La casa donde resido no es apta
para timoratos. Está llena de todo tipo de pequeños animalejos que te pueden
sorprender incluso mientras duermes. Las paredes han sufrido un asesinato de
color. Si una vez estuvieron pintadas o tuvieron forma de pared, ese momento
pasó a mejor vida en el momento en el que las grietas, algunas profundas,
comenzaron a ser el decorado y la forma de ser. En los días de viento, sobre
todo por la noche, la masa de aire se manifiesta de todas las maneras posibles.
Susurra, habla, grita, despierta, juega con las hojarasca, con los árboles, el
cableado o incluso con las puertas semi abiertas. Puede parecer que alguien
está sometiéndote a un arrebato en el que te acorrala en una casa con paredes
de cartón, que parece que en cualquier momento se caerá abajo. Las camas están
acartonadas por la humedad que una vez sobrepasaron los excesos para ser un
huésped sempiterno. La sensación de soledad es tal, que si estuviera a lo alto
de una montaña solitaria bien podría sentirme como el Zaratrusta de Nietzche.
Esta casa un día fue vieja, hoy se cae en recuerdos destrozados, es un diminuto
psiquiátrico donde nadie aguanta más de unos pocos días. No he conocido aún a
nadie que desde hace más de una década al menos, haya podido aguantar aquí más
de una semana. Nadie…excepto yo. Si el panorama en el estío es terrorífico en
invierno sobrepasa lo inimaginable. Sólo un ánima desinteresada o desprovista
de las cuestiones que para el común de los normales son elementales podría
aguantar ver cómo el agua se infiltra por el techo y llega hasta las camas de
forma copiosa. El frío es tan intenso que ni con tres mantas alguien
acostumbrado o gustoso de las bajas temperaturas podría aguantar. No hay
diferencia entre la intemperie y las cuatro paredes: la misma humedad, el mismo
frío. Esas paredes de más de medio siglo de edad sirven para pertrecharse del
viento poderoso y de alguna que otra cosa más. Pero no nos engañemos, sólo un
loco como yo, alguien realmente loco podría aguantar no ya un mes seguido, sino
varias semanas más a lo largo de un año. Y hoy, después de decenas de noches es
la primera vez que tengo miedo… Sólo sé que el viento brama de una forma más
tormentosa de lo que realmente aparece y me grita algo que yo, un poco sordo,
no escucho del todo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario