Llegué…¿O no?


Quizá haya sido irreverente con el destino, con el Universo. Puedo que haya faltado el respeto al sentido común y a otros muchos sentidos, más, cuando la ilusión y el coraje se vuelve irracional, no hay nada que hacer. Pero puede que en esta ocasión hubiera tenido que hacer caso. La primera aventura del año –y espero que no la última-, fue un duro palo a mi cuerpo, a mi orgullo y a algunos principios. Principios como el papel y el bolígrafo. No los llevé conmigo y fue como si me faltara más que la misma agua. Cuando mi habitual compañero de aventuras locas y con escaso sentido me propuso justo un día antes subir a uno de los picos más altos del Archipiélago canario (8,5 kilómetros), y hacer además 47 kilómetros del canal de Vergara… no me lo pensé, dije sí. “Loco”, decían algunos. Con una advección de aire sahariano, y calor, parecía un poco estúpido hacer 55 kilómetros entre trekking al Pico Cabras y Canal de Vergara. Sin embargo, como dije, no lo pensé.

Ya a las primeras de cambio, al comenzar a subir hasta el canal, unos dos kilómetros de añadido a esos 55, comencé a sentirme mal. El cuerpo no respondía, las piernas, los muslos. Hacía más de un año que realizaba algo similar. En una hora aproximadamente llegamos hasta el canal. A menos de diez minutos, la llamada “Comunidad de Las Nieves”, lugar por donde comenzar a subir hacia el Pico de las Cabras, también llamado Echicere. Para sorpresa mía, la galería de las nieves estaba abierta, y aproveché para adentrarme unos diez o quince minutos. Fue fantástico, pero tuve que salir para comenzar a subir. El camino, si podía llamarse así, era durísimo. Estaba lleno de escobones. Prácticamente buceaba entre ellos. Como suele ser habitual, quedé como hombre escoba, último y muy rezagado en un camino rompe piernas. Numerosísimas piedras y un suelo inestable. Comenzaba a sentirme cada vez peor. Le dije a mi habitual compañero de camino que por primera vez no tenía buenas sensaciones. De hecho, comencé muy pronto a tener calambres. La intención era llegar hasta la pista forestal. No obstante, comenzamos la ruta muy tarde (sobre las seis de la tarde), así que pronto nos cogió la noche. De hecho, ya con linternas en mano, aparcamos nuestras mochilas y montamos la caseta de campaña. Entre pinares, la primera sorpresa nos llegó de repente. Contra todo pronóstico no sólo no había calima, sino que pude observar la bóveda celeste. Las estrellas, eufóricas de luz, jalonaban todo el espacio que se podía ver en la noche. Estaba henchido de felicidad.

Al amanecer, arranqué primero a sabiendas de que no sólo me alcanzarían, sino que me superarían. Y así fue. Pero primero me dio tiempo a gritar con todas mis fuerzas al ver la estampa de la meta final. Seguí y nos encontramos ya en la falda del Pico. Entonces comenzó lo verdadero duro, el principio del final para mí, que no llegué hasta el final debido a la excesiva inclinación y el fuerte ritmo que pusieron mis acompañantes. Acabó el sueño…¿o no?

Cada paso fue, en parte tortura, en parte gloria. Sangre por dentro, heridas por dentro. En días en los que millones de personas corren riesgos, aventuras, en días en los que caminar y descubrir la montaña y el monte ya no es, ni mucho menos lo mismo que en el siglo XIX, con fines conquistadores y políticos.

En mi cabeza hubo muchas cosas. Realmente había mucho guardado. Había gritos, había lágrimas, había risas, orgullo, había recuerdos. Ahora recuerdo aquel lugar como idílico pese a no haber llegado hasta final. Recuperé esa locura tan cuerda, ese esplendor que me encanta. Recordé a personas, sin embargo me preguntaba por quién me había ganado realmente. Pensé en mi madre, en mi sobrino… pensé incluso en mi hermana. Y todo lo que no he sido con ellos. Pero también pensé en las personas que han dejado huellas. Las mujeres de las que me he enamorado –no muchas-, las que me han provocado un daño indeleble, la tristeza de saber lo perdido, el amor depositado que no obtuvo su respuesta, no fue respondido, correspondido, encontrado, hollado. Amores que se perdieron. Más, igual es una cuestión de perspectiva. Era cuestión de ver que realmente había vivido mucho en pocos espacios de tiempo.

