Huída a Cartagena
Fue una noche alicantina. Yo estaba en un cumpleaños por puro
compromiso. Sí, lo sé, puedo llegar a ser hipócrita pero venga, por favor,
¿quién no lo es aunque sea un poquito? Ellos sabían que yo estaba allí por
compromiso así que tampoco fui tan falso. Estaba nervioso y en un momento
determinado algo sucedió. Sentí que el mundo se venía abajo, que esas paredes
me asfixiaban como un sarcófago herméticamente cerrado y, descompuesto, me fui.
Comencé entonces a andar y andar durante horas por la fría y húmeda noche
alicantina, por entre un desierto de hoteles, cemento, hormigón y asfalto.
Caminé unas horas pero dado el trasfondo, creo que esa caminata nocturna en
verdad fue el punto y final a quince años de pasos andados (…) Detestaba
aquello, detestaba aquel paisaje urbano, detestaba sentirme así pero sobre todo
detestaba seguir caminando por las calles de aquella ciudad. Hacía más de siete
meses que no pisaba el monte, o un ambiente bucólico donde poder descargar
todas mis emociones. No voy a ocultar que me fui del cumpleaños por una noticia
que tenía que ver con una persona, pero además desde mucho antes quería salir
de aquel rascacielos que más parecía que se iba hundiendo muy lentamente hacia
el centro de la Tierra.
Muy tarde llegué a casa y para entonces supe perfectamente que ya no
podía estar en Alicante. Al día siguiente quise escapar de la ciudad pero hubo
algo que me detuvo: mi amigo de Cartagena. Yo, que soy un tío de palabra, le
había prometido a mi amigo que ese fin de semana estaría con él en Cartagena para
marcarnos una sesión de karaoke inolvidable. El sábado por la tarde me vino a
buscar a Alicante y en ese momento ya sabía el que iba a ser mi destino a
priori. Sólo sabía que después de Cartagena, me marcharía a Pamplona. Más
adelante explicaré el cómo y sobre todo el por qué. En el trayecto de ida hacia
la ciudad murciana hablé largo y tendido con mi amigo y su novia, explicándole
cuestiones personales, sentimentales, pero sobre todo algo que me estaba
removiendo y que llevo tiempo pensando: mi lugar en el mundo. La amiga más
bella que jamás y nunca he visto, que está en Tenerife, tiene una frase: “déjalo
fluir”. Y bueno, yo dejo fluir bastante, y transijo mucho, pero a veces ese
pensamiento un tanto bohemio, hippie o muy de ella (para no ponerle clichés),
no sirve para saber qué es lo que quieres en la vida. Hace unos pocos post
expliqué mis planes de futuro cercano. Lo que nadie sabe es que algo sucedió
hace poco que hizo que esos caminos quisieran ser aplazados. Y es que el
destino es muy cabrón, te pone cuestiones delante para ver de qué pasta estás
hecho, para saber si tus planes son tan consistentes como para aguantar
cualquier vicisitud. Esto también lo definiré más adelante. En fin, que me
volví a poner en plan pusilánime con mi amigo, algo que detesto y que me
recrimino a mí mismo.
.jpg)
En este punto tengo que hacer un necesario vacío o hueco en la
historia debido a que lo que sucedió más tarde sólo será revelado a personas
concretas y jamás en un lugar público (blog, facebook, twitter, etc…). Fue algo
que probablemente me marcará para lo que me reste de vida (…) Después de
aquello mi amigo me llevó a su casa porque en un par de horas cogería una
guagua con destino Pamplona. A las seis y media de la mañana, y con casi 24
horas sin dormir, partía de Cartagena a un destino que, pese a ser elegido,
tenía mucho de improvisación. Pero, ¿Por qué Pamplona? (continuará…)
No hay comentarios:
Publicar un comentario