Yo no pido la luna...


A veces lo parece, a veces cuesta. La luna queda muy lejos, inalcanzable para todos. Sólo la podemos observar. A veces se oculta y ni tan siquiera la podemos ver, pero periódicamente está ahí y muchos, ya os digo yo que son muchos, los que quisiera llegar hasta la luna y ver toda la inmensidad del sistema solar. Esto es perfectamente extrapolable a la vida cotidiana. Tener un trabajo, llevar una vida con ánimo, levantarte con ánimos, enamorarte, hacer el amor con la mujer que deseas, ser una persona que lucha a diario…todo ello parece que es como pedir una luna. Y yo pienso ahora mismo, en este preciso momento eso, que “yo no te pido la luna”. ¿Cuántas veces lo hemos pensado? ¿Cuántas lunas hemos logrado alcanzar a lo largo de nuestras vidas? Yo confieso que sí, he logrado alcanzar muchas veces la luna. Soy un privilegiado, he logrado trabajar en algo que me gustaba, he logrado vivir con ánimo, he logrado levantarme mordiendo a la vida, me he enamorado locamente, he hecho el amor estando muy enamorado. Y en su momento logré algo incluso más complicado que es valorarlo y ser consciente de que estaba en la luna, estaba con los pies muy lejos del suelo firme. Ahora pregunto más allá, cuando hemos estado en la luna, ¿Cuántos llegasteis a ser consciente de ello? Ahora mismo me encuentro en un viaje, apenas estoy en la troposfera pero no quiero volver a pisar tierra firme, pido poder volver a llegar a la luna. Seré consciente cuando esté allí de que en verdad estoy en la luna, pero además sé que esa luna que me espera estará todos los sueños que anhelo, sólo he de explorarla. Hablemos claro. Yo no pido la luna, pido lo que es justo, pido lo que vitalmente me concierne. Me lo pido a mi mismo y por eso cada semana, cuando se acaba un domingo después de tanto trabajo, y comienza ininterrumpidamente un lunes, otra semana, intento mantenerme indemne e inocuo a todas las enfermedades del pesimismo, del derrotismo. Este lunes yo quiero tener ánimos, soñar con un futuro cercano mejor y sentirme despegando hacia esa luna que ya conozco y quiero volver…para quedarme. Yo no pido la luna, sólo quiero parecerme, sólo parecerme al que hace no mucho tiempo dibujé. Veremos en unos meses si en verdad pedía imposibles o si era alcanzable.



PD: Sí, ya sé que es más una entrada musical, pero esta canción ya la había publicado en Bastestan, y en algún lugar tenía que ubicar una inspiración tan de súbito. Juro que me vino esta canción cuando iba a la cocina a fregar los platos. Lo juro. 

Dos miradas, muchas palabras


Miradas que lo dicen todo, que no valen palabras porque ya te lo digo todo así. Y tú sabes bien lo que quiero decir. Lo estoy gritando cono los ojos.




Errar EL camino


No voy a arrepentirme. No lo haré. ¿Servirá de algo? Ya te digo yo que no, no servirá. Cierto es que apenas escribo porque… Bueno, porque no tengo la cabeza para imaginar palabras y éstas no salen, no fluyen porque apenas tengo inspiración. Eso da igual. No me arrepiento. Sé que dentro de diez meses estaré echando de menos este momento porque la vida me dirige irreversiblemente hacia un averno ya conocido en un territorio aún mas cavernoso, a una vorágine que conozco perfectamente. Sencillamente es el fin de un sueño, de una era. No resulta ser malo esos finales, ni mucho menos. El problema es cuando lo has dado, cuando has sido más que valiente, has dado todos los pasos correctos siendo objetivo. Y sin embargo el destino ha decidido por adelantado que no existen puertas, que la única es volver por tus pasos a ese sitio al que no quieres regresar ni en pintura.

