Un horror de día. Después del
simulacro de ayer llegó el día de hoy. Centrado al máximo, desperté con las
ideas claras. La jornada estudiantil surtió efecto. Me dio tanta fuerza que me
vino a la cabeza ‘Simple the best’ de Tina Turner. Pero el día comenzó a
torcerse. En clase volvieron a castrar mi oratoria. Cercenada una de mis
principales virtudes, me afearon varia veces la conducta retrotrayéndome de
nuevo a la pubertad. Es cierto, lo que más amas es lo que te hace sufrir. Me
sentí de nuevo ultrajado, ajado y todas esas bonitas palabras que te describen
pusilánimemente. No mejoró después. Mi gran amigo, llamémoslo “teach”, me preguntó
qué tal y ya fui claro: overbooking. El punto más bajo llegó a la tarde. Mi
cabeza, hastiada ya, cerrada y casi rota para el raciocinio, no soportó los
desplantes sucesivos de las personas que actúan como báculo. Desafortunados
detalles que me dejaron con sensaciones familiarmente frustrantes. De nuevo me
volví a exponer para ser aprovechado, objeto de miradas acusadoras. De nuevo
fui vendido. ¿Te sientes mal? Preguntará alguien. Pues menos. Cuando te expones
sabes de estos reveses. Mientras más alto subas, más dura será la caída. He caído
tanto, tengo tantas cicatrices que sabía perfectamente en qué bosque me metía. Me
era familiar. Cosa de la edad, que diría alguien.
Mi cabeza está un poco “stand by”.
La presión por el decisivo examen del 25 de abril me hace fuerte pero débil. Débil
porque las circunstancias externas me atacan con fiereza fruto de un paseo
lejos de mis habituales mañas. Y ocurre que te defraudan pero cuestiones
sentimentales aparte jugártela siendo tú el rival más débil es duro. Mi cabeza
dice: ahora o nunca. Pero un día seguro que escuchó el Universo: “entregaría mi
Licenciatura por tener un futuro sentimental con otra mujer”. ¿Es posible que
esté ocurriendo eso? Para un goloso como yo, ahora aparecen muchos dulces
apetitosos. Muchos, la mayoría, meras marionetas del destino para hacer girar
la ruleta. Veo lo que sucede. Tal y como dijo amigo “armonicista”: “en tu pasión
por tu carrera subyace tan sólo un soslayo por el fuerte trauma sufrido por tu última
experiencia amorosa”. Siendo esto cierto habría engañado a todos, a mi mismo,
me habría creído mi propia mentira necesariamente para resistir. Ese escudo está
ahí. Si a ello se le añade el éxito académico actuante como opio, la respuesta,
aunque me lo niegue cien veces es que sí, daría mi venerada e idolatrada carrera
por un triunfo del corazón. Y es que los asuntos del corazón han sido siempre
los más importantes. Pero he creído y sigo creyendo en esta aparente dulce
mentira hasta que sacuda un terremoto que provoque mi fracaso académico. Más,
si ello se produjera, y además todos esos dulces fuesen falsos, no sólo habré
fracasado por partida doble…estaré muy jodido. Me retrotraeré a tres años y
medio atrás y este tiempo habrá sido un ejercicio de futilidad, de vacuidad. Esa
es la verdad que subyace. He entregado mi vida a mi carrera porque nadie quiso
sostener y compartir el peso de mi corazón.
Por todo lo anterior, expresado
lo más sucintamente, ahora estoy en el limbo. Cuando dentro de mes y medio
salgan todos los resultados –el sentimental saldrá mucho antes, hipotéticamente-
sabré si estoy en el cielo, en el infierno, en tierra llana o todo lo
contrario. Este fin de año –para mí el año acaba en julio- está siendo muy
movido. Y no sé si aguantaré la presión que tanto yo, como el resto, ejercen
sobre mí. Y por todo lo explicado estoy nervioso y mis ánimos son más que una
montaña rusa, son vaivenes continuos, tiras y aflojas que sé cómo me dejarán. La
suerte –si existiese- estaría ya echada. Esta noche estoy muy dolido tras lo sucedido
con los detalles de mis báculos.
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