El último curso que recibo son los más pequeñitos: kínder. Kinder es
un grupo 10. Es diez porque son diez niñitos. El más pequeño tiene 4 años
recién cumplidos, Emerson, hijo del lanchero del orfanato. Los principios de
Emerson no le auguraban un buen año, ya que se lo pasó llorando durante varios
días. Sin embargo, en un giro inesperado de los acontecimientos Emerson es el
niño más cuidado por los otros que se sienten en la obligación de protegerlo.
Si no sabes lo que es la ternura, tienes que ver a nueve niños de cinco años
cuidando y protegiendo a un niño de cuatro años. El cuidado de estos niños
entre si es un asunto muy paradigmático. Emerson, por supuesto, no sabe nada de
normas ni historias. Cuando quiere duerme, cuando quiere, se levanta y cuando
quiere, que es siempre hace lo que se le da la gana pero siempre sin armar
ningún escándalo porque apenas si sabe caminar bien y mucho menos hablar. Los
niños más inteligentes son Beberly y José Alejandro. Muchas cosas separan a
estos dos niños. Beberly es la única niña de pelo rubio de todo el colegio, es
para mucho una niña muy linda pero a mí lo que me mata de esta niña es su
inteligencia. Conoce a todos los animales, todos los colores, pinta a nivel de
1º y es super educada, de lo cual infiero que claramente ha tenido buenos
padres y una buena educación. Es inteligente fuera de toda duda y es desde
luego el ejemplo de todos los niños. Cuando se trata de jugar, es muy
tranquila, es como la niña que todos quisieran tener. Del otro lado está José
Alejandro, el hermano de Jonathan (1º). El caso de José Alejandro es igual que
el de Beberly, es super inteligente, capaz de retenerlo todo, además es guapo,
muy guapo, tiene una sonrisa capaz de tumbar a la persona más dura. Dan ganas
de comérselo a besos. Pero hay un punto clave que separa no sólo a José
Alejandro con Beberly, sino con el resto de niños. José Alejandro es un niño
traumatizado y que ese trauma lo lleva bien visible haciéndoselo saber y sufrir
a todos. José Alejandro fue uno de los últimos en llegar. Como bien comenté
cuando hablaba de su hermano, fue criado por sus abuelos porque su madre no
podía hacerse cargo de ellos. Cuando sus abuelos murieron la madre seguía sin
poder hacerse cargo de ellos, así que los puso en el orfanato mientras ella
trabajaba. Pero claro, estos niños han visto muy poco a su madre. José Alejandro
creció durmiendo con la luz encendida, con miedo a la oscuridad y con el mimo
de unos abuelos que lo consentía y que no le decían que no a nada. De esta
forma, José Alejandro se acuesta por las noches pero al cabo de dos horas más o
menos, se despierta gritando como si lo estuvieran matando. Se ha probado un
buen montón de soluciones, pero la última vez que me tocó dormir a mí con los
pequeños se despertó unas veces al cabo de la noche. Se ha probado dormir con
el voluntario-profesor, pero esa medida es un agravio comparativo para todos los
demás que también temen la oscuridad, así que se prohibió esa medida. Malo fue
aquello porque los gritos atronadores junto con los llantos de José Manuel
despertaba a todos los niños pequeños pero también a los grandes. Se probó como
solución poner una vela, pero eso tampoco condujo a nada bueno. Lo último que
se probó fue una linterna para él. Luego se cambió y la linterna la tenía el
voluntario que le alumbraba pero claro, según voluntario, tenía que alumbrarle
unos pocos segundos o bien quince minutos, como mi caso. Lo último que me tocó
vivir fue la madre de todos los berrinches cuando la madre de José Alejandro y
Jonathan visitaron el orfanato y al irse José Alejandro la insultó, la pegó y
se metió al agua hasta que le llegó a la boca (él no sabe nadar). Luego sintió
llorando, insultándola y gritando. La única paz que tiene el niño es en clase
porque además no lo pasa bien con el resto de los niños, ya que José Alejandro
se comporta como un bebé de dos años al que todos abusan de él, y ni tiene dos
años, ni abusan de él, sino que entre todos los voluntarios lo han mimado
tanto, lo han tenido entre tantos algodones, que el niño se ha acabado
sintiéndose así. Para mí el caso de José Alejandro es, de entre todos los
niños, el más grave, no por su naturaleza, sino por sus acciones y reacciones
exacerbadas y su nula capacidad para razonamiento. El caso de Jorgito es
ejemplar. Llegó al orfanato a las clases desde los tres años. El mejor y
favorito de muchos voluntarios y profesores. ÉL solo, sin hermanos, sin familia
se adaptó y nunca fue un problema para nada ni para nadie. En clase de kínder Jorgito
parece un niño mayor ya resabido, pero lo cierto es que no parece ponerle mucho
interés al asunto, pero se porta bien y es un niño la mar de tranquilo. Martín
Chiqui (lo de chiqui es apelativo mío), es el menor de cuatro hermanos que
están en el orfanato: Víctor Leonardo (5º), Ramiro (2º), Aroldo (1º). Comenzó
siendo un amor de niño, con una cara que parecía la del Gato con Botas de
Shreck que no rompía un plato pero vaya si rompía platos…vajillas enteras. Aún
así es un primor pero está falto de cariño y amor y está todo el rato pidiendo
que lo suban en brazos y cosas típicas de un niño de dos años, no de cinco. El
grupo de kínder lo completan Marcos, que me encanta, Héctor, que no hace nunca
nada, Sara, que siempre la visten de vestiditos de princesa, Estela, hermana de
Elba (4º) y Maylin, que es la más discreta de las niñas.
Beberly
Estelita
Jorgito
Martín Chiqui