Recuerdo que hace ya más de una década soñaba con poder viajar, con poder hacer realidad muchos sueños. Y bueno, no puedo negar que en parte, una pequeña parte se ha hecho realidad. Pero no imaginaba que fuera tan sumamente complicado, tan imposible escalar hasta tocar una nube, tocar el azul del cielo. Es algo más, es imposible. Nadie lo sabe pero ya te digo yo que no habrá sido por intentarlo, por llamar a puertas, por darle bola a todo lo que se mueve por intentar mantener con vida el sueño, el último de mi vida. Me lo he creído y lo he seguido a pies juntillas contra el mundo y contra el ‘establecement’. Pero ya vislumbro el final de este sueño.

¿De qué sirve valiente si todo se pierde, si serlo no te lleva a donde te corresponde? Sé que la vida es injusta y que su baremo de medir es harto retorcido. Unos dicen: "Levántate". Eso ya lo he hecho una vez cada día de los 365 días durante los más de veinte años de conciencia intelectual. Porque sí, soy un pseudo intelectual que despertó tan temprano, que ha ido y venido, he recorrido la vida, la muerte, la alegría máxima, la tristeza más honda. He trabajado con el sudor de mi frente hasta la enfermedad, me he ganado el pan con honra, he disfrutado de alegrías, de besos infinitos e inolvidables, de pasión, de orgasmos, de sexo con amor, el mejor de todos. He subido y bajado las escaleras que llevan consecuentemente al éxito y al fracaso, porque el fracaso es eso, a veces, no intentarlo. Y a veces, en algún momento, he dejado de intentarlo. Pero me he reconducido, he triunfado, grandes logros, mayores logros, los más inalcanzables que alguien puede soñar y luego he bajado a las catacumbas. Me considero un afortunado por haber vivido tantas cosas buenas y malas, por tener mucho que contar con la gracia de que no necesito hacerlo para decir que he vivido. Lo sé yo y me basta. Otros dirán que no me rinda, que ante una cachetada, hay que poner otra mejilla. Ya lo he hecho. Por eso soy más difícil que fácil, por eso reitero que ya las frases que se recetan en la farmacia de uso tópico conmigo ya poco o nada sirven. Necesito un especialista de vidas acabadas en las que ya tú no estás metido porque tienes un pie en un lugar de fantasía en la que tu camino, tu elección es buena porque logras perpetuar tus ideas y aprender de los fallos, pero sobre todo piensas que todo ha salido bien. El orgullo personal provoca que niegue toda evidencia de arrepentimiento o de que algún sendero no era el correcto…que alguno era errado…sí, lo era.

Creo que no es justa la vida para personas que van con la honestidad por delante, que van con la idea de cambiar las cosas. Sólo existe la justicia de quienes siguen un camino particular, no existe una ramificación en la que la justicia sea divina y universal. Quiero cambiar el mundo aunque sea una piedra, aunque sea una piedra, aunque sea una y nada más que una. Pero no me dejan avanzar. El viento sopla demasiado fuerte. Estoy en mitad de una tempestad y logro supervivir a base de experiencia y de rememora viejas moralejas. Intento mantenerme alegre, vivo, feliz, lo intento pero…

Si se mide el fracaso por dejar de intentarlo, yo ya he fracasado, pues he dejado de intentarlo. Hace unos días leí en un blog algo relacionado con esto. Esta persona hablaba de la creación de un “mapa mental” que otorgase la posibilidad de enamorarnos. Pues bien, la carencia de esa figura en la cabeza puede ser que haya provocado la desidia, el ya no imaginarte con nadie, aunque lo desee con todas mis fuerzas, los recurrentes desencuentros amorosos y las puertas cerradas casi siempre han operado un sentimiento de inseguridad o…bueno, quizás una aceptación de que lo mío es descubrir otros niveles de madurez sentimental, de independencia.

