La muerte (ahora él está en ti)

A la memoria de un ser humano que nunca conoceré pero que hace dos meses provocó que parte de mi vida cambiara (D.E.P.)
Dedicado en especial a esa mujer que hoy sufre por él. Tu sufrimiento, hoy también es el mío.
Quien dijo que “La muerte es parte de la vida”, acertaba. Creo que no somos adultos o maduros emocionalmente hasta que no sufrimos y padecemos de verdad el fallecimiento de alguien que queremos. Ese momento nunca se olvida pero, ¿Qué se siente? Depende de cada persona, cada uno de nosotros tiene una forma de sentir y de sobrellevarlo y también depende de si el fallecimiento ha sido inesperado  o si es fruto de una enfermedad y has tenido tiempo de “asimilar” (si es que se puede, que yo creo que no), dicha pérdida. Ya os digo yo a través de mi experiencia que lo peor del mundo es perder a uno de tus dos o tres seres más queridos y además de forma súbita y repentina, sin previo aviso. Pero, ¿por qué? ¿Qué diferencia hay? Porque sí, hay diferencias. La primera, como dije, está en cada uno. Cada persona es diferente y su dolor no es igual, ni parecido, ni se lleva de la misma manera por más que aquí intente dar explicaciones, cuando perdemos a un ser querido, no hay palabras que valgan.

Cuando alguien os anuncia que alguien a quien amas va a morir en un tiempo “X” el sentimiento es espantoso. La impotencia te invade. Sientes rabia, miedo, incomprensión y sobre todo cuesta asimilar que a quien ves vivo ahora, no lo vas a tener dentro de muy poco. Si la persona que tiene la enfermedad puede hacer una vida más o menos normal esto es lo mejor, ya que de esa manera puedes despedirte, demostrarle todo lo bueno de ti y tener buenos recuerdos junto a él. Lo peor es, sin duda, si se va tras una enfermedad en la que ha estado sufriendo. Esto es horroroso. Ver como alguien que amas se va de tu lado y encima sufriendo es peor incluso que si te clavaran una daga y una aguja ardiendo en un testículo y te lo atravesaran de un lado a otro sin piedad (yo esto lo digo habiéndolo sufrido). No hay manera ni forma de describir esto. Yo creo que depende mucho de tu rol en la familia, puedes hundirte o no. No quiero generalizar porque es un asunto realmente complejo y de difícil explicación. Yo lo que creo es que cuando alguien se está yendo con sufrimiento debes de ser fuerte para transmitirle energía mientras esté consciente. Aún con todo, en esa maldita enfermedad debes mantenerte fuerte aunque en verdad no lo estés. Ver morir cada día a alguien os aseguro que es una de las peores  experiencias vitales. Cada día es un sufrimiento y no hay ningún consuelo salvo el de ver que sigue vivo y que o no sufre o el sufrimiento es menor pero ni aún así. Conservas un hálito de fe tan débil como el hilo que lo mantiene con vida. Cada día es un tormento porque debes asumir la pérdida…y su estado no ayuda a hacerte a la idea y esa persona se apaga poco a poco como una vela, como un cigarrillo, como un fuego, y con él, también te vas tú. Cuando fallece lloras y es entonces cuando se apodera de ti la mayor de las incomprensiones. Nada, absolutamente nada ayuda a sentirte mejor. No puedes hacerte a la idea aunque hayas tenido tiempo…pero creedme cuando os digo que habéis tenido mucho tiempo y que dentro de lo horrible que es la muerte, habéis tenido “suerte” (parece canalla e infame esta palabra en este texto pero lo digo con conocimiento de causa) porque habéis estado junto a esa persona hasta el final y habéis podido despediros y tener tiempo que es de lo que se trata…
Porque cuando no tienes tiempo de despedirte, ni de hacerte a la idea, ni de  verlo siquiera porque se va de repente, sin avisar, esto es lo más doloroso del mundo. Dios, el destino o lo que sea en que creáis se lleva a quien quieres de una vez y sin aviso. Llegar un día a tu casa, recibir la noticia de que una de las personas más importantes de tu vida ha fallecido es, con mucho, la peor experiencia que puede tocarte en la vida. Aún hoy día habiendo sufrido perdidas de ambas maneras os digo que esta última es cruel. Entras en shock. No reacciones durante un tiempo que puede variar entre unas  pocas horas, días o incluso meses. Negamos. No habrá un momento en tu vida en que repitas más veces seguidas “No”, porque es así, no puede ser. Racionalmente es imposible de asimilar en frío. Porque después de saber los por qué y culpar a quien sea por habérselo llevado te toca hacerte a la idea de que cada día ya no lo verás, que no te has despedido ni dicho todo lo que querías porque nunca imaginaste que fallecería. Es antinatural. Las personas jóvenes o que tienen mucha vida dentro de si deberían tener prohibido que les pasara nada malo como el sufrimiento o la muerte. Esto es lo que pensamos vehemente, sin capacidad para pensar. El mundo ya no gira igual, los colores se apagan. Quieres bajarte de la vida y del mundo y volver hacia atrás, cuando vivir junto a él/ella era más sencillo porque esa persona estaba ahí a diario. Hay quien, en el fulgor del hecho que supone no volver a sentir vivo a tu ser querido se vuelve loco literalmente. El trastorno post-fallecimiento puede llevar a querer acabar con tu propia vida e incluso llevarte por delante a quienes intenten impedírtelo porque la incomprensión se apodera de esa persona y quiere acabar con todo porque ya nada tiene sentido. Y en cierta forma así es… lo he vivido. Porque el amor verdadero duele hasta convertirse en algo irracional y te lleva a decir y hacer cosas que de común no harías ni pensarías. ¿Y cómo no excusarlo? ¿Acaso hay algo peor que perder a una de las personas de tu vida? Es espantoso. La vida en ese momento es el peor de los avernos.

Porque la muerte es como arrancar del suelo un gran árbol que deja como huellas un gigantesco surco que no puede ser llenado fácilmente. Lo arrancas y todas sus raíces son las venas de tu cuerpo, la sangre que no mana pero te desangra la vida. Sientes que es imposible imaginar la vida sin esa persona. Y en efecto, nada que puedas llegar a imaginar antes se asemejará siquiera a la realidad de vivir sin quien quieres. Nada será como antes. La vida tal y como la conocías se acabó. Con él, una parte de ti se ha ido, una parte importante. Es, sin duda, lo peor de la vida, la cara más espantosa del amor. Y no, ninguna palabra que escriba o diga será de consuelo, ni suavizará la caída a la realidad tras perder un trozo de tu vida.

Más, cuando logras hollar algún día después de cierto tiempo una sonrisa, y logras sentir un poco de paz y perdonas a la vida por arrebatarte lo más querido, toca meditar y pensar en sacar algo de esa pérdida…Esto nos puede llevar años y no es sencillo hacerlo, pero es necesario para sobrevivir a esa pérdida y no acabar con nosotros mismos. En mi particular, la pérdida de esa persona me ha hecho excusar una afirmación que pocos entienden pero que yo sí y que además justifico racional y vehemente. Cuando llegas a querer a alguien de verdad hasta lo más hondo de tu ser, hasta más allá de tu propia salud mental, nunca jamás la vas a olvidar. Me refiero a cualquier tipo de amor, el familiar, el fraternal, el de pareja. Cuando yo amo, es así, sin distinción aunque haya diferencias (y muchas, claro). Pero amar de verdad supone sufrir, llorar, supone perdonar y siempre recordar todo lo bueno para tener siempre a esa persona dentro de ti y que te llene y complete en tu experiencia vital. En el caso del fallecimiento de ese familiar cercano (un padre,  una madre o un hermano), hay una cosa que también aprendí con respecto a otras personas y sus diferentes formas de llevar el dolor o la pérdida y es que aunque pasen años o décadas en mi vida, jamás la olvidaré. Ver su foto o imaginártelo vivo te remueve todo y sientes el mismo amor o incluso más amor que cuando estaba vivo. Cuando pierdes, aprendes a amar mejor. Esa ha sido mi lección en vida de la muerte. He aprendido a ser capaz de amar lo que no ves, lo que no está de cuerpo presente. Aprendes a amar desde el recuerdo hasta el presente, sólo recordando todo lo bueno que te ha hecho sentir. Eso es lo que la muerte me ha dejado en vida…y algo más, claro está.

Llora, patalea, piensa, grita, quédate en shock, huye, busca estar sólo, o un abrazo, haz lo que sea porque no volverá, ya no lo verás cada día ni hablarás con él, ya no olerás su aroma, ya no sentirás su amor. Todo tu dolor está justificado. Pero aunque el mundo parezca un infierno injusto y salvaje, levántate…Si quieres, no me hagas caso, no lo hagas por estas palabras ni por mí. Levántate por él ser que amas y se ha ido, que te quiso y quiso lo mejor para ti. Su fuerza ahora está en ti. Lucha por tu vida porque a partir de ahora en ti hay dos personas que debes cuidar, la tuya propia y la suya que desde el momento en que se fue, te buscó para estar contigo, proteger tu alma, cuidar de ti. Él está dentro de ti, créeme, es cierto. Y no son palabras bonitas, hechas o escritas adrede. Esto es cierto como la energía en la que creo y que desprende mi cuerpo. Créeme, hoy, en ti, desde que se fue, habita él en ti. Sólo espera a que llegue. Nunca lo olvides y nunca lo dejes de querer.

Cuando alguien sufre esta pérdida creo que lo peor que uno puede hacer es dejarlo a solas con su dolor. A no ser que lo pida expresamente o que necesite estar a solas, es ahora cuando debes demostrar que estás. Estar en las buenas no tiene mérito, estar en las malas es de buenas personas, estar en todas es querer de verdad.

Y todo esto lo digo desde la experiencia propia. Porque tras un tiempo llegarás a poder saltar, reír, ser la persona más feliz del mundo (solo o en compañía) pero con todo ello, para mí al menos, cada semana siempre es 4 de marzo de 1994, la fecha en que cambió mi vida para siempre porque con esa persona, se fue una parte importante de mí.

PD: La muerte me ha enseñado muchas cosas pero eso…es otra historia.

Con todo el amor del mundo, tuyo siempre
Fran

No hay comentarios:

Publicar un comentario