Me he enroscado en una actitud, en una serie de situaciones negativas de las que no logro salir y me he sentado a escribir para ver si, pensando un poco, puedo salir de este estúpido atolladero. Reducir algo a una cuestión, es simplificarlo todo demasiado. Es como perpetuarse en un determinismo geográfico sin ver que existen otras corrientes capaces de mejorar lo que ya Plinio El Viejo se atrevió a inventar.
Reducir pues, todo al amor, es simplificar mucho las cosas. Es más bien una cuestión de perfección. Aún trato de conocerme en situaciones desfavorables novedosas como las que estoy viviendo estos meses. Que nada está saliendo como preveía y esperaba… eso no se me escapa ni a mí, ni a nadie que esté cerca de mí. Que estoy teniendo una santa y bendita paciencia, eso ya, no lo saben demasiadas personas. Otrora hubiera cogido y abandonado todo, hubiera dejado de creer y me hubiera lanzado a mis más bajos instintos, esos en los que la razón no existe y sólo te da por hacer lo que está al margen de lo estrictamente coherente. Pierdes hasta el sentido común y, como no podía ser de otra manera, recuperas esa mirada llena de esa palabra que no deseo ni escribir.
Sólo las palabras que llevas escuchando toda la vida en forma melodiosa pueden hacer que recuperes algo de confianza. Empero, ya no tienes 18 años. Ya no puedes optar por coger los bártulos, abandonarlo todo y decir: Adiós, muy buenas tardes. Se supone que de la experiencia aprendes algo, aprendes a no cometer los mismos errores. A no regalar tu amor, a no regalar tu compañía sino a quien tú elijas. Aprendes a intentar aceptar que no todo va a salir bien. Y esto es clave en estos momentos. Cuando las cosas no salen a la perfección, como a mi me gusta y como yo me exijo, es como si perdiera cierta motivación. Craso error, por otra parte. Deficiente nota para ese estilo de llevar las cosas. Al resto del mundo no le exijo tanto, ni la mitad, de hecho, pero yo… yo sí me exijo muchísimo. El máximo. Y en casi todos los aspectos.
Esto mismo lo hablaba esta semana con una amiga que no daba crédito a las incoherencias que le decía. Y es que yo vivo casi de forma sempiterna bajo el yugo de una Alta Presión Dinámica (símil meteorológico), de esa que rara vez se va. Pero no es un sistema de presiones como el de Azores o como el de Hawaii. No, no, el mío bien podría ser ese sistema de Altas Presiones de Siberia, en aquel vasto continente. Sus vientos de componente Noreste modifican el clima de todo el continente y aúna todo bajo su seno. Pues algo así sucede en mi vida. La alta presión que yo mismo me exijo, domina todo el sistema de vida. No es bueno, claro está, o no al menos no debería serlo. Muchas veces se dice que ese es el paso al éxito pero… ¿Y qué es el éxito?
Este año he echado mucho de menos a varias personas –quien me conoce sabe quienes han sido-. No sólo a quien ya no está, sino a quien estando, no está, o a quien queriendo que esté, no quiere estar por alguna razón. Esto quizá no tenga relación con lo que me precede pero siguiendo con los símiles climáticos, es como los “tipos de tiempo” que existen en mi vida (como en casi todas). Ese tipo de tiempo del ciclónico del norte que hace que todo esté frío, que nieve, que sea todo de un color blanco invernal. O quizá, ese tiempo anticiclónico propio de la baja térmica sahariana que provoca un cambio en todo lo que le rodea. Ese viento Tropical continental, al llegar las diferentes estaciones de la vida lo transforma. Al Este, en Egipto se le llama Khamsin, en la región murciana se le llama Lebeche, en Canarias Tiempo sur (pese a venir del Este). Este viento Tropical continental fruto de esa baja presión sahariana, al llegar a según qué aspectos pueden provocar diferentes circunstancias.
