Y bien, después de tanto ayudar y tras haber ignorado por completo el lugar que resultaba ser tu inspiración diaria (el cielo y las nubes), te sorprendes de nuevo observando toda la bóveda celeste, que en este lugar es más pura que ninguna. Y te preguntas, después de estar haciendo una labor literalmente impagable, ¿Y ahora qué?
Ahora querrías de verdad seguir ayudando a las personas que te han hecho sentir necesitado y necesario, querrías ayudarte a ti a construir el último castillo que no creías que podrías tener. Pero parece todo tan quimérico, parece estar todo tan en contra que la sola idea de regresar a aquellas 4 paredes de donde huiste reiteradas veces durante unos 20 años parece un castigo demasiado cruel para los logros de la vida. Y nunca necesité que nadie me pusiera en un altar en el que yo mismo logro ponerme por los logros alcanzados desde la humildad y siempre desde las ganas de superarte a ti mismo.
Ahora toca prepararse para un destino que yo no quise, que no he elegido pero que, cuan imán, me atrae hacia él sin yo querer. Ese en el que la vida de cada uno es egoísta hasta el extremo, donde parece que ya se olvidó el vestigio de la humanidad y la ayuda. Ese lugar no es para mí pero me atrae a él como a un convicto a su cárcel, injusta cárcel.
Ahora miro al cielo y me pregunto qué lugar en el mundo será el ideal para construir en el hoy, los esfuerzos del ayer, y que el mañana no se caiga al mayor de los abismos por la falta de consistencia de los sueños. Pero mis sueños no son frágiles, no creo que lo sean. Es posible, quizás, que ande buscando los pasos de Thoreau en Walden, o incluso el aislamiento mayúsculo de Zaratrustra. ¿Cuántas veces he aludido a estos dos personajes en mis palabras? Quizás sea el momento de construir una casa solitaria y disfrutar de la sabiduría que da el trato con personas como nunca jamás lo tuve. Del aprendizaje de volver a haberme sentido un hombre sociable cuando en verdad nunca lo he sido.
Quizás debería... No. Me niego a decir lo que debería o no debería haber hecho en el pasado. Estoy en Guatemala, tengo 200 alumnos desde los 5 hasta los 12 años, hay muchos que sé que me quieren casi con la mirada, sé que hay muchos que jamás se me borrarán de mi mente. Estoy en Guatemala, me he enamorado, he besado y me han besado de formas inolvidables por siempre y jamás. He vivido experiencias únicas y exclusivas. Algún día lograré contar las cientos de historias que cada día jalonan la existencia en este rincón de este pequeño y lejano país.
Mientras, tengo que lamentar mucho deciros a todos, que NO pienso perder un minuto de mi tiempo dándome por vencido. Como decía uno de mis mentores intelectuales, esto no acaba hasta el último segundo. No pienso rendirme para encontrar un futuro que no suponga estar varado en un lugar en mitad de ninguna parte.
Esta son palabras hechas sobre y por la vida, sobre las ganas de vivir, sobre las ganas de sentirme REALMENTE querido, adorado, necesitado. Son palabras que buscan una nueva reinvención de la situación aquí o en China, en cualquier lugar que no suponga perder lo ganado.