Verano III


Mi vecina ayuda a capear el sentido de soledad, logrando que la lucha enconada por caer en el pozo o en el cielo de la soledad que tan enquistada está en mí. Más he logrado algo importante: vivir con poco. No me hace falta mucha comida, no me hace falta casi nada. Tengo el portátil que lo utilizo sólo para escuchar música y ver alguna película, lo más valioso es, sin duda, mi libreta apaisada, los bolígrafos, el mapa y los libros. Creo, sin lugar a dudas que se trata de los principales valores que tengo aquí, sin soslayar, obviamente el valor total que provoca la música, sin la que no podría estar aquí.

Esta casa se está cayendo. Cada día hay una nueva grieta. Las arañas, lagartos y otros animales que nunca había visto me sorprenden. Frente a mí ahora mismo hay una farola, la única que alumbra en varias decenas de metros a la redonda. Gracias a la escasez de luz es fácil observar las estrellas de noche.

He logrado desprenderme de las horas. Ese ha sido sin lugar a dudas de los mejores regalos. Salvo para algunas cosas puntuales, de normal mi día lo marca mi cuerpo y las ganas que tenga de hacer algo o no. Como he venido a relajarme es raro que se me vea salir de mis dominios. Empero, si hay algo que he conseguido es el haberme relajado totalmente. Creo que se debe a que he hablado muy poco con las personas, ergo, las personas fomentan mi nerviosismo, ergo, sí, soy misántropo. Esa misantropía se une a la latente bipolaridad que aquí, desde luego se atenúa, se modera y logra ser más humilde. 

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