de mujer” el la rechaza porque sólo quiere que ella lo ame tal y como es él, sin mentiras ni triquiñuelas. Pero ella no muestra ni un ápice de emoción hacia él más que rabia. El se siente frustrado por ello pero lo oculta bajo una pasiva-agresividad de amor que llega a ser fútil. Es un amor imposible, enfermizo. Es una película triste. Un amor básico, instintivo, tan emocional como irracional. Imaginemos que todos los que nos enamoramos con buenas intenciones hacemos lo mismo. Faltaríamos a la libertad de las otras personas, a la concepción de un amor libre, no posesivo. De su argumento infiero que la amaba en tanto en cuanto nunca le falto el respeto a su dignidad, la cuidó aunque la tuviera atada. En su contra sólo puedo argüir que ese amor nunca podría ser posible a mi juicio. Él estaba enfermo de sí mismo. Sentía un amor enajenado. Puede que en su fondo sea romántico, idealista, tan básico como cualquiera de los quehaceres, pero es algo que entiendo. Es algo tan pueril en un hombre, que hasta pudiera ser aceptable si ello no conllevara tristeza, oscuridad y una muerte tanto física, psicológica como sentimental, ya que rara vez una cuestión baladí como esta pudiera llegar a buen término. 

Only you


¿Esa mirada? Es locura, eso es, locura. Sería una locura si dijera todo lo que pienso de ti. Me tendrían que dar millones y millones de dinero para decirlo aquí, en público. Eso y volverme loco para decirlo, para decir que toda tú eres una confusión en mi vacua existencia vital actual. Tendría que estar como una cabra para no pensar las cosas y decirte que desde que te vi en aquella obra de teatro y "hablar" contigo he logrado entender a la perfección a la protagonista de 'La Rosa Púrpura del Cairo'. Habría que estar muy loco para decir todo eso delante de las personas que lo podrían leer. Habría que estar rematadamente loco para soltar que lo único interesante y bueno sentimentalmente que me ha pasado este año ha sido "conocerte" a ti. Pero no lo diré porque no estoy loco. No estoy loco hasta que veo tu cuerpo, tu mirada, hasta que recuerdo esos instantes en los que tu expresión en el escenario me hicieron soñar. Hasta que recuerdo que estuve a diez metros de ti. Entonces me digo si fue buena idea quedarme impertérrito e ignorarlo todo. Desde que te escribo siento como si estuviera hablando con alguien totalmente inalcanzable. Nunca te diría esto a no ser que estuviera totalmente loco. Porque digamos la verdad, ¿Quién en su sano juicio diría lo que verdaderamente piensa de una persona desconocida? Eres una de esas inalcanzables féminas luminosas que alumbran el otro lado del sol. Pero nunca lo diré, si acaso lo escribiré porque sería incapaz de decírtelo. Eres demasiado para mí. Abrumas tan sólo con tu mirada y eso es porque abarcas toda una vida (ideas, actos, palabras, sentidos). Nunca te diría que las contadas ocasiones en las que pude ver las estrellas en aquel bucólico lugar, las miraba y podía dibujarte allí mismo. Podría desnudarte allí mismo, podría hacerte el amor en mi imaginación, podría decírtelo todo con una sola mirada. No habría palabras, sólo una mirada. Más, estas cosas nunca las diría ni las confesaría, sólo lograrías sacarme una confesión si me hipnotizaras con la melodía acertada, con la circunstancia idónea. Ese instante en el que todos los planetas se alinean, me vuelvo loco y te confieso que no le pondría adjetivos a esto. ¿Amor? Pensaría algún atrevido. Y yo le diría que hay cosas que no se pueden explicar con una palabra, que hay que inventar un vocabulario especial, habría que inventar un nuevo sentimiento para explicar realmente lo que es. Has ayudado a construir algo que viene con el sonido y se va con la brisa. Algo que no sabía que podía aparecer. Aún estoy intentando ponerle nombre a algo que pienso que no lo tiene. Eso es lo que dicta no esa, sino todas mis miradas. Sólo tú lo provocas.

Querer no es poder


Es complicado. Imposible. “Todo es posible”. Bah, paparruchas. Los optimistas y los fuertes siempre con sus frases implacables para dominarlo todo. Cuando has sentido tantas veces estas cosas y sabes perfectamente hacia dónde irá todo, cuando ya tienes una directriz básica de lo que hay que hacer, tienes que intentar hacer que el corazón soslaye eso con la ayuda de la cabeza. Querer y sentir algo por alguien no significa que puedas estar con esa persona. Existen tangibles e intangibles que hacen que sea imposible. “Hombre si crees, podrá ser”. La magia del destino en mi caso se ha tropezado con una piedra llamada YO. Cuando sabes lo que va a pasar –o la menos crees saberlo-, en momentos como estos no puedo evitar sentirme triste, alicaído. Vuelves a cometer los mismos errores, esto es: sentir cosas por personas que no están a tu alcance, tú eres de nuevo insignificante y la otra persona es de otro planeta. Sé que no es la actitud con la que afrontar estas cosas, pero es preferible asumir cosas, que creer que puedes cruzar el océano en dos días con una barcaza que zozobra y hace aguas. Es imposible cruzar el océano con un barco a la deriva y que estás tratando de mantener a flote simplemente en ese lugar, sin tan siquiera navegar. Intentas no acabar en el fondo del mar. Que ya bastante haces con mantenerte a flote para siquiera cruzar todo un océano con las armas más precarias con las que puedas contar. Sabes quién eres, sabes en qué crees, sabes cómo afrontar las cosas, y sabes lo suficiente como saber perfectamente lo categórica de esta afirmación: Querer a alguien, no significa que puedas estar con ese alguien. Siempre nos quedarán las estrellas del estío. 

Diferentes idiomas


De mi experiencia veraniega podría sacar muchas conclusiones, o muy pocas, porque nunca se sabe… La experiencia de la que hablaré es sencillamente baladí. La podría resumir en dos palabras “Diferentes idiomas”. Es curioso lo complicado que hablar con el mismo significado de las cosas entre personas que hablan el castellano. No hace falta que uno hable el español y la otra el japonés, no, no. Porque dos personas del mismo territorio, del mismo país pueden tener diferentes idiomas. Yo en particular puedo jactarme ufanamente de que puedo llegar hablar casi todos los idiomas, al menos entenderlos aunque no me sepa expresar. El problema es cuando la otra persona te culpa a ti de no entenderla y no ve que haces todo el esfuerzo humano para hacerlo, que lo haces y a cambio, cuando lo logras te espeta un ¡¡JUDAS!! Tú piensas: “Coño, si no soy creyente”. Esto igual no viene a cuento, pero es un ejemplo básico, simple y al mismo tiempo complicado de lo que intento decir. ¿A que cuesta entenderlo? Pues así me he sentido yo. Esto me pasa más a menudo de lo que yo expreso. Pero cuando encierras en cubículo estrecho a esas personas (en este caso la otra y yo), pues lo que pasa es que tú te hartas y la otra persona se frustra y te ve enemigo.

