Llevo semanas queriendo escribir lo que vendría a ser mis últimas palabras. Incluso las he escrito en papel con intención de traspasarlas al ordenador, pero creo que finalmente improvisaré. Me gusta improvisar. Y aunque suene egocéntrico, me encanta mi blog. Por eso no lo pienso cerrar. Como iré a un lugar donde tendré una semana libre al mes, supongo que en esa semana libre podré conectarme a internet y descargarme escribiendo y contando las mil y un aventuras que cada día será vivir lejos de aquí. Así que no, no pienso cerrar mi pequeño y diminuto mini-mundo. Escribí las últimas entradas por las circunstancias que lo rodearon, muy concretas, pero ahora, en el cómputo global, mi intención es seguir.
Han pasado algo así como... un millón de cosas desde la última vez que escribí. Es lo que tiene Tenerife, que provoca en mí una sobredosis de sentimientos. Madrid también lo provoca, por supuesto, y Marwan en concierto, ya ni os cuento. Pero aprovecho este escrito que prometí que sería breve (¡JA!) para despedirme parcialmente. Me despido de España (oficialmente en concierto de Marwan este próximo sábado...Qué mejor lugar que en un concierto de él y en una ciudad 'no mía'). Pues eso, que me despido de este país que ha sido "mío" durante unos 24 años, aunque no lo haya sentido como mí país en verdad, sino como el territorio en el que habito y que se llama así, aunque mi país vivido haya sido Tenerife, La Gomera, y quizás algún que otro lugar como Gijón hace doce años o Alicante desde hace exactamente un año (justo además, llegué el 16-17 de septiembre).
Topofilias aparte, me voy. Dentro de once-doce días (hoy es 16-17) llegaré a Guatemala previo paso por los Estados Juntitos de América (EEUU). Si os dijera que tengo miedo os mentiría. Lo que siento es auténtico pánico. De hecho este pasado fin de semana tuve una especie de ataque de pánico. No sé si he sentido algo así, pero sí he sentido algo parecido, pero no igual. Porque me voy de voluntario con una ONG canadiense, a un orfanato de niños entre los 2 y los 17 años, a hacer de todo en mitad de la selva. Mi destino es un poblado llamado Río Dulce, en el estado de Izábal, en la frontera con Belice (es un país, no sólo una mini tarrina de helado de Kalise que cuando tenía pesetas de más me compraba).
Y suena como así, fácil, pero os aseguro que lo más duro están siendo estos últimos días. Lo peor es que no sé con quién descargar esta ansiedad-miedo. Tengo miedo porque no es un lugar seguro en ningún aspecto, ni en el social, ni en el político, ni siquiera en el natural (recurrentes son los deslizamientos de tierra, los terremotos, erupciones volcánicas o los ciclones, además hay todo tipo de animales salvajes que sólo he visto en documentales de La 2), ni tan sólo en el sanitario (la malaria es un riesgo real al lugar donde voy). Si me preguntáis por qué lo hago, tengo muchas y muy poderosas razones y porque siempre he pensado que nada, ni una guerra o la anarquía total de un país, debería detener mis ansias de cambiar el mundo... o el mío (de adolescente deseaba con todas mis ganas ir a ayudar en la crisis humanitaria de Somalia o incluso a Ruanda cuando el conflicto de los utus y los tutsis). La primera de todas las razones por las que me voy es una promesa que tengo hecha conmigo mismo desde hace años precisamente por mi conciencia de ayudar en tiempo real. Por eso, cuando lo vi claro comencé a buscar voluntariados, tanto en Tenerife como en otros lugares que no fueran la Isla. Por eso llevo mucho tiempo buscando un voluntariado que hacer y que no me discriminen por edad u otras circunstancias. Desde hace cuatro o cinco años he perdido las oportunidades de viajar a Azerbaiján, Togo, Turquía, Lituania, Georgia y otros pocos países. De esta forma, cuando ayudé a un colega a aprobar una importante asignatura de la carrera le comenté mi frustración no satisfecha y me puso en contacto con esta ONG. El pasado año mi cobardía me echó para atrás; bueno, eso y la inmensa oportunidad de un máster del que me había enamorado tiempo atrás y que era un sueño. Sueño que estoy a punto de finalizar porque este mismo viernes estoy a puntico de enfrentar un Tribunal que me pienso comer con papas fritas y huevos, o mejor, con papas arrugadas y mojo picón de mi abuela, claro.
