Podría haber estado en el
mismísimo desierto, atisbando a lo lejos cualquier mar agridulce, pero estaba
en aquel Mar Aral, en aquel Lahar. ¿Importa el nombre? Ella estaba con un
vestido blanco y miraba a todos con altanería, con una soltura que hacía que la
repudiara. Bajo el sonido de aquella inolvidable multitud durante varias noches
siempre la vi sola, con una copa en la mano, mirando por encima de su hombro,
sabiéndose la deidad de aquellas fiestas lustrosas. Celebraciones que para mí
fueron únicas en mi vida. Por mirarla, tan sólo por mirarla, atraído por su
coquetería de alta escuela, a punto estuve de sacar la violencia por defender
la libertad a mirar e imaginar que ganando aquella pelea, la fantasía acabaría
con ella y yo en la cama para curar la herida que apenas veinticuatro horas
antes había provocado en mi llanto y desesperación. Más éste corazón salvaje,
rebelde, no sólo acabó con dignidad, sacando a pasear la oratoria de un tipo
noble, sino que además se desprendió de aquella mirada allende otras mujeres
que, aquellas noches, noches de fantasía, me regalaron los primeros besos en
muchos años. Besos que no olvidaré en mucho tiempo pese a este corazón molido.
Porque aquellas noches las recordaré siempre bajo mis sábanas recordando sus
dulces y divinos ojos.
Me gusta como escribes, tienes mucha facilidad de palabra... y de oratoria. Lo mejor de las fantasías en hacerlas realidad.
ResponderEliminarBesos
;)
Hola
ResponderEliminarAna. Tus halagos me llegan al alma, en serio. No sé si es la canción que escucho ahora, tus palabras o ambos, pero me he emocionado. Estoy muy sensible. Acerca de este mini escrito, ten la certeza de que es subjetivamente muy cierto.
Cris. No sé qué decirte en verdad. Me hace sonreír que mi re-aparición te haga sonreír. Doy por hecho que es algo bueno.
Un fortísimo abrazo a ambas