Tenía claro desde hace unos días que iba a publicar una especie de “serial”
con lo que ha pasado estos días. Sin embargo, hoy debatí la posibilidad de no
hacerlo. Como creo que es bueno que no cambie pese a lo bueno o malo que pasen
cuando alguien llega o se va, he decidido finalmente comenzar este largo serial
que estoy seguro que será todo lo aburrido, divagante y tedioso que sólo yo soy
capaz de hacer.
Comenzó en Alicante
¿Por dónde comenzar esta historia sin historia? Todo lo que voy a
relatar en las próximas páginas (y entregas porque no lo voy a soltar todo en
una sola entrada), será absolutamente cierto, los hechos, algunos pensamientos
y sentimientos. Las cosas similares a las que voy a contar han tenido sobre
todo mucho de improvisación y mucho de lo que yo considero base: humildad y
austeridad. No hace falta mucho más para encontrar la clave de todo esto:
respuestas. ¿Es la historia de un viaje? Yo creo que no. A lo largo de mi vida,
alguna persona ha sabido darle la vuelta a lo que hago, convirtiéndolo en algo
malo o reprobable en vez de verlo como una maravillosa valentía y respeto por
mi mismo. Y entiendo que a esta persona le cueste verlo, pero a estas alturas
ya ni me molesto en darle explicaciones, de hecho, es la única persona que
tengo bloqueada en mi facebook y eso es lo más justo que puedo hacer habida
cuenta de que su crítica es destructiva sin más. Cuestiones estas que no tienen
nada que ver con el asunto que me ocupa. Poéticamente esto bien podría ser una
historia de Ernest Hemingway, con quien me une ciertos hechos vinculados a su
vida o al menos de lo que creo que conozco de él. Y no, no me refiero a la
barba, creo que nos parezcamos en alguna pequeña cosa más.
Esto lo podría dividir en dos
caminos, el uno, una historia que depende de otras personas, el otro, una
historia que depende únicamente exclusivamente de mí. Me explico, el inicio de
esto no fue ideado por nadie externo a mí quien me dijera: “venga, vamos”. Sin
embargo, subyace en el fondo alguien, o para ser más exactos, dos personas. Yo
creo que a diario nosotros nos ponemos todas las cortapisas para no disfrutar de
nosotros mismos. Hace un tiempo hablaba con alguien que vivía muy cerca del mar
y me decía, para mi sorpresa, que echaba de menos el mar, y resulta que lo
tenía a no más de 20 kilómetros. Yo creo
que si algo lo tienes cerca y lo puedes disfrutar, no tienes que esperar a
otros momentos, creo que cualquier situación, la más banal y cotidiana es
perfecta para ponerle su lacito, su guinda al pastel. Hace tiempo me dijeron
algo que me marcó: “Hay que trabajar para vivir, no vivir para trabajar”. Yo
crecí con la idea de que había que vivir para trabajar y sin eso, era imposible
vivir porque, “tanto tienes, tanto vales”. Fue ya avanzada mi edad cuando
descubrí cuan falacia son esas palabras y que puedes no tener ni un euro y
valer más que todo el tesoro del Fondo Monetario Internacional. Que no hace
falta tener grandes cantidades de dinero para irte a una montaña, a la playa, a
dar una vuelta en el coche, a un concierto (incluso hacerlo en tu casa). Es tan
sencillo hacernos sentirnos bien a nosotros mismos! Cómo recuerdo aquellos
momentos en los que, sin venir a cuento, de noche, ponía en mi casa unas pocas
velas, en el equipo de sonido una sutil pero intensa melodía y me ponía a leer,
o escribir, o a tomarme un baño, o simplemente a pensar y soñar en cosas. Y después
de eso, al día siguiente sentía que tenía un secreto porque veía a todos
estresados. Pero claro, al final siempre caemos y yo también lo hago y no somos
capaces de aprender las lecciones y seguimos trabajando, y trabajando y nos
olvidamos de vivir hasta que pasa algo, normalmente asociado a una enfermedad.
Esto provoca que queramos vivir de golpe en muy poco tiempo, y no, así tampoco
se puede. Y bueno, cualquiera puede acusarme de ser demagogo, pues yo soy el
primero que busco cualquier excusa para no vivir, aunque esa parte es algo que
solapo con la secreta procrastinación que, si bien no soluciona nada, es una
forma de poner parches a momentos de vivencias como el que estoy a punto de
relatar.Esta historia podría comenzar con
un solo de guitarra eléctrica tipo “La vereda de la puerta de atrás de
Extremoduro”, o con un punteo tipo “Comfortably Numb” de Pink Floyd, o con
cualquier pieza de piano de Chopin. Eso nos ayuda a remover cosas, al menos en
mi caso. Pero claro, siempre ha de haber un desencadenante. Y ahora, ya os digo
que esta historia comenzó en Alicante… (continuará)
Esta noche se ha producido un big-bang en mi mundo. Una entropía digna
de la creación de toda una galaxia. Esto de la vida de los hechos es curioso,
pero lo es mucho más la vida de las palabras vividas. Porque una serie de
palabras hace diez años tenían un significado que, muchos hechos más tarde, ya
no la tiene…o sí. Porque la vida es cíclica y las cosas se pueden ir
repitiendo, o puede que no. Sí, lo sé, esto de estar diciendo que si y que no,
aclara más bien poco. El caso es que ahora mismo no me siento más poderoso que
hace quizás dos horas. No me siento más hombre, no siento ni tan siquiera que
este domingo haya sido vivido con tantos hechos insólitos. Siento que las
palabras han cobrado vida y se mueven por toda la habitación. Esto que voy a
contar aquí, es, por supuesto, máximo secreto, pero creo que ya va siendo hora
que diga sin decir que ella, la palabra, es la madre de todas las beldades. Sí
porque ella, esa palabra, se llama loca, se llama inocencia, se llama música,
se llama rubia, se llama soñadora y se llama carácter, se llama felicidad y
sonrisa, se llama huidiza y enamoradiza, se llama opaca y sensible, esa palabra
muta y traspasa el papel, lo rompe y comienza a crecer hasta convertirse en
mujer y aterrizar directamente a mi lado en mi cama. Esas palabras fueron tan
efímeras como un polvo pasajero, como un suspiro... Pero, ¿qué digo? Miento
vilmente, esas palabras aún retumban en mi habitación y ella aparece dando
guerra, desnuda y pidiéndome, indefensa, que la abrace. Y yo me siento tan
hombre como para protegerla y decirla: tranquila, nena, no pasará nada. La vida
pública de las palabras se concatena con los hechos, creando simbióticamente un
híbrido fantasmagórico que se oculta y se marcha. Ella ya no está en mi cama.
Volátil cuan diente de león, marchó a volar. Ya con aire humano, ella hace su
vida y, mientras, yo vivo de sus palabras, me quedo con su esencia, con todo el
calor que supuso el “Te quiero”
irracional. Los demás disfrutarán su presencia pero yo he captado su esencia y
ante eso, el resto da igual. He sido feliz de formas que quizás la mayoría
desprecien.
Tal vez sea por su imagen, su físico y nuestra química. Tal vez por
sus ojos claros o su mirada intensa pero estaría mintiendo. Lo que me vuelve
loco es el hoy vestido de mañana con ella, que toda la vida a su lado,
con su sonrisa y sus labios, duren apenas unos minutos. Pese a que
nuestra distancia y la velocidad del miedo estén a la altura de la frialdad de
sus pies, sueño con ella a todas horas. Y sueño a la orilla del mar,
solos en la playa, al fondo, un chiringuito y delante de nosotros una
noche…miles de noche, en las que yo la llevo a la locura.
Cada sesenta minutos cambio de parecer. Esta vida es dura, ya
cuando dejas de lado la década de los 20 y entras en los 30, lo ves y lo notas
aún más complicado. Que uno desea simplificarlo y todo, absolutamente todo, se
complica. Que igual ella no te quiere, que igual yo, no la deseo, que puede que
esto nos haga estallar y medimos que la zozobra no rompa el barco. Pero que
alguien, por favor que alguien me diga que ante una situación así, fuera capaz de
mantener la cabeza tan fría como la estamos manteniendo nosotros. Dando los
pasos adecuados, con la certeza de que hay dudas que han de ser resuelta y que,
si queremos los dos, convergeremos formando una gran Zona de Convergencia Intersentimental
en el mismo centro del universo en el que cada día nos envolvemos.
Y no es que
no tenga fuerza de voluntad, que sí, la tengo. Pero escribir es un placer
demasiado cautivador como para dejarlo pasar en este blog y compartirlo.
Historias
Ni de lejos
Ha sido una semana con altos y bajos, normal, supongo. Puede que no la
recuerde dentro de un mes, sin embargo, es otra semana dentro de la que yo he
llamado “Revolución de marzo”. Hay una cosa en la que no puedo dejar de pensar
casi las 24 horas y es, cuando acabe el máster, ¿qué? Tengo que reconocer que
volver a las islas me rompe el corazón y me deja sin respiración. Volver a esas
islas, no es una decisión, es una obligación. Si pudiera elegir, no volvería
ahora mismo. Lucho, y nadie sabe de qué manera, por encontrar algo que me salve
de tener que regresar. Allá volvería a ser alguien que no me gusta ser. Hay
demasiadas historias, demasiadas personas del pasado que no serían
un problema sino fuera porque no me motiva tener que regresar a abrir puertas
que allí nunca existirán, a recorrer lugares que ya he recorrido, a inventarme
una vida que no me satisfacerá. No hay nada allá que me motive a volver.
Familia, amigos tengo, pero cada uno tiene su vida y ellos están bien sin mí, y
yo sin ellos porque objetiva y empíricamente así viene sucediendo durante
muchos años. Casi cualquier alternativa es mejor que volver a Santa Cruz de
Tenerife. Y dios sabe que agradezco el cariño que me dan desde allá, pero desde
muy pequeño sé que ese no es mi lugar, aunque infinidad de veces he creado
sueños en los que acababa allí, esos han sido por la obligación y la
resignación de quien no tiene alas y se conforma con andar.
Trivialidades
Esta semana volví a escribir de puño y letra y me sentí como si
tuviera un gran secreto guardado que nadie, absolutamente nadie leerá (Y así
será). A veces viene genial hacerlo para valorarlo todo. Echo de menos tener a
alguien a quien escribirle una carta de esas en las que cuentas hasta cuánto te
ha crecido una uña pasando por el recuento de las hormigas que tenías en el
patio trasero de tu casa o simplemente divagar o soñar hasta que duelan las
muñecas de tanto escribir. No contemplo volver a hacer eso a corto plazo pese a
que me parece un gesto de lo más “romántico”, pero algún día me gustaría
sorprenderme a mi mismo carteando a alguien importante. El más parecido es mi
amigo “El más sabio” que siempre me manda algún mail (supongo que son las
cartas modernas) contándome cosas y se lo agradezco en el alma. He de reconocer
que he tenido de nuevos muchas ganas de hacer lo que mejor se me da: salir
improvisadamente al lugar menos pensado. Sé que si me dan la beca, lo haré, y
que si no me la dan, con un presupuesto ínfimo y pobre, también lo haré porque
necesito volver a escuchar, oler y palpar el tren, necesito volver a ver el
verde, una montaña, e incluso pasear por una playa. A propósito de esto último
esta semana he tenido una incursión por una playa, fue breve, muy breve, pero
valió la pena porque hacer feliz a alguien a veces sólo cuesta un par de
céntimos y robarle tiempo a un día apretado. La mejor recompensa desde luego no
es recibir nada a cambio –digan lo que digan-, sino la satisfacción de que has
removido algo dentro de alguien con ese gesto.
Académicamente
En cuanto al máster, mientras más light se está volviendo,
paradójicamente más me agobio. Como soy muy contradictorio, estoy comenzando a
echar de menos esas clases maratonianas de mañana y tarde, pero al mismo tiempo
cada vez soporto menos estar allí. Tengo que decir que, pese a que me he
separado voluntariamente de mis compañeros por nuestras manifiestas diferencias
ideológicas, los admiro. Admiro su sabiduría, su capacidad para aprender. He
visto a algunos de esos jóvenes ser mediocres y acabar siendo grandes
estudiantes e, incluso, superándome. Y me alegra que lo haya hecho. Me gustaría
decirle a alguno de ellos que me siento orgulloso de ver que por fin ha
aprendido el valor del aprendizaje y la docencia, pero sé que decirle esto para
ellos no supondrá nada importante y yo no tengo la necesidad de decirlo. Por mi
parte, creo que esta esponja ya está saturada de agua y que necesita
imperiosamente un descanso para poder admitir algo más de conocimiento. Comencé
al 200%, transigiendo presas enteras de agua, cargándome el trabajo de otros a
la espalda, trabajando muchos días y semanas 20 y incluso 30 horas en días
infinitos en donde la cama y el sueño era casi utópico. Hoy es normal que
apenas pueda rendir un 75% tirando por lo alto. No estoy rindiendo bien, pero
aunque me exija –que lo hago, y mucho-, ya mi cabeza vuela y piensa en
montañas, playas y otros lugares más relajantes. Creo que hoy soy menos
inteligente que hace un tiempo o quizás lo sea más, el caso es que mi cabeza
necesita con urgencia no volver a esa aula, no volver a ver a mis capaces,
inteligentes y sagaces compañeros y desde luego que no tengo ganas de estar
casi 24 horas pegado a un ordenador o viendo 24 horas días los post-it de mi
pared que me recuerdan los informes, trabajos, tareas y demás cosas que debo
hacer antes de que el tiempo se consuma y sea demasiado tarde.
Son cuatro letras…
…Que conforman una palabra que no pienso escribir y que casi ni pienso
en su significado. En este absurdo de los absurdos, ha surgido algo que no deseo hacer público.
Tiene que ver con una mujer. Si, ya sé que alguno pensará “Si es que ya se te
veía venir….” Pues no, imposible porque desde hace tiempo ni busco ni pretendo
encontrar a nadie que venga a “salvarme”. Que yo soy mi propio salvavidas (creo). Cierto es que si me pusiera a escarbar
en este blog quizás me contradeciría…o quizás no. Yo lo veo así: yo soy un muro
de bloques o ladrillos con la puerta cerrada y precintada. Pero esta persona
está consiguiendo dejar huellas. Tengo que reconocer que desde hace un mes he
conocido a un par de mujeres en persona pero que ninguna de ella si acaso me ha
llegado a hacer pensar en nada o no me ha removido nada. Lo contrario sucede
con la mujer a la que me refiero ahora mismo. Esta semana ha sido la de los
mails equivocados, la de los mails “informativos” y el cruce de información, el
de los mensajes de buenos días a los que ya me he acostumbrado, el de “vamos a
lanzarnos a por todas” pero “poco a poco” en una exquisita paradoja, el de “no
necesito saber cada detalle de tu día” pero quiero saber que estás ahí al final
del mismo. Lo cierto es que tengo ganas de coger un transporte y plantarme en su ciudad
sin pensar en si es o no un error. Que no sé lo que pasará dentro de tres
meses, ni de tres días, pero que si duele o no, estaré preparado. Quiero asumir
este ¿error? y si resulta que ella no está en el mismo punto o no siente lo
mismo, tengo recursos de sobra para superar lo que sea porque hasta antes de
ayer, ni tan siquiera albergaba la posibilidad de besar a nadie o que el
corazón me latiera de nuevo deprisa sin sospechar que fueran taquicardias. Que ella está loca y me encanta, que no para de reír, es feliz y muchas cosas más
que no pienso decir, que hay un montón de cosas que me atraen y que me he encontrado hablando solo por la calle pensando en ella e imaginándola en el aula donde voy a clase. Pero voy a ser racional y aparcar a un lado las emociones que casi cada hora me sobreviene y lo cierto es que ahora mismo, en este preciso momento sólo me mueve el
ansia de saber, qué tan verdad y real es esto y deseo saberlo antes de que en un impasse
peligroso lo traspapele todo y confunda mis sentimientos buenos con otros que
no quisiera ni recordar.
Vaya
semanita
Que si ahora no embalsaman a Chávez y que si le inocularon el cáncer
¡Ay, Dios mío! Ah y hablando de deidades, hay Papa, cosa que a mí me importa
tanto como la procreación diaria del escarabajo pelotero de Centroamérica, pero
fue noticia. Y se llama Francisco I (palito) y ya ha soltado la primera
demagogia, más barata que las rebajas de enero en un país con economía
deflacionista (no me critiquéis por no saber de economía). Dice que ya quisiera tener una iglesia para los pobres. No voy a
comentar algo que pueda herir a los católicos que haya pero es demasiado obvio
como para decir nada. En Canarias, en la isla de Tenerife a finales de la
semana pasada el “populacho” se volvió loco y comenzó a sacar (o saquear)
dinero de los cajeros de La Caixa por un problema informático en el que
pensaron que no se les tendría en cuenta en sus extractos bancarios. Este sacar dinero en plan “no hay
mañana” es gracioso si no se piensa, pero como somos racionales y para mayor
escarnio, hay gente con carrera, pues eso, tendemos analizarlo todo pero lo
peor: con cinismo y perversidad. Porque hubo quien se apresuró a descalificar a esos
ciudadanos por su moral de “robar” un cajero, claro que surge el ¿quién roba a
quién? Pero hay algo que es lo que más me gusta y es: ¿Quiénes son los demás
para juzgar esta acción? ¿Es que La Caixa les da comisión? ¿Es que son
accionistas? ¿O es que para ser civilizado hay que ser además esquirol? Yo no
justifico lo de los ciudadanos que, quizás al grito de “Carpe Diem” o “Libertad
cuan William Wallace, decidieron ser Robin Hoods egocéntricos y onanistas
pensando en su bienestar (acabo de hacer un juicio pero es jocoso, no me lo
tengáis en cuenta tampoco). El caso es que ya he leído demasiado sobre lo de los
ciudadanos que “quieren una vivienda sin haber trabajado” o “sin haber ganado
dinero” o “tener derechos sin haber hecho nada”. Creo que hay mucho currito
resentido que pretende que todos sigan su ejemplo de trabajo 6-8-12 ó 15 horas para
pagar X cosas y ser un ciudadano más e incluso considerarse honrado por ello. Que existen otras realidades, otras
vidas, que no todos somos “modélicos” y podemos presumir de poder o, mejor,
QUERER hacer eso. Que hay que sumergirse en cada realidad y comenzar a fomentar
la empatía, a ser más comunitarios, a aceptarnos los unos a los otros. Que la
injusticia es el asesinato no juzgado, y no el estar desempleo o una casa de Protección
Oficial o “saquear” equivocadamente un cajero. Que un hippie no es mala
persona, que un ex convicto o ex drogadicto, no tiene menos derechos. Que yo he
trabajado muchos años, cada día, de doce a quince horas al día y nunca le he exigido
a mi vecino que haga lo mismo que yo. Que la suerte nos la buscamos y luego nos
podemos encontrar más arriba o más abajo, pero consiste en aceptar. Que nos
creemos el discurso de “arrimar el hombro” o que pecamos de decir “vagos”
peyorativamente. Es más reprobable las declaraciones de periodistas, algún
político y seguidor de ambos (licenciados) tachando la moral de los
ciudadanos, que la de estos últimos. Todos tenemos algo que guardar, algo muy
reprochable, pero nos gusta dar clases de falsa moral y sentirnos por encima
del bien y del mal. Y todo esto dicho así, no mola nada y me he cabreao...
Pensé que ella me la había dedicado pero no fue así. Da igual, ella es una pesadilla a la que quiero sellar en sus labios los míos a primera hora de cada mañana y la última de cada noche.
Templos
sagrados (Cuento)
Creo que siempre he tratado de respetar los recintos más sagrados por
otros. En eso creo que está ser civilizados, respetar esos espacios sagrados.
Pero hay lugares donde rara vez alguien penetra. Rara vez porque es un altar y
esos altares son innegociables. Pero religiosos hay pocos, por eso los templos
sagrados son aún más extraños de encontrarlos. No voy a hablar de todos los
altares y púlpitos en general sino sólo el de los más sagrados. ¿Qué es eso de
sagrado? Son aquellos que son únicos porque casi nadie entra en ellos porque
cuando alguien entra, ese alguien, que quizás entraba de improviso ve una
beldad tan grandiosa dentro de ese altar, que no sólo se queda, sino que se
convierte a esa religión. ¿Por un altar? No, porque esos altares son difíciles
de hollar, hay que buscarlos y en algunos casos escalarlos enconadamente para
poder llegar hasta allí, así que cuando uno llega, sólo puede pasar dos cosas:
que te arrepientas y te enfades mucho, o que te quieras quedar allá arriba. Se
han dado casos de personas que, habiendo tenido que bajar de esos altares, han
adoptado esa religión y han estado toda la vida soñando con ese altar. En mi
caso, yo pensaba que mi altar era sagrado y muy, muy alto, probablemente el más
alto e inaccesible. Sí, ya sé que es difícil imaginarse que alguien como yo
tenga un altar pero es cierto. Con los años uno aprende a construir sus altares
con dignidad, con pilares sólidos para que nadie te profane ese lugar reservado
para los más fieles. Sin embargo, pronto me di cuenta de que los feligreses que
se acercaban y entraban no eran buenos fieles ya que era relativamente sencillo
cumplir y profanar, así que aunque duela, tengo que reconocer que mi templo era
otrora bastante asequible pero tras caerse muchos pilares, quedarse casi
destruido por vándalos, extremistas y terroristas religiosos, tuve que irme con
el templo a un lugar más alto, mucho más alto. Tan alto era, que tardé muchos
años en encontrar un lugar reservado a esa mística de quien valora encontrar
algo así en el lugar más inesperado. Pero cuando logré volver a construir los
cimientos de nuevo, por fin me di cuenta de que mi templo era tan, pero tan
sagrado, tan oculto y tan inaccesible, que aunque muchos hablaran de él, nadie
conseguía llegar.
Había que salvar demasiados obstáculos y escollos y no había personas
tan locas como para llegar hasta él. Hubo escarceos de personas que casi logran
alcanzarlo. ¡Aventureros locos! Llegaron a mis oídos que esas personas casi lo
vislumbran, pero el trayecto, duro trayecto, podía con las ganas de casi todos.
No me importaba no tener adeptos y acólitos porque a diferencia del pasado,
nadie destruía mi templo sagrado, nadie lo avasallaba y lo maltrataba. Allá
arriba, en aquella indomable montaña me sentía a salvo. Por eso respeto hoy día
esos altares que están por todo el mundo, unos a 4.000 metros, otros cerca de
los 8.000 metros, incluso algunos a apenas a 2.000 metros pero llegar a ellos
resulta realmente una tarea harto compleja. Y aquí sigo, con mi altar, después
de muchos años, sin ser profanado y sin feligreses que mancillen o no respeten
su estatus (…)
(..) Hace poco hubo noticias de alguien que había hecho una incursión
por estos montes ya descritos antes. Precisamente ayer vislumbre a esta
persona. Por la noche vi el fuego que hace para calentarse. Estos días la he observado desde la lejanía y tengo un poco
de miedo pero al mismo tiempo ganas. Me pregunto si logrará llegar a entender
lo sagrado y lo especial que resulta llegar hasta aquí (…) Han pasado ya quince
días desde que ví a aquella persona caminar y ascender por aquellos tortuosos
puertos y degolladas. La suelo perder de vista pero en la noche, si me
concentro bien, puedo ver la luz de su fogata. A diferencia de otros tiempos,
las personas se agolpaban para entrar a mi templo y aquello perdía emoción. La
sensación es extraña y excitante al mismo tiempo. (…) Ha pasado un mes desde
que la viera por primera vez, permanezco con mi rutina habitual pero no puedo
evitar ponerme nervioso absurdamente. Cada vez la veo más cerca pero me
pregunto si este templo tan humilde y austero será de su agrado o si esa
persona no causará el mismo efecto que antes hicieron otras personas en los anteriores
emplazamientos (…) Día 47: por primera vez no vi a ese ser que con arrojo y
gallardía comenzó a ascender. No lo vi y pensé que había desistido cogiendo el
camino de la retirada. Día 84: Definitivamente aquella aventurera desistió en
su intento.
