Los buenos recuerdos no se deben olvidar y no debes olvidar a quien te
hizo sentir único en el mundo. Para mí esas dos mujeres, con sus cosas buenas y
malas serán únicas y siempre, siempre por siempre les guardaré un lugar en mi
corazón hasta que fenezca, aunque sepa que nunca volverá porque es ley de vida
y porque los finales felices sólo ocurren en novelas y películas. Para ellas,
al menos, el “The End” fue precioso, os lo aseguro.
Soy tóxico. ¿Os acordáis de la primera entrega? No he jugado limpio.
No he sido ese “chico bueno”. He contaminado a esas dos mujeres como he
contaminado a todas las personas que han sentido un interés en quererme o
apreciarme. He sido y sigo siendo obtuso en mis precisiones acerca de la vida y
de cosas que hacen que esas personas sientan un halo negativo que va muy al
hilo de esa corriente de pensamiento que cree que soy pesimista. No lo soy pero
algo hay ahí.
Pero esta semilla del mal que se inoculó en el preciso y justo momento
ha ido evolucionando desde que era joven. Ha sido como una ‘Profecía’. ¿Cómo
explicar algo tan arraigado? Es difícil, os lo aseguro.
Mi bondad, mi amor incondicional y para toda la vida procesado como
una promesa ha sido en muchos casos una cárcel que yo mismo me he impuesto. Soy
esclavo de ese “sentimentalismo” y “emotividad” como un legado socio-cultural
del que soy más que consciente pero que habita muy arraigado en mi subconsciente.
Soy tóxico porque soy un experto en repeler a las personas que han
sentido cariño o amor hacia mí. Genero una repulsa cuando me conocen en
profundidad. La historia de las dos mujeres que me quisieron fue porque ellas
fueron la excepción a la norma hasta que yo estallé e hice ‘maldades’ que ellas
no pudieron pasar por alto en su escala de valores y principios y rompieron
todo vínculo por parte de ellas o mío propio por el inmenso dolor que nos
hicimos por mis ‘maldades’. Hablar de manipulación sería victimista y sobre
todo oportunista. La utilizaré porque al igual que hice bien hablando de lo
positivo, creo que es justo que no sea misericorde ahora después de lo contado.
Manipulación, negatividad, egoísmo o victimismo. Lo he hecho ignorándolo o a
sabiendas, esto último, qué duda cabe, es de lo más obnoxio. Ahora es cuando
recuerdo lo primero que escribí sobre todas las cosas malas de la vida en
general y de la mía en particular. ¿Es excusa? No, no lo es. No me estoy vendiendo precisamente diciendo
esto pero se trata de ser sincero. Y lo seré. Pero al igual que lo soy y tengo
la humildad de reconocerlo, no permitiré que nadie me falte el respeto sin más
y sin saber porque cada persona y cada situación es un caso. No permitiré una
sola falta o duda sin haberlo hablado, aunque en honor a la verdad, ninguna de
las personas en las que estoy pensando ahora mismo leerá este blog.
Detrás de mí caos, hay orden. Detrás de mí sentimentalismo habita un
ser frío y duro que por la ternura jugará sucio. Esta soledad mía de la que
tanto me he quejado no es más que justísima penitencia que acepto como natural.
Es mi soledad, por favor, no me la desgastes ni me la robes, lo mío me ha
costado que crezca hasta ser esa monstruosa sombra que me “protege”.
¿Siempre he actuado o actúo así? Ni soy psicólogo ni pretendo serlo, vaya por delante. Me meto donde no me llaman y las pocas y contadísimas veces que lo he hecho mi amiga ‘palmera’ me ha crujido de lo lindo, porque ella sí es psicóloga y amiga, en la distancia, claro (es una historia en la que a ella le debo un monumento a la paciencia infinita –véase: sin límites, sin fin-).
-Amiga ‘palmera: “Déjate de chorradas”.
Eso me diría ella con mucha razón cuando yo trato de encontrar una explicación a mi mundo de sueños, fantasías románticas y sexo pasionalmente pasional que explicase, a su vez, mi toxicidad.
Siempre he sido un chico inteligente pero que se ha distraído viendo un paisaje, de vocación, geógrafo, claro. Esa inteligencia la exploté y extrapolé al plano emocional en mi perjuicio y sobre todo en la de los demás. Durante muchos años di todos los pasos atrás que una persona pudo haber dado y en ella la sufrieron casi todos los que también disfrutaron de mis bondades o cosas buenas. Hasta que llegó la primera novia en serio de la que ya hablé. Por razones que sólo sabe mi amigo “El Sabio”, en ella encontré el camino de la redención para romper una ‘Profecía’ interior altamente tóxica para mí, pero también para los demás.