Como la climatología, la vida es complicada, así que arrastrando este símil, voy a tratar de explicar un poco por encima lo que ocurre. Imaginemos que todo yo soy esa baja térmica sahariana, sería como una idiosincrasia propia y personal. Ese viento que se genera en ese inmenso manantial y que modifica el clima de tantos y tantos países o regiones (esos países y regiones serían todas las personas que conozco). Pues bien, al ponerse en marcha y producirse el giro ciclónico ese viento cambia sus condiciones según hasta dónde llegue. Esos destinos serían como las diferentes circunstancias de la vida (estudios, amor, familia, amigos, etc…) Y claro, no es lo mismo el Siroco, que el Lebeche, que el Harmatán. Todos ellos provocan un tipo de tiempo y todos los tipos de tiempo, un clima, es decir, en lenguaje antrópico, una vida –esto, sin embargo, es muchíiiiisimo más complicado, yo, como Libertad, la amiga de Mafalda, lo he simplificado-. Pues a eso me refiero, que me preocupa todo, no una única cosa, porque es mi clima, mi vida, lo que lo conforma como tal. Los factores que lo determinan serían, en este caso, la personalidad de las personas que conozco, y los elementos (lluvia, temperatura, niebla y demás), sería la experiencia que poseo con esas personas y lo que provoca tras ponerlo en la balanza (alegría, tristeza, sonrisas, lágrimas).
Y como el estudio del mismo clima, ninguna vida es sencilla de explicar, ni tan siquiera con símiles. Tienes etapas donde el tiempo es benigno, pero esa bondad a veces no puede ser mucha, no hay el mismo estío en Gijón, que en La Habana (Cuba) o Bergen (Noruega), así que es necesario el equilibrio. Y tanto lo mismo ocurre con los inviernos, puestos a elegir, un invierno normalito, de un clima oceánico bretón, propio de la cordillera cantábrica y no uno excesivamente frío como el de Verjoiansk (Noreste de Rusia) o irreverentemente cálido como el de Accra (Ghana-África). Y eso es difícil encontrarlo en las vidas, aunque aquí no creo que esté descubriendo la fórmula de la Coca-cola.
Yo siempre digo que podría ser peor. Podría ser una vida catastrófica y donde fuera imposible vivir cada año, como Cherrapunji (La India), donde cada día durante el verano puede caer de forma torrencial más de 150 mm de lluvia, en lo que es una catástrofe total. Pero es que todos los condicionantes están en su contra para que sea un lugar devastado por los elementos climáticos. Vendría a ser, como no, la vida de los millones de personas del Tercer Mundo o allí donde existen conflictos bélicos. Soy, pues, afortunado de estar donde estoy, pero eso no me tranquiliza. El éxito de mi vida no radica en el conformismo intelectual y sentimental, sino en la ambición en esos planos, obviando y dejando a un segundo plano los otros.
Palabras, palabras y más palabras. Siempre palabras. Pero hechos más bien escasos. He aprendido a vivir con los fracasos sentimentales. He aprendido a vivir aceptando mis inseguridades y siendo feliz con ello. He aprendido a disfrutar los buenos momentos. Pero sigo sin saber cómo afrontar el fracaso académico, el fracaso vital que supone que un esfuerzo no tenga su recompensa. Sigo sin aprender la imprescindible lección de cuando los planes no salen como uno planifica. ¿Y entonces qué?
Pero… siempre hay algo bueno. ¿Te acuerdas? Siempre hay algo constante que aplaca todo lo malo que podría implicar vivir donde se vive. Algo así como el fantástico Alisio, el viento más constante de todo el mundo, siempre sopla y provoca frescor y…¿Sabes de donde procede? Pues de las Altas presiones. Es decir, a pesar de que yo presione con fuerza mi vida, existe un Alisio que hace que todo sea mejor. Y ese Alisio nace de allí, del mismo mar. Yo tengo un Alisio. Ese Alisio está allá, al norte, muy al norte. En un lugar donde ni tan siquiera se habla castellano. Y ese Alisio del que hablo, no hace mucho, se metió hasta donde nunca imaginé. Madrid fue entonces el lugar más fresco y maravilloso del mundo. Se metió por cada recoveco que nunca hubiera imaginado. Más… el Alisio, constante como es, no siempre afecta a los mismos sitios, depende de dónde encuentre esa Alta Presión, y normalmente en invierno, en Canarias, no aparece. En ese invierno precisamente, el de mi última vida, mi Alisio se fue y me dejó a expensas del resto de tipos de tiempo. Aparecieron entonces, otros vientos racheados, que hicieron que el clima pareciera que iba a cambiar radicalmente. Pero había un problema: no era mi Alisio.
