Verano VI


En este lugar se le da una importancia capital a dos cuestiones: el trabajo y las parejas. Si estudias o si pasas tiempo libre como es mi caso, dedicado a la lectura u observación de todo, enseguida pasas a ser un vago, una concepción muy antigua, ya que hace un siglo sólo se vivía para trabajar porque de ello dependía el sustento en forma de alimento. Así pues, yo soy para mis vecinos un vago por excelencia, y no porque no me haya dedicado a esta casa que se está cayendo, sino por mi objetivo aquí. La otra cuestión son los sentimientos, también cartesianos. Llegados a la edad en la que estoy, soy la comidilla de todos por no tener pareja. Cuestión, por otra parte, baladí, es decir, el hecho de criticar eso mismo, puesto que a mí no me parece motivo justificativo de crítica, sino más bien de decisión personal al preferir estar sólo que con cualquier compañía que no me llenase.

En este lugar he visto a una mujer que cumpliría algunas de las expectativas que pido para una mujer, pero como suele ser habitual en mi suerte, ésta se encuentra emparejada con otro hombre, lo cual, unido a mi torpeza para entablar contacto vocal con las féminas la convierte en imposible. Aunque de vez en cuando bromeo con la posibilidad de conocer a una mujer, lo cierto y la verdad es que no ando buscando nada, sólo observo la belleza y los detalles de cada mujer: su sonrisa, su pelo, sus pechos, su habla, sus expresiones, su lenguaje corporal, la vestimenta, la mirada. Escruto todo lo posible con curiosidad pero sin que nada me llene ni para que nadie aporte nada. Es simple esmero en el género femenino que tanto me atrae. 

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