Tengo miedo a irme por lo que en el fondo supone. El pasado año decía que hacer algo así era abandonar la idea de que pudiera hacer posible el sueño que yo he definido hace unas pocas semanas como el de la "aceptación social" (trabajo, novia, casa, coche-moto, perro e hijos). ¿Por qué abandonarlo? Pues porque me conozco, y sé que si me dejo llevar, mi inmensa pasión puede desembocar en denostar eso o a olvidarlo del todo para dedicarme y volcarme en asuntos humanitarios (ir con otras ONGs a otros países, ir al Sáhara y demás, algo que por cierto, tengo en mi agenda de futuribles). Además, el pasado año consideraba que un viaje de estas características sería como romper con todo, sobre todo con mi "yo" actual. Para ser más exactos irme supondría una forma de desistir de ese pack completo, hastiado por el rechazo, aterido ya como quien está un poco muerto en asuntos del amor. Hay quien dijo (mi amiga Ana) que hablaba como un viejo de 75 años al que se le había muerto la mujer con la que llevaba casado 50 años. Igual parece exagerado, pero si me equivoco, espero que la sorpresa me haga aprender otros caminos, o que estos caminos me lleven a la sorpresa de esa "aceptación social" o para ser más sinceros, de mi definitiva aceptación como ser individual, yo conmigo mismo (cosa que tengo ya muy avanzada). Francamente, no voy en busca de ese pack, ni mucho menos. Voy a ayudar, a vivir una experiencia única, pero sobre todo quiero aprenderme. ¿Me explico? ¿No? Pues imaginaoslo...
Pensad que esta oportunidad es como escribir en una página en blanco donde lo hecho atrás poco cuenta. Cuenta la mentalidad, las ganas. Me recuerda, salvando mucho las distancias, al viaje que hice a Marruecos, en el que realicé un trekking por el Alto Atlas de varios días con tres amigos y que fue, de largo y por mucho, lo más arriesgado y extremadamente duro que he hecho en mi vida (nos morimos de hambre, nos deshidratamos, nos perdimos, vimos la mayor de las pobrezas en sentido literal, nos extenuamos y casi todos cogieron virus por tomar agua o derivados en mal estado que provocó en mis amigos un largo período de enfermedad). Esta vez no voy en compañía, sino solo, y eso es lo que hace de esto algo de más enjundia. Y lo es porque no serán unos pocos días o semanas, sino seis meses.
Este pasado fin de semana me dio un ataque de pánico en el que el ser más timorato y conformista que habita en mí prefería volver a pasar los días con algún reto minúsculo o incluso abogar por la apatía y la rutina en vez de vivir una aventura en toda regla. Me miraba y me parecía imposible, me decía: "Te has vuelto loco del todo, no serás capaz, échate para atrás". Luego recordé lo que algún que otro amigo me había dicho cuando le comenté sólo la idea de irme de voluntario: "En ti que te vayas a Guatemala no me extraña nada". Entonces ví que quizás doy una imagen no acorde del todo con lo que soy en verdad. Todos se empeñan en decir que estoy loco. Puede, pero llamar a un loco a alguien como yo supongo que lo diría alguien muy acostumbrado a la rutina o a cosas muy mundanas y corrientes, aunque sólo bajo mi muy personal y subjetiva perspectiva. También es cierto que no he conocido nunca a nadie que le diera por irse un jueves-noche en septiembre y de forma improvisada a una ciudad que está a más de 100 kms para buscar la última entrada que queda de su cantautor favorito; o ir a un aeropuerto en el mes de noviembre para coger el primer avión que saliera de allí; o ir solo a 'escalar' la tercera montaña más alta de toda la isla de Tenerife. Claro, que hay quien se tira en paracaídas, y eso me parece de locos. Yo me conformo con el parapente que se cae más despacito...
No mentiré tampoco en esto. La idea de irme lejos llega en un momento en el que no logro empleo, en el que me siento desesperado por hacer algo que me suponga un reto que pueda conseguir por mi mismo, pero sobre todo irme significa estar en una completa y absoluta soledad (no tendré internet, ni móvil, ni tecnologías, ni ninguna de las comodidades que vosotros y yo tenéis), mis pensamientos irán a un billón de kilómetros por hora. Irme es, en último recurso, una excusa para olvidar las últimas mujeres que me han hecho daño, que no ha sido una, sino más de una. Incluso olvidar la posibilidad de haber tenido algo serio con alguien que me ha engatusado mucho. El asunto sentimental ha pesado, pero ha sido sobre todo el no querer "volver a volver...", como decía aquella canción. Quiero sentirme excepcional, quiero sentirme mi propio héroe, mi salvador. Quiero sentir que he hecho todo lo posible para lograr cumplir los sueños que dependen de mí. Combatir la pobreza y la inestabilidad social, además de conciliarme con los 'enanos' que me dan mucho miedo es un gran, grandísimo reto.