Me acordé de “Caraguapa”, pensé: ojala todas las mujeres vieran el amor de forma tan sencilla. Ojala no existiera el orgullo, el rencor, y cosas negativas que provocan la ruptura de las relaciones sociales y sentimentales. Me acordé de mi amiga de color Violeta. Me acordé de que todo se acaba, que al final quedan fotos, escritos, queda poco más que eso. Que moriré, y que mi legado no será heredado. En aquella subida no había nadie –no porque no hubiera ido solo, sino porque me dejaron allí-, mi sufrimiento no fue compartido, lo aguantó la montaña, fue sostenido por la música. Recordé que así había sido casi toda mi vida. Allí no había en alma nadie, nadie estaba pensando en mí. Lo sentí. Sentí que estaba allí por motu propio. Que realmente así es cada día en mi vida salvo en excepciones. Una llamada a las diez de la noche diciéndome un “Te quiero” al día de corazón. Una princesa para este príncipe, un sostén que aguante todo lo que se cae abajo cuando no tiene báculo. Subir hasta allá arriba e inacabar me dejó claras muchas cosas que día a día no veo:

-Que la política, la crisis, el dinero, las cuestiones materiales y otro sinfín de cosas como el mismo orgullo por acabar una carrera no valen nada ante la maravillosa grandiosidad de estar volviendo a volver a ser como era.
-Que anhelo besar unos labios con amor. Besaría a cada mujer de la que me he enamorado, tanto a las que me han correspondido, como a las que no.
-Que ser valiente no cuesta nada, que decir “me atraes” o “me gustas” es más sencillo que hollar un pico a 2.500 metros.
-Que necesito una caricia secreta, una distancia pública, una convergencia nocturna, una advección de humanidad hacia mis territorios.
-Que nadie valorará lo que pienso, lo que digo, lo que hago más que yo mismo. Y no lo suelo recordar.
-Que podré morir de hambre, pero nunca debo traicionar ni mi libreta, ni mi bolígrafo que contarán todo lo que acaece allende mis dominios.
-Que aprender cada día es algo necesario
-Que pese a todo, la Geografía me da la vida, pero será el complemento perfecto si llega la Princesa.
-Que jamás, nunca jamás podré olvidar a las personas que quise, que amé y que tengo mucho amor que dar…pero no sé cómo darlo.
-Que necesito más orden en mi vida cotidiana.
-Que estoy intoxicado por prejuicios de otras personas y por una presión que yo mismo me autoimpongo de forma absurda.

…Y demasiadas cosas que se me quedan en el tintero de aquel lugar seco y extremo. Hace muchos años, más de una década había una fuerte contradicción dentro de mí, porque amaba y amo los paisajes de esta isla, sin embargo las personas con las que crecí no me dieron el respeto por esos paisajes, fue algo que creo que fue innato, que yo mismo le di el valor como una vía de escape de lo malo que había en la capital. A veces hay etapas en las que se me olvida el valor y sobre todo lo que me transmiten estos lugares, por eso lo ocurrido me ha dado fuerzas y sobre todo tranquilidad. Poder gritar, poder admirar un paisaje único es algo que...bueno, igual está hoy día al alcance de todos, pero en el núcleo en el que me muevo por lo menos, es un hito. Y no quiero que se me olvide. No quiero que lo inefable que me transmite este sitio se me olvide. Eché mucho de menos una libreta y un bolígrafo porque es demasiado inspirador todo. El mar de nubes, los pinares, la topografía, el volcanismo, todo aquello que interacciona, el clima, las personas... Pasé mucho miedo, muchísimo. Sobre todo cuando estaba sobre aquella montaña y el cuerpo me pedía llegar hasta arriba pero pensaba que si lo hacía, era muy probable que no volviese.

No creo que llegue a escalar nunca el Everest, los Alpes o los Pirineos, pero me conformo con descubrir de vez en cuando paisajes que sólo he soñado. Porque lo que vi sólo lo podía imaginar en sueños. Esa visión del Teide como un frontón pegado se me quedó clavado en la cabeza, me sentí como el Apolo XIII, que giró en la órbita lunar y no llegó nunca a aterrizar. Para mí un paisaje recóndito como ese es algo... que no está al alcance de casi nadie. Yo no conozco a nadie de mi entorno que haya hecho lo de Vergara o Pico Cabras.

