Mini-Revolución de Marzo y algo de erotismo


A veces me lío intentando escribir algo sin caer en que me expreso bien cuando no le doy tantas vueltas a los asuntos. Ha sido una semana insoportable porque desde el mismo lunes quería que llegase el viernes. Mis ávidos deseos de cambiar algo que parecía incontrolable me llevaba a querer salir del aula. Estaba nervioso y me imaginaba yéndome de la clase dando un portazo y haciendo un mutis bastante aclaratorio de la insostenible situación diaria. Estuve toda la semana en un fino alambre que fue cortado de sopetón el miércoles con una mala noticia que me bajó a una realidad a la que no había caído tan de golpe desde hacía tiempo. En vez de ver todo lo negativo, que era muy obvio, me dediqué a dar la espalda a la realidad y ocuparme de cosas que yo sé que me dan vida, principalmente la música y los sueños a muy cortísimo plazo. Comenzó todo con Pink Floyd, Comfortably Numb y Money, esta última que me recordaba un poco a que todo se solucionaría con un poco de ‘Money’. Y es que esta austeridad casi pobreza es tan ‘marginatoria’ como el hecho de vivir las cosas más básicas. Esa noche del miércoles también me dediqué a leer cosas, una de esas cosas fue un artículo en un blog sobre el amor.

Tras las últimas experiencias con las féminas, gané en seguridad y sobre todo pensé: ¿Por qué no voy a poder controlarlo? Cierto es que esta semana volví a tener dos sueños perturbadores. Uno de ellos, con la última mujer con la que estuve. Hablándolo con una amiga le esbocé algunos de mis pesares, sólo algunos. Me dije entonces que tenía que hacer algo para no provocar un cáncer sentimental que se convirtiera en una letal metástasis. Hice mucho ejercicio mental para no estar mal. ¿Y qué si mi ex está viviendo en la ciudad de su novio? Lo que de verdad debería es no saber nada de ella, pero lo triste de todo, lo que en verdad es profundamente desolador, es que el único vínculo con el amor pasional y romántico que hay en mí fue aquella relación. He conocido a otras chicas pero no ha habido aquello que sí hubo en ese momento. Cierto es que esto tiene muchas cosas que subyacen de fondo pero no me interesa contarlo.

(“Y cuando yo digo que no, es que no” –Los amantes del círculo polar-)

Aquí es donde debo volver a recurrir a aquel artículo del blog que me hizo pensar. Este artículo me hizo pensar que tenía toda la razón del mundo. A mi edad ya no cumplo los parámetros comúnmente aceptado por la sociedad. Si estás soltero, debes tener pareja, si no la tienes y otros sí, no estás en la onda porque…por cuestiones de sobra conocidas. Muchos amigos he perdido o se han distanciado porque ellos con pareja y yo sin ella, era algo difícil, pues cuando un amigo tiene pareja, tienes que ser amigo de su pareja por extensión. Obviamente esto es mucho más complicado que decir que es un deber el ser amigo de la pareja de tu amigo, tiene todos los matices que no voy a realizar yo. Es entonces cuando he pensando que igual mi estado era algo tan innovador, que resultase chocante. Ser feliz estando solo, ser vehemente con uno mismo, desear de vez en cuando y tener la libertad de no tener que dar explicaciones a nadie. Todos necesitamos un apoyo, que nos suban el ego, pero la diferencia es si necesitarlo es algo que te hace mendigar o convertirte en una especie de ‘yonky’ de la compañía. Y aunque parezca que estoy juzgando a todos aquellos faltos de cariño y compañía a toda costa, no es así. Son formas y maneras de vivir. Al fin y al cabo, lo que sí tengo claro, es que yo no quiero ni deseo decirle a nadie cómo ha de vivir su vida, ya que ésta es mejor cuando te dan la libertad para tomar decisiones.