¿Ponerlo más simple? Fácil: De nuevo mi carácter, mi forma de tratar a las personas es un impedimento para llegar a hacer una amistad, para lograr llegar al corazón de los seres a los que desinteresadamente –y esto debería subrayarse, pero no seré yo el que lo haga- has ayudado, apoyado y dado más de un voto de confianza. Te has hecho de su partido y has obrado por amor a esas letras. Más, aunque quiera e intente predicar con ello, por más que diga que no espero nada de nadie, al final acabas esperando aunque sea lo mínimo. Y cuando no te dan nada y te sientes solo, aislado y encerrado en un pequeño cubículo, te sientes preso de tus actos y palabras. Pienso: ¿Por qué obro desinteresadamente? ¿Por qué defiendo al demonio? Y hete aquí una cuestión: ¿Quién es demonio: la otra persona, yo, o ambos?

Jugando con esta frase: “Eres un Narcisista. No puedes creer que todo es culpa tuya a no ser que te creas todopoderoso, entonces te gusta sentirte culpable”. Pues como buen síndrome de Narciso, según esta sentencia, prefiero echarme la culpa a mí y cargar con el peso de creerme Todopoderoso. Es curioso, siempre he pensando que no echarle la culpa o exculparlos de las obras era un signo de humildad. Ahora comienzo a atar cabos. Cuando pienso en que me gustaría acabar con la tristeza de todos los que quiero, regalar dinero a todo el mundo, acabar con el hambre, hacer felices, etc, etc, pienso que me gustaría ser Todopoderoso para no sentirme frustrado. Pero nadie es Todopoderoso, y yo menos. Inherentemente pienso que puedo con todo y he tardado casi tres décadas en darme cuenta de eso. Que si acaso pudiese arreglar mis propios problemas, no quedar atrapado en mi mismo y caer, ya sería un triunfo. Siguiendo este complicado y ancho hilo, ¿debería echar la culpa a otros? He visto y comprobado ese comportamiento. Cuando haces eso te sientes pusilánime, puedes llegar a sentir frustración, envidia, celos porque crees no merecer lo que te ocurre, por eso echas la culpa al otro. ¿Es que Justicia es tan difícilmente ecuánime que hasta a nosotros mismos nos cuesta juzgar lo que es nuestra o ajena culpa? No me gusta, nunca me ha gustado en edad adulta echar la culpa a los demás. Por el contrario prefiero mirar hacia mi mismo, ver los errores que he cometido para que algo saliese mal. Me doy cuenta de que esta forma de operar en mis actos tampoco es correcto, que he de buscar el complicado equilibrio.

Muchas veces, demasiadas diría yo, nos cuesta hablar el mismo idioma, el de nosotros mismos, no con respecto a los demás –que también-. Me refiero a entendernos, a conocernos. Lamentándolo mucho por quien piense lo contrario, no creo que nos lleguemos a conocer del todo en todo momento. En diferentes momentos de la vida hablamos diferentes idiomas, aprendemos otros y nos cuesta volver al básico, el que comenzamos. Igual nos mudamos de lugar en nuestras vidas y aunque hayamos nacido y vivido en Japón durante los primeros diez años de vida, luego nos mudamos a Alemania, aprendemos el alemán, nos quedamos allí hasta que fallecemos y lo que nos queda de japonés, además de nuestros rasgos físicos –los ojos rasgados-, es sólo la partida de nacimiento. No sé si alguien me “capta”. ¿Nos entendemos? ¿Hablamos el mismo idioma?

Contradicciones


Al parecer una de las cosas más comunes y banas del ser humano son las contradicciones. No me refiero a que alguien diga: “me gusta el azul” y luego como si nada afirme contundentemente “me gusta el rojo”. No, no hablo de eso, hablo de ideas, y más en concreto sobre las mías. Hablemos mejor de las hipotéticas contradicciones. Yo no estoy de acuerdo con los juicios de valor que han arrojado sobre mí durante este verano. No se demuestra más que una gran paradoja. Escuché a alguien famoso decir esto: “... a la gente le gustan los cotilleos, nos hace sentir superiores, tener el control....”. Eso es lo que creo que les ocurre a todos los que me han criticado por delante y por detrás, tergiversando y afeándome la conducta y lo que es peor aún, afeando mis ideas tachándolas de contradictorias sin oportunidad alguna de querer tener una explicación plausible. Yo lo llamo ser abierto, ellos lo llaman ser contradictorio. Porque para muchos los caminos, las ideas, son unidireccionales, no puedes llevar dos ideas e imbricarlas, no puedes dejar las cosas con valores ambiguos, nada puede ser inefable, nada puede ser intachable, más bien lo contrario, en el fondo de sus almas todo es justificable por un sendero, ya sea a las buenas o las malas, el caso es que todo ha de tener un hilo conductor serio y bien estructurado, de lo contrario te puede pasar como lo que me ha pasado a mí. Ejemplos:

-Nunca has hecho una reforma, pero has querido ponerte a prueba con una vetusta casa y lo haces con toda la buena intención del mundo. Tú eres escéptico y crítico diciendo: “podría ser mejor, pero no está mal”. Otros, la mayoría dicen: “estás haciendo el tonto porque no lo sabes hacer”. Sólo uno o dos te felicitan cuando llegan a tu hogar al decirte: “no me esperaba que fueras capaz de hacer un trabajo tan bueno”.

