Verano II


Aunque suene triste, he reflexionado sobre lo hecho en mi vida. Aquí todo queda minimizado. Queda todo como si no fuera nada. Lo que importa aquí son otras cosas. Sientes lo poco que puedes aportar porque no has estado realmente en la naturaleza. El sonido de las ranas de noche, musicando con los grillos bajo la contumaz luz de las estrellas. Esto último ha sido excelso. Definitivamente no hay lugar en el que haya estado donde la bóveda celeste se vea mejor que aquí. Ha sido enriquecedor volver a ver todas esas estrellas y sentirte menos que una hormiga. Pasarte un tiempo indefinido mirando cada una de esas féminas luminosas.

Aquí la naturaleza importa más que el ser humano. Cosas como la pulcritud, el orden o la monotonía no ha lugar. Cada día es diferente si quieres lograr sobrellevar la eterna soledad de este lugar donde nadie da cuartel. Hay un clima negativo de lucha contra los elementos, un concepto darviniano entre los propios seres humanos. A veces me los he imaginado blandiendo sus hachas de noche a la espera de asesinar al que pase para que sus vidas cobren el sentido que la misma naturaleza le quita al hombre. Por eso la nada que es, aquí cobra un sentido más prosaico.

Sí, he creído que lo que haces en la vida es lo único relevante porque después de la muerte, no hay nada más, no existe la reencarnación ni eternidad, ni Dios, aquí lo único que puede valerte es el proselitismo de tu capacidad para que la vacuidad no te desmorone y acabes fruto de las drogas, alcohol o depresión. En mi caso este lugar me ayuda a aislarme, que mis sentidos se sientan totalmente desolados. 

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