He echado de menos despedidas de personas de las que la inercia me ha hecho esperarme mucho. La culpa, evidentemente, es mía. En Tenerife hubo algunos que me hicieron sentir querido y apreciado. Eso me ha llegado enormemente al corazón, ni imagináis cuánto. Sin embargo, seamos realistas, es fácil hacerlo en unos pocos días. Otra cosa es cuando en el día a día te ves que caminas solo. Se de personas que insisten mucho en su soledad pero,sin embargo, la realidad es, bajo mi punto de vista externo, que no pasan casi un minuto solos, tienen amigos que son su familia de verdad. Yo no podría decir eso, pues día a día no hay nadie; ni ahora, ni desde hace mucho, muchísimo años. Eso no quiere decir que no me haya sentido afortunado, lo he sido por tenerlo. Tampoco pretendo hacerme ver una víctima o peor, un pusilánime. Nada de eso. En los videos de mi mismo que he subido a youtube no creo que de esa imagen. Creo que la imagen que doy es la de un tipo que se siente muy afortunado por tener tantas posibilidades.
Así las cosas, paso de despedidas. Lo que sí voy a hacer es una breve lista de cosas que me quedan por hacer. Porque esto no va a ser un tirar mi vida por la borda, sino un mejorar como persona.
Lista de cosas que me quedan por hacer
-Aprender a tocar la guitarra muy bien...o aprender simplemente (aunque sea una canción de los Beatles o Marwan)
-Aprender a tocar la batería
-Sacarme el carnet de motos y poder comprarme un moto como la de Denis Hooper en el anuncio aquel en el que de fondo sonaba "born to be wild". Y por supuesto, conducirla con mi chupa de cuero, que junto a mis escritos, es lo materialmente más valioso que poseo.
-Dominar perfectamente el inglés, por supuesto mucho mejor que Ana Botella y ya no su 'cap of café con leche' sino incluso más allá de su 'romantic dinar in Madrid de las Austrias' (nótese el sarcasmo)
-Hacer escalada (con pies de gato incluidos), barranquismo, rappel y submarinismo...y parapente.
-Tener un perro, llamarle Gelatina, Quesillo o algo así, y que se convierta en mi "mejor amigo". Tengo devoción por una marca: el golden retriever. (Para mi son marcas, no razas).
-Reunir en una mesa a todos mis amigos de la carrera con otros amigos de la vida y hacer una buena fiestuky en la que yo pueda ser el DJ, pinchando la música que tanto me gusta y que todos sean, al menos, la mitad de feliz que yo ese día.
-Poder investigar, escribir y publicar algo científica y geográficamente aceptable.
-Hacer un pateo de varias semanas o meses (he pensado recorrer Latinoamérica o Europa)
-Jugar al basket con mis amigos Carlos y Juancho; al fútbol (de portero), esto último después de muchos años, al ping-pon.
-Hacer una carrera con amigos en un circuito de karts (conduciendo los karts, claro está)
-Volver a pasarme horas jugando a juegos de mesa con amigos (el Risk, por ejemplo)
-Conducir un coche durante miles de kilómetros durante varios días seguidos y sentir que la carretera no se acabará.
-Volver a fumarme algún/os puros.
-Estar en Finisterre al menos media hora en mi vida.
-Llegar a Chile, pasear por Chiloé y llegar a Punta Arenas (ciudad más al sur de Chile).
-Escribir mi segundo libro y publicar al menos uno.
-Viajar a Nueva Zelanda, incluso a la isla sur; volver a África (Senegal estaría bien), visitar el Reino prohibido de Bhutan, los países nórdicos (Finlandia, por ejemplo), algún país del Cáucaso (Georgia) y, claro, por supuesto irme de mochilero por Alemania y acabar en Praga, Skopje o Chisinau.
-Enseñar a bailar a alguna mujer.
-Volver a sentir la sensación de dar un beso de amor correspondido.
-Hacerme cientos de miles de fotos de todos estos momentos felices.
-Hacer mariposas de nieve.
-Volver a subirme a un escenario y hacer teatro, pero esta vez con un papel protagonista, nada de secundarios.
-Ver el sol de medianoche
-Llegar a la edad "X" y sentir que de verdad he vivido.
Supongo que tengo muchos más retos, pero están en mi cabeza y no son tan superfluos como para recordarlos enseguida. Hasta la vista.
PD: Estas canciones son las que han provocado esta improvisadísima "despedida"