La raíz de esto sólo la sé yo, claro, ¿quién si no? Y no la voy a hacer pública por razones de orden tácito. La respuesta que alguno que haya llegado hasta aquí se haga quizás es si obré a sabiendas. Ya lo dije, no, o al menos no conscientemente en la mayoría de los casos.
Llegó la segunda mujer que me quiso y de una forma que tardaría decenas de páginas en explicaros, explotó mi madurez sentimental. Lo de la explosión es una metáfora de esas muy mundanas que todos decimos cuando se rompe una burbuja. A partir de ese momento fui muy consciente de todo lo que sentimentalmente acontecía. De hecho, a partir de entonces sé lo que quiero pero sobre todo sé lo que no quiero. Y podríais decir, ¿Y porque sabe lo que quiere se cree emocionalmente adulto y exculpado de todo mal que has hecho? No, pero es un comienzo para entenderme y entender mi mundo, ese al que se me sigue dando tan bien echar de mí, ahora, desde luego, más conscientemente que nunca. Se nota en los actos, o mejor dicho, en la falta de estos o en las actitudes. Es esa “rebeldía” que sólo puedo poner como excusa personal sin requerir de responsabilidades de nadie.
Y esas personas que salen, las echo u omito se van o las alejo con una toxicidad nociva para sus vidas. No les aporto nada bueno y el veneno ya se sabe lo que pasa. Tóxico, ergo, venenoso y en mi caso, mortal, ya que la relación social, sea la que fuere ésta, fallece llena de toxinas.
Contra todo lo que pudieseis pensar, no me siento mal por esto que he contado. Es una realidad y es una vida en la que me resulta fácil vivir. A veces, más de las que creéis, soy feliz estando como estoy, esto es, solo. Y si esto lo he reconocido ahora es gracias a la última mujer que ha entrado con fuerza al número 1 de las canciones de mi corazón.
–Ya sé, el ejemplo Fernandisco es patético
-No tanto como esta parrafada de escrito –dirán otros-.
En ocasiones, soy más feliz no prometiendo nada. A veces soy más feliz sin compromiso sentimental. De vez en cuando soy más feliz solo que acompañado porque como dice una canción “I'm harder than easy” (So you think that, I'm harder than easy and you find me as strange as the truth) que no os recomiendo porque es para cortarse la yugular y desangrarse rápida y mortalmente.
Y por supuesto, no quepa la menor duda al respecto, lamentaré siempre el daño hecho a las personas que han intentado quererme o apreciarme cuanto menos. No os diré o contaré, al menos ahora, cuánto lo siento y cuánta culpabilidad siento por ello, pero creedme que esas personas para mí son de las más respetables del mundo porque como amiga ‘palmera’ su intento quedó sin hollar por mi toxicidad manipuladora.
Lo peor de todo no es el dolor. Lo peor ya lo he dicho algunas veces aquí en este blog. Lo peor es la sensación de haber entregado una parte de ti y que, al irse la otra persona, se lleva de ti y ya no volverá, como cuando era adolescente. Lo que se va, se va y no vuelve. La confianza, la complicidad, y todo lo que hace que algo sea especial. Cuando eso se rompe y es irreparable siento que es una pérdida enorme intrínsecamente por este veneno que tengo en a ras de piel.
Este año me han pasado muchas cosas negativas de salud, he visitado más veces las urgencias que otros años y aunque parece que la sala esa ya ha quedado atrás, sigo mal de salud. La señal ha sido la soledad y el mutismo. Nadie o casi nadie supo nada y la soledad fue insondable. Muchas noches lloraba de dolor y de soledad. Porque los miedos se cumplen. El mayor, ser adulto y estar en la sala de urgencias dolorido, hecho polvo y sin nadie que esté contigo y además soportando las miradas de lástima de quien sabe que estás ahí solo repetidas veces.
Y mientras escribo esto, una vez más, mi toxicidad está provocado la muerte social de otra relación especial. No llegamos a ser nada pero es importante para mí, me enamoré después de tres años sin hacerlo. Y siento que algo se está marchitando gracias o merced a mi toxicidad. No le puedo echar la culpa a ella de nada, la responsabilidad es mía. No me voy a poner en plan pusilánime. Me hago cargo y soy consciente de mis fallos y el que supone que las personas salgan huyendo o dejen de preocuparse por mí porque soy así, tóxico. Ella es feliz con sus personas y yo con mi soledad. Tengo mis momentos, claro, pero estoy solo y los comparto con música, con una cerveza, quizás una pastilla para dormir y sobre todo recordando lo bueno para generar dos sentimientos: aflicción y felicidad. Lo primero es obvio…y lo segundo también.
Y lo nuestro acabó. Murió envenenado. Se fue con otro que le proporciona todo lo que yo no podía darle. Simple es el amor cuando te enamoras. Más aún cuando nada funciona y toda posibilidad perece.
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