Esta última información pasa de boca en boca para que tú, harto de tanta crítica, te merezcas palabras de corrección... o no, pero por lo menos dejar de escuchar cosas como: “tú no eres un hombre de verdad porque no eres capaz de hacerlo”; “a dónde vas tú a hacer eso si nunca lo has hecho”; “si no has hecho nada en todo este tiempo, lo que estás haciendo es el vago” y cosas de ese estilo. Pero la gente al ver tu trabajo de forma pormenorizada ya te sonríe, te invita cosas pero como todo es destructivo cambian el discurso. Otro ejemplo:

-Tú vienes no sólo a hacer una reforma sino a seguir con lo que has hecho en el habitual lugar donde vives, decenas de cosas literalmente, además de tenerte que hacer la comida, limpiar, etc, y compaginarlo con la mencionada reforma. Como en ese lugar todo tiene un halo de negatividad exacerbado saltan las voces diciendo: “lo que has tardado en hacerlo, esas tres semanas, yo lo hago en dos días”, o “si no te hubiera dicho yo como se hacía, a saber qué animalada hubieras hecho”. Como tú has hecho lo que te ha dado la gana procurando hacer caso omiso a todo lo demás, el “castigo” –cosa con la que no estoy de acuerdo” viene caído por su propio peso cuando las que te decían todas esas cosas y se jactaban de lo mal que lo hacías de repente le llega su particular “plaga de langosta”: a una se la cae el techo, el trabajo hecho no le sirve para nada o lo que es peor, se descubren los trapos sucios de su vida personal lo cual, a mí particularmente me da por pensar que en verdad estas personas tienen un grave problema.

Obviamente yo también lo tengo, principalmente de carácter –otros me llaman tonto o estúpido-. Pero es que ellos se ahogan en un vaso de agua, sienten la necesidad de gobernar tu vida por lo aburrida y desencantada que es la tuya, y lo que es peor, se sienten con el poder de criticar destructivamente hasta a lo que más valor le das en tu propia vida.

Volviendo al inicio cuando hablas de tus ideas vuelven las mofas y es imposible hasta el infinito querer explicarle a alguien que si le das un beso en la boca a un chico, siendo tú chico heterosexual, no te hace gay, y rizando el rizo, que el negarlo no te hace ser homófobo, sino una persona que no desea confusiones. Este ejemplo se podría extender hasta el infinito. Cosas que yo siento como normales en mi vida del día a día, aquí se exageran, te ponen un cliché, y todo se cierra como si fuera un mini cubo. Tú, que has huido de la prisión de otro cubo mayor para desmarcarte de él, resulta que tus conciudadanos, muchos de ellos familiares, te etiquetan hasta lo absurdo.

Entonces escribes sobre contradicciones y te contradices con el título de este escrito, que no va sobre la contradicción, sino sobre ser consecuente con tu forma de ver el mundo, aunque a muchos les parezca paradójico, contradictorio, antagónico hasta la estupidez.

La tontería mayor que he presenciado es lo referente a la ayuda. Me considero una persona que ayuda sin pensar, y que en vez de decirlo, lo hace. Aquí se dice, pero no se hace y si se hace te pasan la factura. No sé a quiénes, a cuántos e incluso si en verdad he ayudado a alguien, pero sé que me siento bien conmigo mismo por un montón de pequeñas cosas que he descubierto. Ayudar es gratificante. No hace falta que nadie te lo pida, tú lo haces. Ayudas a cuidar un niño, a cortar unas uñas, a un cojo a caminar, a un pesimista a ver el sol, a un obrero con su labor, etc, etc, etc. Dentro de unas pocas semanas se me habrá olvidado lo que hice, pero me quedará la sensación de que he sido yo mismo, que lo he hecho de corazón, que me sentí bien y que no pasaré ni una sola factura a nadie porque forma parte de mi ser consecuente y eso no ha sido, es, ni será nunca, como todo, una contradicción de mi Universo interior. 

Mistake


No me extraña que aún la eche de menos. Escucho esas malditas y bellas canciones y me recuerdan a la orilla del río Mistake. Al lado del caudaloso flujo de agua que atravesaba aquella lóbrega, pretérita pero sublime ciudad, nos amamos con toda la pasión de la que fuimos capaces. Aún recuerdo sus gritos vehementes, sus jadeos mientras la penetraba y me esforzaba en darle todo el placer que mi cuerpo fuera capaz. Vivía para escuchar aquellos gritos que me pedían “más, dame más”. El vicio era hacerla feliz, la droga eran sus jadeos. Después de hacerlo expiraba un último hálito, cerraba los ojos, me decía “te amo” y quedaba dormida apoyada en mi pecho. Yo le acariciaba su larga cabellera morena mientras ella sonreía en sueños. Otras veces la veía dormir en una suerte de la que ya carezco. Daba igual nuestras ocupaciones, nuestros trabajos, lo complicado que fuera todo, siempre sacábamos una hora o dos para dedicarlo a nosotros, a reírnos, a retozar nuestras almas hasta que ella me pedía su última perversión y yo accedía para hacerla feliz. Y lo lograba siempre y cada vez.

Más, todo se acabó y después de más de cinco años sin poder levantar cabeza, sin haber vuelto a mirar a ninguna otra mujer dormida, sin haber podido hacer feliz a otra mujer, sin haber escuchado otros jadeos, sin haber podido ni querido penetrar a otro cuerpo y otra ánima como la de aquella deidad, hoy, cumplido el sexto año del fin sigo escuchando sus jadeos, sigo recordando todo lo pasado. Me fui de aquella habitación a la vera del río Mistake, me mudé al otro lado de la kilométrica ciudad para intentar olvidar todos los recuerdos de aquella parte del río, más es imposible. Mi ancla, mi corazón, mi recuerdo, mi vida quedó varada en aquel remanso de paz, en aquel vicio de sexo, lujuria, pasión, y amor incondicional unidireccional, el mío, que aún revive, pese a los cambios, los vestigios de aquel último amor. 

Verano VIII (y última)


¿Podría vivir aquí largo tiempo? Esto es tan pequeño, es tan contrario a lo que soy yo desde el punto de vista social, de las relaciones con los demás, que no me extraña que muchos caigan en la desesperación. Aún no he tenido una conversación digna con nadie. Tampoco la he buscado porque basta sólo con decir alguna palabra “pedante” o “culta” que suelo utilizar para que me tachen. No, no me preocupa en absoluto lo que digan de mí. Por ese aspecto estaría muy tranquilo, pero la desesperación por no poder enriquecerme de otras personas haría que mi soledad adquiriera una nueva forma que igual sería digna de estudio por mi parte.

Recuerdo que mi abuelo paterno, al morirse mi abuela se encerró en su casa y se dejó ir hasta que la muerte llamó a su puerta. Vivió en una soledad despiadada. En esa circunstancia me encuentro en este momento, con una persona que me admira por lo hecho y no hecho, por lo hablado, escrito y escuchado, una sola persona que atisba a entenderme. Una sola una persona está aquí conmigo: yo. Y siempre he considerado esa compañía la mejor, pues ese “yo” está lleno de infinitos universos que conforman y estructuran la Galaxia que he creado para poder vivir momentos como estos.

