Al parecer una de las cosas más
comunes y banas del ser humano son las contradicciones. No me refiero a que
alguien diga: “me gusta el azul” y luego como si nada afirme contundentemente
“me gusta el rojo”. No, no hablo de eso, hablo de ideas, y más en concreto
sobre las mías. Hablemos mejor de las hipotéticas contradicciones. Yo no estoy
de acuerdo con los juicios de valor que han arrojado sobre mí durante este
verano. No se demuestra más que una gran paradoja. Escuché a alguien famoso
decir esto: “... a la gente le gustan los cotilleos, nos hace sentir superiores,
tener el control....”. Eso es lo que creo que les ocurre a todos los que me han
criticado por delante y por detrás, tergiversando y afeándome la conducta y lo
que es peor aún, afeando mis ideas tachándolas de contradictorias sin
oportunidad alguna de querer tener una explicación plausible. Yo lo llamo ser
abierto, ellos lo llaman ser contradictorio. Porque para muchos los caminos,
las ideas, son unidireccionales, no puedes llevar dos ideas e imbricarlas, no
puedes dejar las cosas con valores ambiguos, nada puede ser inefable, nada
puede ser intachable, más bien lo contrario, en el fondo de sus almas todo es
justificable por un sendero, ya sea a las buenas o las malas, el caso es que
todo ha de tener un hilo conductor serio y bien estructurado, de lo contrario
te puede pasar como lo que me ha pasado a mí. Ejemplos:
-Nunca has hecho una reforma,
pero has querido ponerte a prueba con una vetusta casa y lo haces con toda la
buena intención del mundo. Tú eres escéptico y crítico diciendo: “podría ser
mejor, pero no está mal”. Otros, la mayoría dicen: “estás haciendo el tonto
porque no lo sabes hacer”. Sólo uno o dos te felicitan cuando llegan a tu hogar
al decirte: “no me esperaba que fueras capaz de hacer un trabajo tan bueno”.
Esta última información pasa de
boca en boca para que tú, harto de tanta crítica, te merezcas palabras de
corrección... o no, pero por lo menos dejar de escuchar cosas como: “tú no eres
un hombre de verdad porque no eres capaz de hacerlo”; “a dónde vas tú a hacer
eso si nunca lo has hecho”; “si no has hecho nada en todo este tiempo, lo que
estás haciendo es el vago” y cosas de ese estilo. Pero la gente al ver tu
trabajo de forma pormenorizada ya te sonríe, te invita cosas pero como todo es
destructivo cambian el discurso. Otro ejemplo:
-Tú vienes no sólo a hacer una
reforma sino a seguir con lo que has hecho en el habitual lugar donde vives,
decenas de cosas literalmente, además de tenerte que hacer la comida, limpiar,
etc, y compaginarlo con la mencionada reforma. Como en ese lugar todo tiene un
halo de negatividad exacerbado saltan las voces diciendo: “lo que has tardado
en hacerlo, esas tres semanas, yo lo hago en dos días”, o “si no te hubiera
dicho yo como se hacía, a saber qué animalada hubieras hecho”. Como tú has
hecho lo que te ha dado la gana procurando hacer caso omiso a todo lo demás, el
“castigo” –cosa con la que no estoy de acuerdo” viene caído por su propio peso
cuando las que te decían todas esas cosas y se jactaban de lo mal que lo hacías
de repente le llega su particular “plaga de langosta”: a una se la cae el
techo, el trabajo hecho no le sirve para nada o lo que es peor, se descubren
los trapos sucios de su vida personal lo cual, a mí particularmente me da por
pensar que en verdad estas personas tienen un grave problema.
Obviamente yo también lo tengo,
principalmente de carácter –otros me llaman tonto o estúpido-. Pero es que
ellos se ahogan en un vaso de agua, sienten la necesidad de gobernar tu vida
por lo aburrida y desencantada que es la tuya, y lo que es peor, se sienten con
el poder de criticar destructivamente hasta a lo que más valor le das en tu
propia vida.
Volviendo al inicio cuando hablas
de tus ideas vuelven las mofas y es imposible hasta el infinito querer
explicarle a alguien que si le das un beso en la boca a un chico, siendo tú
chico heterosexual, no te hace gay, y rizando el rizo, que el negarlo no te
hace ser homófobo, sino una persona que no desea confusiones. Este ejemplo se
podría extender hasta el infinito. Cosas que yo siento como normales en mi vida
del día a día, aquí se exageran, te ponen un cliché, y todo se cierra como si
fuera un mini cubo. Tú, que has huido de la prisión de otro cubo mayor para
desmarcarte de él, resulta que tus conciudadanos, muchos de ellos familiares,
te etiquetan hasta lo absurdo.
Entonces escribes sobre
contradicciones y te contradices con el título de este escrito, que no va sobre
la contradicción, sino sobre ser consecuente con tu forma de ver el mundo,
aunque a muchos les parezca paradójico, contradictorio, antagónico hasta la
estupidez.
La tontería mayor que he
presenciado es lo referente a la ayuda. Me considero una persona que ayuda sin
pensar, y que en vez de decirlo, lo hace. Aquí se dice, pero no se hace y si se
hace te pasan la factura. No sé a quiénes, a cuántos e incluso si en verdad he
ayudado a alguien, pero sé que me siento bien conmigo mismo por un montón de
pequeñas cosas que he descubierto. Ayudar es gratificante. No hace falta que
nadie te lo pida, tú lo haces. Ayudas a cuidar un niño, a cortar unas uñas, a
un cojo a caminar, a un pesimista a ver el sol, a un obrero con su labor, etc,
etc, etc. Dentro de unas pocas semanas se me habrá olvidado lo que hice, pero
me quedará la sensación de que he sido yo mismo, que lo he hecho de corazón,
que me sentí bien y que no pasaré ni una sola factura a nadie porque forma
parte de mi ser consecuente y eso no ha sido, es, ni será nunca, como todo, una
contradicción de mi Universo interior.