365 días


Hoy hace exactamente un año que cerré este blog al público.

Hoy abro totalmente de nuevo al público de nuevo este blog. Muchos pensaron que había desaparecido. No, simplemente me tomé un descanso necesario. Descanso del alma, del corazón. Un impasse al que no le puse tiempo. Coincidencia ha sido que ahora mismo haya despertado algo en mí. ¿El qué? Lo contaré:

Desde hace aproximadamente un mes he tenido sueños rocambolescos. Muchos preciosos, otros auténticas pesadillas. Al despertarme sentía la necesidad de contarlos a modo de historia tergiversada, a modo de escrito. Tenía la necesidad de darles una salida aunque fuera pura litúrgica. Entonces pensé. Quería dejar ese ser delicuescente para retomarme a mi mismo con estos cambios. Con toda seguridad no tan “animado” ni con tanta imaginación, pero sí con la misma intención. Escribir casi sin quererlo, de forma innata. Es una forma de revivir, por así decirlo. Y decirlo así es real. Porque si no escribo no vivo, ergo, he estado un año muerto en vida, siendo exagerado.

Podría extenderme… Hace un año se sucedieron muchos acontecimientos seguidos. Todos esos acontecimientos no fueron flor de un día sino de una precipitación, de una ligera llovizna que acabó en un torrente pesado que me ocultó bajo el lodo. Me convertí en un reo de las veleidades de otras personas, sin capacidad para casi nada. Sólo ha habido algo que me ha mantenido con algo de vida: La Geografía.

Pero ojo, que a lo largo de este difícil año en que las Ficciones de una vida como la mía ha sido abstruso. Hasta en tres ocasiones he estado a punto de abandonar el camino y recorrer voluntariamente la senda del derrotado más absoluto. ¿Qué pasó para que no cayera del todo? No lo escribí, pues no lo sé. Supongo que era parte de ese moribundo, meditabundo. Supongo que me aferraba a una “¿vida?” como albo obnoxio. Sí, sé que no es la mejor manera, pero es algo inherente en mí. En esos momentos mi vida era totalmente inane. Bueno, algo de vacua sigue siendo, para qué negarlo. Más, el peso que sobrellevaba era mucho mi ciencia no me daba las respuestas ni las satisfacciones que yo esperaba. Pero seguí lacerando la puerta del ave fénix para intentar remontar el vuelo y salir de la olla.

No puedo decir abiertamente que haya salido de la olla… ¿O si? Ahora mismo sólo puedo repetir lo que no he parado de decir desde hace casi una semana: siento calma, tranquilidad pero sobre todo mucha, muchísima gratitud hacia las personas que han puesto aunque fuera un granito de arena. Ese grano significó un mundo, la creación de una pequeña galaxia. Ya fuera con unas letras, una canción, con un apoyo, con un empujón en muchos casos.

Me decía una persona la pasada semana que sentir esto era lo mismo que la felicidad. ¿Lo es? Mientras siga teniendo el “quiste” que lleva inflamado tanto tiempo aquí dentro, el concepto de felicidad fútil que le dan todos, no será el mío. Quizá sí una “felicidad” antagónica en la que el pecado y el peregrinaje sea la mejor virtud para alimentar esa llama. Pero sólo es una conjetura.

Ya la semana abrí el blog a unos cuantos. Hoy sin nada que reprocharme, con la cabeza alta lo vuelvo a abrir para todos. Sé a quiénes se los debo, y sé también quiénes se olvidaron de mí. Quienes me abandonaron a mi suerte en mitad del océano. Lo tengo muy en cuenta, por eso las palabras “perdón” o “gracias” (hacia lo pasado), hoy no tiene el menor sentido. Ya no vale lo ocurrido en ese pasado en el que lo di todo y no obtuve respuesta a mis preguntas a voz en grito, pero también silenciosas. Me abandonaron, no una, ni dos, varias personas a cual más importante. Entonces todo cambió. Y en ese proceso de cambio continúo. Ya voy aceptando, más con resignación que con alegría las cosas. En esta etapa “nihilista” Light de puntillas, sobrevivo. Y lo hago sin conmiseración. Ahora puede que sea una roca dura de roer. Puede que sea más paradójico que nunca. ¿Y cómo no serlo? Me he visto “obligado” a romper toda regla intrínseca, hasta los mismo principios que pensé que nunca haría. Y heme aquí. Vivo. No sé por qué, aunque lo intuyo, pero vivo. Quizá de una manera miserable y totalmente ineluctable, por tanto puede que pese a mi edad me vea provecto, más, son las vivencias lo que me ha hecho lo que soy. Y en este punto miro la perspectiva de que por lo menos lo he vivido. Y lo vivido no me lo quita nadie. Cuando sobrevives a crisis hondas y vuelvas arriba, logras hollar algo inefable que a buen seguro alguno, los elegidos, sabrán a qué me refiero.

Trescientos sesenta y cinco días después vuelven mis realidades y mis ficciones de vida. 

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