Comenzó una semana en la que acabé una parte de mis obras. Asistí a unas charlas interesantísimas en las que fui el único que estuvo presente. Quiero decir que no fue, ni mucho menos, un éxito de convocatoria. Paralelo a ello esa semana me quedé sin gas para poder cocinar los alimentos. Estuve tres días viviendo al mínimo: agua y los pocos enlatados que había. Ni me preocupé. Es así, lo juro. Mientras buscaba la mejor solución adaptaba mi cuerpo a las circunstancias. No fue un problema, sólo una anécdota como muchas otras en las que me veo involucrado. 

Verano VII


Estos días me he sentido especialmente solo. Ante la problemática del no poder hacer los arreglos esperados, ante la escasa iniciativa propia por salir de este lugar y explorar otros lugares, me siento aquí con el firme objetivo de quedarme con cada detalle de Thoreau. Imagino una posible discusión o intercambio de ideas con el autor estadounidense o con alguien que defendiese sus ideas. Cuando Thoreau se refirió en forma despectiva a la música me sentí en parte ultrajado. En su mente desdeñó y hasta humilló el poder de la misma, lo cual me decepcionó, aunque no tanto como cuando leí a Punset. Me falta poco para acabarlo y seguir con Sankara.

Otra de mis pasiones es la fotografía. Aunque no tengo en esta casa muchas cosas que me inspiren, siempre tengo el bolígrafo, la música y un papel para escribir y fotografiar algo que me inspirase. A veces me tomo como modelo con escasa suerte. En estos lares las personas se suelen violentar al pedirles una foto de las mías. Imagino que si les pidiera un desnudo me tacharían de pervertido. Cada vez la fotografía se me está metiendo por las venas y quisiera poder fotografíar mil y un cosas, tener un gran angular y jugar con los colores, las distancias, los objetos y las personas. Una de las grandes frustraciones ha sido no haber sacado todas las fotos que he querido, de tal forma que ando con ella desesperado por captar una imagen que dé algún sentido a algo: un día, el agua, la noche, el ósculo pasional que deseo volver a sentir. 

Verano VI


En este lugar se le da una importancia capital a dos cuestiones: el trabajo y las parejas. Si estudias o si pasas tiempo libre como es mi caso, dedicado a la lectura u observación de todo, enseguida pasas a ser un vago, una concepción muy antigua, ya que hace un siglo sólo se vivía para trabajar porque de ello dependía el sustento en forma de alimento. Así pues, yo soy para mis vecinos un vago por excelencia, y no porque no me haya dedicado a esta casa que se está cayendo, sino por mi objetivo aquí. La otra cuestión son los sentimientos, también cartesianos. Llegados a la edad en la que estoy, soy la comidilla de todos por no tener pareja. Cuestión, por otra parte, baladí, es decir, el hecho de criticar eso mismo, puesto que a mí no me parece motivo justificativo de crítica, sino más bien de decisión personal al preferir estar sólo que con cualquier compañía que no me llenase.

En este lugar he visto a una mujer que cumpliría algunas de las expectativas que pido para una mujer, pero como suele ser habitual en mi suerte, ésta se encuentra emparejada con otro hombre, lo cual, unido a mi torpeza para entablar contacto vocal con las féminas la convierte en imposible. Aunque de vez en cuando bromeo con la posibilidad de conocer a una mujer, lo cierto y la verdad es que no ando buscando nada, sólo observo la belleza y los detalles de cada mujer: su sonrisa, su pelo, sus pechos, su habla, sus expresiones, su lenguaje corporal, la vestimenta, la mirada. Escruto todo lo posible con curiosidad pero sin que nada me llene ni para que nadie aporte nada. Es simple esmero en el género femenino que tanto me atrae. 

Verano V


Es tan complicado pero al mismo tiempo tan sencillo vivir aquí que creo que se me haría más necesario vivir más aisladamente. ¿Sería posible? Este es el lugar más lejano que conozco en el que menos necesito y menos gasto tengo. No debo caminar mucho para ver a alguien, realmente no hay una calma sensu stricto, pero a mí me vale, y comoquiera que soy experto en aislamiento por haber estado gran parte de mi vida en Islas, se me hace muy fácil crear mi propio Principado. Este Principado tiene minúsculos jardines donde en las épocas de lluvia está verde, en el estío se seca y todo se vuelve amarillento. Hay un aguacatero y un duraznero. A unos dos minutos de aquí en verano se pueden coger cientos de moras. Colindando con mi casa tengo ciruelas, uvas, limones y verduras varias. Puedo cogerlo con casi total libertad. Aunque para el resto de los habitantes aquí hace demasiado frío en verano, a mí me parece espléndido, en invierno sienten mucho frío, pero yo siento frescor, el clima ideal para sentirme dichoso. Climáticamente es un lugar ideal. Pero en este estío que paso en este lugar alejado mis vivencias carecen de importancia. Pienso: ¿tiene importancia mi yo? ¿Habré hecho algo de valor?

No soy Thoreau, ni Wittman, no soy bueno en nada, en absolutamente nada, soy una bana persona y aquí intento averiguar qué camino andaré y quitar de mí ese absurdo vértigo que me produce el haber llegado, sin haberme dado cuenta, a cumplir algunas de mis metas. Más me planteo, ¿y ahora qué?

Verano IV


Hay quienes dicen que sería imposible que lograra estar en este lugar un año o un invierno. No lo sé, pero me gustan los retos. A veces le doy la razón, otras creo que sería perfecto llegar al nivel de relajamiento tal que mi mente por fin se fundiera con las luces, con los árboles, que se abrazara a lo más intrínseco de esta tierra milenaria. En este lugar soy más palaciego que nunca, más, a veces ser silvestre es positivo, de ahí que los contrastes sean menores porque actuar se puede llevar a cabo gracias al tiempo que te dan para cambiarte de vestido.

En este lugar estoy semi aislado. Me queda mucho aún por hacer, por estar y no por vivir, sino por comprender el cómo, el por qué y el para qué de mi mismo. Aquí casi todos tienen su misión hecha o la están haciendo y el que no está desolado por las lacras propias de las grandes urbes. Yo sin embargo quiero lograr sacar provecho de todo lo que los demás no logran. Quiero lograr cerrar los ojos y como he logrado por primera vez en mucho tiempo, hacer la nada, el blanco. Recordar e hilvanar recuerdos con proyectos de futuro imposibles como si estuviera esbozando una vida imposible pero que se pudiera. 

Verano III


Mi vecina ayuda a capear el sentido de soledad, logrando que la lucha enconada por caer en el pozo o en el cielo de la soledad que tan enquistada está en mí. Más he logrado algo importante: vivir con poco. No me hace falta mucha comida, no me hace falta casi nada. Tengo el portátil que lo utilizo sólo para escuchar música y ver alguna película, lo más valioso es, sin duda, mi libreta apaisada, los bolígrafos, el mapa y los libros. Creo, sin lugar a dudas que se trata de los principales valores que tengo aquí, sin soslayar, obviamente el valor total que provoca la música, sin la que no podría estar aquí.