Esta isla tiene algo, no sé qué, que hace que la ame y que la odie al mismo tiempo. En el sufrir de la montaña, en la compañía de la montaña, me sentí como en casa. De hecho si tuviera que elegir un lugar donde perecer o acabar mis días, prefiero que sea en un lugar como aquel, que en cualquier otro accidente o sala de hospital. Me parece que es un lugar perfecto para comenzar a vivir, para hacer un punto de inflexión. Quiero creer que aún me quedan galerías por entrar, montañas que subir, lugares donde perderme, paisajes con los que sobrecogerme, playas desiertas y sentirlo como lo sentí cuando tenía 15 años. Con ilusión.

Tenerife, sus alturas y medianías son algo que no se puede explicar con sencillas palabras. Necesito volver...la montaña me llama, los pinos...no sé si alguna vez esa llamada fue tan salvaje, tan voraz, tan vehemente, pero estos días desde que llegué lo único que hago es pensar en volver, en llegar a la cima y que no haya tiempo de vuelta, que no importe el perderme...y además intentar poner en práctica lo poco que se de la carrera, aplicarlo... pero me encantaría ahora saber mucho, muchísimo más para que no se me escapara ni el más mínimo detalle de una planta, de una colada, de una formación rocosa. Quiero creer que en la naturaleza hay algo que aún me tiene que enseñar y no logro captar. Y es ese estadio al que me gustaría llegar... y que el tiempo se pare, o que no exista. Entonces Tenerife dejará de ser la isla donde sólo he respirado, para ser la isla donde realmente he vivido lo mejor.

Si todo sale bien, en un par de días no sólo volveré, sino que llegaré hasta el final. Y entonces…esta historia, será distinta…¿o no?

Mentira


¿Por qué me haces esto? ¿Tantos errores y tan mal me he comportado como para merecer esto? Me vendiste una vida hermosa, perfecta con sus imperfecciones. Sonrisas, paseos, música. Pero has mentido por sistema. Provocaste que tu adicción fuera mi religión. He vivido tres décadas pensando que eras tú el que movía todo el mundo. Más, no es así. Le has dado a todos una forma de vida, y conmigo te empeñas en quitármela. Te empeñas en que acabe siempre en la cama de un hospital solo y preguntándome si ese será el triste destino. Eres mentira. Después de haberlo dado todo, de haber dado tanto como para hacer de mis actos un nombre, al final te marchas. Te lo llevas todo de mí. Y de mí ya queda tan poco, que soy como un náufrago en mitad del Pacífico. Pacífico porque la espera es calma tensa.

Ya no creo en ti. O mejor dicho, no quiero creer. ¿Para qué? La ingratitud o, mejor dicho, la indolencia humana en forma de “felicidad Narcisa”, causa marginación. Yo no siento felicidad si por mí, alguien sufre. Y hay varias personas, muchas, me atrevería a decir, por las que sufro, y sin embargo ningún esfuerzo vale para redimir. No creo en ti porque éste me abandonaste a mi suerte, como has abandonado a millones de personas. Como ha provocado estados de potencial materialismo en el que lo que cuenta no son las palabras, ni los hechos, sino lo tangible. Ya las miradas, las sonrisas, el tacto no son la sal de nada.

No creo en la ciencia que “amo”, la Geografía. Y quizá esto sea la aseveración más triste. Pensé que nunca diría esto. Y sin Geografía, ¿qué tengo? Nada. No hay objetivo, la vida es un sinsentido. Sin amor, sin Geografía, sin trabajo, sin dinero, sin nada que llene mi vida salvo escuetos y pequeños ratos solaces que provocan alguna sonrisa vacua.Esta terrible e insoportable cabeza mía que gira más rápido que el mismo planeta Tierra, que intenta, sin éxito encontrarme... y lo único que me puede salvaguardar son hitos y miserias pasados, porque el presente y futuro próximo se antoja lóbrego en demasía. 

Todo, absolutamente todo es mentira. La 'adultez' es una porquería. Vivir aquí, ahora, es perjudicial para todo aquello en lo que creía. Me quedé obsoleto después de tantas mentiras.