(Una calle de Alicante me recordó que la libertad está en mi mismo)

Bueno, el caso es que quería que llegara viernes. Me perdí el concierto de Carlos Chaouen, aunque como lo había visto en Madrid en diciembre, me importó menos, me aguardo para el concierto de Luis Ramiro y otro de Boza y/o Marwan. Desde que me desperté sabía que ese viernes quería salir, pero lo que no quería es perder las ganas. Además era la primera vez que saldría de verdad una noche, ya que las anteriores ni se podrían calificar de salidas nocturnas. Esta vez quería intentar olvidarlo todo y todos. Comenzó la noche robando conversaciones ajenas. Era inevitable, con el frío, en el transporte público la gente se agolpa y acabas robando sin querer las conversaciones. Además, en algunos casos, es mejor escuchar eso que la música. Tenía de fondo a Pink Floyd que me hacía sentir relajado. Me preparé un ¿mapa? Para ir a algunos de los sitios que me habían recomendado meses atrás. El primero de todos estaba super vacío y no tenía ganas de estar en un lugar desangelado, que para eso ya está el lugar donde cada día voy.

(Si mis mentores vieran mi cartografía me quitarían el título)

Caminé un poco y fui en búsqueda de una pequeña calle en el laberíntico casco de la ciudad de Alicante. No pude encontrar el pub que quería y me sentía incómodo. Pensé que me tendría que ir rápido porque me conozco, si no entro a un lugar en el que sentirme a gusto estando yo solo, quiero volver. Lo intenté una última vez con mi ¿mapa? Por fin encontré, en una diminutisima calle, que más parecía sacada del barrio gótico de Barcelona, que de Alicante. Entré pero enseguida volví a salir, por un lado, porque no tenía demasiado ambiente, y segundo, porque después de esperar dos minutos a que el camarero me atendiera sin conseguirlo, decidí salir. Justo al lado había otro bar. Su puerta era diminuta, tuve que agacharme para entrar, bajar unas escaleras y una vez allí dentro, bajar otras pequeñas escaleras. Lo mejor, sin duda, la música. Me recibió “Cuando brille el sol” de La Guardia. Esa música de los años 80, de la movida madrileña y otras de los 90. Hacía tantísimo tiempo que no escuchaba algunas canciones que no podía dejar de sonreír. Hacía también mucho tiempo que no me bebía una cerveza. Mi satisfacción era doble y alcanzó el triple cuando además, vi algunas mujeres, sobre todo tres mujeres muy dicharacheras y pizpiretas. Aunque me sentía incapaz de hablar con ella, sólo ver lo felices que eran, cómo bailaban, cómo sonreían, me sentía dichoso. Ese ‘triple’ para mí era lo mejor que me había pasado en esta ciudad…desde hacía mucho.

(Muchas veces olvido que los sueños deberían ser indelebles)

En verdad la única noche más especial que esa fue la de mi cumpleaños en que tuve la suerte de presenciar un concierto de Marwan (y claro, también la noche ilicitana de Boza, Road Ramos y Patricia Lázaro con la compañía de mi amigo Dani). Desde aquellas noche no me sentía tan bien, aunque claro, tampoco había salido más después de aquello. Me tomé otra cerveza y al final, acabé con un brugal doble. Entonces comencé a animarme con la música. No sabría decir a ciencia cierta cuál fue la canción que me atrapó definitivamente. ¿”Groenlandia”; “Enamorado de la moda juvenil” o “Como un burro amarrado”? No lo sé. Enfrente de mí seguía el trío de chicas que entraban y salían del antro. Para entonces ya me había despreocupado de ellas y de todas. Sólo quería bailar, sonriendo y sintiéndome liberado de la responsabilidad de la austeridad, de las reglas, de las normas, de callar, de aguantar cada día. En un abrir y cerrar de ojos, el antro ya estaba lleno de todo tipo de personas y sobre todo de mujeres. Para entonces yo estaba, como decía Chaouen, “Desatado”.

