El camino...


Hace ya tiempo que escribir sobre mí se ha convertido en una de las mayores interrogantes para mí. Ni la vida misma supone un esfuerzo tan grande como traducir mis emociones a palabras. Siempre he creído que si no escribir es aún más peligroso que no caminar, que no tener una vida propia. Más, cuando juntos esto último con la incapacidad para escribir muy propia de mí, es la forma que más miedo me daba de ir apagando mis días. No escribir es como un puñal que me es imposible sacar y que poco a poco me va matando. Antes era verdaderamente prolífico en esto de las palabras, ahora soy sólo una sombra de lo que era. 

¿Qué es lo que pasa? Lo de siempre aderezado con tres décadas de sinsabores y graves errores que han dejado este pozo vacío de líquido elemento. Creo que en mis sueños habrán aparecido un número nada desdeñable de mujeres con las que me hubiera encantado compartir ratos solaciegos, incluso de alcoba, por qué no decirlo. Con muchas habré recobrado la ilusión adolescente de vivir un romance lleno de beldad y magia. La madurez sentimental nos habría brindado momentos de ruptura alejados del traumatismo. Y al final, una mujer, la que menos habrías imaginado, se convertiría en tu pasajera eterna, con la que compartirlo todo y hacer realidad todas tus fantasías. 

Sin embargo la realidad no está lejos, sino que vive en otro Universo, casi al final del infinito. Cada cierto tiempo aparece esa mujer que viste en tus sueños. La ves. Escrutas cada ínfimo detalle en secreto. Más, no te atreves. Eres una roca impasible, inaccesible. Imagina que sucede sistemáticamente cada día. No contento con ello te ves con unas ganas irrefrenables de sacar a relucir toda tu materia. Materia hecha de amor, de sensibilidad, de puro corazón. Pero ahora toda esa materia está hecha de frustración, dolor, un purgatorio silencioso y ‘hastiante’. ¿Qué ocurre cuando una persona en su ser está hecho de frustraciones por no haber obtenido todo lo inmaterial que siempre quiso tener a pesar de todos sus esfuerzos? 

En estos momentos me resulta imposible enfrentar mis miedos: la soledad, las rupturas traumáticas imposibles de superar. Los llanos que me he negado, la sinceridad obnubilada por el dolor. La incapacidad para avanzar y sobre todo un decálogo de cómo ir dando pasos hacia atrás. 

No sé quién soy. No me reconozco. Siento que he perdido mucho tiempo y no he llegado a ningún sitio. Siento que he fallado y sigo fallando sistemáticamente a todo el mundo y viceversa. Siento que merezco más de lo que me dan o demuestran. El egoísmo va presidiendo poco a poco este principado inexistente. 

Y al final uno va siendo como un cualquiera, una cifra más. Lo sé, me he dado cuenta esta semana. En la sala de urgencias, de nuevo solo. En mi casa, en cama, de noche, totalmente solo. Incapacitado siquiera para decidir como estar no tan mal. Pero sobre todo apremiado por tener una mano consoladora y muchísimo calor.

No hay comentarios:

Publicar un comentario