Un partido con prórroga


Cuántas veces se puede equivocar uno. Las elecciones que uno hace. Las sensaciones que uno tiene o deja de tener. En mi cabeza ahora mismo ocurre el siguiente diálogo entre Mike y John:

-Mike: ¡Oh sí, John!, está siendo un encuentro fantástico. Pensábamos que iba a haber una anotación baja pero ambos equipos desde el principio han optado por la técnica y la línea de 6,25 se ha convertido en la protagonista.
-John: Desde luego Mike. Anotación altísima sobre todo para dos equipos que venían con escasa anotación y un rendimiento ligeramente bajo.
-Mike: Exacto John. En el primer tiempo salieron un poco tímidos, pero poco a poco el equipo de casa se ha hecho con las riendas.
-John: Quizá la sorpresa es que lo visitantes hayan aguantado tanto tiempo el ritmo y hayan dado una gran imagen.
-Mike: No lo sé John, estoy seguro de que ellos sí creían en si mismos.
-John: ¿De verdad Mike?
-Mike: Desde luego John. Este equipo iba de tapado y en este encuentro ya se ha convertido en favorito para el título aunque el partido aún no ha acabado.
-John: Precisamente Mike, aún no se ha acabado, esto puede acabar muy mal para los foráneos. Veamos lo que pasa en la última jugada, ¿te parece?
-Mike: ¡Diablos John, puedes apostar tu maldito trasero a que lo estoy deseando!
-John: Ahí vemos como tras el tiempo muerto, y con apenas unos segundos para el final del partido, el equipo favorito, los de casa, llevan una ligera ventaja. El balón le llega al pivot, máximo anotador del encuentro que, pese a estar lejos del aro, se juega el triple y…¡Falla! Ojo al contragolpe. ¡La transición es mortal de necesidad. Ha cogido a todo el equipo en la otra canasta!... Se va a jugar el triple para ganar el partido… Llega su par a taponarle, finta…se mete hasta la cocina.....¡Machaca el aro para empatar el encuentro! Y nos vamos a la prórroga. ¡Qué final Mike!
-Mike: ¡Qué fallo! Sólo tenía que anotar dos puntos más para sentenciar el partido. Había confiado todo en el triple y a la contra ha cogido desprevenido al equipo de casa y se ha asegurado los dos puntos cuando el cronómetro ya no daba para más. Vamos a ver la repetición de la jugada John.
-John: Sí Mike. El triple no entra por poco, el rebote largo lo coge el base, el más pequeño y listo de la clase que acaba machacando el aro. Esto no se lo esperaba el equipo de casa Mike.
-Mike: Efectivamente John. Ya te lo había dicho, este equipo iba de tapado y ha logrado superar un escollo importante para no acabar derrotado. No voy a olvidar fácilmente ese mate y el anterior fallo. Estaba obligado a anotar como mínimo dos puntos para no perder, incluso podía haber cometido una falta el equipo local para que se notasen los nervios en los tiros libres pero han preferido verlas venir. ¡¡Qué partido!!
-John: ¿Qué crees que vaya a suceder en este pequeño descanso Mike?
-Mike: ¡¡Maldita sea John, no lo sé!!. Creo que las fuerzas están muy justas en el equipo visitante que se podría conformar con haber llegado hasta aquí, que ya es todo un éxito. Sin embargo para los locales perder este choque le podría costar no sólo toda la temporada, sino el trabajo de muchos años. Es difícil de predecir.
-John: Creo que los locales deberían provocar posesiones largas y mucha defensa. Si los visitantes no van de farol, no se rendirán y este partido aún podría declinarse de cualquiera de los dos. ¡Difícil pronóstico!
-Mike: Ya lo creo John, ya lo creo. Estamos batiendo récords. ¿Quién se llevará el título? Unos tienen poco que perder, y los otros mucho que ganar. Vamos a ver qué pasa en los siguientes minutos…

No es deporte, ni es un partido, es la vida real y esto es lo que ha sucedido en los últimos días.

