El pasado como salvaguarda

Ternura. Recuerdos. Ilusión. Fe. Romanticismo. Cumplo la promesa a pies juntillas de que sin ti, ya no hay vida. ¿Hoy? Es respirar por inercia. Es música sin fondo. Historias con páginas en blanco. Una sopa de agua, fría, insípida y sin condimentos. Es un desierto inhóspito. 

Necesidad de recordar algo para sentir algo aunque sea malo. Malo es mejor que insensible. Malo es mejor que nada. Llorar es mejor que ser una estatua fría y dura. Soy pasado, con un presente romo y sin futuro. Las pruebas tangibles están ahí. Prefiero mirar hacia atrás, porque al ver el hoy o el mañana, no veo sentimientos. Y sin eso no podría. Quiero pensar que he vivido, poco, pero he vivido y que eso es más de lo que a veces imaginé, aunque en comparación con lo esperado en la niñez no ha sido nada. La sempiterna cuestión, ¿quién soy?


Desde los siete años


Siete años. Vivía en una continua telenovela en mi cabeza. Vivía en un país diferente. En mi cabeza imaginaba que de mayor sería un hombre feliz, orgulloso, querido, apoyado, con compañía. Soñaba sobre todo con una mujer que me quisiera. Llegar a casa por la tarde después de una mañana de trabajo. Reíamos, pasábamos bonanza en todos los aspectos. Todo era todo lo perfecto que podía ser por una sola razón: nos amábamos. El decorado de la novela era tan ideal, que ningún actor sobraba. Ya con siete años soñaba con un futuro así. Aún con todo, había tenido problemas. Había luchado por conseguir tener al lado a la mujer de mi vida. Porque mi propia existencia tenía un solo sentido: amar y sentirme amado.

Y si hubo una melodía que acompañó esos sueños durante años y años fue esta canción. Es algo más. Es una de esas que… bien podría estar en mi epitafio. Es una pasión, es una incomprensión. Es una paradoja. Es algo que a estas alturas me cuesta explicar mucho. ¿Por qué te amo tanto aún? ¿Por qué a pesar de todo lo sucedido sigo sintiendo esto? Podrán pasar mujeres delante de mí, podrá haber encuentros y amoríos, pero nunca olvidaré lo mucho que la he amado. Lo mucho que hemos soñado. Tantas y tantas cosas… Mis siete años se confunden con los 28 de antaño. Y…

Y esta canción lleva sonando sin querer algo más de una semana sin haberla escuchado siquiera. Pero tiene un significado rabioso para mí. Una pregunta tan obtusa y al mismo tiempo tan sencilla. ¿Por qué te amo tanto aún? Y aún no he encontrado respuesta. 


Qué pringao

Esta noche con mi compañero y amigo Agoney he ido a uno de los últimos actos del carnaval. Además, el único al que he asistido. Las razones fueron contactar o entablar mayor contacto con una compañera de clases particulares a las que asisto cada semana. Fue ella la que me recordó el acto, la que me animó. Yo tenía en mente una cosa pero sucedió otra. Mi amigo y yo fuimos. La vi actuar y estuvo bien. La vi al final y nos saludamos, pero poco más. En el transcurso del acto volví a "enamorarme" a primera vista de una mujer inaccesible -como casi todas-. Al final de la noche mi amigo me estaba contando algunas de sus experiencias. Me impresionó por la gran cantidad de mundo que tiene. Y en comparación -inevitable- me sentí un pringao. Pringao porque los motivos de la asistencia al acto eran secundarias -no el acto en sí-. Pringao porque no logré absolutamente nada. Pringao porque aunque quiera olvidar esos amores pasados, pesan demasiado. 

Al mismo tiempo ayer le escribí a la alguien que conocí hace poco. Después del encuentro algo no fue bien porque no nos volvimos a ver ni a comunicar. Intuyo que se me nota "desesperado" por entablar contacto con mujeres. Eso no es bueno. Porque en realidad es un acto reflejo innato. No necesito estar ya con una mujer porque tampoco he logrado olvidar el pasado -ni creo que lo olvide a este paso-, pero NECESITO con urgencia tener experiencias que solapen y soterren lo malo. Necesito algo que me inspire. Algo...más bien alguien que inspire un camino que hoy no tengo. Le comentaba fugazmente a una amiga hace un par de días, a modo de confesión, que sí, que necesito una mujer -no cualquiera-, pero que cada vez soy más mañoso, se me ven más defectos y bla, bla, bla, bla. 

