Ella le dijo un “no” rotundo. No sólo eso, se enteró de que
sus sentimientos iban por otros caminos, estaban pendientes de otro hombre. Cuan
idiota fue. No obstante no todo se rompió. Ella seguía buscándole. El tenía un
grado de madurez, de naturalidad, de sosiego que ella no tenía porque se
ahogaba enseguida. Aunque él, en un primer momento pensó en que todo se acabaría,
no pudo. Fue de esta forma como comenzaron a salir, ella comenzó a hablarle con
el corazón, a contarle los problemas de su vida. No sucedió enseguida, no
sucedió siempre. El caso es que ella sólo veía en él un amigo. Él permanecía
impertérrito, como un témpano de hielo, haciendo en vedad tripas el corazón
porque lo único que quería era brindarle a ella un grado de satisfacción tal,
que pudiera ser feliz. Y lo consiguió. Ella estaba con otro hombre mientras él
suspiró años y años por ella. Nunca ocultó sus sentimientos, pero para él lo
primero era darle a ella la tranquilidad que nadie le daba. Ella nunca vio que él
podría ser el hombre de su vida, era demasiado obtusa. Pero él, como ya he
contado en varias ocasiones, sólo vivía para que ella fuera feliz. Y así pasó
muchos años, mendigando su compañía, con el único regalo de su sonrisa, con el
corazón eternamente partido porque sus besos, sus caricias, sus palabras de
amor eran siempre para otro, mientras que él se tenía que conformar con ser el
hombre invisible. Así fue como se forjó un amor imposible que aún hoy perdura.
¿Queréis saber cuál es el final? No hay final feliz. Porque las historias de amor no siempre acaban bien, porque lo de la media naranja no es cierto. Hay veces en las que el amor hacia otra persona es unidireccional. Y cuando es verdadero, una vez en la vida, nunca sana, nunca se olvida.
¿Queréis saber cuál es el final? No hay final feliz. Porque las historias de amor no siempre acaban bien, porque lo de la media naranja no es cierto. Hay veces en las que el amor hacia otra persona es unidireccional. Y cuando es verdadero, una vez en la vida, nunca sana, nunca se olvida.
Estas historias tristes las he visto y vivido más de lo que
hubiese deseado, más que las historias de finales felices. Y curiosamente
siempre ha sido el hombre el que ha tenido que esperar, el que ha sufrido, la
mujer inconsciente o incapaz de amar. Se rompe así el molde salvo por un
secreto: el hombre rebelde, el hombre aparentemente duro, impasible, tan sólo
lo es porque intenta protegerse del insondable dolor que provoca el amar y no
ser correspondido.
Amo esta canción. Amo la perfecta imperfección de las personas que amo.
A Luis Ramiro nunca lo he visto, pero me gustaría ir a un concierto suyo. A Marwan ya lo he visto varias veces, casi siempre en mi isla salvo en diciembre pasado que fui a Bilbao y lo vi. Siempre se ha portado super bien conmigo, ha sido super, super majo, me he reído muchísimo en sus conciertos y sus canciones...bueno, forman parte de mi vida. ¿En qué sentido te decepcionó? Bueno, supongo que no llueve a gustos de todos.
ResponderEliminarEn cuanto a estas pequeñas palabras, es una visión creo que un poco anticuada de las cosas, supongo que hoy día los finales no siempre son tan dramáticos, que no todos son tan pertinaces en según qué aspectos. Quiero creer que hay más finales felices que tristes. Incluso cuando los finales no son buenos, pueden llegar a ser felices. A veces creo que si has podido amar, si has tenido la oportunidad de dar un beso de amor, de hacer algo realmente desinteresado por alguien a quien has querido, debes quedarte con lo bueno que te ha hecho sentir todo ello. Hombre, la teoría dirá esto, en la práctica es jodido sentirse bien cuando una historia acaba mal para alguien, pero lo creas o no, soy un raro optimista.