Meciendo sentimientos


Cuando pasan tantas cosas es complicado explicar con palabras lo que estás deseando que todos sepan y no sabes cómo dibujarlo, expresarlo. Es la cosa más normal y sencilla del mundo. Es algo que no debería ni debe costar. Aparece y desaparece. Eres tú y en verdad no eres nadie. Lo único que sé es que ya he sentido esto antes. Sé lo que es. Sé cuáles son los pasos previos, y sé en lo que va a desembocar. Lo se perfectamente. Igualmente sé que puede que la caída sea desastrosa y me lleve a los avernos más profundos. Hace unas semanas decidí que ya no volvería a perdonar, nunca jamás, lo que la última mujer me había hecho en mi vida. Todo lo que provocó, todo lo que sufrí por una persona que jamás me demostró un pesar por haberme hecho sentir tan pésimamente. Decidí dejar de ser esclavo de su recuerdo porque sencillamente nunca jamás va a existir un reencuentro y mucho menos una explicación en la que ella no salga ganando y yo perdiendo. Y como no me gusta sentirme perdedor sempiternamente, me dije: “sabes perfectamente el camino, ahí está la puerta, ciérrala”. Y eso hice. Me plantee darle vida a base de palabras y que fuera algo eterno. Pero me pareció ensalzar algo que ya había sido enfermedad. Cerré la puerta.


Pero pronto, muy pronto me di cuenta de que había demasiado espacio. Demasiado aire que respirar. Y pasaron cosas imperceptibles. Habló el destino. Me mostró regalos, recuerdos, aparecía y desaparecía. Tan sólo tenía que interpretar lo que ponía delante de mí. No es fácil hacerlo. Vaya que no lo es. Quizá no lo estoy haciendo bien. No lo sé. Lo que sí sé es que ayer fue un día emocionante. La Laguna se secó. El viento dejó de golpear para convertirse en brisa. Lo cierto es que vi el sol en plena noche. Había desaparecido todo el mundo. No había nadie. En una mecedora estaba. Y las palabras fueron mecidas como una melodía inaudita, inverosímil. Nada nuevo bajo el sol de media noche. Como si cada nocturnidad fuera consumida por la luz del día. La diferencia estribaba en la capacidad de interpretar al destino, hablar el mismo idioma, ponerse de que sí. De fondo, Cranberries, aunque las últimas horas volvía a sonar con fuerza la sonrisa que provocaba pérdidas que tan bien siempre ha tocado Rulo. Mi chaqueta dejó de ser mía. Por primera vez la vi con su verdadero dueño.

¿Qué es lo que pasó? No lo sé. Sinceramente, lo digo de verdad. No sé que pasó. Como diría una canción “Fue como hechizo lo que pasó”. Lo peor es la dura realidad. Que hoy, acostumbrado a la ventiscas, tras la calma nocturna y haberme podido guarecer, la fría realidad ha atizado con fiereza. Acostumbrado, lo único que pensé en que la noche había sido excelsa pero pésima. Imágenes que no se me van de la cabeza. Sueño guardado que no logra desvanecerse. Ganas de cerrar los ojos, revivir y revertir situaciones. Sencillamente fue un sueño del que desperté resacado esta mañana.

Tengo ganas de llorar, de escuchar una guitarra amiga. De ver ojos, de sentir ternura, bondad y maldad, facilidad y dificultad, sentimientos ambivalentes que maten el palimpsesto acumulado.

Como digo, nada nuevo. Una niebla espesa. Ojos cerrados. Pelos de punta. A flor de piel. El romanticismo que despierta y que se despereza para olvidar al indomable hombre yerto que había pintado la fachada.

Supongo, sencillamente que ayer fui un poco más feliz. Extraña sensación ésa, igual que otras a las que no estoy acostumbrado. Ojala supiera adivinar lo que mi cerebro intenta transmitir.

Quiero que me quieran como yo creo que merezco. Y quiero poder tener la posibilidad de dar mi amor, mi cariño, mi devoción a esa persona que logre en mí ser un hombre absolutamente completo.

¿Y si...?

Pregunta peligrosa. Pregunta maligna. Pregunta prohibida. ¿Y si esta semana acaba siendo una de esas impregnadas de divinidad -escasa, por otra parte-? 

Dadme alguna razón para empaparme de fe para mi religión. 

