Verano VIII (y última)


¿Podría vivir aquí largo tiempo? Esto es tan pequeño, es tan contrario a lo que soy yo desde el punto de vista social, de las relaciones con los demás, que no me extraña que muchos caigan en la desesperación. Aún no he tenido una conversación digna con nadie. Tampoco la he buscado porque basta sólo con decir alguna palabra “pedante” o “culta” que suelo utilizar para que me tachen. No, no me preocupa en absoluto lo que digan de mí. Por ese aspecto estaría muy tranquilo, pero la desesperación por no poder enriquecerme de otras personas haría que mi soledad adquiriera una nueva forma que igual sería digna de estudio por mi parte.

Recuerdo que mi abuelo paterno, al morirse mi abuela se encerró en su casa y se dejó ir hasta que la muerte llamó a su puerta. Vivió en una soledad despiadada. En esa circunstancia me encuentro en este momento, con una persona que me admira por lo hecho y no hecho, por lo hablado, escrito y escuchado, una sola persona que atisba a entenderme. Una sola una persona está aquí conmigo: yo. Y siempre he considerado esa compañía la mejor, pues ese “yo” está lleno de infinitos universos que conforman y estructuran la Galaxia que he creado para poder vivir momentos como estos.

Comenzó una semana en la que acabé una parte de mis obras. Asistí a unas charlas interesantísimas en las que fui el único que estuvo presente. Quiero decir que no fue, ni mucho menos, un éxito de convocatoria. Paralelo a ello esa semana me quedé sin gas para poder cocinar los alimentos. Estuve tres días viviendo al mínimo: agua y los pocos enlatados que había. Ni me preocupé. Es así, lo juro. Mientras buscaba la mejor solución adaptaba mi cuerpo a las circunstancias. No fue un problema, sólo una anécdota como muchas otras en las que me veo involucrado. 

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