Tengo algo que decir sobre las actuales circunstancias que atravieso
en este país, como inmigrante aventurero metido de lleno en una ONG y en una
selvática situación. Las despedidas son duras en todos lados, lo es en
Guatemala como en España, lo es sobre todo cuando sientes una emotividad como
la mía. Sin embargo, los años han hecho que ya te tomes las cosas con esa
resignación de quien ya sabe lo que ocurre con estas cosas en la vida. Unas
despedidas son para siempre y otras son para un momento. Pero nunca sabes si en
esa despedida volverás o no a ver a esa persona por la que sientes tanto. Y esa
no es la cosa. La situación en cuestión es la constante despedida. Al final te
haces de piedra o te vuelves un poco una roca porque has derramado tantas
lágrimas de tantos colores diferentes que te sientes demasiado frágil. En menos
de un año te has despedido de tantas personas, tantas se han despachado a gusto
contigo, se han enojado, enfadado, dicho hasta nunca que tu vida acaba por
parecer un duelo constante. Recuerdo a mi otrora amigo Dani, Agoney, Néstor,
Estefanía, Bego en mi vida española, recuerdo a mis amigos Marta, Héctor,
Silke, André, Micah, Adam, Bori, recuerdo a otros amores sin amor como
Estefanía o Kari. Personas que en mucho menos de un año me he tenido que
despedir y con todas ellas derramando muchas lágrimas, justas o injustas, pero
lágrimas al fin y al cabo. Y yo no tengo madera como hombre llorón, soy más
bien de los que prefiere ocultarlo por vergüenza o por vaya a saber usted qué
cosa. Sólo te queda levantar muros o moralejas o algo que te haga sobrellevar
el dolor de no tener amigos cerca, ni familia cerca, ni tan siquiera un amor de
cerca. Un año más tarde todo esto parece definitivamente alejado, como una
moraleja de la vida que te dice: “William, no te esfuerces tanto, majo, nunca
vas a tener amigos cerca, ni tan siquiera vas a tener una novia, nada va a ser
como tú esperas”. Toda la satisfacción y felicidad que sentirás dependerá tan
sólo de ti, de tu capacidad para aguantar el chaparrón tu solo, para disfrutar
de todo lo bueno como el abrazo de un niño, la satisfacción del deber bien
hecho, de estar haciendo algo sin esperar nada a cambio y aprendiendo a que
realmente no merecerás nada por ello porque no estás haciendo nada excepcional
en tu escala de valores, simplemente te estás guiando por tu hoja de ruta, por
unos principios que te rige la vida, aquellos que pocos entienden, que algunos
comparten y que todos interpretan de forma diferente. Pero al final, después de
un tiempo, y a pesar de esos momentos de compañía, en la soledad oscura total
de la noche, siempre acabas solo, intentando reconciliar el sueño imaginando
que no hará falta que digas nada para que alguien que te quiere sepa de verdad
lo que te pasa, y que nadie interprete que si lloras, necesitas estar solo,
sino que sepa que si lo haces es en ese momento cuando más necesitas la
compañía. Mi vida no es dura, ni mucho menos, no lo es pese a tantas despedidas
y a otras muchas cosas. MI vida es la que yo he decidido que sea. Sigo pensando
que no soy más ni menos, sólo un hombre más que, como mi buen amigo Micah decía,
no merece nada excepcional, simplemente una vida que mis padres me regalaron
para intentar vivirla de la mejor forma posible, intentando aprender lecciones
de ella y poder llegar, al momento de mi final, con una sonrisa afable y una
lágrima amable.
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