Poco después de esta última afirmación me senté en lo alto del monte
Thanatos. Allí siempre hay ventiscas o cuando no, se alcanzan las temperaturas
más bajas. Me puse a pensar sobre todo en los años que no veía a nadie. Ante la
perspectiva y certeza de que aquella persona no llegaría, decaí. ¿Acaso había
puesto mi templo tan inaccesible? Nunca me arrepentí de haber puesto mi altar
en sitio tan insólito. Nunca nadie llegó. Ni tan siquiera escuché que nadie se
aventurar por caminos tan tortuosos. Ello pese a que el templo estaba
inmaculado, cuidado y estaba mejor conservado que nunca. Años más tarde resolví
que en verdad, no necesitaba que nadie adorara mi templo. Descubrí que era yo
mi propio seguidor. Que la razón por la que había aislado todo tanto es porque
aquel iba a ser para siempre mi reino, mi principado, en el que oraría cada
día, el que cuidaría porque había sido ultrajado y mancillado demasiadas veces.
Sólo con canas supe que el templo más sagrado, el que conservaba el amor más
salvaje y puro, el único, era el mío. Y no me hacía falta nadie más.
Ella me lo dedicó y yo quise hacerle el amor toda la noche (siendo sutil)
Chávez muere y encima lo
embalsaman, en Egipto indultan a policías que se sobrepasaron haciendo uso de
su fuerza ante la indignación ciudadana, en España el paro sube, la corrupción asciende y en Canarias una
mujer se tira de un puente para ir a dar a la autopista donde es arroyada
durante horas por miles de coches. En tu pequeño mundo se crean pequeños
continentes de problemas con países salpicados en su geografía por depresiones
y exaltaciones. Te conciencias de todo lo que sucede y te pones en ese lugar
sintiendo empatía porque no sabes qué oscura razón te teletransportará a las calles de El Cairo en Egipto, de Caracas en Venezuela o de Damasco en Siria. La tristeza te invade. En una tarde de viernes un joven
profesor se le ocurre que sea visionado un vídeo donde aparecen imágenes de
Ruanda. Las calles sin asfaltar, todos con harapos, niños jugando con un neumático
y, pese a la patente pobreza, los ves felices, sonrientes, trabajadores. Una
familia ruandesa ignora todos los problemas que asolan el mundo. Su vida es
trabajar para darle de comer a sus cinco hijos. El miércoles se te ocurre caer
en la tentación más seductora que te has prohibido por aquello de continuar con
la revolución de marzo. En ella caes y zozobras como si el cielo se fuera a
venir abajo. Comienza entonces un vaivén de emociones. Es una batalla cruenta, una
batalla enconada por cada barrera que derrumbas y matas un miedo, surge con
esplendor una nueva suerte de impedimentos físicos. Es una noria mezclada con
una montaña rusa en un parque de
atracciones de sentimientos en el que te atreviste a entrar sin saber que lo
más posible es que no tengas fondos para pagar tantos sentimientos abocados y
fuera de control. El lunes alguien importante te visita, una persona que ha removido tu
ideología, tu seno interno, que ha levantado unos miedos antes desconocidos, es
casi el único secreto que guardas porque
sabes que nadie aceptaría o entendería tus tesis sobre ciertas cosas. El jueves
Estados Unidos te llama para tenerte en cuenta en un puesto de trabajo en algo
que pocos en tu vida conocen (SIG), y tú te planteas si el demonio te está
tentando, y si Satán en verdad no es Dios, o un Santo o alguien que
te desea todo lo bueno, la paradoja más absoluta te envuelve. El martes decides
por obra y gracia que estás enamorado del amor otra vez, que te lo mereces todo
sin entrar a valorar que en verdad no tienes nada. El planeta Tierra sigue girando y
sigues aprendiendo cosas que no sabías o que no le ponías número y datos exactos:
que según el Banco Mundial la mayor parte de los países en el mundo están por encima del 60-70 y hasta
el 80% de población rural, que estos países son flagrantemente vulnerables y
débiles, que la política de la ONU hizo que Gabón y Guinea Ecuatorial no fueran
considerados territorios de Alto Riesgo de mortalidad por falta de recursos
hídricos cuando la RD del Congo sí obtuvo este adjetivo. Que el coltán que se extrae en RD del Congo viaja a fábricas chinas para hacer todos los productos tecnológicos que tú y yo tenemos. (piensas pícaramente: sí tu fueras columbita y yo talantita, nos fundiríamos en Coltán) Y que el mundo
occidental vive en toda suerte de seguros que intentan proteger su propiedad
jugando, las compañías aseguradoras, con diversas políticas morales bastante
cuestionables con sus bases en la libre economía de mercado. Tu planeta observa
con terror que tú (yo), no eres inteligente, que ni tan siquiera eres erudito
en nada, que la auto confianza te ha subido a un pedestal que en verdad no
mereces. Miras a tus compañeros de máster y admiras que sepan absolutamente de
todo pero no entiendes su retorcida retórica que invierte y ensalza lo injusto a
la categoría de legal para defender a ultranza las injusticias sociales ante
tu atonía. Y el guiño de quien dice, a las cinco y diecisiete minutos de la
tarde que en Latinoamérica a los universitarios se les trata como personajes respetados y piensas: Oh, Chile,
doctorado, Grandes Lagos, Chiloé, mi sur, por favor, quiero perder el Norte,
volverme loco y darlo todo por mi mismo, apostar a una carta aunque pierda, y
si pierdo, que no sea nada que no sea la vida entera. Y te enteras que existe
un divertido personajillo (Bárcenas) que después de convertirse en un ladrón de
guante blanco y hacer a otros acólitos suyos cuando paradójicamente él era
seguidor ideológico de sus convertidos (o viceversa, para el caso), resulta que
no presenta una, ni dos, sino tres denuncias a sus ex amigos o ex acólitos o ex
compañeros. Y en uno de tus continentes te inoculan una de esas enfermedades,
ese cáncer que llevas tratando de erradicar durante décadas. Pero no te cuidas
pese a que durante muchas etapas te declararas misógino…ahora ya no declaras,
actúas. Por las noches llueve, hace frío y la sensación es maravillosa. De
noche cualquier cosa puede pasar. Por primera vez en tiempo no te sientes solo.
