Esta noche se ha producido un big-bang en mi mundo. Una entropía digna
de la creación de toda una galaxia. Esto de la vida de los hechos es curioso,
pero lo es mucho más la vida de las palabras vividas. Porque una serie de
palabras hace diez años tenían un significado que, muchos hechos más tarde, ya
no la tiene…o sí. Porque la vida es cíclica y las cosas se pueden ir
repitiendo, o puede que no. Sí, lo sé, esto de estar diciendo que si y que no,
aclara más bien poco. El caso es que ahora mismo no me siento más poderoso que
hace quizás dos horas. No me siento más hombre, no siento ni tan siquiera que
este domingo haya sido vivido con tantos hechos insólitos. Siento que las
palabras han cobrado vida y se mueven por toda la habitación. Esto que voy a
contar aquí, es, por supuesto, máximo secreto, pero creo que ya va siendo hora
que diga sin decir que ella, la palabra, es la madre de todas las beldades. Sí
porque ella, esa palabra, se llama loca, se llama inocencia, se llama música,
se llama rubia, se llama soñadora y se llama carácter, se llama felicidad y
sonrisa, se llama huidiza y enamoradiza, se llama opaca y sensible, esa palabra
muta y traspasa el papel, lo rompe y comienza a crecer hasta convertirse en
mujer y aterrizar directamente a mi lado en mi cama. Esas palabras fueron tan
efímeras como un polvo pasajero, como un suspiro... Pero, ¿qué digo? Miento
vilmente, esas palabras aún retumban en mi habitación y ella aparece dando
guerra, desnuda y pidiéndome, indefensa, que la abrace. Y yo me siento tan
hombre como para protegerla y decirla: tranquila, nena, no pasará nada. La vida
pública de las palabras se concatena con los hechos, creando simbióticamente un
híbrido fantasmagórico que se oculta y se marcha. Ella ya no está en mi cama.
Volátil cuan diente de león, marchó a volar. Ya con aire humano, ella hace su
vida y, mientras, yo vivo de sus palabras, me quedo con su esencia, con todo el
calor que supuso el “Te quiero”
irracional. Los demás disfrutarán su presencia pero yo he captado su esencia y
ante eso, el resto da igual. He sido feliz de formas que quizás la mayoría
desprecien.
Tal vez sea por su imagen, su físico y nuestra química. Tal vez por
sus ojos claros o su mirada intensa pero estaría mintiendo. Lo que me vuelve
loco es el hoy vestido de mañana con ella, que toda la vida a su lado,
con su sonrisa y sus labios, duren apenas unos minutos. Pese a que
nuestra distancia y la velocidad del miedo estén a la altura de la frialdad de
sus pies, sueño con ella a todas horas. Y sueño a la orilla del mar,
solos en la playa, al fondo, un chiringuito y delante de nosotros una
noche…miles de noche, en las que yo la llevo a la locura.
Cada sesenta minutos cambio de parecer. Esta vida es dura, ya
cuando dejas de lado la década de los 20 y entras en los 30, lo ves y lo notas
aún más complicado. Que uno desea simplificarlo y todo, absolutamente todo, se
complica. Que igual ella no te quiere, que igual yo, no la deseo, que puede que
esto nos haga estallar y medimos que la zozobra no rompa el barco. Pero que
alguien, por favor que alguien me diga que ante una situación así, fuera capaz de
mantener la cabeza tan fría como la estamos manteniendo nosotros. Dando los
pasos adecuados, con la certeza de que hay dudas que han de ser resuelta y que,
si queremos los dos, convergeremos formando una gran Zona de Convergencia Intersentimental
en el mismo centro del universo en el que cada día nos envolvemos.
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