Una de super héroes


Tus amigos te abandonan. Nadie dice nada bueno de ti. Estás más solo que acompañado. Esta historia podría ser personal…o no. Esto va de decisiones. De valentía, pero también de mucha cobardía. No se trata de ser un héroe. No se trata de ser físicamente fuerte. Se trata de un poder que va más allá de todo lo imaginable. El sentido más inoportuno, aquel que llaman “común”, nos prohíbe romper la bolsa y causar una baja en el sistema. Vamos siempre con una tendencia alcista, incluso monótona a veces. ¿Quién no ha soñado alguna vez que se abre la puerta y aparezca la mujer con que has soñado tantísimas veces? Hace años alguien me dejó plantado en el altar. Años más tarde otra mujer se llevó todo mi dinero. La última se llevó toda la confianza que tenía. Ahora soy desconfiado, no tengo dinero ni fe. El crack fue mayúsculo. La crisis contractual no es más que un teatro de sueños comparado con el sinfín de pesadillas que voy a travesando. Sin embargo… Has de avanzar. ¿Cuál es la alternativa? ¿Darse de baja? Uno intenta sobrevivir sin el mayor poder que un super héroe puede tener: el amor. Yo creo que aquellos que se aman mutuamente, con madurez, independencia y devoción al mismo tiempo, son los mayores héroes del mundo. Hoy día tener fe ciega en que no te van a dejar tirado en el altar es un logro. Creer que nadie se aprovechará o te menospreciará por el dinero, es un avance, y recibir un beso o un te quiero con, o sin palabras es vencer al villano que se cierne sobre tu vida y que acecha a todo el mundo.

Mañana será un día importante. Me recuerda a aquel 28 de mayo cuando me quedé en el altar esperándola cuando aún creía en una deidad, en un Cristo. Cuando creía antes de cercenar por completo cualquier atisbo de fe ciega e irracional. Ser romántico hoy día es lo más parecido a ser único, a volar por los aires, a salvarse con un paracaídas… si tienes un portador. Mañana se puede acabar absolutamente todo. Será un crack… o puede ser el inicio de un amanecer en plena noche. La experiencia ha sido mala compañera de viaje y me atisba más lo primero que lo segundo, más… Pase lo que pase, intentaré seguir en el camino. Intentarlo es un logro. Cada día te abofetean, la luz del sol quema tanto que acabas abrasado. Y la noche no es lo suficientemente larga como taponar y curar las heridas. Por eso necesitas volar por lugares inhóspitos, resguardarte en los senos de tu amada, saborear unos labios. Una sonrisa única, una sorpresa inesperada sólo con su presencia. Porque eso es lo que pasará mañana. Una presencia significará el principio de un blanco o un negro, si no, será un abandono, un color que no existe, una palabra sin escribir, sólo pensada. Y toda la vida nos arrepentiremos de no haberlo intentado.

Y yo, con un compañero de viaje al que llamo ‘Narciso’ me dice que me lo merezco… que nos lo merecemos. Y que yo debo salvar a los míos, y ella ha de salvarme a mí porque en esta zozobra constante en la que el barco sigue cayendo por los fondos abisales. Mañana me levantaré y pensaré que puedo estar ante mi última oportunidad, que puede ser un fracaso, una ruina, que todo lo arriesgado antes de nuevo no valdrá de nada. Volveré y seguiré con mi rutina, esquivando cachetadas, palizas y demás cuestiones punitivas que día a día intentan someterme. Más, aún con mucha más pena que gloria, aquí estoy, ajado y soñando en que todo saldrá bien… porque como le dije una vez a un amigo: “así ha de ser”. 

Un tributo. 7 años, 27 horas...ahora


Este post iba a ir en mi blog de música, pero me era imposible hablar sólo de música con estas canciones. Es especial aunque parezca monotema. En las actuales circunstancias en las que a duras penas sé en qué día caigo o qué arrebato tendré mañana en función de la circunstancia, encontré este rincón guardado de música. Música que casi todos verán como imposible de entender mis halagos o el motivo por el que le doy valor. La razón es sencilla: mi infancia. Y esta semana triplicada que acaba hoy –ya era hora-, he querido encontrarme de nuevo por mi bien.


Llevo unas 26 horas seguidas sin dormir fruto de una incansable agenda de trabajos universitarios. Hace una semana fue un aniversario especial, como todos los años. Esta tarde-noche, agotado del agotamiento, volví a escuchar esta música. Me miré. No soy el mismo, pero al mismo tiempo lo soy. Me encuentro muy parecido a mi padre. Con cierto carácter huraño, me encuentro haciéndole cosquillas a mi sobrino como lo hizo mi padre conmigo. Me encuentro de noche en el coche en una carretera, perdido, como lo hiciera mi padre con nosotros. Ahí está la diferencia. Entonces éramos nosotros. Ahora soy yo. Yo y solo yo.


