
Ser duro y pensar que estoy donde
quiero estar, pero que pese a todo lo bueno que aparentas, la profesión va por
dentro, que cada día, desde hace mucho tiempo, no haces sino pensar y pensar
sin hablar de ello con nadie porque…porque sabes que hacerlo no cambiará nada,
no te ayudará, no te hará más fuerte, no logrará que llegue la paz. Está
sobrevalorado eso de “suéltalo todo para que te desahogues…te sentirás mejor”.
No, he probado esa medicina y no siempre que lo sueltas te sientes bien. Voy
más allá y pienso que al hacerlo, le estoy dando esa mitad de mi ser a otra
persona que no es mi otra mitad de ser y me siento de nuevo vacuo.
Se me rompe el alma en dos cuando
pienso en los miedos que tenía hace 23 años y que todos ellos se han hecho
realidad como si alguien hubiera alimentado al fantasma del miedo. La palabra
con la que vivo, la palabra con la que me he hecho fuerte a base de luchar por
mi mismo se llama resignación. Todo lo que depende de mí lo consigo, todo lo
que depende de otras personas, de otras circunstancias se que si me esfuerzo
mucho, si lo pongo todo, incluso todo el corazón, no lo alcanzaré jamás, por
ejemplo trabajar en el National Geographyc, viajar por Asia, recorrer América, emular
al Zaratrusta de Nietsche y quedarme anclado en la montaña, realizar la
desobediencia civil de Thoreau, amar cada día a todas las personas con la
ilusión de la primera vez, demostrarle a mi madre cuantísimo significa para mí,
desenredar todos los enredos, terminar historias inconclusas…
Me gusta imaginar y soñar…en el
suelo. Casi a diario me imagino que por la mañana me despiertan con un beso,
que por la noche duermo abrazado a una mujer, que al menos una vez al día puedo
dar un beso en los labios a alguien. Imagino cómo sería caminar y recorrer dos
de los continentes (estar en Christchurch –Nueva Zelanda-; Chiloé –Chile- o
perdido entre Islandia, Canadá y Centroamérica. Imagino lo que debe ser estar
más de un año sólo escribiendo, leyendo y escuchando música en una montaña alta
alejado de todo y todos. Imagino lo que debe ser luchar con las consecuencias
de desobedecer y no pagar impuesto alguno por nada. Imagino cuando voy
caminando la cara que pondría mi madre cuando le llegase un ramo de flores sólo
porque es mi madre. Imagino a esas personas que se fueron sin decir “adiós”,
que las sigo amando, que las perdono y que querría verlas a la cara…porque las
mejores palabras la dicen los ojos llenos de sentimientos. Imagino que un tiempo
trabajo para esa revista que tengo como una idolatría…Imagino que no soy
mediocre, que por fin soy muy bueno en algo y que no soy uno más.
Sobre todo, para ser fuerte
imagino en lo que sentiría con todo eso. Y entonces pienso que podría abandonar
ya esta vida porque ya lo he visionado, ya lo he sentido, y me resigno a que
casi todo eso no depende de mí…porque la vida te pone trampas, acertijos sin
solución, callejones sin salida. Y el problema no es eso, el problema es la
repetición de sucesos adversos. Y no sé por qué, me viene a la cabeza el poema
de José Agustín Goytisolo y recorro de nuevo toda mi vida y de nuevo en la cama
me pregunto ¿qué habré hecho tan mal para que las llamas del miedo estén
incendiando mi vida y haciéndome cobarde…
Me siento identificada contigo, ahora mismo estoy igual, perdida dentro de mi misma, preguntandome, cuestionandome, ahogandome a mi misma, dandole vueltas a tantas cosas que mi cabeza ya empieza a arder de lo caliente que esta, me da miedo calcinar así mis ilusiones y mis esperanzas, lo peor es saber que nadie se pondrá en tu pellejo, que no saben lo que estas pasando, lo que atraviesas diariamente, la dura lucha que es aveces ser como uno es... porque a nadie le importa, o aún pero, importandoles les da un poco igual porque ahí sigues, de lado, a remolque, muy atrás. No quiero estar así, quiero reunir la parte de valentia que poseo dentro de mí, hacerlo una bola y tragarmela, a ver si me hace efecto.
ResponderEliminarAna. Ojala nadie tenga que estar así. Es una zozobra rutilante que no ayuda a crecer en un momento en que la vida puede estar esfumándose por la contumaz actitud de los dañados por daños inducidos por la actividad o inactividad de personas que deberían y podrían hacer algo más para hacernos sentir aunque sea que pisamos el mundo. Siento y lamento que te creas que estás en las mismas que yo. Lamento mucho eso y no quisiera que nadie me entendiera. Puedo llegar a sentirme culpable por ser uno de esos pero, ¿qué puedo decir? Como decía José Agustín Goytisolo en Palabras para Julia, "Comprende que yo aún estoy en el camino", no soy quien para dar soluciones o ayudas porque intento deshacer el entuerto mío y algunos más de otras personas. Sin embargo nunca todo está tan mal como para que al menos un segundo, o un minuto al día no valga la pena respirar un tantito. Es un consuelo muy tonto y bastante nimio, pero prefiero eso a sentir que ya estoy muerto.
ResponderEliminarC: esa es la linda teoría...la realidad suele ser otra pero las generalizaciones nunca son buenas.