Con ese Alisio, toda la presión de mi vida, incluso los fracasos académicos que se podrían llegar a avistar, eran minimizados. Existía pues, el mejor clima que nunca jamás había visto. No era de este mundo. Ese Alisio no era de este mundo… Porque me quiso como nunca jamás lo ha hecho nadie. El amor más perfecto de todos. Estos días en Canarias ha habido tiempo sur, ese Tropical continental, ese que deja altas temperaturas y Adhis (como lo llaman en Irán), dust (como lo llaman en China), calima y polvo en suspensión (como lo llamamos aquí) o como suena más poético: Advección de aire sahariano. Sin embargo, desde ayer el Alisio volvió. Es habitual en verano, es cuando más sopla porque hay una mayor diferencia barométrica entre el las altas presiones de azores y la baja térmica sahariana. Ayer… Sentí ese frescor de nuevo… pero aunque científicamente sabía que eran los vientos Alisios, sabía de igual manera que ese no era el viento que respiré hasta no hace mucho. Ese no era mi Alisio. Ese no eras tú.
Una frase demasiado simple para unas palabras tan bellas como las que salen de ti..." Despues de la tormenta viene la calma"...
ResponderEliminarCreo que a veces nos centramos tanto en ver el pasado que no somos capaces de disfrutar del presente.
Te puedes exigir a ti mismo e intentar mejorarte a ti mismo día a día, pero no debes de sufrir en el intento, ya que se supone que aquello a lo que quieres llegar es para hacerte sentirte mejor, que es algo bueno...y el camino de algo bueno no debe ser malo... El perfecto alisio deberías ser tú mismo, el camino que recorres...y así... si que cada día sería perfecto,porque cada día te situarías mas cerca de ese precioso objetivo que un día acariciarás como un sueño cumplido.
Un besito
PD: Me han encantado Sabina y los secretos (de mis prefes)
Blind-y: Es lo simple y lo complejo al mismo tiempo. No hay nada más atractivo que lo complicado y saberse capaz de simplificarlo. La otra corriente, la de casi todos –o al menos los que conozco- es la de complicar lo simple de manera absurda, me refiero a cosas de la vida cotidiana. Se pierde el control de las cosas y se vuelve caótico, sin capacidad para dar pasos hacia delante. Es una involución de las cosas. No obstante, en este caso, recordaba el soplo de aire fresco que supone ese Alisio. Y es que como bien decía el símil, ese viento es necesario. Lo es para ti, lo es para mí, y lo es para todos. Yo… sí claro, en mi imperfección soy bastante perfecto, pero el clima, como la vida, se compone, por lo menos para mí, de los intangibles que nos hace falta. No se trata de seguridad, se trata de ambición e inconformismo sentimental. Ah, y aunque lo parezca, no llevo tan bien el examen. Mañana tengo el examen de climatología y no es que tratara de fardar. Realmente es alarmante la falta de motivación en la que ando. Gracias por tus palabras. ¡¡Los Secretos son la caña¡¡… Y a Sabina siempre se le ve de cañas.
ResponderEliminarTu Alisio llegará, ¿sabrás reconocerlo? Estate atento!
ResponderEliminarSaludos.
Ya sabes lo que promete la tormenta, ¿no? Que después de ella siempre viene la calma, es un consuelo, ¿verdad? Así que tenemos que luchar con nuestras tormentas, nuestras ventiscas, temporales y demás, no queda mas remdio que pasarlas y sobrevivir a ellas. Eres muy profundo Gea, y un poco complicado, quizás porque le das muchas vueltas al coco, pero te entiendo, es inevitable no hacerlo.
ResponderEliminarUn abrazo
:)
Mi Alisio conmigo hace lo mismo que yo con La Laguna: Siempre vuelve.
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