Mi cabeza envuelta en llamas


Debo ser más fuerte de lo que yo mismo pienso. De otra forma no encontraría explicación a esta actual situación. Hay días como hoy en los que anhelo ser, si cabe, más básico. No ser cada día juzgado como lo soy ahora mismo. No tener que dar el máximo cada día. Incluso, si me pongo a pensarlo, no ser tan responsable. Y todo esto yo solo. Solo yo. No hay realmente nadie ni cerca y, si me pongo a pensarlo, tampoco lejos. ¿A quién le podría contar lo que siento cuando me acuesto de noche en la cama? ¿A quién contarle de verdad lo que sucede nada más despertarme? Lo que se pasa por mi cabeza cada vez que aparecen las estrellas, el motivo por el que me encojo de piernas en la cama y quiero poder llorar, quiero poder no sentirme un ser humano partido a la mitad. Y luego pienso para afuera: hay otros que están peor, mis quejas son eso: quejas.

Ser duro y pensar que estoy donde quiero estar, pero que pese a todo lo bueno que aparentas, la profesión va por dentro, que cada día, desde hace mucho tiempo, no haces sino pensar y pensar sin hablar de ello con nadie porque…porque sabes que hacerlo no cambiará nada, no te ayudará, no te hará más fuerte, no logrará que llegue la paz. Está sobrevalorado eso de “suéltalo todo para que te desahogues…te sentirás mejor”. No, he probado esa medicina y no siempre que lo sueltas te sientes bien. Voy más allá y pienso que al hacerlo, le estoy dando esa mitad de mi ser a otra persona que no es mi otra mitad de ser y me siento de nuevo vacuo.

Se me rompe el alma en dos cuando pienso en los miedos que tenía hace 23 años y que todos ellos se han hecho realidad como si alguien hubiera alimentado al fantasma del miedo. La palabra con la que vivo, la palabra con la que me he hecho fuerte a base de luchar por mi mismo se llama resignación. Todo lo que depende de mí lo consigo, todo lo que depende de otras personas, de otras circunstancias se que si me esfuerzo mucho, si lo pongo todo, incluso todo el corazón, no lo alcanzaré jamás, por ejemplo trabajar en el National Geographyc, viajar por Asia, recorrer América, emular al Zaratrusta de Nietsche y quedarme anclado en la montaña, realizar la desobediencia civil de Thoreau, amar cada día a todas las personas con la ilusión de la primera vez, demostrarle a mi madre cuantísimo significa para mí, desenredar todos los enredos, terminar historias inconclusas…

Me gusta imaginar y soñar…en el suelo. Casi a diario me imagino que por la mañana me despiertan con un beso, que por la noche duermo abrazado a una mujer, que al menos una vez al día puedo dar un beso en los labios a alguien. Imagino cómo sería caminar y recorrer dos de los continentes (estar en Christchurch –Nueva Zelanda-; Chiloé –Chile- o perdido entre Islandia, Canadá y Centroamérica. Imagino lo que debe ser estar más de un año sólo escribiendo, leyendo y escuchando música en una montaña alta alejado de todo y todos. Imagino lo que debe ser luchar con las consecuencias de desobedecer y no pagar impuesto alguno por nada. Imagino cuando voy caminando la cara que pondría mi madre cuando le llegase un ramo de flores sólo porque es mi madre. Imagino a esas personas que se fueron sin decir “adiós”, que las sigo amando, que las perdono y que querría verlas a la cara…porque las mejores palabras la dicen los ojos llenos de sentimientos. Imagino que un tiempo trabajo para esa revista que tengo como una idolatría…Imagino que no soy mediocre, que por fin soy muy bueno en algo y que no soy uno más.

Sobre todo, para ser fuerte imagino en lo que sentiría con todo eso. Y entonces pienso que podría abandonar ya esta vida porque ya lo he visionado, ya lo he sentido, y me resigno a que casi todo eso no depende de mí…porque la vida te pone trampas, acertijos sin solución, callejones sin salida. Y el problema no es eso, el problema es la repetición de sucesos adversos. Y no sé por qué, me viene a la cabeza el poema de José Agustín Goytisolo y recorro de nuevo toda mi vida y de nuevo en la cama me pregunto ¿qué habré hecho tan mal para que las llamas del miedo estén incendiando mi vida y haciéndome cobarde…



2 comentarios:

  1. Me siento identificada contigo, ahora mismo estoy igual, perdida dentro de mi misma, preguntandome, cuestionandome, ahogandome a mi misma, dandole vueltas a tantas cosas que mi cabeza ya empieza a arder de lo caliente que esta, me da miedo calcinar así mis ilusiones y mis esperanzas, lo peor es saber que nadie se pondrá en tu pellejo, que no saben lo que estas pasando, lo que atraviesas diariamente, la dura lucha que es aveces ser como uno es... porque a nadie le importa, o aún pero, importandoles les da un poco igual porque ahí sigues, de lado, a remolque, muy atrás. No quiero estar así, quiero reunir la parte de valentia que poseo dentro de mí, hacerlo una bola y tragarmela, a ver si me hace efecto.

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  2. Ana. Ojala nadie tenga que estar así. Es una zozobra rutilante que no ayuda a crecer en un momento en que la vida puede estar esfumándose por la contumaz actitud de los dañados por daños inducidos por la actividad o inactividad de personas que deberían y podrían hacer algo más para hacernos sentir aunque sea que pisamos el mundo. Siento y lamento que te creas que estás en las mismas que yo. Lamento mucho eso y no quisiera que nadie me entendiera. Puedo llegar a sentirme culpable por ser uno de esos pero, ¿qué puedo decir? Como decía José Agustín Goytisolo en Palabras para Julia, "Comprende que yo aún estoy en el camino", no soy quien para dar soluciones o ayudas porque intento deshacer el entuerto mío y algunos más de otras personas. Sin embargo nunca todo está tan mal como para que al menos un segundo, o un minuto al día no valga la pena respirar un tantito. Es un consuelo muy tonto y bastante nimio, pero prefiero eso a sentir que ya estoy muerto.

    C: esa es la linda teoría...la realidad suele ser otra pero las generalizaciones nunca son buenas.

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