Cada día que pasa el agobio y el estrés es harto, el hastío llega hasta unos niveles preocupantes. Sólo hay una cosa que me calma, lo de siempre. Todo eso tan malo que me hace huir del mundo. Lo sé. Igual estoy cometiendo el mismo error que mi padre y estoy tirando mi vida adrede. Puede ser. Pero una vida sin el gran sueño de mi vida sin cumplir es algo tan vacuo que ya he dicho que prefiero perecer enseguida que en una espera monótona.


Miedo a perderlo todo. A no acabar la carrera. O a acabarla y estar sin salida. Solo, romo. Sin nada más que un orgullo propio que de nada sirve. Pero sin un abrazo. Miedo a que se esfume todo. Como de hecho así está siendo. Si mi inspiración diera como antaño, probablemente se sabría mucho más de la justificación de estas palabras. Pero es simple: no escribo porque no vivo. Si viviera algo importante que me provocara inspiración, no dejaría de escribir. Pero no hay nadie que inspire estas palabras.


Esta música es fruto de mi infancia. La escuché durantes años y años. Y de mayor soñaba con poder bailar con alguien a quien no le importase y hasta le gustase sólo por el hecho de que me gustase a mí, sólo por amor. Esas cosas que se hacen sólo por el sentimiento. Sin embargo, eso tan sencillo, eso que para muchos es algo básico, para mí es un Everest inalcanzable. Motivo de frustración como tantos otros. Música ésta que me transporta a mis tres, cuatro, cinco años en aquel pueblo, Río Claro, tan bonito nombre, tan bella infancia. Todos mis malos presagios, o mejor dicho, todos, absolutamente todos mis miedos de cuando tenía seis, siete años, se están cumpliendo. Lo peor es que no encuentro un posible punto de inflexión. Por más cambios o mutaciones que haya en mí, nada cambia, la misma mierda indeleble, imposible de borrar aunque tenga ganas de tener fe. Fe que siempre hay alguien que te quita.


Esta música no era motivo de malestar, no. Era motivo de recuerdo. De saber quién era. Quizá ese joven lleno de fe en que algo podría suceder. Cada día tengo que sudar para obtener apenas un 10% de fe en que algo ocurra. Pero es muy poca y muchos los que se encargan de que quede bajo cero. Desde la propia familia hasta allegados o personas que sistemáticamente te utilizan. Los Bajip me recuerdan a La Gomera. Isla, ésta, que ahora duele más de lo normal, o lo que va siendo lo habitual ya. Sea como fuere, este post intentó ser un tributo a mi infancia en Venezuela y mis posteriores viajes a La Gomera antes de cumplir la docena de años. Esta música hace que me vuelva a vestir de niño. Un niño que, por otra parte, no ha dejado nunca de estar. Ha cambiado el mundo, pero no el niño que aún sueña con un “te amo” por la noche, y un beso de amor cada mañana. Porque aunque lo niegue o pase lo que pase, sigo y seguiré siendo soñador y romántico como pocos.

Veintisiete horas después de haberme levantado, no sé dónde estoy ni dónde caeré. Sólo sé que esta noche volveré a soñar que ese sueño que tengo desde los 7 años se cumplirá… Como ha venido siendo los últimos 23 años. 

Tardes-noches de pasos inesperados, volatilidades y posibles recaídas


Una tarde de satisfacción
Tiene cinco años y se está convirtiendo en todo aquello que siempre quise que fuera. Es tierno, dulce, cariñoso, se deja querer, inteligente, listo, avispado, risueño. Es todo aquello que una madre, una abuela y un tío pueden esperar de un niño. Mi sobrino es un milagro. Después de tantas vicisitudes previo a su nacimiento, después de tantos avatares en el primer año de vida, hoy día es un pequeño hombrecito que provoca que me pregunte, ¿cómo es posible que me encoja tanto el corazón? ¿Cómo explicar este amor que siento tan diferente a lo sentido antes? Y lo más importante, ¿Por qué tengo tanta aversión a esa sensación que tanto bien me hace? Una tarde con mi sobrino, haciéndole cosquillas, contestando a todas sus preguntas, viendo como lee, escribe, como quiere que bailemos, que hagamos una acampada en casa, escucharlo cantar con los dibujos animados, cómo hace su tarea y como obedece, es sencillamente… algo inefable, indescriptible. Es tan fácil ganarme su cariño. Lo amo como nunca seré capaz de explicar.