Ana Mato se empeña en decir que la “marca España” está mejor que nunca (pese a
los sonoros artículos de los diarios internacionales sobre esta cabalgante
crisis) antes de vetar a los periodistas a que le pregunten por su supuesta
participación en el caso del divertido personajillo que he nombrado antes. Pese
a que había dicho que comparecería brevemente sin permitir que le hicieran
preguntas, tras el plante de los periodistas que cubren la noticia, Mato recula
y en rueda de prensa afirma que ella no tiene inconveniente en aclarar
cualquier pregunta. Acto seguido al lado de la palabra cinismo en el diccionario, alguien inserta una foto de Ana Mato. Un día por la mañana,
dentro de este universo llamado Revolución de Marzo, conviertes tu mundo en
milimétrico. Aquella mañana todo fue a cámara lenta. Capaz de ver las legañas,
las ojeras, interpretar las miradas, interpretar los escotes... Era poderoso, era
capaz de ver la brisa, de individualizar cada gota de lluvia y seguir
perfectamente el recorrido entrópico de cada partícula de hidrometeoro. Eres
capaz de escuchar hasta el más mínimo sonido: el de la mandíbula de aquella joven al morder su
bocadillo, el del movimiento de la nariz de aquel que disfruta del aroma de su café. El viernes llega la obsesión, la caída al averno, o quizás
a uno solo, uno nuevo que Dante Aligieri en su Divina Comedia no habría ni
imaginado. Un infierno en el que las palabras todas juntas hacen un collage en
el que dibujan perfectamente la imagen de una persona. Un paraíso al mismo
tiempo en el que eres capaz de escuchar su voz a través de todo tipo de
canciones con sus letras. Haces Zaz!! Y surge algo que no sabes qué. Imaginas
la vida de otras personas que vas conociendo de lejos, te pones en sus pellejos
y no sabes por qué, ahora estás del lado de las personas. Que lo entiendes
aunque no lo compartas. En otro escenario radicalmente opuesto, ese mismo viernes,
un perverso debate sobre la ambigüedad de la Constitución Española, bajo la cual subduce paradójicamente todo tipo de leyes que son capaces de bajar los sueldos
aún más para que las personas no puedan pagar por un “derecho a una vivienda
digna”. Porque la ordenación territorial no descansa en los técnicos, sino en
los políticos, porque los planes parciales, los planes insulares y todo tipo de
planeamiento que lleva aparejado informes técnicos sólo serán tenidos en cuenta
cuando otorguen el beneficio de la construcción del político de turno. Tras interiorizar esto, tu ánima decide abandonar tu cuerpo para ver como la ira
llama a la puerta del niño que acaba de nacer en Burundi. Quiero estar allí, en
la simpleza absoluta de una compleja y rea realidad. Oh perversa ambivalencia
que me posees…Esclavo de ser uno más, de ignorar todo porque lo único que te
importa es que a tu familia no le falte de nada. O quizás quieras estar
caminando con tu morral a la espalda, esos caminos que te han dado tanto,
perdido en cualquier rincón, agobiado porque no sabrás si saldrás de allí. Te
retrotraes a aquella situación en la que casi feneces debido a tus impulsos
rebeldes y piensas mil millones de veces: prefiero morir rebelde que vivir
dócil...pero estoy falleciendo a base de docilidades. Ese día sales huyendo de clases, con treinta y uno años en el D.N.I pero
con quince años en el corazón y miras al cielo, mientras caen las gotas de agua
y repites miles de veces: “llévame de aquí, quiero estar lejos, muy lejos, en
EEUU, en Guatemala, en Chile, en África, en cualquier lugar menos aquí”. Y eso
que te has confesado feliz. Porque lo eres. Eres feliz pero te descubres, muy a
tu pesar, como un ser humano exigente. Tu mundo de siete días lo cierran tres
hechos. Un vídeo que te sobrecoge, en el que vuelves a soñar con una mujer, con
esa mujer. Como si fueran fuerzas revolucionarias contra un régimen ‘Allendesco’ el pesimismo
doblega al gobierno y dice que nadie te amará ni corresponderá tus
sentimientos, ni hoy, ni jamás. Te descubres en tu realidad, como la mayor
parte de las veces: solo. De madrugada,
como decía aquella canción, “Lloras” como una magdalena por todo y por nada
realmente. Sábado, amanece. Sol. 22 ºC. Un insoportable dolor de espalda te
deja en cama sin poder casi ni andar. Gritas y te retuerces de dolor. Decides
cerrar los ojos e imaginar que nada malo ha sucedido, nadie ha invadido nada,
nadie se ha suicidado, no existe el cinismo ni leyes que subduzcan bajo la
Constitución... Sueñas. Alguien te llama por teléfono. Aparece ella que me despierta
con ojos de pasión que gritan “te quiero” y su cuerpo me dice "te deseo". Deshacemos la cama tres veces en un tsunami, un tifón, una riada de sexo incontrolado. Ya no
hay heridas dentro de mí. La Revolución de Marzo hoy se queda dolorida e inmóvil
en la cama. El mundo seguirá y ha demostrado que puede hacerlo bajándome de él
para seguir intentando vivir a ras de cielo, emigrando mi alma de este ajado y
cercenado cuerpo, decorado por sentimientos contaminados de sapiencias
perversas. Cierro los ojos. Cuatro imágenes aparecen, una idea ronda: La
felicidad sólo es completa si es compartida. La felicidad bien merece un rato
en Ruanda. Y vuelvo a llorar sin saber por qué.
No es fácil expresarse de manera objetiva en muchos casos. Al intentar
elegir el tema de este post lo he pensado mucho. Es lo que tiene la
inspiración, que puedes escribir de cualquier cosa y estar haciéndolo durante
veinticuatro horas. Comienzo:
Quiero hablar de imposibles. Yo soy un hombre bajito. Exactamente no
lo sé, pero soy bajito. Siempre lo he sido y desde hace muchos años ya no tengo
complejo. Sí es cierto que la gran mayoría tienen un problema con ello, no han
sido pocas las veces que al intentar hacerme un cumplido me han dicho aquello
de “si no fueras bajito…” Y yo he dicho: “No es un problema mío, es tuyo, mi
estatura no me hace peor que, eres tú la que lo está convirtiendo como algo
malo…”. Mafalda o que para ser más exactos su amiga, mi adorada Libertad decía
algo así como que “Los bajitos no tenemos por qué andar aguantándole a los
demás su complejo de altura”. Y como digo, mi estatura física puede que sea
baja, pero la estatura de mi corazón y de mi alma es grande, y es eso lo que yo
creo que es importante. Aún con todo, quiera que no, mido a las personas por lo
que me puedan aportar, por lo que me puedan dar –no materialmente, claro está-.
Si una persona es culta, tiene intereses o aunque no sean afines a los míos, pero
me atrae, creo que eso me conquista. Claro, luego hay otras cosas (porque puede
ser una erudita y ser bastante idiota, cosa que, por otro lado, no sería
extraño visto lo que he visto). Y no me considero especialmente inteligente ni
nada de eso, soy un chico normal, pero lo que “mido” en una persona son sus
inquietudes, sobre todo las intelectuales. Eso me encanta. Pero reitero, si no
hay una conexión entre ambos más allá, no es más que una virtud como quien
tiene unos ojos azules y una bonita cara, si después de eso, no hay algo más,
se queda tan solo en eso. Me siento pequeñito cuando conozco o
estoy conociendo a alguien que…alguien que continuamente me sorprende con sus
cosas: que si escribe, que si tiene un gran gusto musical, que si es culta e
inteligente, que si tiene sueños, que si es independiente, que si sabe de Geografía, que si tiene las
ideas claras… Ves todo lo bueno y...en fin, los años también acaban por hacerte
ver los fallos, pero los minimizas por vaya-usted-a-saber-qué-razón
(Copyright del formato: Raquel Busca su sitio).
Y obviamente, en el punto en el que hablo no hay nada, no existe nada.
Quizás una relación de palabras y pocos hechos, lo suficiente para enaltecer
algo que no tenías. Y es entonces cuando te sientes pequeño. La ves como un
imposible. Piensas “Es demasiada mujer para un solo hombre” o más bien como un
hombre como yo. Es…es como un cirro-estrato, las nubes más altas. Con cristales
de hielo finos que parecen que se van a romper en cualquier momento. Con su
presencia cubriría todo el cielo, o para ser más exactos, todo mi cielo. Y
piensas que una mujer nunca acabaría por fijarse en ti o verte de la misma
manera. Pero en vez de desolarte, eres feliz en la experiencia de
conocerla, observándola, escrutándola, hablando con ella y a veces flirteando
un poco. Es como un “pacto de mínimos” que haces contigo mismo para no acabar
mal. Es como una competición, un partido de algo en el que tú te manifiestas
inferior aunque siendo objetivo, no tendrías por qué sentirse así.
Puede que sea Demasiada Mujer, pero yo no soy menos hombre
En tu cabeza sueñas y te imaginas el preciso momento en el que los
planetas se alineen y ella te diga: tú…tú también me gustas. En ese momento
probablemente tu estómago se venga abajo y la ambivalencia del miedo y la
valentía se conviertan en un ser que ande por ti e incluso se desdoble. Te sentirás
poderoso y débil, sentirás…muchas cosas que estoy seguro que todos habrán sentido.
Pero tu sentido común sigue mirando hacia arriba y viendo esos cirros-estratos
que hacen tu mundo dulce como una nube de algodón. No es mi intención mentir y
malo sería que aquí lo hiciera, así que la verdad es que el hecho de que sienta
algo igual que yo es tan lejano como…como ese trabajo de geógrafo que anhelo,
como ese doctorado, incluso como la vuelta al mundo a pie o en automóvil que
siempre me ronda por la cabeza, como aquel paisaje de las montañas Tian Shan, como volver a viajar a África o
el cielo caído en Cherrapunji. Y creo que es mejor sentir esto así de
imposible. Creo que es bueno porque, al menos en mi caso, saberme seguro de una
posible victoria me hace más débil, más vulnerable.