Pero claro, ¿qué es el éxito? También depende de lo que quieras alcanzar. Si lo que quieres, como yo, es ganarte la vida y encontrar un futuro persiguiendo un sueño, entonces no he alcanzado el éxito. Y no me sirve lo de la crisis, para mí, exigente al máximo, no es una explicación válida. No lo es porque yo ya contaba con eso.

En mi estantería siempre hay libros. Algunos fundamentales: Walden, La triste historia de tu cuerpo contra el mío, Buscando el sur y alguno más. Los de ciencia, que no falten. Un montón de papeles para escribir, otros que leer, artículos científicos, bolis, un lápiz, mi carpeta de más de diez y quince años…Veo y observo fotos del pasado, tristes y felices. Me pregunto si levantarme mañana no será un error. Me refiero a que si levantarme y seguir con este “sueño” realmente no será el error. Quizás es ahora cuando deba más que nunca echarme a andar. Y es que esta idea cobra cada vez más fuerza dentro de mí. La de irme al último lugar del mundo, la de caminar hasta que mis piernas revienten llenas de heridas, hasta que el frío y el calor me hayan calcinado en el camino. Probablemente en ese camino vaya a descubrir todo lo que estos meses me faltó.

El amor no resultó ser justo. No lo fue porque entregué todo de mí, fui todo lo valiente que otros no se atrevieron. Lo sé, otros me contaron sus cobardías. Yo prediqué con el ¿ejemplo? Transigí todo lo que pude y más. Acepté errores de los demás. Hice todo lo que creo que debí para amar bien, para ser experto en el arte de amar. Sin embargo, a estas alturas no entiendo la cruda penalización de mis errores.

El camino laboral fue incluso más injusto, ya que mi devoción por lo que me gustaba no sólo no obtuvo su lógica, sino que me penalizó para siempre en una historia tan larga, cruda y descrita con dolor como la del amor.

El camino académico fue, desde luego el más justo. Soy lo que soy, si realmente lo soy gracias a esa justicia. Pero como si fuera un selector de lo bueno de lo malo, la justicia académica no conoce de devociones, conoces de corrupciones, de nombres, de calificaciones, y no de idealismos. Ese es el problema, que el camino llega a su final. Mi sueño de ser investigador llega a su fin. Esto se acaba y lo peor no es que se acabe porque todo tiene su final, lo peor es que había puesto todas mis ilusiones, toda mi fuerza, toda mi verdad, toda mi valentía. Puse todos los arrestos que hay que ponerle para luchar contra los “no lo conseguirás” y contra la jactanciosa y ufana mirada de quienes creían que esto era un absurdo. Quizás, después de todo, mi presente y futuro sea volver a perderme en una isla sin posibilidad de hacerlo, en una isla en la que el mundo para mí ya está hecho y recorrido, una isla que no puede enseñarme nada. Pero incluso esa posibilidad tan cercana provoca que mis ilusiones queden cercenadas. Mi último intento por trazar la tangente perfecta de la verdad invisible que sólo puedo ver está a punto de quedar en un boceto. Le pasó a Thoreau, le pasó a Emerson, le pasó a Reclús, a Koprotkin, les pasó a muchos idealistas que nadaron con todas sus fuerzas para encontrar su lugar en el mundo y después de tanta lucha, de tanto aprendizaje, el mundo no les supo recompensar como fue debido, al menos no a mi juicio.

A diferencia de ellos, no he descubierto nada nuevo, no he logrado sino sentir mucho orgullo, un camino de muchos nada, y pocos todo. No. No te esfuerces en emitir un juicio peyorativo contra mí, de eso ya me encargo yo. Y no, tampoco intentes levantar una moral que no está precisamente enhiesta, y no por no haber inyectado dosis de ego, sino porque para el caminante no hay mayor bofetada que creer que se ha orientado mal en el camino y darse cuenta de que se ha equivocado, que tiene que volver por sus pasos, desandar lo andado. Ese es el castigo, luego viene la penitencia. Y en los momentos secretos pensarás en las cosas que tú y sólo tú viste, en lo que alcanzaste, en lo que pudiste llegar a ser y el destino no te otorgó.