Una noche inesperada
Hacía semanas mi amiga Violeta me había avisado de que iba a actuar por primera vez con un grupo de música brasileño en La Orotava. Lo tenía apuntado en el calendario. Mi amiga no está pasando su mejor momento personal pero es valiente, fuerte y aguanta con estoicismo los reveses de la vida. Aproveché para testear la situación del viejo grupo de amigos de la carrera. Les avisé vía mail para ir a ver a nuestra amiga. No sólo obtuve una respuesta afirmativa, sino que de nuevo nos juntamos los de siempre, cinco de los seis que siempre estábamos, no sólo para ver a nuestra amiga, sino también para cenar todos juntos, compartir risas, anécdotas y toda clase de situaciones. Me reí lo que no esperaba. Mi situación no es especialmente “feliz”, pero ellos me hicieron reír hasta el llanto. No hizo falta alcohol, no hizo falta nada para que bailásemos, hiciésemos un poco el ridículo viendo a Violeta tocar en el escenario y por fin, durante unos minutos, volvimos a estar todos juntos como antes. Fue algo precioso. En ese instante me aparto un poco para observar el cuadro tan hermoso que forman personas tan dispares.

¿Un primer paso?
En la reunión con los amigos estaba el que otrora era uno de mis mejores amigos. Una persona intachable. Alguien por quien profeso una gran admiración y del que siempre me he jactado de decir que era una de las mejores personas que he conocido. Pero le hice más daño del que nadie le había causado nadie en su vida. Y eso me relegó al último lugar de su vida. He estado absolutamente fuera de ella, de tal forma que las contadas ocasiones en las que nos veíamos la frialdad era como la del desierto del mismísimo polo Sur. Sin embargo, hoy, después de mucho tiempo, volvimos a reírnos juntos, a tener cierta complicidad. Sin lugar a dudas fue lo mejor de la noche. Volver a reírnos juntos, a dirigirnos la palabra de forma directa. Más, fue un nimio paso, pues aún se le veía distante, desconfiado, pero ya hubo un atisbo de que quizá, algún día… Y con franqueza, lo estoy necesitando mucho. Ninguna mujer merece la pena que una amistad como la que tuvimos se fuera a la basura, pero admito que soy el responsable y en noches como hoy intentaré que me vea como un día me volvió a ver. Sería un final digno a una historia cruel.

…Más dura será la caída
Mientras más alto suba…pues eso. Para mi sorpresa esta semana me he encontrado con que una chica, después de mucho, muchísimo tiempo –casi no recuerdo cuándo fue-, ha tonteado conmigo. Y yo he entrado al saco. Sin embargo, yo, hombre que amaga pero no remata nunca, no he logrado hacer lo lógico y lo obvio: invitarla a tomar algo. En esas estoy. Fuentes externas que han visto el tonteo afirman que algo hay. Y yo, en un punto extremo de cobardía no me lanzo a una piscina sin agua. El caso es que no sé quién es, quiero saber cómo es para saber si ese tonteo es sólo eso o es algo más. Como decía hacía unos días, mi estado natural es el de estar enamorado o pendiente de alguien. No sé si el destino habrá leído mis palabras pero el caso es que de repente apareció ella. Me gusta, no lo negaré. Parece que una vez más alguien leyó mi mente, la descripción de la mujer que quería y la colocó a mi lado. La situación es algo difícil, pero nada que ver con historias del pasado. Quisiera tener seguridad en mi mismo, ilusionarme, continuar hacia delante, pero las últimas experiencias me han hecho timorato. De hecho el pasado jueves tenía una ocasión pintiparada para invitarla y la dejé escapar. Tengo que aunar todas las fuerzas, dejar la presión propia, los pensamientos y lanzarme a pedirle una cita. Y espero no perder la vez, pues ocasiones así no se presentan siempre. No quiero hacerme ilusiones porque la caída, aunque no haya mucha distancia dolerá muchísimo y mi corazón está totalmente ajado, ultrajado, roto en millones de pedazos. No debería ni tan siquiera hacer ademán de moverme, pero… la tentación del amor es algo que me pude. Estoy esperando al mismo martes para volver a actuar como una persona “normal” e invitarla como ya debía hacerlo hace varios días, y si obtengo una negativa…procurar que la caída no me destroce aún más. Más como decía alguien, “si hay que morir, hay que morir matando”. Ojala no pase lo que la última vez y me desencante. Es inevitable subir, lo que espero evitar es la dura caída.

Dos días que dan para mucho...  y lo que se me ha quedado en el tintero