Preparando la logística para mi
trayecto a través de media-montaña, una vez realizado el último acto por “amor”
romántico, me he sentado a escuchar a Marwan después de algún tiempo. Aunque
menos de lo que hubiera querido, he tenido dos conversaciones muy aclaratorias
que me han confirmado en mis ideas.
Mi historia es la de un chico…
bastante precoz en eso de asuntos del amor. No me pregunte nadie por qué, pero
el caso es que desde bastante pequeño supe qué es lo que era el amor, la
atracción y el querer estar con alguien. A medida que cumplí años pasé por
todas las fases y estadios que un ser humano puede pasar en ese ejercicio tan
complejo como es el amar. Desde los más básicos, recónditos y feos, hasta los más
bellos y fantásticos. Más, pese a todos mis intentos, y otras veces falta de
intentos, no he conseguido estabilizar mi vida en ese aspecto. Y llegados a
esta etapa en la que me siento muy adulto, muy metido de lleno en otro estadio
complicado de explicar en pocas palabras, sí sé lo que es ser consecuente con
uno mismo. Podría decir: “Me quedo en Tenerife languideciendo y autocompadeciéndome”.
Pero no. ¡¡¡NO!!!! Hace tiempo que dejé de lado eso. Ahora estoy en el momento
en el que hago retrospectiva y pienso: “Vale, en comparativa, puede que no haya
sido para tanto, pero para como se presumía hace una década y un lustro, la
cosa ha salido super bien”.
El primer recuerdo genial que
tengo es el de mi novia francesa, aquella carismática y loca chiquilla que, con
muchos años menos, me enseñó cosas que ya tenía que haber aprendido. Luego de
muchos sinsabores y desencuentros, apareció la chica asturiana y Asturias. Esa
mujer y ese lugar me cambiaron por completo. Hay un William –decir mi nombre
creo que ya no me da miedo- antes y después de Asturias. Fue lástima que no
escribiera todo lo sucedido allí, pero todo fue bueno. De hecho quise
quedarme a vivir allí y aún pienso que en un mundo como aquel, lo normal
hubiese sido acabar en mi Gijón querido, adorado y venerado por aquellas
personas a las que nunca jamás los podría decir una mala palabra. Nadie me
quiso como ella. La mejor decisión de mi vida fue haberlo dejado todo, trabajo,
estudios, amigos y familia, y apostar por Asturias y mi chica asturiana. Cambió
todo, comencé a cambiar yo. Al volver a Tenerife me juré a mi mismo que volvería
a Asturias, y así lo hice, pero fue sólo de paso en varias vacaciones pero una
vez hube cortado la relación con aquella fantástica mujer, la tierra astur me
traía demasiados recuerdos con ella y no por mi mismo. No me hacía en aquel
lugar yo solo. Me recuerdo en la
Playa de San Lorenzo, en Cimadevilla, en la playa del Ayuntamiento... mirando mi ciudad tan amada, tiempo
después de aquella relación y me sinceré: “Aquí ya acabó mi historia”. Aunque
después me consideré asturiano de adopción, puesto que el trato recibido allí
fue mejor que en ningún lugar del mundo. Aún le tengo un cariño especial a
aquella tierra, pero sé que uno evoluciona, la vida cambia y como tal, hay que
ser flexible con los destinos para dar buenos y consistentes pasos. Me enamoré muchas veces, hice muchas
tonterías y locuras de amor hasta que llegó la enfermera cordobesa. Aquello sí
que fue el principio de una precipitación de acontecimientos frenética que me
ha costado mucho esfuerzo y tiempo superar. Con la cordobesa fui el amante, el
tercero en discordia, el que hizo las cosas más fuertes del mundo para intentar
estar con la persona que había estado en el período más complejo en asuntos de
salud (escribir un artículo en el periódico pidiéndole que estuviera conmigo, ir a su pueblo en busca del que era entonces su novio, traerle sus amigas a Tenerife, etc, etc, etc...). Pero como era de esperar, salió mal. Tras ella, y casi sin solución de
continuidad llegó mi última ex, de Navarra para más señas. Si tuviera que
explicar todo lo sucedido, tendría que escribir mucho, muchísimo. Fue, después
de mi ex asturiana, la mujer que más me marcó. Hay cosas que, por lo menos
ahora, no me atrevo a escribir. Después de ella, otro desierto que llega hasta
ahora.
