Cantaba Rulo y su Contrabanda que
“Por verte sonreír, he vuelo yo a perder”. Imagina que te has prohibido el sol
debido a lo sumamente dañino que es para ti. Incluso te ha dado cierta
fotofobia. Hace años que no sales por ese gran dolor causado. Tienes las
persianas cerradas a cal y canto y sólo conoces los colores de la noche. Sin
embargo… un día algo cambia. Igual son las gafas de sol. Puede que las
radiaciones quemen menos de lo normal. El caso es que con el tiempo te vas
descuidando. De repente te encuentras en una playa a pleno día. ¡¡Horror!!
Pero esta vez es diferente. El
sol no quema –aparentemente-. La luz no te provoca nada en los ojos, no hay
dolor de cabeza. De esa forma es como vuelves a hacerte amigo de la luz y del día,
teniendo como compañero el sol. Pero la exposición puede ser harta y al
descuidarte un día acabas demasiado expuesto y al final acabas quemado. El
dolor es terrible. Piensas: me he pasado. Y vuelves de nuevo a refugiarte en la
noche, en tu casa.
Algo así es lo que me pasa ahora
mismo. He vuelto a exponerme. Y probablemente vuelva a doler… es posible que
esto se convierta ya en un cáncer pero, ¿acaso no estaríamos bien si pudiéramos
arriesgar lo que sea por….Por verte sonreír? Yo creo que sí, que bien valdría…
¿O no?
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