Me hallo desesperado entre la
espada y la pared y casi sin capacidad para reinventar o inventar nada en mi
vida. En breve, en muy poco tiempo voy a tener que desprenderme de lo más
sagrado para mí, de aquello que me ha devuelto la vida. De aquello que me ha
dado TODO el sentido de una nueva vida que no encuentro. No podéis siquiera
imaginar el grado de desesperación que tengo en estos momentos. Me planteo todo
lo malo que un ser humano puede llegar a ser porque no entiendo, desde
Guatemala, le inmensa e insondable injusticia que azota esta vida mía. No
quiero perder a las personas que mas he amado. Personas que probablemente vayan
a pasar por un infierno silencioso, personas que me necesitan y que no puedo ni
sé cómo ayudar. Si existe Dios, si el Universo conspira algo para mí, deseo que
sea ahora porque de lo contrario no acabaría por entender nada de esta vida.
¿De qué sirve saber tanto, conocer tanto, viajar tanto si al final, en el
momento de la verdad, tienes que abandonarlos? Lo amo. Amo a Éricka, Shirley,
Miriam, Glendy, Gladys, Miriam, Víctor, David, Christian, Erick Alejandro. Y se
van a quedar sin red ni paracaídas. Igual que yo. Estoy sumido en una tristeza y en un pesar tan hondo como la
infinidad del universo. No entiendo nada y necesito ese clavo ardiendo para dar
sentido a una vida que, sin todos ellos, no la tiene. Yo sólo puedo, pero no
quiero, es mi adultez, mi madurez que los pide y los necesita para dar de mí
este amor que me sobra a espuertas. No soy capaz de comunicar mis verdaderas
emociones y pensamientos. Estoy en un callejón sin salida. Y nadie puede
ayudarme salvo yo. O hay milagro, o este será mi final y con el mío, el de
todos mis “hijos” que dependen de mí.
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