Prefiero pensar que ella está en una torre que no alcanzaré porque…porque
el día que sepa que ella está en el mismo camino que yo, que los sentimientos
son similares, quien sabe qué pasará... Por lo demás, mientras estás en esa
nube tratas, al menos en mi caso, de no encapricharte, de tener los pies en el
suelo, de ver la realidad más posible, ponerle pegas, ser exigente y hasta
verle defectos que no le ves porque sabes perfectamente que, cuando llega
alguien así, puede que Cupido (ese traidor macabro) volverá a tener una de esas
conversaciones incompatibles contigo. Con todo estos océanos de sensaciones, la mejor de todas, sin duda alguna, es la tranquilidad de que sabes cómo ser feliz con tan sólo una palabra, o una melodía.
Sea como sea, me estoy dejando llevar, algo que hacía tiempo que no
hacía, al menos no lo hacía tan continuado. Me he lanzado a hacer cosas y
continúa esta revolución de marzo. Soy hombre y niño a partes iguales, soy más
sereno pero igual de vehemente. Sé lo que puedo llegar a hacer por amor y sé lo
que he hecho. Aunque alguno se apure y diga que son “exageraciones” o bravuconadas.
Son esos tiras y afloja de mi cabeza y mi corazón. Son estas realidades que en
verdad tienen mucho de ficción o de ilusión por intentar que dos Indias
clonadas sean descubiertas al mismo tiempo y en el mismo lugar por sendos clones
de Cristóbal Colón, uno tú y el otro yo.
Es posible que me arrepienta y me equivoque totalmente con este post.
Si lo hago no lo borraré ni renegaré de él. Lo hago por la necesidad de
escribir, de expresarme. Me mueve el ansia de poner palabras, la inspiración
literaria que, como el empleo en este país, no abunda. Aclarado esto, empiezo:
Es un deber tener sueños pero ¿acaso yo también tengo derecho a soñar
con imposibles? ¿Cuánto de realidad hay en los pequeños detalles? Repetidas
veces he dicho que soy afortunado por haber estado con mujeres que me han
querido, me han hecho sentirme genial. Y quizás porque no soy de los que cada
dos por tres caen, porque ya me cuesta sentir cosas y por mi forma de ser, no
estoy acostumbrado a recibir halagos, dedicatorias, palabras incluso indirectas
y mucho menos cosas que signifiquen o que impliquen que alguien pueda
percatarse de que existo como hombre además de cómo ser humano. Vivo aceptando
eso, resignándome a ello y a muchas cosas. Y estoy acostumbrado a pasar
desapercibido ya que tampoco destaco por nada. Por eso cuando percibo, aunque
sea de lejos que a alguien puedo llamarle la atención me choca. Puede que en
muchos casos, o más bien la mayoría, cuando eso suceda, haya un desencuentro,
pues yo no estoy en las mismas porque…pues porque no y ya está, no le voy a dar
más vueltas porque ya he hablado en un reciente post de los mapas
mentales que nos solemos hacer y que vendrían a explicar los desengaños,
cuestión esa en la que sigo estando muy de acuerdo.
Con 15 años ya supe que de mayor iba a ser rebelde y solitario
La pasada semana tenía una conversación con mi amiga Honey Kohana,
novia de mi amigo el del “pelo más maravillosamente bello que jamás haya visto”.
El extracto de aquella conversación venía a decir, según Honey Kohana, en que algún
día alguien volvería a descubrirme. Eso decía ella, porque yo en aquel momento
adolecía de un bajón anímico que me llevaba a creer que era imposible. En parte
lo sigo creyendo, aunque no niego que tengo fe (creencia irracional en que algo
sucederá). ¿De dónde viene esa fe? Es muy sencillo. Yo cada día sueño, sueño y
sueño. Sueño dormido y despierto. No es extraño ir caminando por la calle e
imaginarme en otro lugar, incluso con otras personas y situaciones. La
capacidad de abstracción que tengo es muy alta. Y creo que eso se puede
cumplir. De ahí viene mi fe, que es mi alimento. Aunque lleve ya tres décadas
de vida, sigo teniendo esas cosas de inocencia porque a fin de cuentas, si no
soñamos ¿qué será de nuestra realidad? No podría con la dureza de esa realidad
si no pensara que de alguna manera, de alguna forma, algo sucederá en mi anodina
vida que la hará especial, sólo hace falta toneladas y toneladas de paciencia. Pero
volvamos al caso que me ocupa…
Cuando algo –una posibilidad de cambio de vida- o alguien –una amistad
o una mujer que me llame la atención- aparece, mi inconsciente bipolaridad
actúa ilusionándose rápidamente. Pronto voy poniendo los pies en el suelo, de
tal forma que acaba siendo un vaivén, un tira y afloja en el que sólo los
acontecimientos acabarán por decidir si en la balanza pesa más la ilusión que
la desilusión. Y si gana esta última, ya puedo decir que no me temblará nada
para poner fin a lo que sea que me genere algún mal. Esto que digo explicará,
quizás, futuros posts paradigmáticos o puede que un tanto alicaídos…o todo lo
contrario. Aquí lo estoy haciendo es poner en antecedentes.
(Kit-Kat: creo que todo esto, este aura que rodea estas palabras están
patrocinadas por el libro que me leí el pasado fin de semana y que me caló
mucho más de lo que imaginaba a priori).
Su letra me dejó…amarillo
Yo sé que estoy preparado para hacer feliz a alguien que recíprocamente
me pueda hacer feliz. Lo sé, o bueno, lo siento. Sólo me hace falta relajarme y
tener más seguridad en mi mismo, creer que puedo superarlo todo con una sonrisa
y con valentía aunque no sean los mejores tiempos. Si soy capaz de quererme, de
sentirme bien conmigo mismo, ¿cómo no voy a ser capaz de hacerlo con otra
persona? O la pregunta más bien sería, ¿Por qué alguien no va a creer que yo no
puedo aportarle algo en su vida? Aunque con franqueza, normalmente pienso que
no hay nada en mí que al común de los españolitos les pueda aportar nada, y los
hechos de mi vida vienen a confirmarlo…
La música. Ha sido eso lo que me ha vuelto a generar ilusión. Porque
es ella la ha que ha movido mi vida junto a algunas palabras. Si esas palabras,
esos mensajes se traducen en indirectas bastante claras, lejos de esa digamos “ambigüedad”,
lo que queda es un mundo de ilusión que te creas o que te quieres hacer creer.
Es lo que quizás está sucediendo. Yo admito mi torpeza aún, a pesar de más de
tres décadas de tiranteces sentimentales en interpretarlo todo. Pero sigo al
caso, que me lío. Yo creo que aunque aparezca una ‘Femme Fatale’ estoy
capacitado para invertir eso, sólo con una sonrisa, con unos ingredientes muy
básicos y recíprocos. Sí, lo sé, me estoy explicando fatal. Pero lo que
necesito desde hace tiempo es alguien que ponga patas arriba mi vida porque
esta continua planificación es tan poco yo…Necesito que alguien me vuelva a
desordenar la vida porque…sin ese desorden, puedo vivir pero todo es mucho más
vacío.
Y bueno, en verdad estas palabras no las escribo yo, las escribe la primera musa que tengo en mucho, muchísimo tiempo. Yo no sé si es realidad o sueño. Suele suceder que lo que existe en estas es algo enigmático. Te preguntas ¿Seré yo el que lo genera o será recíproco? Lo difícil que es decir a alguien, después de mucho tiempo un simple: “Me gustas”. Cuesta porque no conoces de nada a esa persona, porque como he dicho, puede que sean historias que te estás inventando, que luego propician que bajes de golpe y porrazo al suelo, pero como mal menor, si es algo que has creado tú dirás: “nada nuevo bajo el sol”. Aunque la decepción no la quita nadie (o sí, si es algo muy pasajero).
Pero luego te levantas a la mañana siguiente, tras horas y horas de
transitar por mundos que hacía mucho y mucho que no recorrías y… observas que
estás solo y te preguntas: ¿Esto es realidad o sueño? ¿Lo inventé yo? Es lo que
va rondando por tu cabeza. Porque has dicho y te has jurado que abogarías por
realidades, no por ficciones. Te bajas del carro y esa mañana dices: Sí, soy
yo, porque no la conozco de nada. Y bueno, no negaré mi obstinación, más, al
mismo tiempo es una ilusión tan bonita que me resulta tentadora e irresistible.