Ahora lo que deseo es degenerar, delirar, gritar, desahogarme, errar en todos los caminos en los que ya erré, desgastarme ya todo lo poco que queda para que se fume todo en un instante y ya no quede nada, para dejar de controlar lo controlable y que el descontrol mueva un mundo que no gira, que siempre es de día, que siempre hace sol, que siempre el calor es tórrido, que derrite, deshidrata, que agota un camino sin mover un pie y mucho la cabeza. Y en esas suena esta canción…:


...Y deseo volver a hacer el amor tantas veces seguidas que no pueda más. Deseo ser vehemente y mentir, por ejemplo, diciendo que te deseo, y que tu no salgamos de la cama en un suspiro que bien podría durar una vida. Una vida en la que cada micro milímetro de los poros de tu piel lleven escrito una historia. Leer cada libro de tu dermis con mi lengua y que dure en un orgasmo tan infinito que vuelva a la Edad Media, donde el final del mundo era una línea imaginaria, tan imaginaria como el sentimiento, el amor...Quizás esté mi cordura esté a punto de fenecer. 


Sonreír.


Nunca digas que no supe sonreír. Nunca digas que no supe ser feliz. Nunca lo digas.

Dos momentos únicos de 2012

Hay quien lo verá exagerado pero el pasado año 2012 fue inolvidable por algunas cosas. Las cosas buenas pueden ser pocas pero inolvidables. Para mí, siendo objetivo, hubo dos momentos que no podré olvidar jamás. Ambos tuvieron que ver con Marwan. No voy a descubrir lo mucho, muchísimo que la música de Marwan influencia y ha influenciado mi vida. Es totalmente inefable alcanzar explicar lo tanto que me transmite las letras de sus canciones y él como persona.

Uno de los momentos más inolvidables del pasado año 2012 –y probablemente de mi vida- ocurrió en septiembre. Una de mis mejores amigas fue a un concierto de Marwan en su ciudad, Bilbao. Por aquel entonces yo estaba en Jaén, ¿qué día sería? ¿Catorce o quince de septiembre? ¡Aay, septiembre! Qué importante ha sido siempre él. Para mi amiga era la primera vez que veía a este cantautor que ella misma me descubrió en enero de hace justo cuatro años.

No pude acompañar a mi amiga que sabía muy bien lo importante que era para mí…para ambos. Por eso, antes del concierto, alcanzó a hablar con él. Yo estaba entrando a un centro comercial de Jaén, sonó mi teléfono y detrás del teléfono estaba mi amiga, quien logró que el mismo Marwan hablara conmigo a través de su teléfono. Hablamos un segundo escondido en cinco minutos. Para mí fue tan inolvidable como el hecho de que mi amiga mantuviera la llamada mientras él cantaba en Bilbao. Fue un concierto vía telefónica. Un momento único e inolvidable. Nadie ha hecho eso por mí…ni acercarse.

Pensé que eso era insuperable. Ya en la ciudad en la que resido eventualmente hoy día, buscaba un concierto o música en vivo que tanto me da la vida. No había en el horizonte un concierto de nadie que conociera en esta ciudad. Entraba el mes de octubre, el de mi cumpleaños, tan especial que es para mí. Descubrí que Marwan visitaría mi actual ciudad justo el día que nací hace unas cuantas décadas. Durante seis de los diez días previos a su concierto bajé hasta el bar en el que tocaría buscando una entrada. Finalmente, no sin mucho empeño, lo logré. Fui, como en otras muchas ocasiones, el primero en entrar en la sala. Lo vi entrar, hablamos y le expliqué que era el día de mi cumpleaños. Yo, que no suelo pedirle nada…bueno, nunca le he pedido nada, después de un tiempo tan complicado para mí por aquel entonces, sí me atreví a pedirle una canción suya muy especial.

