Tenía claro desde hace unos días que iba a publicar una especie de “serial”
con lo que ha pasado estos días. Sin embargo, hoy debatí la posibilidad de no
hacerlo. Como creo que es bueno que no cambie pese a lo bueno o malo que pasen
cuando alguien llega o se va, he decidido finalmente comenzar este largo serial
que estoy seguro que será todo lo aburrido, divagante y tedioso que sólo yo soy
capaz de hacer.
Comenzó en Alicante
¿Por dónde comenzar esta historia sin historia? Todo lo que voy a
relatar en las próximas páginas (y entregas porque no lo voy a soltar todo en
una sola entrada), será absolutamente cierto, los hechos, algunos pensamientos
y sentimientos. Las cosas similares a las que voy a contar han tenido sobre
todo mucho de improvisación y mucho de lo que yo considero base: humildad y
austeridad. No hace falta mucho más para encontrar la clave de todo esto:
respuestas. ¿Es la historia de un viaje? Yo creo que no. A lo largo de mi vida,
alguna persona ha sabido darle la vuelta a lo que hago, convirtiéndolo en algo
malo o reprobable en vez de verlo como una maravillosa valentía y respeto por
mi mismo. Y entiendo que a esta persona le cueste verlo, pero a estas alturas
ya ni me molesto en darle explicaciones, de hecho, es la única persona que
tengo bloqueada en mi facebook y eso es lo más justo que puedo hacer habida
cuenta de que su crítica es destructiva sin más. Cuestiones estas que no tienen
nada que ver con el asunto que me ocupa. Poéticamente esto bien podría ser una
historia de Ernest Hemingway, con quien me une ciertos hechos vinculados a su
vida o al menos de lo que creo que conozco de él. Y no, no me refiero a la
barba, creo que nos parezcamos en alguna pequeña cosa más.
Esto lo podría dividir en dos
caminos, el uno, una historia que depende de otras personas, el otro, una
historia que depende únicamente exclusivamente de mí. Me explico, el inicio de
esto no fue ideado por nadie externo a mí quien me dijera: “venga, vamos”. Sin
embargo, subyace en el fondo alguien, o para ser más exactos, dos personas. Yo
creo que a diario nosotros nos ponemos todas las cortapisas para no disfrutar de
nosotros mismos. Hace un tiempo hablaba con alguien que vivía muy cerca del mar
y me decía, para mi sorpresa, que echaba de menos el mar, y resulta que lo
tenía a no más de 20 kilómetros. Yo creo
que si algo lo tienes cerca y lo puedes disfrutar, no tienes que esperar a
otros momentos, creo que cualquier situación, la más banal y cotidiana es
perfecta para ponerle su lacito, su guinda al pastel. Hace tiempo me dijeron
algo que me marcó: “Hay que trabajar para vivir, no vivir para trabajar”. Yo
crecí con la idea de que había que vivir para trabajar y sin eso, era imposible
vivir porque, “tanto tienes, tanto vales”. Fue ya avanzada mi edad cuando
descubrí cuan falacia son esas palabras y que puedes no tener ni un euro y
valer más que todo el tesoro del Fondo Monetario Internacional. Que no hace
falta tener grandes cantidades de dinero para irte a una montaña, a la playa, a
dar una vuelta en el coche, a un concierto (incluso hacerlo en tu casa). Es tan
sencillo hacernos sentirnos bien a nosotros mismos! Cómo recuerdo aquellos
momentos en los que, sin venir a cuento, de noche, ponía en mi casa unas pocas
velas, en el equipo de sonido una sutil pero intensa melodía y me ponía a leer,
o escribir, o a tomarme un baño, o simplemente a pensar y soñar en cosas. Y después
de eso, al día siguiente sentía que tenía un secreto porque veía a todos
estresados. Pero claro, al final siempre caemos y yo también lo hago y no somos
capaces de aprender las lecciones y seguimos trabajando, y trabajando y nos
olvidamos de vivir hasta que pasa algo, normalmente asociado a una enfermedad.
Esto provoca que queramos vivir de golpe en muy poco tiempo, y no, así tampoco
se puede. Y bueno, cualquiera puede acusarme de ser demagogo, pues yo soy el
primero que busco cualquier excusa para no vivir, aunque esa parte es algo que
solapo con la secreta procrastinación que, si bien no soluciona nada, es una
forma de poner parches a momentos de vivencias como el que estoy a punto de
relatar.Esta historia podría comenzar con
un solo de guitarra eléctrica tipo “La vereda de la puerta de atrás de
Extremoduro”, o con un punteo tipo “Comfortably Numb” de Pink Floyd, o con
cualquier pieza de piano de Chopin. Eso nos ayuda a remover cosas, al menos en
mi caso. Pero claro, siempre ha de haber un desencadenante. Y ahora, ya os digo
que esta historia comenzó en Alicante… (continuará)
No hay comentarios:
Publicar un comentario