Eso sí, la edad te hace ir más pausado en estos momentos. La edad te procura
toda la experiencia para no escribir lo primero que se te pase por la cabeza,
te permite calibrar, medir muchas cosas –si es que algo se puede medir-, principalmente
te hace más prudente para no acabar siendo un pardillo. Y me acuerdo de mi
amigo El Sabio, uno de mis mentores. Él y yo estamos de acuerdo en que a
nuestra edad, ya los hombres necesitamos tener una mujer al lado y sentar
cabeza, pero al mismo tempo coincidimos en que ya no nos vale cualquiera, porque
tampoco somos chicos cualquiera, somos especiales, y sabemos que de normal
estamos mejor solos y que tiene que aparecer alguien que te cale verdaderamente
para que te lances.
Me he levantado preguntándome si aún estoy soñando despierto
Sé que pasan cosas dentro de mí. Ella en verdad no hace nada, es la
canción justa, que digan las palabras necesarias, es la sonrisa absurda que me
hace esbozar. Son esas mariposas en el estómago. Es ese misterio maravilloso.
Es… es la zozobra continua de que en cualquier momento la realidad te puede
golpear y darte cuenta de que has sido tú, y no los dos, ergo, vuelta al
desencuentro. Y como le dije: “Las personas bonitas no se ven con los ojos”,
porque algo estás viendo, sin lograr saber qué. Puedes estar fallando pero te
apetece equivocarte. Se te eriza la piel, te ilusionas, creas un mundo en donde
te inventas por fin colores. Ya no todo es monocromático. Algo hay. Aquí lo que
verdaderamente es novedoso es mi ‘valentía’ en intentar volver por esos
derroteros. Eso me sorprende si me pongo a pensarlo –que tampoco es que lo esté
pensando mucho-. Pero mi romanticismo, blando y duro aparece y se ve escuchando
de nuevo ‘melosías’…
Y bueno, claro, luego viene el miedo a decir algo que no debes, el
miedo a lanzarte, a decir esas dos ridículas palabras. Pero claro, hay un
problema: ya no estás acostumbrado a eso (¿Llega realmente uno a acostumbrarse
a declarar tener sentimientos románticos por una persona? Yo creo que no, al
menos en mi caso). Pese a ese miedo todo se ve de otra manera y ¡qué caray!, es
bonito. Lo es ahora, en este instante en que te mantienes flotando en esa
divina burbuja hecha del mismo material de los sueños que tú (o ella) fabricas.
Lo es aunque haga dos días que la conozcas, aunque el flechazo haya sido
instantáneo, aunque en verdad puede que sea una ilusión sin base. Pero es en
ese momento cuando vuelves a escuchar esa frase de Nimri en Los Amantes del
Círculo Polar: “Venga, atrévete, valiente”. Y de a poco, te vas atreviendo. Quizás
debiera explicar que a mí, sólo con una palabra en el momento justo, me pueden
remover todo el mundo. Y eso, como ya he apuntado, no sucede siempre, ni a
menudo. Hay muchos condicionantes, y no cualquier palabra, frase o comentario
me llega. Soy un tipo duro, me he convertido en eso.
Desaparece y luego hace ¡Chas! Y aparece a tu lado
No obstante, siempre está esa traidora monja de clausura llamada razón
y que se empeña en racionalizarlo tanto todo que los colores vuelven a
convertirse en blanco o negro. La cabecita me dice que soy yo el que genero
eso, que en verdad nadie me necesita, que nadie se ha fijado en mi realmente o
si lo ha hecho, no tiene base para hacerlo. Es como si mi mente quisiera
hacerme sentir inferior o como si nadie que me conociera fuera capaz de
quererme. Es un duro patriarca que va con mano de hierro. Y duele. Creo que en verdad mi cabeza se está
comenzando a hacer una idea de la persona que quiero tener al lado y dibuja y
esboza la imagen de la mujer que camina a mi lado. Aparece alguien y de repente
mi cabeza cree que justamente es ella. Mi vehemencia se deja llevar gracias a
las hormonas, esas geniales endorfinas liberadas que te hacen ser feliz.
Temo volver a caer pero al mismo tiempo quiero intentar caer porque
este desierto tan árido ya escuece. Sigo pensando que me merezco a alguien que me quiera bien, que
me sepa querer, que sea pasión y cabeza. Creo que los sueños se tienen que
cumplir. Al menos eso creo ahora porque estoy en una etapa paradójicamente
optimista pese a que mi realidad en verdad no invita a serlo. Pero quiero estar
así. Quiero porque…me gusta imaginar que alguien tiene fe en que yo pueda
generarle un sentimiento parecido al amor y que además, sea recíproco. Pero no
sé si esto será para tanto como para que esta mujer se atreva a caminar un poco
más. No sé si querría que anduviésemos todo un día por estas calles de la vida,
soñando con que ella ve en mí lo que no encontraba y yo en ella, lo que no
buscaba.
Poco a poco, caminando poco a poco, ese debería ser el secreto
A veces me lío intentando escribir algo sin caer en que me expreso
bien cuando no le doy tantas vueltas a los asuntos. Ha sido una semana
insoportable porque desde el mismo lunes quería que llegase el viernes. Mis
ávidos deseos de cambiar algo que parecía incontrolable me llevaba a querer
salir del aula. Estaba nervioso y me imaginaba yéndome de la clase dando un
portazo y haciendo un mutis bastante aclaratorio de la insostenible situación
diaria. Estuve toda la semana en un fino alambre que fue cortado de sopetón el
miércoles con una mala noticia que me bajó a una realidad a la que no había
caído tan de golpe desde hacía tiempo. En vez de ver todo lo negativo, que era
muy obvio, me dediqué a dar la espalda a la realidad y ocuparme de cosas que yo
sé que me dan vida, principalmente la música y los sueños a muy cortísimo
plazo. Comenzó todo con Pink Floyd, Comfortably Numb y Money, esta última que
me recordaba un poco a que todo se solucionaría con un poco de ‘Money’. Y es
que esta austeridad casi pobreza es tan ‘marginatoria’ como el hecho de vivir
las cosas más básicas. Esa noche del miércoles también me dediqué a leer cosas,
una de esas cosas fue un artículo en un blog sobre el amor.
Tras las últimas experiencias con las féminas, gané en seguridad y
sobre todo pensé: ¿Por qué no voy a poder controlarlo? Cierto es que esta
semana volví a tener dos sueños perturbadores. Uno de ellos, con la última
mujer con la que estuve. Hablándolo con una amiga le esbocé algunos de mis
pesares, sólo algunos. Me dije entonces que tenía que hacer algo para no
provocar un cáncer sentimental que se convirtiera en una letal metástasis. Hice
mucho ejercicio mental para no estar mal. ¿Y qué si mi ex está viviendo en la
ciudad de su novio? Lo que de verdad debería es no saber nada de ella, pero lo
triste de todo, lo que en verdad es profundamente desolador, es que el único
vínculo con el amor pasional y romántico que hay en mí fue aquella relación. He
conocido a otras chicas pero no ha habido aquello que sí hubo en ese momento.
Cierto es que esto tiene muchas cosas que subyacen de fondo pero no me interesa
contarlo.
(“Y cuando yo digo que no, es que no” –Los amantes del círculo polar-)
Aquí es donde debo volver a recurrir a aquel artículo del blog que me
hizo pensar. Este artículo me hizo pensar que tenía toda la razón del mundo. A mi edad ya no cumplo los
parámetros comúnmente aceptado por la sociedad. Si estás soltero, debes tener
pareja, si no la tienes y otros sí, no estás en la onda porque…por cuestiones
de sobra conocidas. Muchos amigos he perdido o se han distanciado porque ellos
con pareja y yo sin ella, era algo difícil, pues cuando un amigo tiene pareja,
tienes que ser amigo de su pareja por extensión. Obviamente esto es mucho más
complicado que decir que es un deber el ser amigo de la pareja de tu amigo,
tiene todos los matices que no voy a realizar yo. Es entonces cuando he
pensando que igual mi estado era algo tan innovador, que resultase chocante.