Esta casa se está cayendo. Cada día hay una nueva grieta. Las arañas, lagartos y otros animales que nunca había visto me sorprenden. Frente a mí ahora mismo hay una farola, la única que alumbra en varias decenas de metros a la redonda. Gracias a la escasez de luz es fácil observar las estrellas de noche.

He logrado desprenderme de las horas. Ese ha sido sin lugar a dudas de los mejores regalos. Salvo para algunas cosas puntuales, de normal mi día lo marca mi cuerpo y las ganas que tenga de hacer algo o no. Como he venido a relajarme es raro que se me vea salir de mis dominios. Empero, si hay algo que he conseguido es el haberme relajado totalmente. Creo que se debe a que he hablado muy poco con las personas, ergo, las personas fomentan mi nerviosismo, ergo, sí, soy misántropo. Esa misantropía se une a la latente bipolaridad que aquí, desde luego se atenúa, se modera y logra ser más humilde. 

Verano II


Aunque suene triste, he reflexionado sobre lo hecho en mi vida. Aquí todo queda minimizado. Queda todo como si no fuera nada. Lo que importa aquí son otras cosas. Sientes lo poco que puedes aportar porque no has estado realmente en la naturaleza. El sonido de las ranas de noche, musicando con los grillos bajo la contumaz luz de las estrellas. Esto último ha sido excelso. Definitivamente no hay lugar en el que haya estado donde la bóveda celeste se vea mejor que aquí. Ha sido enriquecedor volver a ver todas esas estrellas y sentirte menos que una hormiga. Pasarte un tiempo indefinido mirando cada una de esas féminas luminosas.

Aquí la naturaleza importa más que el ser humano. Cosas como la pulcritud, el orden o la monotonía no ha lugar. Cada día es diferente si quieres lograr sobrellevar la eterna soledad de este lugar donde nadie da cuartel. Hay un clima negativo de lucha contra los elementos, un concepto darviniano entre los propios seres humanos. A veces me los he imaginado blandiendo sus hachas de noche a la espera de asesinar al que pase para que sus vidas cobren el sentido que la misma naturaleza le quita al hombre. Por eso la nada que es, aquí cobra un sentido más prosaico.

Sí, he creído que lo que haces en la vida es lo único relevante porque después de la muerte, no hay nada más, no existe la reencarnación ni eternidad, ni Dios, aquí lo único que puede valerte es el proselitismo de tu capacidad para que la vacuidad no te desmorone y acabes fruto de las drogas, alcohol o depresión. En mi caso este lugar me ayuda a aislarme, que mis sentidos se sientan totalmente desolados. 

Verano I


Este viaje está siendo muy tranquilo y me está ofreciendo diversas perspectivas de las cosas. No puedo decir que sean cosas halagüeñas para mí, pero en mi afán por buscar cosas positivas, he “soportado” la esclavitud de mis palabras. Sé que volver sería cobarde y estúpido. Ha habido un montón de buenos y grandiosos detalles: la sangre derramada a espuertas gracias a la recogida de moras, el baile del pueblo donde pude volver a bailar después de más de medio año con alguien, las bromas con mi prima y vecina pero sobre todo la nada. Y es que en un lugar donde no hay ni televisión, ni Internet, ni teléfono, ni periódicos, ni radio ni nada con lo que comunicarme la música, los libros y los apuntes de la carrera que me he traído son mi única compañía. He logrado acabar de leer “Walden” de Thoreau, he logrado leer con ganas y paz. He recapacitado sobre todo lo que he logrado, cosas que los demás no le dan ni la más mínima importancia.

Sobre todo he pensado y he pasado tiempo “al natural”. He vuelto a reconocer al niño que antes soñaba con las cosas más simples y lo veía como lo más bello del mundo, el estar en compañía de otras personas, de una mujer, de las noches de verano sin tiempo determinado, sin cortapisas ni muros que tener que derribar. Al sentir esto último me sentí demasiado extrañado. Me gustó reconocer aquella sensación pero era tan ajeno al ser que soy ahora, que era como si alguien intentara invadirme. Aquellos tiempos no volverán. Hay muchos muros, poca compañía y ninguna fémina con la que aderezar esa sensación. 
Desde ahora y hasta finales de Agosto Ficciones Vitales se adentrará en las realidades de mi vida que son: vacaciones lejos de las tecnologías. Lejos de Internet, así que hasta dentro de un un mes.

Agur.

Un nuevo puerto


Sólo fue un sueño pero él sabía que detrás había mucho más. Para un ser tan volátil como él tener una visión semejante significaba mucho. Y más teniendo en cuenta las circunstancias “complejas”. Una situación compleja que no era tal, pero él, que era aún bisoño actor en ciertas lides, lo veía como una regurgitación vacuna. Sus vivencias no habían sido más singulares que la de cualquier otra persona de la calle. Era uno más, pero no así sus ideas, su forma de ver el mundo, sus ideologías. Ahí es donde él era especial.

Tras su última ruptura se prometió que jamás volvería a enamorarse de otro hombre. Había jugado sexualmente con él. Se quedó metido en un bucle de negatividad tal, que enfermó sentimental y físicamente. Por eso, cuando vio en aquel jovial hombre algo anexo, algo que sentía como una imbricación de ambos le entró miedo. Lo catalogó como “imposible”. Él era una hormiguita y el esplendor del jovial chico que había conocido era una muralla que le proporcionaba sombra. Un parapeto que necesitaba, más, el no rehuía de aquella especie de báculo sentimental que provocaba que fuera en ese terreno como un barco en la peor de las tempestades, a merced de los fenómenos atmosféricos, no tenía control sobre su embarcación. Para él, tener alguien a quien amar era como atracar en buen puerto hasta demostrarse, llegado al caso, que el puerto estaba en una villa hostil como le sucedió otrora. Era un reo del amor, pero aún más esclavo de su última experiencia que le había traumatizado tanto, que sentía miedo de adentrarse mar adentro. Andaba anclado en una cala pequeña en calma, no había puerto, no podía pisar tierra firme. Pero al llegar ese muro "gigante", quiso atravesar la tormenta que le sobrevenía para llegar hasta aquel atractivo puerto. Pero no estaba para riesgos, así que tomó el camino más largo, el de los cobardes para acercarse hasta él. Logró navegar en cabotaje hasta las cercanías de los dominios de aquel vivaz hombre.

