No podemos hablar tan claro como uno querría, ni a viva voz, y
escribiendo. A veces uno necesita soltar verdades pero con eufemismo, parábolas
o metáforas. Yo quiero hacerlo con un compendio de palabras, directas e
indirectas, entremezcladas. Mi imaginación está vacua y me siento muy ignoto.
Me cuesta destapar esta historia, o más bien lo que pienso, lo que siento. Desde
hace un tiempo puedo ver el aire, escuchar los olores, tocar el cielo. Sucede
que necesito decir lo siguiente. Sin paños calientes:
Te perdono. Te quiero perdonar. Necesito perdonarte para poder
redimirme. Durante mucho, mucho tiempo, he intentado odiarte, fíjate, yo
odiando, cuando siempre he rehusado siquiera a reconocer el significado de esa
palabra. Pero si te he odiado, ha sido porque te he amado como nunca lo he
hecho. Es falso que las historias tengan un final feliz. No es así. La vida
real la vida adulta no es como la que veíamos cuando éramos infantes. Puedes
pasarte toda la vida amando a alguien sin que ese alguien lo sepa. Ahora tú vas
a unirte con otra persona para el resto de tu vida, un lazo para toda la vida.
Tú nunca sabrás que nunca me faltará el tiempo para seguir amándote, para
recordar los mejores momentos de mi vida. Tú me causaste un daño irreparable.
Aún hoy día te llevo muy dentro. Pero necesito decirte esto: que te he amado,
siempre en silencio, te idealicé, te bajé al averno, enloquecí pero ahora sólo
siento resignación. Resignación y ganas de perdonarte. Te perdono que me
engañaras, que me mintieras, que jugaras conmigo para obtener beneficios. Te
perdono por hacerme bajar la guardia para amarte. Te perdono tu juego desleal
de seducción. Te perdono haberme hecho amarte sabiendo, como sabías, que esto
nunca podría ser. Te perdono por estar con otro. Deseo, en verdad deseo que
sigas teniendo una vida próspera. Yo, y sólo yo sé, que gracias a mí tu vida
hoy es más tranquila. No necesito tu apremio, tus premios ni reconocimientos.
Necesito decírtelo mirando tu foto y recordando todo lo que perdí. No te
engañes, no fuiste tú la que perdiste. En esta historia, al final, fui yo el
máximo perdedor, y tú la que más ganó. Te exculpo, te perdono. Quisiera poder
darte un abrazo y decirte esto a viva voz. Decirte que me faltarán años de lo
que me queda de vida para amarte, que este vivir es demasiado exiguo para
abarcar este querer. Ya ni tan siquiera espero que ese gran trozo que te
llevaste de mí me lo devuelvas de ninguna de las maneras. Me queda por llorar
apenas unas pocas gotas, lo mínimo. Ya mi lagrimar sufre de sequía, soy estatua
pétrea pensando en lo ingenuo que fui. Me hiciste un daño que nada ni nadie
podrá reparar. Pero estoy preparado para seguir adelante con ese déficit de
corazón. Y te repito que te perdono por haberme robado muchos de los años de
vida, una vida que hoy consiste en respirar y no más. Ya te dejé de odiar
porque ya no te veo, ya no te siento en mi vida. Que seas feliz, muy feliz.
(PD: Estaba más lúcido todo en mi cabeza, pero me cuesta muchísimo
expresar cosas que cada vez están más enquistadas. Algún día contaré a alguien
a viva voz la verdad de estas palabras,
de la persona. Pero lo que más deseo es poder poner punto y final, pasar página
después de tantos años. No te puedes ni imaginar cuánto deseo comenzar otro
capítulo de este libro llamado Vida)
Cé. Una de tus entradas de la pasada semana me recordó a este comentario tuyo.
ResponderEliminar