El concierto, como es habitual en él, fue muy emotivo, largo, extenso, maravilloso. Sin embargo, la canción no llegaba. Hacia el final Marwan me miró y se acordó de mí, de mi cumpleaños y de la canción más importante para mí. Su dedicatoria pública me dejó sin palabras hasta ahora. Imposible explicar el hecho. Me emocioné, lloré mientras grababa –o lo intentaba- aquel momento único. Zozobré, se me pasó el significado de esa canción, el por qué, todo lo vivido, todas las cientos –si no miles, quizás- de veces que la había escuchado, que había soñado con que alguien hiciera algo así por mí. Con una ñoñería claramente alcista hasta cotas insospechadas Marwan logró que aquel momento se convirtiera en memorable.

Fue en octubre. Desde entonces ando como si ya pudiera fenecer en paz. Clavo en mi cabeza frase como “encuentro lugares donde irme pero ninguno en donde quedarme”, que, quizás, sea de lo que más pienso. No sé de qué manera poder expresar lo que significa la música y la persona que es este cantante. Pero fueron dos momentos importantes en 2012 y no sé si de los más importantes públicamente en mi vida. Pese a todo, sigo buscando conciertos cercanos suyos para poder disfrutar de un tipo de concierto que aún hoy no he logrado encontrar parangón. 





Tan básicos y prosaicos

Llega la madurez. ¿Cuándo te das cuenta? Te das cuenta cuando en una conversación tus opiniones no van dirigidas hacia las sentencias taxativas y rotundas en pos de cuestiones banales como la elección o, ¿cómo llamarlo? Mmmmm, la alabanza sólo de la presencia física y estereotipada de las mujeres. Cuando los chicos y las chicas con las que te sientas hablan de ese tema, y tú, lejos de seguir un asunto en el que no crees, trazas una tangente y te atreves a decir que “cambio la belleza física por la belleza del cariño interior porque la belleza física se marchita, pero la de dentro perdura en el tiempo”. Cuando alguien asevera ¡¡¡ufana y jactanciosamente!!! que “en el amor hay que ser cabrón y egoísta” tú piensas: (pues yo quisiera regalar amaneceres y lunas tan sólo por ver una sonrisa). Entonces te das cuenta de que maduras y sabes lo que quieres.

Cuando en esa mesa hablan de una hermenéutica del cortejo basada en el mero acto sexual así por así, degradando el amor o reduciéndolo a una cuestión sexual y tú dicientes con la cabeza alta, es que sabes lo que quieres. Cuando esa mesa se ríe de tu escala de valores y tú te reafirmas, lejos de avergonzarte, acabas sabiendo perfectamente que tus ideas son las adecuadas. Pero es que mis ideas son esas ahora, las mismas que hace quince años atrás. Soy maduro sentimentalmente. Teniendo un “prototipo” de mujer, éste cliché puede ser perfectamente roto si en unos ojos, en una sonrisa, si palabras, o en explicaciones eruditas noto algo especial y único. Cuan difícil es a veces hablar con personas sobre amor, sobre la honestidad, el altruismo del amor.

En esa mesa hay dos chicas. Entonces comienza un cortejo en el que al parecer, todo vale con tal, ya no de conocer a la persona –y repito esto: PERSONA-, sino de llevarla de forma efímera a yacer en una alcoba. A veces somos así de básicos. Lo que ocurre es que proyectamos y esas proyecciones nos llegan a los “adultos” (llamarme esto a mi mismo me da vergüenza asumiendo, como asumo contradictoriamente, mi alto grado de puerilidad), y acabamos siendo hechizados por ese espíritu basal. Y no me voy a rasgar las vestiduras al decir que eso tan básico lo tenemos todos, pero incluso yo tengo algo de especial en ello. No soy de los que se lanzan a por todas, pisoteando y engañando lo que haga falta para conseguir una noche efímera de sexo y lujuria. Nunca lo he hecho y no quiero. Ese valor, tan sumamente criticado, es si acaso lo único “virgen” que queda en mí.

