El amor


No puedo ocultar que el amor es mi tema favorito para escribir. Hace un tiempo vi una película llamada “El coleccionista” del año 1965. Trata de un hombre enamorado de una mujer que lo niega. Él la rapta y la mantiene prisionera, pero la respeta, la trata muy bien. Sin embargo ella, como es lógico y normal, se resiste a estar prisionera en aquella casa que él mismo compró para estar junto a ella. Ese “amor”, si se pudiera llamar así, creo poder entenderlo. Él nunca se aprovechó de ella, nunca abusó, siempre fue claro y conciso con ella pese a lo enfermo de su locura. Ella no confía en él, cree que está loco por retenerla. Su amor es de lo más básico. Él es un hombre simple, ella una dama inteligente y con carácter. Él sólo quiere tenerla como dice “para mirarte todos los días”. Un amor platónico, como tener una obra de arte colgada en su pared. Ella se da cuenta de que es prisionera de él y él sufre al verla sufrir a ella, aunque es pasivo y tranquilo en realidad oculta una exacerbada inseguridad por si mismo. Es un hombre incapaz de mostrar una emoción más que la frialdad. Incluso cuando ella intenta utilizar sus “armas de mujer” el la rechaza porque sólo quiere que ella lo ame tal y como es él, sin mentiras ni triquiñuelas. Pero ella no muestra ni un ápice de emoción hacia él más que rabia. El se siente frustrado por ello pero lo oculta bajo una pasiva-agresividad de amor que llega a ser fútil. Es un amor imposible, enfermizo. Es una película triste. Un amor básico, instintivo, tan emocional como irracional. Imaginemos que todos los que nos enamoramos con buenas intenciones hacemos lo mismo. Faltaríamos a la libertad de las otras personas, a la concepción de un amor libre, no posesivo. De su argumento infiero que la amaba en tanto en cuanto nunca le falto el respeto a su dignidad, la cuidó aunque la tuviera atada. En su contra sólo puedo argüir que ese amor nunca podría ser posible a mi juicio. Él estaba enfermo de sí mismo. Sentía un amor enajenado. Puede que en su fondo sea romántico, idealista, tan básico como cualquiera de los quehaceres, pero es algo que entiendo. Es algo tan pueril en un hombre, que hasta pudiera ser aceptable si ello no conllevara tristeza, oscuridad y una muerte tanto física, psicológica como sentimental, ya que rara vez una cuestión baladí como esta pudiera llegar a buen término. 

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