Un día, utilizando como la experiencia le había enseñado, malas artes, logró conocerlo. Utilizó subterfugios reprobables en cualquier otra situación, más, el lo justificó por aquello del dolor que le habían provocado. Se decía, como una canción del cantautor Luis Ramiro “Me merezco un amor sin estrenar…caminar sonriendo entre la gente, basta de llorar y arreglar cuentas pendientes”. Él seguía lejos, muy lejos, a años luz de conquistar su amor. No tenía armas con las cuáles poder atracar en su puerto. Ése hombre vivaz era un sol, mientras él era un pequeño satélite que orbitaba sin rumbo fijo. Hasta donde supe, sólo fue algo platónico debido a la gran cobardía que se apoderó de él. Un día me contó aquel sueño. Soñó que estaban los dos en una misma mesa –cosa que no se había producido porque no habían adquirido tanta confianza-. Estaban con más personas pero me contó que había sentido en aquel sueño que sus miedos habían muerto. Él se acercó, lo recostó en aquel especie de sofá de aquel bar. Le besó en la espalda y le dio un abrazo. Él sabía que ese “gigante” era un ser cariñoso que esos actos eran normales, pero él vivió aquel sueño entre la realidad y la ficción. Me dijo que cuando se levantó aquel día se sintió enamorado perdidamente de él. Me contó que aquella mañana no sabía bien si estaba viviendo en la realidad o en la ficción.

Más, el sueño súbito acabó de forma intempestiva. Me lo comentó a modo de anécdota, pero infiero, dado lo sucedido con nuestra amistad posteriormente, que aquel sueño se hizo realidad hasta el último e insignificante detalle. Me contó que lo más raro del sueño es que dentro del mismo había tenido un sueño inserto en una pesadilla. Estaba en un coche con un hombre fallecido, tenía que atravesar con su automóvil un incendio. El hombre fallecido despertó de repente, y acto seguido él se quedaba dormido, inerte. Despertó aquella mañana como una hoja en blanco. Fue como quien se tira al mar, bucea lo más posible hasta el fondo y luego se deja llevar hasta llegar a la superficie. Lo más inexplicable de todo fue el sonido que dijo haber escuchado. Ese sonido de cuando no escuchas nada porque estás sumergido en el mar, hasta que poco a poco llegas a la superficie, abres los ojos y escuchas…. La beldad de una mañana en la que has tenido el sueño que has deseado tener desde que conociste al que creías, otra vez, que iba a ser el amor de tu vida. Y la hoja en blanco comenzaba de nuevo a reescribirse. 

Yerto


Nunca pensé que lo haría. Es cierto, no miento. Cuando era pequeño, adolescente, cuando era un joven adulto me decía que yo no valía para esas cosas. Sólo el pensarlo me daba repugnancia. Más, existe algo interior en todo ser humano, algo que nos hace desconocedores de toda norma, regla o principio establecido que nos hayan inculcado.

Ahora en frío lo pienso y hasta me puedo llegar a reír de lo absurdo que soy yo en particular y el hombre en general. Creemos que nos conocemos hasta que nos ponen entre la espada y la pared. ¿Cuántas veces habremos dicho eso de “me volví loco”? Pero en realidad nadie enloquece realmente hasta que el dolor llega a un punto que va más allá de tus entrañas, te subyuga el cerebro, te nubla la vista, la capacidad de tener el sentido común y sólo ves sangre y dolor físico. Es en ese momento cuando estás mentalmente enajenado, cuando no existe un ápice de cordura. A ese punto llegué yo.

¿Arrepentido? Creo que no, o si acaso esa palabra es extraña. No existe un sentido que se pueda adherir a esta sensación porque es algo tildado, adjetivado y creo que hay nociones de nosotros mismos que son absolutamente inexplicables con una palabra pese a que la ciencia, los literatos, los realistas, los buenos o los cartesianos quieran ponerle.

Si todo tiene un principio el mío sería: nací, crecí y en esto me convertí. Nada especial, todo mundano, común y corriente salvo un detalle: el conocimiento de mi mismo. Y en ti, ves a los demás, ves las diferencias y estableces entonces en qué has fallado para hallarte aquí. Tal vez por haber cometido y sentido tantas veces esta cosa me encuentre en esta libertad tan rea de mi realidad.

Fui incidioso, manipulé a varias personas. El camino no era recto, sabía que en algún momento todo se torcería pero no sabía cuándo ni de qué manera. Aquella tarde de verano en que ella me dijo aquellas duras palabras al sorprenderla in fraganti en su engaño hacia lo que había sido toda mi existencia vital lo concatenó todo. Más, no la culpo. En muchas ocasiones había pecado de haber sido un mastuerzo que no hacía más que provocarle infelicidad. Le mentí. Esa es la primera verdad de toda. Pero ella también lo hizo, lo confesó. No la valoré como merecía, pero ella jugó conmigo. Sentía amor, algo lujurioso, paroxial, llevado a la deidad. Sí, en mi caso el amor no caduca, muta y se reconvierte en cosas en las que aún me encuentro averiguando que son. Tengo toda una vida por delante, vida perpetua en esta libertad.

Cuando pierdes el sentido como decía al principio, nada tiene sentido y todo cobra un cariz inane…obvio por otra parte. El día siguiente de saber los hechos tanto de su palabra como a simple vista el mundo se tornó en un ambiente lóbrego y funesto. La caída de las ánimas al Hades fue como una advección sorpresiva. La había amenazado en el pasado, pero nunca le puse una mano encima, ni tan siquiera sabría que algún día pudiera ser capaz de hacerlo… pero lo hice.

Cuando rompió su promesa vehemente de amor, cuando sufrí su vil engaño todo el egotismo oculto se apoderó de mí. Esperé toda la noche, velando mi venganza ante su impasibilidad, la frialdad de unas ingratas, despiadadas, simples y vacuas “disculpas”. No me servían. Esa palabra no tenía sentido. Salí de aquella casa, como dije antes, sumido en un mundo entre tinieblas. ¿Cuánto tiempo pasó? No lo sé. Era de día y volví a casa. Ella estaba como siempre que llega el verano, completamente desnuda, andando por casa sin hacer demasiado. Ella me vio y me sonrió con compasión.

-Sabías que esto estaba acabado. Siento que te enteraras así –me dijo en tono de conmiseración-.

Vino hacia mí y me abrazó. Su cuerpo, como siempre desbordaba calor hasta que se oyó aquel ruido que nunca imaginé que se produciría. Cayó inerte al suelo. No la miré. Salí como había entrado, en estado robótico y sin saber exactamente qué o por qué había pasado aquello. Ahora sé que enloquecí. Más, se lo merecía. Rompió nuestro pacto sagrado, rompió lo más grande que tenía en mi vida y después de su engaño, después de aquella ruptura, sabía que no habría vida.

