Pasó un ángel


Hay una canción muy gráfica que se titula “No me fío”. Es esa la situación general en la que desde hace tiempo me encontraba-encuentro (depende de el tiempo en el que hable) que es la de no fiarme de las mujeres. De tener el corazón cerrado, acorazado, cercado por las ruinas en las que se ha convertido. Demasiadas desventuras, demasiadas cosas para un corazón débil que ha tenido que fortalecerse y hacerse rudo, bajar las dosis de endeblez y acabar siendo silvestre y callejero. Voy a hablar de dos cosas, una incalificable, indefinida y otra es una canción.

Lo incalificable o indefinido es algo que puse hace tiempo en mi Facebook, algo así como “En mi diccionario hay muchas definiciones que sobran, pero hay canciones que nunca faltan en momentos oportunos". Hay situaciones en las que uno puede ser efímeramente feliz. Al decir efímero me puedo referir a un período de tiempo de días, horas, incluso semanas. Esa felicidad es algo banal, porque en realidad no es felicidad, es una sensación de tranquilidad, una sensación inefable. Estás a gusto comiéndote tu fruta favorita, con las cosas más básicas y mundanas, eres capaz de dibujar el viento, capaz de ver la esencia de algo tan frío e inerte como es el metal. Sé que todos alguna vez se han sentido así. Pero yo cuando me sentí así creo que estaba en una nube a la que me quería subir. Era necesario subir. Recuerdo que iba en un coche de copiloto, estaba la radio, y sonó la canción “Angels” de Robbie Williams. No es cualquier canción para mí, si tuviera que decir el por qué es importante tendría que contar una larga, larguísima historia que no ha lugar en este momento. Pero me recuerda a gratos, a inmejorables momentos, canción que no escucho sino cuando estoy predispuesto para sentir cosas que no tiene definición. Sí, ya sé lo que pensará alguno. ¿Amor? Y cito textualmente algo que escribí en mi blog musical y que pueden leer en este enlace y que decía en una parte lo siguiente:”¿Por qué poner nombres a cosas que van más allá de los parámetros antrópicos que estas mismas palabras pretenden adjetivar algo que sólo se siente al observar una estrella? Es morir en el fondo de todo y despertar en algún sitio nuevo. Es inefable tener tanto como para no poder explicarlo. No, no es amor, es haber encontrado algo tan abrumador que sobrepasa todo lo común, lo corriente, lo bano, supera lo descriptible, supera muchas cosas. Esa noche en la que tengo más de lo normal la creé yo, la creaste tú, los dos”. ¿Una mujer? ¿Por qué? No me fío de ellas, ni de sus palabras, de sus contradicciones, de nada que no sea una serie de actos de devuelvan lo que he dado a espuertas. Vacío de confianza, impera esa ley por más criticable que sea.

No miento, sentí esas sensaciones durante una semana en la que volví a ver a mi gente de teatro, en la que volví a respirar el aire universitario, en la que me volví a sentir útil, en la que el tiempo por fin cobraba sentido, cuando podía elegir si ir al teatro, a un concierto, a fumar un puro tomándome un Legendario, cuando después de muchos meses volví a escribir una crónica periodística, cuando alguien me llamó para hacer una caminata por el monte improvisada o para tomar una copa, cuando volví a sentir calma familiar. Entonces algo estaba pasando. Algo que ni tan siquiera en aquel momento pude entenderlo, como casi nada he logrado entender de este año, obviando a base de duermevelas para que el tiempo pasase y me diese respuestas.

Se hizo el silencio, pasó un Ángel.

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