Me gustan varias chicas e intento tener alguna experiencia. Y cuando digo experiencia me refiero a hablar, quedar, tomar algo, hacer algo en conjunto y decir eso de "te acuerdas cuando...". Sin embargo necesito que de otra parte me empujen también. Pocas fuerzas tengo, muy pocas. Como decía, no estoy de rebajas para hacer cosas por otras mujeres. Ahora mismo la situación es para mí antinatural. Nunca he estado tanto tiempo en un desierto como este. Siempre ha habido un amor no correspondido, un rechazo, un intento de conquista...siempre ha habido algo. Y ahora no hay nada. 

Pero bueno, más o menos pringao, yo intento mantener la cabeza lo más fría posible, aunque en honor a la verdad, con asiduidad suelo caer con todo el equipo. No me hace falta demasiado, pues mi ego no está demasiado alimentado, está a dieta y yo procuro darle pan y agua para que no muera de inanición. Admito estar en una etapa pesimista, negativa, errática, cobarde, paradójica y ambivalente. 

Yo supongo que a estas alturas me he convertido en una estadística más. En un hombre más sin singularidades, sin cosas a destacar o relevantes que sobresalgan para las personas a quienes aprecio, quiero o quiero querer. Eso es lo que yo pienso y no quiero ponerme en plan crítico o autocompasivo. 

El caso es que soy un gran pringao. Las mujeres cada vez se me dan peor y mi capacidad para olvidar es una rémora. Aún así quiero contar que, aunque no me lo crea, aunque nadie lo creo, todo va bien pese a que quizá, mi último esfuerzo por la obsesión de esta carrera de fondo no valga la pena...

El camino...


Hace ya tiempo que escribir sobre mí se ha convertido en una de las mayores interrogantes para mí. Ni la vida misma supone un esfuerzo tan grande como traducir mis emociones a palabras. Siempre he creído que si no escribir es aún más peligroso que no caminar, que no tener una vida propia. Más, cuando juntos esto último con la incapacidad para escribir muy propia de mí, es la forma que más miedo me daba de ir apagando mis días. No escribir es como un puñal que me es imposible sacar y que poco a poco me va matando. Antes era verdaderamente prolífico en esto de las palabras, ahora soy sólo una sombra de lo que era. 

¿Qué es lo que pasa? Lo de siempre aderezado con tres décadas de sinsabores y graves errores que han dejado este pozo vacío de líquido elemento. Creo que en mis sueños habrán aparecido un número nada desdeñable de mujeres con las que me hubiera encantado compartir ratos solaciegos, incluso de alcoba, por qué no decirlo. Con muchas habré recobrado la ilusión adolescente de vivir un romance lleno de beldad y magia. La madurez sentimental nos habría brindado momentos de ruptura alejados del traumatismo. Y al final, una mujer, la que menos habrías imaginado, se convertiría en tu pasajera eterna, con la que compartirlo todo y hacer realidad todas tus fantasías. 

Sin embargo la realidad no está lejos, sino que vive en otro Universo, casi al final del infinito. Cada cierto tiempo aparece esa mujer que viste en tus sueños. La ves. Escrutas cada ínfimo detalle en secreto. Más, no te atreves. Eres una roca impasible, inaccesible. Imagina que sucede sistemáticamente cada día. No contento con ello te ves con unas ganas irrefrenables de sacar a relucir toda tu materia. Materia hecha de amor, de sensibilidad, de puro corazón. Pero ahora toda esa materia está hecha de frustración, dolor, un purgatorio silencioso y ‘hastiante’. ¿Qué ocurre cuando una persona en su ser está hecho de frustraciones por no haber obtenido todo lo inmaterial que siempre quiso tener a pesar de todos sus esfuerzos? 

En estos momentos me resulta imposible enfrentar mis miedos: la soledad, las rupturas traumáticas imposibles de superar. Los llanos que me he negado, la sinceridad obnubilada por el dolor. La incapacidad para avanzar y sobre todo un decálogo de cómo ir dando pasos hacia atrás. 

No sé quién soy. No me reconozco. Siento que he perdido mucho tiempo y no he llegado a ningún sitio. Siento que he fallado y sigo fallando sistemáticamente a todo el mundo y viceversa. Siento que merezco más de lo que me dan o demuestran. El egoísmo va presidiendo poco a poco este principado inexistente. 

Y al final uno va siendo como un cualquiera, una cifra más. Lo sé, me he dado cuenta esta semana. En la sala de urgencias, de nuevo solo. En mi casa, en cama, de noche, totalmente solo. Incapacitado siquiera para decidir como estar no tan mal. Pero sobre todo apremiado por tener una mano consoladora y muchísimo calor.