Pasaron un par de días. Yo estaba en mi antigua casa de soltero. Esperaba que de un momento a otro todo sucediera con rapidez. Entre tinieblas y en una espesa habitación que rezumaba calor, las gotas de sudar se mezclaban con los tragos del ron seco que veía tan lentamente que tuvo tiempo de coger personalidad propia.

Ni tan siquiera me sobresalté cuando llamaron amablemente a mi puerta. Y tampoco recuerdo demasiado después de que el hombre que había sido mi báculo durante más de 30 años apuñalara con saña tres veces mi pecho. Caí al suelo y no recuerdo nada hasta varios días después en el hospital.

¿Qué hay después de todo eso? Nada. La vida no es nada. Ahora escribo y no temo a nada. Nadie lloró por mí al estar aquí, más hay una cosa que sí lamento como es el no entender cómo es posible la ambivalencia de sentimientos de tristeza, tranquilidad y drama que siente mi cuerpo, la cordura y la enajenación sentimental. Esta zozobra, esta beligerancia interna que hace que cada día me despierte con los brazos atados y vea todas las paredes de color blanco. Esa es mi situación hasta cuando me muera con el punto y final de las últimas palabras que he podido escribir cuando he cometido el último delito de mi vida: robar un lápiz y un papel. Para plasmar estos insanos pensamientos en unos garabatos que no expresarán perdón ni condolencias, sino que sentenciarán mi conclusión. Haré exactamente lo mismo que hice en aquella mañana calurosa de agosto cuando sentí por última vez el cuerpo desnudo que durante más de quince años me amó. Después del amor, de la locura, de asesinar con alevosía varias vidas, ya no queda nada. Nadie me llorará como nadie me defendió cuando me trajeron a este frondoso valle blanco. Así que con estas palabras abstrusas e inconclusas acabo. En mí, el amor nunca muere. Por eso estoy tranquilo. Adiós.

Vicio de libros


Pues estoy de enhorabuena. Por muchas circunstancias pero esta vez quiero poner de relieve algo de lo que no suelo hablar: libros. Este post es porque hoy he recibido mi nueva adquisición. Es el décimo libro que compro este año. Actualmente me estoy leyendo tres y ahora comenzaré con este cuarto libro. Según el estado de ánimo y el tiempo del que disponga leo uno u otro. Pero lo que voy a hacer es una recopilación de los diez libros más uno que me regaló un profesor y que también quiero leer. Muchos de ellos los tengo gracias a la carrera de Geografía que han propiciado que me atraiga, otros son clásicos y otros simplemente son por “probar” o por capricho, pero comenzaré sin un orden definido:

1.- Walden, la vida en los bosques – Henry David Thoreau. Este libro fue una recomendación de un chico que a principios de año. Habla de la naturaleza, la vida en la misma sin lujos y con un pensamiento simple pero complejo. Es una delicia. Ha sido un amor, de hecho lo leo de a poco porque me da pena acabarlo. Subrayo sus ideas y las cosas que me llegan, que son muchísimas cosas. Cada vez que Thoreau describe un pensamiento me siento absolutamente identificado y te impulsa a querer emular su experiencia. Es uno de los que me estoy leyendo en estos momentos, lo cojo cuando estoy espiritualmente tranquilo y tengo uno de esos días místicos. Nunca se desfasa así que da igual dónde lo cojas porque el hilo no se rompe jamás.

2.- El África de Thomas Sankara – Carlo Batá. Ha sido uno de los grandes descubrimientos. Este ejemplar gira en torno a la figura del Thomas Sankara, ex presidente de Burkina Faso que fue asesinado por uno de sus mejores amigos y actual presidente de este Estado africano. Pero lejos de ser una biografía de Sankara es un libro de historia, geografía, demografía, política, medio ambiente, agricultura, cultura, etc, etc, etc del “País de los hombres dignos”, o lo que es lo mismo, Burkina Faso (etimológicamente el nombre significa eso). Estoy haciendo una auténtica radiografía de este libro aparcando cada cosa por temas para poder hacer un análisis e investigación exhaustiva con otros datos de otros libros. Me lo estoy leyendo y está siendo una gozada descubrir y poder tener una idea propia a partir de lo que cuenta Carlo Batá. Me lo descubrió alguien que está siendo importante en mi quehacer de mi blog geográfico, que me ha ayudado a “conocer” el mundo real y no el que los demás quieren aparentar.

3.- Manual del torturador español – Xabier Makazaga. Otra recomendación del colega que me ha querido abrir el mundo. Este libro censurado y complicado de conseguir habla la controversia de las torturas en España, que ha sido denunciada por Amnistía Internacional por la violación de los Derechos Humanos, sin embargo el Gobierno central tira balones fuera para desacreditar y defenderse de estas acusaciones. Es un libro reivindicativo y apto para mentes abiertas, coherentes y que sepan tener el punto crítico para conocer la verdadera realidad de este Estado y para saber qué es verdad y que no lo es. Cualquier persona no estaría capacitada para leer con “cordura” y sentido común este libro. Me siento un auténtico privilegiado por estar leyéndolo. Cuando tengo el día cruzado y reivindicativo, sólo me hace falta leer cinco páginas para cargarme las pilas y ver la realidad que los medios de comunicación no te cuentan. Todo un descubrimiento…el libro, porque ya era consciente de las torturas y las denuncias por torturas en España.

4.- Grandes controversias geológicas – Anthony Hallan. Mi última y feliz adquisición. Ya había leído algo en la biblioteca y por eso decidí comprármelo. Hace unos 7 meses intenté comprarlo y en ninguna liberaría de aquí se encontraba. Lo busqué en Internet y sólo estaba en Argentina por 100$, pero hace poco insistí y tras una larga búsqueda lo encontré de segunda mano en una librería de Granada por…¡¡¡5 euros!!! Me llegó hoy y está como nuevo. Comencé a leerme el prólogo y ya estoy que se me cae la baba. Es lo que se dice un libro de “frikis”, trata sobre las primeras teorías geológicas que no estaban basadas en los dogmas religiosos, habla de las teorías de la formación de la Tierra desde finales del siglo XVIII. Es un libro “divertido” al contar las disparatadas ideas de muchos “locos” que inventaban teorías sobre la formación de la Tierra. Me examiné de una temática parecida en enero de este año de una asignatura de mi carrera, de ahí que este libro, como ya he dicho “único”, sea un privilegio tenerlo en mi estantería y ahora mismo, el cuarto libro que me estoy leyendo junto con los tres anteriores porque no quiero perderme en recordar las disparatadas teorías de los geólogos de hace 200 años. En la biblioteca sólo había un ejemplar y absolutamente nadie tenía este libro, de ahí la “suerte” de haberlo conseguido por un precio tan asequible.