Pero he vivido mucho con cada una
de ellas, he dado tanto que me he vaciado. He sabido y sé que puedo llegar a
hacer muy feliz a una mujer en todos los sentidos, he sabido, al mismo tiempo,
que no soy, ni muchísimo menos, un santo. Pero pese a ello me ha faltado algo,
me ha faltado el no haber cometido tantos errores o tan imperdonables como para
que las relaciones se hubieran acabado. No puedo decir ahora mismo que me
arrepienta de haber dejado a mi novia francesa o mi novia asturiana, era
bastante joven. Quizá me haya arrepentido del affair que tuve con la cordobesa,
pero desde luego de lo que sí me arrepiento fue de haberle fallado tanto y de
forma tan grave a mi última ex. Si no lo hubiera hecho, seguro que ahora no
estaría entre Guatemala y Alicante, segurísimo que no lo hubiera pasado tan
terrible mal, seguro que casi nada hubiera salido como ha salido. Más, la vida
te pone estas tesituras. De nada sirve hacer elucubraciones de qué hubiera
pasado sí o si no. Sé que si al cabo de unos años acaba saliendo bien lo que
estoy a punto de emprender, miraré de otra forma lo que sucedió con Navarra, más,
a día de hoy, pese a que sé que no se puede volver a tras, que de nada sirve
recordar, sé también que no lograré superar jamás esa ruptura y esa relación, sé
igualmente que estaré enamorado siempre del recuerdo del tiempo en que
estuvimos juntos. Que lo di hasta lo que no tenía, puede que tarde, quizá en
principio mal, pero lo di y en el amor nunca nada es sencillo y nunca se da lo
suficiente.
Ayer di mi último cachito de
corazón, un trocito diminuto. Cuando regalas algo de ti con la intención de
acabar siendo amado, sabes bien si ese regalo caerá o no en saco roto y, por
ende, tu parte, la parte de ti que estás ofreciendo y que estás amando, será
algo tan vacío para la otra persona, que a veces uno siente como si
desperdiciase sangre, aire o algo más valioso que la misma vida. Y no me
arrepiento de lo de ayer, pero sí que sabes cuando el amor te lleva a
callejones sin salida de los que has de escapar tan pronto como te sea posible.
Yo ahora mismo, en el sentido amoroso estrictamente, huyo de cualquier
sinsabor, desencuentro, calabaza o rechazo. No quiero tener que superar nada más.
Ahora mismo controlo mi vida completamente y me siento increíblemente feliz y
orgulloso de haber llegado a este punto. Como decía Chaouen “No me daré en esta
puta vida que lo que yo quiero es rellenar tus rincones (…) que el amor son
tres flores que se riegan a diario”. Con esta felicidad embargante, y a falta
de tres días para mis vacaciones, os dejo, ahora sí hasta dentro de un mes.
William, por favor, como Shakespeare, o el Príncipe William de Inglaterra. Mi nombre es inglés y me encanta. Will para los amigos, Willy me llaman los viejos, viejos amigos, y William me llama mi madre y alguna amante-novia-amiga que sabe que me mola mucho como suena mi nombre en boca de ellas con su sutil pronunciación.
ResponderEliminarSobre la primera posdata... obvio que el amor no tiene que ir de la mano con estar con alguien. Siento amor por personas con las que no estoy a menudo, incluso personas que ya no están en mi vida. Siento amor por personas que nunca estarán cerca de mí. Pero hay un "tipo" -si se puede decir así- de amor que es ese en el que, como he dicho últimamente, quiero ser yo con alguien y no yo solo. Sé que puedo ser solo yo, pero me gustaría probar algún día a ser yo con alguien que me complemente, no alguien con quien ser híbrido o un sólo ser, simplemente "ser" con alguien. No sé si me he explicado bien...
Posdata 2: Jajajajajajaja. A ver, yo soy muy sutil en mis miradas y desde luego que puedo mirar a cualquier chica a la cara y sus expresiones y, de forma fugaz y sin que ella se de cuenta, si acaso, mirarle los pechos, pero no es algo por norma y desde luego que con los años he "mejorado" la táctica hasta el punto de que con una amiga, hace poco le comentaba algo sobre su pecho y se quedó muy sorprendida, pues pensaba que yo nunca le había mirado el pecho. Soy muy discreto en esas cosas porque he visto a muchos chicos, como dices tú, que no se cortan un pelo, de hecho esa clase de tíos son la antítesis de lo que he querido ser, los he analizado mucho para llegar a ser algo totalmente antagónico a ese tío machista, mirón, estresante y empalagoso que acosa a una mujer desde el minuto 1 y con la mirada. No, yo no soy ese tío y aunque algunos colegas y amigos vean en eso un defecto, creo que es una de mis grandes virtudes, porque la elegancia y la caballerosidad han de ir de la mano del respeto. Lo dicho, feliz verano.