Sentir felicidad es algo tan bonito que cuando sucede merece la pena expresarlo

Sin pensarlo, comencé a hablar con el triunvirato de mujeres que estaban desde que llegué. Conocí a Sabrina, a Yanira, a Sara…y a otras de cuyo nombre no me acuerdo. Incluso me atreví a bailar con dos de ellas. ¡¡Yo sacando a bailar a una mujer!! Eso es tan poco yo…tan poco propio del ser encorsetado y lastrado por la timidez… No sólo eso, tuve conversaciones de bar con algunas de ellas. Y no, no soy un chico guapo ni especialmente encantador, ya que siempre digo algo que no debo, soy un bocazas o no soy original como para que una mujer se fije en mí por nada. Eso lo estuve pensando inconscientemente toda la noche. No pensé ayudado por el alcohol y las vehementes ganas de olvidar el duro día a día de los últimos meses. Me daba igual si hablaba con un tío o una tía. Me sentía a gusto, desinhibido y pasaron cosas que me dejaron alucinando. Llegué a olvidar algunos pasajes de la noche. Salí de aquel antro acompañado de dos mujeres, pero poco más supe hasta que cogí el autobús de vuelta a casa, yo solo y comencé a pensar…Que hacía mucho tiempo, y no sé si alguna vez, había actuado así de desatado. Necesitaba relacionarme con otras personas y lo conseguí. Hablé con hombres y mujeres, bailé sólo y con otras mujeres –con lo que me gusta eso-, canté, bebí y escuché la música que me gusta. De camino a la Plaza de España pensé que, por qué no, Alicante fuera mi ciudad, el lugar donde comenzar la revolución de mi vida. La idea de quedarme aquí, de encontrar un trabajo y tratar de ser ese chico desinhibido me cautivó.

Estos días he pensando que hay cosas que sin darme cuenta, estoy adquiriendo. Una dimensión que no soy capaz de calibrar, si importante o no, pero sé que algo está ocurriendo que me está llevando a límites y derroteros extraños y desconocidos. Puede que sea una fase pasajera nada más, pero el caso es que, los cinco meses que me restan aquí puede y deben ser un punto de inflexión para poder aprender lo que el destino me tiene guardado. Finalizo esta semana con unas ganas enormes de aprender y por intentar volver a dejarme llevar por mis impulsos, mi vehemencia y preocupándome menos de las responsabilidades que me mantienen sin dormir casi todas las noches. Ha sido un fin de semana maravilloso, feliz, a falta de una posdata en forma de rúbrica personal, no de efímeras conversaciones y bailes.

El domingo lo he dedicado a leer. Hace unas semanas una amiga me habló de algo llamado “Cincuenta Sombras de Grey”, yo no sabía qué era y ella me puso al día. Me dijo que era un libro, una novela que estaba causando furor. En esto de que el fin de semana fuera diferente, y tras haber pasado con mucho honor la resaca del sábado, me puse a leerlo. Mi amiga me lo describió como un libro “necesario” para leer. Me lo leí en un día con más o menos detalles. Fue divertido, la correspondencia a través de e-mail y los pensamientos de pseudo adolescente insegura de Anastasia. El final no sólo no me gustó, sino que lo encontré muy simple, aunque dicen que es una trilogía. Probablemente me leería los otros dos, el caso es que me produjo muchos pensamientos encontrados. De una forma tan “divertida” acabé la semana y mañana

PD: A todas aquellas personas que me critican con dardos indirectos a través de diversas redes sociales, sin la valentía de hacerlo directamente les digo: miraros primero a vosotros mismos, el problema es vuestro, no mío. La crítica sin base me provoca desconcierto. No lo entiendo y no me apetece comerme el coco por cobardes que hablan con ambigüedad. La posdata es: hablen claro, que no tenemos 13 años. 

1 comentario:

  1. Me alegro por ti, por tu mini-revolución, por esa sensación de desatarse y vivir, disfrutar y empezar a encontrar tu lugar. Era lo que necesitabas y espero que lo sigas encontrando.
    A mi los parámetros aceptados por la sociedad me la repanpinflan, será por eso que así me va... lo quieras o no te tienes que unir a "ellos", lo necesitas, no te puedes quedar al margen siempre, a veces hay que huir de todo pero tarde o temprano hay que volver.
    Espero que sigas bien

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