5.- Cinco años de estancia en las Islas Canarias – René Vernau. Otro libro que descubrí gracias a la carrera. El año pasado un profesor nos describió algunos pasajes de este libro. Lo saqué de la biblioteca y después de leer varias anécdotas que contaba este francés durante sus peripecias por Canarias a principios del siglo XX decidí comprármelo porque creo que es básico para conocer cómo era Canarias vista desde fuera y las descripciones que hizo Verneau. Fue criticado por el trato de favor que hizo en sus descripciones hacia la provincia vecina. He leído algunos pasajes e historias como cuando llegó a Buenavista y comenzó a hablar con el alcalde de la villa que era un “analfabeto” que se jactaba de tirar lo más lejos posible sus esputos. No he comenzado oficialmente a leérmelo, pero no es por falta de ganas y es uno de los prioritarios.

6.- Los volcanes y la caldera del Parque Nacional del Teide – Vicente Araña. Aunque no me lo he leído de cabo a rabo, sí que he leído mucho sobre él. Está descatalogado y ha sido otro de esos libros que ha sido complicado de conseguir debido a que es un ejemplar único. Las descripciones que hace del PN del Teide son únicas y aunque en algunas cosas está desfasado, para quien le guste la geología, el volcanismo y la geografía creo que uno de los básicos. Fue un descubrimiento propio en una de mis mil horas metido en la biblioteca y cuando me hice con él sentí que había conseguido un tesoro único. Lo tengo como la segunda tanda para leerlo detenidamente y no sólo un pasaje.


7.- El origen de las especies – Charles Darwin. ¿Hace falta decir algo de este libro? Para un apasionado de las ciencias como yo, sin este libro creo que no podría decir que he estado en la Universidad. Lo tengo pendiente para leerlo, es, junto a “Cosmos” de Humboldt, uno de las joyas de mi corona particular, sólo que aún no he podido hacer con “Cosmos” por un módico precio. Comencé a leerlo pero debido a su densidad, creo que entrará a la tercera tanda para leerlo en exclusiva y dedicarle absolutamente todo mi tiempo a Darwin y conocer de primera mano todas sus teorías, y, dicho sea de paso, conocer más de fondo los inicios de las Grandes controversias geológicas y sus autores que Darwin conocía en un momento, el siglo XVIII, clave en la ciencia. Me enorgullezco de tener este libro y de poder estar ávido para pode leerlo porque de hecho, anhelo poder acabar con los demás para analizar pormenorizadamente el origen de las especies palabra por palabra.

8.- Geopolítica – Yves Lacoste. Una de mis últimas adquisiciones. Un libro totalmente geográfico llevado a la política gracias al geógrafo radical-marxista Yves Lacoste, aunque está un poco desfasado pese a tener a lo sumo tres años, es un libro clave para entender las estrategias geopolíticas actuales en el mundo que está en continuo movimiento. No me costará en absoluto leerlo, de hecho creo que es fácil de leer. Es uno de esos libros necesarios para entender lo que está pasando sin tener que leer un periódico y sin engaños de la prensa mediática, puesto que en Yves Lacoste podemos confiar, ya que no ha tenido pelos en la lengua para hablar de Geopolítica y lo demostró en una obra polémica –que me gustaría tener algún día- titulada “La Geografía, un arma para la guerra-, libro polémico que le valió su enemistad con su colega Pierre George por sus postulados.

9.- Historia de un arroyo – Eliseé Reclús. Sin duda para mí el mejor geógrafo de todos los tiempos. Reclús es más que geógrafo, es poeta, es algo conspicuo. Este libro es una novela que me compré este año, aunque en honor a la verdad creo que hubiera querido hacerme con otros dos libros de él que me hubieran satisfecho mucho más, pero quiero leer este libro para gozar con su literatura y la capacidad de un anarquista para escribir litúrgicamente imbricando la novela con la geografía de manera tan íntima que es como si ambos se hicieran el amor. Esta novela será una de las últimas que me leeré este año.



10.- Persuación – Jane Austen. Es un capricho, lo reconozco.  No sé de qué va. Es una novela. En una de mis películas favoritas, “La casa del lago”, uno de los puntos en común entre ambos es este libro el cual a ella se le pierde en una estación de tren y él lo va a buscar y la ve. Como soy un romántico y no me pierdo de apuntar recomendaciones musicales y/o literarias, este año me di el capricho de comprar esta novela. No sé si me gustará pero la novela es un género que me atrae mucho, de ahí que no escatime esfuerzos y ganas en darle una oportunidad.




11.- Los métodos de la Geografía – Pierre George (Bonus track). Fue un regalo de un profesor allá por el mes de febrero. Pierre George, otro geógrafo radical-marxista que como dije antes se enemistó con su colega Yves Lacoste. Dicen que es un clásico, y realmente lo es porque es realmente vetusto. Lo tengo para leerlo, a ser posible, este año.






Aunque haya nombrado estos once libros, me queda una amplia colección por acabar. Por ejemplo, no he acabado de leerme “África llora” de Vázquez Figueroa, el cual me compré el pasado año, una novela geográfica exquisita ambientada en Etiopía. “Gora” del indio Rabindranah Tagore, una novela vieja, un libro que fue un regalo conseguido en un mercadillo, probablemente el libro más viejo que tengo en mi biblioteca. Aún recuerdo el argumento y he de acabarlo… si tengo rigor y fuerza de voluntad. “After Dark” otra novela pero esta vez de Harumi Murakami, otro regalo que no he comenzado a leer pero que quiero leer algún día. Y por último “La doctrina del shock” de Naomi Klein que tampoco he comenzado y que creo que es necesario leer para conocer el mundo actual pese a tener ya sus años.

No soy un gran lector pero sé lo que quiero tener y sé que cuando cojo un libro, pongo, como con la música, la geografía, las mujeres o la vida, toda la pasión del mundo. Hoy ha llegado el último de este año, pero seguirán llegando por la colección de libros que quiero tener la tengo bien apuntada… Para empezar “Topofilia” de Yi Fu Tuan, “La sinrazón masculina” de Víctor J. Seidler, “Cosmos” de Humboldt y “El espíritu de la naturaleza” de Ralph Waldo Emerson son mis prioridades para 2012.