Pero sí, un adulto en ese estado básico, tras conocer bien a una mujer por la que se siente atraído, puede ejercer de simpleza total y soltar toda la fuerza a base de palabras por una caricia carnal exclusiva, tan exigua como eterna. Más, no me engaño, al final lo que acabo queriendo buscar es yacer no una, sino cientos de noches con una misma. En esa mesa te separan muchas fronteras y trabas para poder expresarte sin que te tilden de mojigato o directamente se rían de ti.

Porque yo soy de los que sueñan con sorprender a una mujer con regalos originales, caros, muy caros, no de precio, sino de valor sentimental incalculable. Sueño con que unos ojos, una sonrisa sean indelebles. Sueño con tatuarme en los oídos una voz tan bella que la inspiración brote cada día con fuerza para que cada día sea una conquista sin esfuerzo, sólo porque su sonrisa, su conversación, su intelectualidad, sus inquietudes, su zalamería, sus contradicciones y, por qué no, sus defectos, sean el país en el que quisiera vivir.

Y da igual su peso, edad, estatura o demás trabas físicas. Lo importante es lo que reflejas a viva voz, en persona, intercambiando ideas. Y claro, luego está algo que es absoluto en esto, ya que, si bien prescindimos de la “física”, no podemos obviar la “química”. A veces no hace falta ser poeta, sino todo lo prosaico que uno pueda para decir simplemente, que tienes unas ganas locas de hacerte el amor cada día dos o tres veces y que no quieres dejarte un rincón de su cuerpo sin besar, con una mecha larga, muy larga, que dure al menos lo que biológicamente se nos deje vivir. 

Diez años de cincuenta

Esta es una entrada bastante intrascendente pero tenía ganas de escribirla aunque sea ya un poco desfasada. En el año 2003 una rabiosa capacidad para no parar de escuchar música hizo que quisiera dejar constancia de lo sucedido en mi vida a través de la música y de las canciones. De pequeño me levantaba pronto y una de mis aficiones era ver la lista de los 40 Principales. Fueron muchos años y mucha música de ese pasado que aún existe, al igual que muchos artistas. Tal vez por intentar emular esa lista pero con otros tintes más personales aquel año cree lo que vine a llamar ‘Mis 50 Principales’. Durante muchos años esta lista fue secreta o pseudo secreta. Sin embargo, hace un par de años decidí darla a conocer. Y bueno, en esto de blogger yo comencé de forma muy, muy básica. Pero fue sobre todo hacia el año 2009 cuando todo dio un giro radical. Y aunque no me gusta hablar de mis otros blogs, y ni mucho menos hacer promoción, en este caso lo haré porque realmente no creo que nadie conozca de primera mano esta “afición” mía.

Claro, a lo largo del año escuchaba mucha música, realmente es lo único que sé que siempre voy a estar haciendo. Puedo no estar haciendo nada, dormir incluso, que de fondo siempre habrá una canción con la que duerma y una con la que despierte. Esto sigue sucediendo hoy, como cuando tenía ocho o nueve años.

Y bueno, el pasado año 2012 cumplió una década y quiero resaltar esto que para todos carecerá de importancia, pero no para mí. Por ejemplo, y a vueltas con ese año 2003, el número 1 de aquella lista fue la canción “Apuesta por el Rock and roll” de Enrique Bunbury. Una canción que por aquel entonces aún me recordaba muchísimo a Asturias, a mi visitas por Espinaredo, Mieres, El Entrego u Oviedo. Siempre recordaré aquel trayecto de El Entrego a Gijón escuchando de fondo, probablemente, la primera canción que descubrí de Bunbury, “Infinito”. Luego “Apuesta por el rock and roll” se convirtió en favorita. Puedo escribir perfectamente la historia de cada año tan sólo viendo el número de cada año.