Ser feliz estando solo, ser vehemente con uno mismo, desear de vez en cuando y
tener la libertad de no tener que dar explicaciones a nadie. Todos necesitamos
un apoyo, que nos suban el ego, pero la diferencia es si necesitarlo es algo
que te hace mendigar o convertirte en una especie de ‘yonky’ de la compañía. Y
aunque parezca que estoy juzgando a todos aquellos faltos de cariño y compañía
a toda costa, no es así. Son formas y maneras de vivir. Al fin y al cabo, lo
que sí tengo claro, es que yo no quiero ni deseo decirle a nadie cómo ha de
vivir su vida, ya que ésta es mejor cuando te dan la libertad para tomar
decisiones.
(Una calle de Alicante me recordó que la libertad está en mi mismo)
Bueno, el caso es que quería que llegara viernes. Me perdí el
concierto de Carlos Chaouen, aunque como lo había visto en Madrid en diciembre,
me importó menos, me aguardo para el concierto de Luis Ramiro y otro de Boza
y/o Marwan. Desde que me desperté sabía que ese viernes quería salir, pero lo
que no quería es perder las ganas. Además era la primera vez que saldría de
verdad una noche, ya que las anteriores ni se podrían calificar de salidas
nocturnas. Esta vez quería intentar olvidarlo todo y todos. Comenzó la noche
robando conversaciones ajenas. Era inevitable, con el frío, en el transporte
público la gente se agolpa y acabas robando sin querer las conversaciones.
Además, en algunos casos, es mejor escuchar eso que la música. Tenía de fondo a
Pink Floyd que me hacía sentir relajado. Me preparé un ¿mapa? Para ir a algunos
de los sitios que me habían recomendado meses atrás. El primero de todos estaba
super vacío y no tenía ganas de estar en un lugar desangelado, que para eso ya
está el lugar donde cada día voy.
(Si mis mentores vieran mi cartografía me quitarían el título)
Caminé un poco y fui en búsqueda de una pequeña calle en el
laberíntico casco de la ciudad de Alicante. No pude encontrar el pub que quería
y me sentía incómodo. Pensé que me tendría que ir rápido porque me conozco, si
no entro a un lugar en el que sentirme a gusto estando yo solo, quiero volver.
Lo intenté una última vez con mi ¿mapa? Por fin encontré, en una diminutisima
calle, que más parecía sacada del barrio gótico de Barcelona, que de Alicante.
Entré pero enseguida volví a salir, por un lado, porque no tenía demasiado
ambiente, y segundo, porque después de esperar dos minutos a que el camarero me
atendiera sin conseguirlo, decidí salir. Justo al lado había otro bar. Su
puerta era diminuta, tuve que agacharme para entrar, bajar unas escaleras y una
vez allí dentro, bajar otras pequeñas escaleras. Lo mejor, sin duda, la música.
Me recibió “Cuando brille el sol” de La Guardia. Esa música de los años 80, de
la movida madrileña y otras de los 90. Hacía tantísimo tiempo que no escuchaba
algunas canciones que no podía dejar de sonreír. Hacía también mucho tiempo que
no me bebía una cerveza. Mi satisfacción era doble y alcanzó el triple cuando
además, vi algunas mujeres, sobre todo tres mujeres muy dicharacheras y
pizpiretas. Aunque me sentía incapaz de hablar con ella, sólo ver lo felices
que eran, cómo bailaban, cómo sonreían, me sentía dichoso. Ese ‘triple’ para mí
era lo mejor que me había pasado en esta ciudad…desde hacía mucho.
(Muchas veces olvido que los sueños deberían ser indelebles)
En verdad la única noche más especial que esa fue la de mi cumpleaños
en que tuve la suerte de presenciar un concierto de Marwan (y claro, también la
noche ilicitana de Boza, Road Ramos y Patricia Lázaro con la compañía de mi
amigo Dani). Desde aquellas noche no me sentía tan bien, aunque claro, tampoco
había salido más después de aquello. Me tomé otra cerveza y al final, acabé con
un brugal doble. Entonces comencé a animarme con la música. No sabría decir a
ciencia cierta cuál fue la canción que me atrapó definitivamente. ¿”Groenlandia”;
“Enamorado de la moda juvenil” o “Como un burro amarrado”? No lo sé. Enfrente
de mí seguía el trío de chicas que entraban y salían del antro. Para entonces
ya me había despreocupado de ellas y de todas. Sólo quería bailar, sonriendo y
sintiéndome liberado de la responsabilidad de la austeridad, de las reglas, de
las normas, de callar, de aguantar cada día. En un abrir y cerrar de ojos, el
antro ya estaba lleno de todo tipo de personas y sobre todo de mujeres. Para
entonces yo estaba, como decía Chaouen, “Desatado”.
Sentir felicidad es algo tan bonito que cuando sucede merece la pena
expresarlo
Sin pensarlo, comencé a hablar con el triunvirato de mujeres que
estaban desde que llegué. Conocí a Sabrina, a Yanira, a Sara…y a otras de cuyo
nombre no me acuerdo. Incluso me atreví a bailar con dos de ellas. ¡¡Yo sacando
a bailar a una mujer!! Eso es tan poco yo…tan poco propio del ser encorsetado y
lastrado por la timidez… No sólo eso, tuve conversaciones de bar con algunas de
ellas. Y no, no soy un chico guapo ni especialmente encantador, ya que siempre
digo algo que no debo, soy un bocazas o no soy original como para que una mujer
se fije en mí por nada. Eso lo estuve pensando inconscientemente toda la noche.
No pensé ayudado por el alcohol y las vehementes ganas de olvidar el duro día a
día de los últimos meses. Me daba igual si hablaba con un tío o una tía. Me
sentía a gusto, desinhibido y pasaron cosas que me dejaron alucinando. Llegué a
olvidar algunos pasajes de la noche. Salí de aquel antro acompañado de dos
mujeres, pero poco más supe hasta que cogí el autobús de vuelta a casa, yo solo
y comencé a pensar…Que hacía mucho tiempo, y no sé si alguna vez, había actuado
así de desatado. Necesitaba relacionarme con otras personas y lo conseguí.
Hablé con hombres y mujeres, bailé sólo y con otras mujeres –con lo que me
gusta eso-, canté, bebí y escuché la música que me gusta. De camino a la Plaza
de España pensé que, por qué no, Alicante fuera mi ciudad, el lugar donde
comenzar la revolución de mi vida. La idea de quedarme aquí, de encontrar un
trabajo y tratar de ser ese chico desinhibido me cautivó.
Estos días he pensando que hay cosas que sin darme cuenta, estoy
adquiriendo. Una dimensión que no soy capaz de calibrar, si importante o no,
pero sé que algo está ocurriendo que me está llevando a límites y derroteros
extraños y desconocidos. Puede que sea una fase pasajera nada más, pero el caso
es que, los cinco meses que me restan aquí puede y deben ser un punto de
inflexión para poder aprender lo que el destino me tiene guardado. Finalizo
esta semana con unas ganas enormes de aprender y por intentar volver a dejarme
llevar por mis impulsos, mi vehemencia y preocupándome menos de las
responsabilidades que me mantienen sin dormir casi todas las noches. Ha sido un
fin de semana maravilloso, feliz, a falta de una posdata en forma de rúbrica
personal, no de efímeras conversaciones y bailes.
El domingo lo he dedicado a leer. Hace unas semanas una amiga me habló
de algo llamado “Cincuenta Sombras de Grey”, yo no sabía qué era y ella me puso
al día. Me dijo que era un libro, una novela que estaba causando furor. En esto
de que el fin de semana fuera diferente, y tras haber pasado con mucho honor la
resaca del sábado, me puse a leerlo. Mi amiga me lo describió como un libro “necesario”
para leer. Me lo leí en un día con más o menos detalles. Fue divertido, la
correspondencia a través de e-mail y los pensamientos de pseudo adolescente
insegura de Anastasia. El final no sólo no me gustó, sino que lo encontré muy
simple, aunque dicen que es una trilogía. Probablemente me leería los otros
dos, el caso es que me produjo muchos pensamientos encontrados. De una forma
tan “divertida” acabé la semana y mañana
PD: A todas aquellas personas que me critican con dardos indirectos a través de diversas redes sociales, sin la valentía de hacerlo directamente les digo: miraros primero a vosotros mismos, el problema es vuestro, no mío. La crítica sin base me provoca desconcierto. No lo entiendo y no me apetece comerme el coco por cobardes que hablan con ambigüedad. La posdata es: hablen claro, que no tenemos 13 años.