Parece que se va a hacer tarde. Ya lo cantó Ricardo Arjona, aquello de
“Tarde”. Porque parece que el tiempo se detendrá y que mañana estaremos allí.
Parece que todo será igual, incluso parece que seremos fuertes para soportar
que esa persona no esté. Parece incluso que sabremos por quien no lo pasaremos
mal y por quien sí. Esto último es cierto al ciento por ciento porque nunca
faltan momentos para sufrir y si sabemos que sufriremos por alguien, eso pasará
porque así lo programamos en nuestro cerebro. Pero, ¿y qué hay de esas personas
que nosotros pensamos son prescindibles y luego nos damos cuenta de que son
importantes? Pues pasa que cuando te das cuenta de lo que pierdes es seguro que
llegas tarde. Y no te das cuenta de que ella te sonríe cada vez, y no te das
cuenta de todos los sueños que ella te genera, no te das cuenta del recuerdo de
ayer, del de hace dos horas, de todo lo bueno que genera en ti, incluso no te
percatas del tatuaje que tienes ahí por ella aunque lo tendrás ahí toda la
vida, no te das cuenta. Pero cuando lo ves recuerdas exactamente el amor
incondicional con el que lo hiciste. Igualmente comienzas a ver que siempre
estás solo. Que cuando duermes siempre la imaginas a tu lado, que cuando vas a
casa en la oscuridad absoluta de aquel lugar ya querrías un abrazo o unas
palabras de amor, ya querrías un beso, una sonrisa. Y tienes ganas de decirle a
ella que quizás dentro de un tiempo ya será tarde para soñar con bañarse juntos
en el río para enseñarla a nadar, o para un masaje de noche en el mulle a la
luz de las estrellas, para tomar juntos alguna copa, para bailar con pasión
como antes, para ver alguna película juntos o quizás, no sé, para retozar en
algún lugar como una hamaca o una cama a solas los dos. Y poco a poco te vas
dando cuenta de lo lejos que va quedando eso, que te quedas ahí, esperándola a
ella, a que se decida a dar el paso. Cierto, vamos a ser justos y decir que
ella hace esfuerzos por demostrar que tú le importas. Lo hace y hasta eso
parece que va siendo tarde. Lo es porque necesitas que te devuelva las lágrimas
que has derramado, que te devuelva el tiempo invertido, que te devuelva las
noches, los sueños, que te diga que ella también piensa en ti, que ella también
te necesita. Y sigues pensando que poco a poco se va haciendo tarde para
generar otros recuerdos posibles o imposibles. Porque quisieras saber que es
cierto que tú y ella no podéis estar juntos porque, yo qué sé, porque ella
duerme ocupando toda la cama y te tira al suelo, o porque ella pone la tele a
todo volumen, o porque se la pasa el día entero jugando a videojuegos, o porque
le encanta discutir por cualquier cosa, o enfadarse cada cinco minutos o porque
no compartís sueños en común o vete tú a saber qué. Lo cierto es que tienes
unas ganas terribles de averiguar qué de cierto hay entre tú y ella pero sobre
todo quieres saber si no será tarde para que haya un “tú y yo”. El tiempo es
importante porque hay tiempo pero éste se acaba como si fuera un reloj de
arena. El amor no se acaba, eso nunca, el amor puede soportar todos los
defectos que haya, el amor perfecto permite colocar dos piezas de puzle
exactas. Pero para hacerlo hay que creer. Yo creo hasta en los imposibles pero
muchas veces te preguntas si ella estaría dispuesta a entrar por la puerta de
tu clase y mirarte y decirte tan sólo con los ojos, o a viva voz: “Te quiero”.
O si le nacerá algún día acompañarte a casa, sin que ello suponga para ella un
sacrificio mayúsculo. Te haces demasiadas preguntas y en casi todas ellas la
respuesta resignada es un no. Y lo piensas no porque ella te lo haya dicho,
sino porque no lo hace. Como si fuera la posdata de una carta te preguntas si
ella te demostrará algún día que significas algo para ella. Más, ves que sus
demostraciones son vacuas o a cuenta gotas y te preguntas si ya no es tarde
para intentar algo que parece demasiado forzado o esforzado. Yo no sé si es
tarde, sé que nunca es tarde para amar, para perdonar, para abrir puertas y
tumbar muros. Yo quiero tener fe en que el amor podrá con todos los puntos
negativos, con todos los “no puedo” y que triunfará y ganará la batalla de la
solitaria soledad de una vida siempre a expensas de esa pequeña cosita llamada
amor.
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