En 2004 la canción más oída, y, por tanto, el número 1, fue “Desde el acantilado” de Abigail. Fue un año complicado, iniciaba una nueva etapa en la que me estaba reinventando después de haberlo dejado con mi novia de Asturias y buscaba volver a aquella patria que me había acogido. Esta canción me ayudó y me sostuvo para no darme por vencido en momentos complicados…como siempre que comienzas una nueva vida, con nuevas personas, amigos, etc…

En 2005 sufrí una gran crisis, de ahí que de nuevo Abigail, pero esta vez con la canción “Noches y días” fuera la que más escuché. No contaré lo sucedido pero recuerdo como si fuera ayer lo que pasó. Esto es como aquella película, ‘El efecto mariposa’ donde el protagonista leía sus escritos y se transportaba a sus vivencias. Algo así me sucede a mí con estas canciones.

El año 2006 fue en el que redescubrí La Laguna –Tenerife-, los bares y las mujeres pasaron en vida cuan mariposas…hasta que apareció alguien por quien me prendé tanto, que asocio esa canción a las noches en las que la buscaba por los bares, en la que nos encontrábamos y en las que la magia inundaba cada día, se trataba de “Por la boca vive el pez” de Fito y Fitipaldis. Un año más tarde, en 2007, seguía ya muy enamorado de aquella chica, una historia de lo más rocambolesca. Buscaba verla y hacerla reír, cosa que conseguía, pero con cada sonrisa, peor lo pasaba, ese año fue la canción, sin duda, de “Por verte sonreír” de La Fuga.

2008 fue un punto de inflexión en mi vida, comenzó a cambiar, otro giro radical, un viaje, un accidente, un adiós, dos mujeres, un hospital, y todo precipitado; ahí sonó de fondo sin parar “Ardió mi memoria” de Manolo García. Si contase todo lo dio de sí  ese año…bueno, lo he contado, en mi libro no publicado, basado en los hechos acontecidos en aquel increíble año con esta banda sonora.

Y llegó 2009, fue entonces cuando las listas comenzaron a mutar y a ser más flexibles. Ese año, 2009 fueron como dos o tres solapados en uno solo, de ahí que hiciera dos listas, una antes y otra después de haber conocido a la chica que se convertiría en mi última novia –de la que tanto he escrito directa o indirectamente-. Antes de conocerla, la primera canción de la lista ‘mala’ fue “Wish you were here” de Pink Floyd; después de conocerla, en la lista ‘buena’ copaba el primer puesto “Bailando nubes” de Iratxo.

Llegó el explosivo año 2010 y sin lugar a dudas todos los acontecimientos están vinculados con uno de esas canciones que aún hoy me recuerdan todo lo sucedido: “Cuatro elementos” de La Musicalité. El pasado año fue Marwan el que ocupó el primer puesto con la canción “Marcas”. La de este año habrá que esperar hasta el día 31 de diciembre por la mañana para saber quién será el número uno –pues no lo quiero desvelar-. Huelga a decir que habrá sorpresa final de esa lista porque este año ha sido también especial y eso lo reflejaré.

Como digo, no pretendo hacer propaganda, pero quería ‘presumir’ de persistencia, de perseverancia. Lastimosamente hoy día no puedo actualizar el Bastetstán siempre que quisiera. Vivió momentos de dos y hasta tres canciones diarias. Hoy, por motivos de falta de tiempo y conexión asidua a Internet he tenido que programar muchas entradas. Mi vida está aún llena de música. Es el mp3 el que siempre, siempre me acompaña para escanciar música, que desde que tengo uso de razón ha sazonado mi vida. Y espero que las circunstancias se sigan dando para poder elaborar más o menos la lista. Son diez años, cientos de canciones y cada una con una historia, mucha o poca, corta o larga, importante o baladí, pero todas tiene tras de sí algo. Lástima que no haga llegar demasiado lo que pretendo.